"Perderse, desaparecer, cambiar de identidad, renacer con otro nombre. He tenido esa tentación muchas veces, con frecuencia al viajar por países lejanos pero también deambulando por las calles de mi ciudad e incluso sentado en un sillón de mi casa. En todos los casos he experimentado el goce de tomar otro rumbo radicalmente distinto, aunque sólo fuera con la imaginación: matar al que eres es, entonces, una forma posible de inmortalidad, la única resurrección que está al alcance de nuestra mano."