"El maestro quedó pasmado. En el vano del arco, como dentro de una pesada moldura de piedra, brillaba, a la rica luz de la tarde, un cuadro maravilloso, de una composición casi fantástica, como la ilustración de una hermosa leyenda de amor caballeresco. En primer término aparecía una explanada desierta y verdeante, salpicada de florecitas amarillas; en el fondo la línea apretada de los árboles cuyos troncos enlazaba la yedra, formando como una muralla de follaje abrillantado, y emergiendo abrupta de aquella espesura, subía en pleno esplendor del día, destacando vigorosamente sobre el fondo azul claro del cielo, la cima airosa de la montaña, toda de color violeta oscuro, coronada por el castillo de la peña, romántico y solitario, con su parque sombrío al pie, la alta torre perdida en el aire y con las cúpulas fulgurando al sol, como si fuesen de oro..."
JOSE MARÍA EÇA DE QUEIROZ: "Los Maia"