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lunes, 26 de marzo de 2012

SANTA EULALIA DE BÓVEDA II



"La referencia a Atis me hizo estremecer, pues había leído a Catulo y conocía algunos de los horribles ritos de la diosa oriental, cuya adoración estaba tan unida a la de Cibeles. Norrys y yo,a la luz de las linternas, tratamos de interpretar los extraños y muy borrosos dibujos que había sobre ciertos bloques de piedra irregularmente rectangulares que solían ser altares, pero no pudimos descifrar nada. Recordamos que un motivo, una especie de sol con rayos, era lo que hacía afirmar a los estudiantes que implicaba un origen no romano, sugiriendo que estos altares habían sido adoptados por los sacerdotes romanos al encontrarlos en algún templo más antiguo y quizá aborigen de ese mismo lugar (...) Sir William, que se hallaba con su linterna sobre las ruinas romanas, tradujo en voz alta el ritual más escalofriante que he oído en mi vida; y habló del régimen alimenticio del culto antediluviano que los sacerdotes de Cibeles encontraron y mezclaron con el suyo propio."

H. P. LOVECRAFT: Las ratas en las paredes (El que susurra en la oscuridad).



"Contemplé meditabundo las bóvedas pintadas, procurando no resbalar en el limo pegajoso del suelo. Vi a faisanes, perdices, lampreas y otros animales en actitudes variadas: volando, andando, reptando. Gaspar Gómez de la Serna, que dirigía la expedición, sacaba fotografías apurando los puntos de vista, vigilando luces y ángulos. Me fascinaba el maravilloso color verde de los muros, que la humedad y el tiempo habían sedimentado con una prodigiosa sabiduría. La piscina o ninfeo estuvo a punto de perderme, y sólo la vigilante diligencia de Dámaso Santos me salvó de un aparatoso remojón."

JOAN PERUCHO: Nicéforas y el grifo.



“Hace ahora pocos días, cuando esto escribo, que anduve por las tierras altas de Lugo, peregrino de un castro y de unas piedras romanas, Santa Eulalia de Bóveda, y hallé una vieja carballeira, así como las mías de la infancia en el invierno: con los troncos recubiertos de líquenes y de hongos, también musgo con los brazos retorcidos contra el gris o el azul, como clamando; una carballeira honda, allá se pierde la vista de los árboles y se enmaraña en zarzas y retamas. Algunas hojas de muérdago, ¡Y sin una muchacha que besar a su cobijo, con ese beso que compromete para siempre como una maldición! El campo verde, las piedras. Después vinieron los pinos. Pero las piedras de las cercas y de las casas, viejas de siglos, allá en mi valle, antes que irrumpiera la civilización, que fue al terminar la guerra del catorce, parecían meternos en el tiempo inmemorial, o tal vez arrebatarnos al tiempo. La gente semejaba tan eterna como las piedras mismas, la única manera de morir era ser olvidado.”

GONZALO TORRENTE BALLESTER: Dafne y ensueños.


"Su cuerpo descabezado fue trasladado a Galicia, enterrado misteriosamente -hay quien dice que en Santa Eulalia de Bóveda-, y algunos gallegos presumen de tener en su tierra los cuerpos enterrados no sólo del apóstol Santiago, sino del hereje Prisciliano. E incluso hay quien lleva sus calenturientas imaginaciones a pensar que a lo mejor quien está enterrado en Compostela no es Santiago, sino el propio Prisciliano."

NÉSTOR LUJÁN: Prisciliano, un aniversario significativo.
La Vanguardia, 17-7-1985