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miércoles, 30 de mayo de 2012

FUENTE DE LA SALUD




“El agua corre en las secretas fuentes que ya se van apagando en un hilo de plata. Hay una fuente de dos caños con un rústico balconaje de hierro y unos bancos de piedra desgastada. Más allá, en la glorieta de altos árboles que cabecean majestuosos en las tardes de estío, está la verdadera fuente –la Fuente de la Salud– con su alta pilastra y sus cuatro caños, ya ciegos…”

VALENTÍN BLEYE: Rapsodia de la ciudad abierta.

viernes, 25 de mayo de 2012

PARQUE DE LA CARCAVILLA


"El viejo está en su colmo funerario. Es una necrópolis suntuosa, repleta de mármoles, de cruces, de ornamentos y con esa exuberancia vegetal que sólo se da en estos macabros jardines...

Tiene el prestigio de sus viejas pompas -parece increíble, pero también los cementerios padecen tales vanidades- de sus recuerdos antiguos, de sus vericuetos exornados de cipreses, de mirtos, de sauces y bojes...

Sobre todo los cipreses del viejo cementerio son majestuosos. Ellos -como ancianos palaciegos de un Versalles poblado de espectros- tienen mil veces ensayadas sus mejores reverencias, al paso de los fúnebres cortejos y están ya un poco hartos de hacer cosquillas a la luna con su punta de lanza ceremoniosa...

Dentro de unos años el cementerio quedará clausurado y entonces es cuando será doblemente cementerio. Entonces comenzará a tomar importancia el otro, -su rival, el nuevo- que ya ha iniciado su competencia para ver quién devora más cadáveres..."

VALENTÍN BLEYE: Rapsodia de la ciudad abierta

martes, 21 de febrero de 2012

CRIPTA DE SAN ANTOLIN


“El descenso, casi iniciático, hasta la cripta de San Antolín. El pozo de los deseos. El aire de otros siglos en este sepultado templo al único dios verdadero, el tiempo.”

JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN: Colección de días.


“Un aire antiguo, de leyenda medieval, una atmósfera de misterio, un hálito de poesía primitiva saludará al turista que descienda a la incomparable, a la singularísima cripta.

VALENTÍN BLEYE: Guía turística de Palencia y su provincia.


“Se ha aliado a todos nuestros pensamientos esta suposición del agua, del corazón del agua de la ciudad, bajo el aposento solemne. Como aquella cisterna de agua en la cripta de San Antolín, en la catedral de Palencia, así hay aquí un fondo de agua milagrosa, agua también como la de un Lourdes más humano; un Lourdes espontáneo que no exige ni la fe ni la superstición, sino cierto escepticismo y mucha humanidad.”

RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA: Pombo.


“Bajo el rico juego de altas bóvedas ojivales de la catedral palentina se yuxtaponen en la cripta de San Antolín, patrón de la ciudad, una capilla visigoda, probablemente de fines del siglo VII y un edículo construido por Sancho el Mayor al restaurar la ciudad en 1034, tenido por uno de los puntos de arranque de la gloriosa arquitectura románica.”

RAMÓN OTERO PEDRAYO: Una historia del arte universal.


“Luego aprendió Ginés cómo Castilla, siempre heroica y gloriosa, ya se hizo independiente de los reyes de León y Asturias, después del crimen de Ordoño II degollando a cuatro condes castellanos con Nuño Fernández a la cabeza, en rencor por el desajuste de Valdejunquera, hasta constituir un solo Estado ya, en 1023, con aquel reino y con el de Navarra, bajo el cetro de Sancho el Mayor, quien, después de reedificar la antigua Palentia, persiguiendo a un fugitivo jabalí tropezó en una gruta con el “misterio de las Antas”, conocido hoy como “Milagro de San Anto-olin”. En una palabra, Ginés reconstruyó, como hoy no pueden ya hacerlo por falta de datos los historiadores, todos los orígenes semiiniciáticos de aquellas Castilla y León bajo cuyos dominios no había de ponerse el sol en el siglo XVI, “los Santos Lugares de la nacionalidad española”, que ha dicho Sánchez Moguel.”

MARIO ROSO DE LUNA: Del árbol de las Hespérides. Cuentos teosóficos españoles.


“Bajé luego a la Cueva de San Antolín o San Antonino, patrón de la ciudad, santuario subterráneo que sirve como de mística base al gran templo que hay encima: admiré después, casi a tientas, o sea a la luz de uno y otro fósforo (pues la Catedral se había quedado a obscuras y al sacristán se le había apagado y perdido la vela dentro de la cripta), la magnífica sillería del Coro, las verjas y los púlpitos, me defendí a duras penas del mismo sacristán, empeñado en que volviéramos a bajar, con un farol, al tal subterráneo, que parece ser su ojo derecho; alegué, como era cierto y positivo, que tenía hambre, que el reloj marchaba implacablemente, y que la Diligencia seguía su camino a las nueve en punto, y logré, por último, salir de la iglesia y tomar el camino de la fonda, casi receloso de que mi cicerone de medias negras se habría alegrado de que me quedase por toda la vida haciendo penitencia en la Cueva de San Antolín… "

PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN: Viajes por España.

viernes, 13 de junio de 2008

EL "BOLO DE LA PACIENCIA"


"Se trata, simplemente, de un bloque de piedra que Dios sabe cuándo fué colocado sobre un costado de la Catedral, para cerrar el paso rodado en una esquina, que desemboca en la ancha y silenciosa Plaza de Cervantes, siempre enferma de recuerdos y como aplastada entre viejos palacios y casas nobiliarias. En el "bolo de la paciencia", cobraban "paciencia" las lavanderas que subían del Carrión, con sus pesados cestos de ropa sobre las caderas. Eso es todo. Pero su importancia estriba en que nosotros mismos -cuando niños- nos encaramamos sobre él y le saltamos "a la una", centenares de veces y le hicimos pedestal de nuestra propia imagen, sintiéndonos imaginariamente monumento inmortalizado."

VALENTÍN BLEYE: "Rapsodia de la ciudad abierta"





"Hace años el autor de este libro encontró en el Rastro otro, desnudo de su sobrecubierta, entelerido y provinciano, que llevaba por título el de "Rapsodia de la Ciudad abierta", y el subtítulo de "Dietario lírico". El nombre que figuraba a la cabeza, Valentín Bleye, nada le dijo y poco le dice aún, pero sí mucho la ciudad castellana, Palencia, donde se escribieron esas páginas y donde se metieron en prensas, y mucho más le dirían y le harían sentir, cuando las leyó. No es del todo frecuente que el arroyo nos traiga, como el fondo del mar en cierto relato oriental, perlas de un extraño fulgor. Asaltados por el milagro diario, uno ha de dejarse encandilar por lo que llega a nuestra deslucida existencia con su propia luz, y lucencia viva venía en muchas de aquellas páginas publicadas en el "Diario Palentino" entre 1943 y 1950. Todo, desde el título al enunciado de los capitulillos, era una gloria. "Abierta llamó a Palencia Miguel de Unamuno", escribe Valentín Bleye en la primera línea de este verdadero "Libro de horas", tal y como lo viera el también provinciano Vicente Risco, y abierto querría uno escribir todo lo suyo, como una ciudad a la que pudiera llegarse y de la que pudiéramos irnos, o en la que nos quedáramos siempre, si fuere tal el gusto. Y eso le ocurrió al autor de este "Salón de pasos perdidos" con el dietario del palentino, en el que, entre otras cien pequeñas maravillas (a propósito de los pajareros, de las dulzainas o de los cipreses del Cementerio Viejo), halló la expresión de "fanal hialino" para una de esas mañanas en las que todo parece quieto y límpido, como la pintura de alguno de aquellos primitivos pintores flamencos que trajeron a Castilla el secreto de los crepúsculos y de las sensitivas azucenas. Encontrará aquí el lector, acaso, algo de aquel prodigio, siempre activo y fiel a su cita cotidiana. La vida, por un lado, tal como se nos fija en la memoria y, por otro, en su eterno fluir, tal y como la sentimos. Lo que tiene de fanal se le aligera con lo que tiene de transparente, y lo que se nos muere entre las manos cada día, acaba también alcanzando su propio vuelo, con la firmeza de ese rayo de sol que no sabe de fanales, ni de tipos de imprenta, para llegar hasta nosotros enteramente libre."

ANDRÉS TRAPIELLO