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miércoles, 19 de mayo de 2010

SON MARROIG


"Y si ahora rememoro en una costa mallorquina digna del castillo de Don Gaspar, es porque todo se ha vuelto de nuevo infancia desde ayer por la tarde, a partir del instante en que me fue dado ver, desde el mirador del Archiduque Luis Salvador cerca de Deyá, el rayo verde."

JULIO CORTÁZAR: El rayo verde.



“Llegó a formar, pues, el archiduque, una inmensa propiedad que la carretera de Valldemossa a Deiá atravesaba en una distancia de ocho kilómetros. En su libro, sin nombre de autor, «Lo que sé de Miramar», Palma, 1911, escrito en un mallorquín de una ingenuidad deliciosa, el archiduque cuenta la historia de la formación de su enorme finca y de las mejoras que en ella hizo: los innumerables caminos, miradores, capillas, rotondas, belvederes, jardines, estatuas, lápidas y la inmensa cantidad de comodidades que colocó sobre su posesión. Gastó una fortuna inmensa por un impulso de amor y de belleza.”

JOSEP PLA: Mallorca, Menorca e Ibiza.



“Prohibió cortar una sola rama en todo su término posesorio, y el bosque, agradecido, tuvo a orgullo vestirse de gran belleza, y cuando la sombra cubrió las montañas, abrió rutas bajo los árboles, pero senderuelos casi ocultos que no hiriesen el paisaje y miradores de piedra y glorietas de mármol blanco, demostrando en todos los detalles un gusto refinadísimo.”

SANTIAGO RUSIÑOL: La isla de la calma.



"Desde Valldemossa los autocares retumban por la carretera espectacular que bordea la costa -que en un punto dado alcanza los trescientos metros sobre el nivel del mar- y pronto vierten sus cargas en Son Marroig, donde el archiduque Luis Salvador de Austria vivió tantos años y de manera tan excéntrica. Los turistas escuchan la historia de la hermosa Catalina Homar, por quien el envejecido archiduque profesó un amor puro y romántico, y que murió de lepra (contraída durante una peregrinación a Tierra Santa, a bordo del yate del Archiduque, el Nixe) en una casa construida para ella sobre el promontorio rocoso, guardada día y noche por enormes perros-lobo..."

ROBERT GRAVES: Por qué vivo en Mallorca.

miércoles, 14 de octubre de 2009

DEIÀ II


"Cuando por fin llegó a Deia, muy fatigado y con los pies doloridos, Anceo encontró a la ninfa de las Naranjas sentada muy erguida sobre una piedra, cerca de un manantial caudaloso que brotaba con fuerza de la roca de granito y regaba la huerta. Aquí la montaña, cubierta por una espesura de olivos silvestres y encinas, descendía bruscamente hacia el mar, quinientos pies más abajo, salpicado aquel día hasta la línea del horizonte por pequeñas manchas de bruma que parecían ovejas paciendo."

ROBERT GRAVES: El vellocino de oro.



"Quería ir a un lugar donde la ciudad fuera todavía ciudad y el campo, campo; y donde el arado tirado por el caballo no fuera todavía un anacronismo. Había otras aspiraciones, naturalmente, como buen vino, buenos vecinos y que no estuviera demasiado alejado del meridiano de Greenwich. Pensándolo bien, la primera persona que me recomendó Mallorca fue Gertrude Stein (...) Gertrude, que siempre hablaba con sentido común, me aseguró que los mallorquines eran alegres, limpios y amables, culturalmente afines al sur de Francia y agriculturalmente todavía anclados en el siglo dieciocho. Añadió que en todo aquello no había trampa alguna: si me gustaba el Paraíso, Mallorca era eso, el Paraíso."

ROBERT GRAVES: Por qué vivo en Mallorca.


lunes, 31 de marzo de 2008

DELFOS


"Había llegado el momento de visitar las ruinas, de extraer los últimos jugos proféticos del desaparecido ombligo del mundo. Trepamos por la colina hasta llegar al teatro, y desde allí contemplamos los destrozados tesoros de los dioses, los templos en ruinas, las derribadas columnas, intentando en vano recrear el esplendor de este antiguo lugar. Especulamos largamente sobre la posición exacta de la ciudad, que hasta el presente sigue siendo desconocida."

HENRY MILLER: "El coloso de Marusi"


"Al lado de Ares se sentaba Apolo, dios de la música, de la poesía, de la medicina, del tiro con arco y de los hombres jóvenes solteros. Era hijo de Zeus y Leto, una diosa menor con la que Zeus se casó para molestar a Hera. Apolo se rebeló contra su padre una o dos ocasiones, pero sufrió un duro castigo cada vez y aprendió a comportarse con más sensatez. Su trono áureo, extremadamente pulido, tenía grabadas unas inscripciones mágicas, un respaldo en forma de lira y una piel de pitón en el asiento. Encima del mismo, había colgado un sol de oro con veintiún rayos como flechas, porque Apolo decía que gobernaba el Sol. El símbolo de Apolo era un ratón; al parecer, los ratones conocían los secretos de la Tierra y se los contaban a él. Apolo poseía una casa espléndida en Delfos, en la cima del monte Parnaso, construida alrededor del famoso oráculo que le robó a la Madre Tierra, la abuela de Zeus."

ROBERT GRAVES: "Dioses y héroes de la antigua Grecia"


JOHN COLLIER: "Priestess of Delphi"