"La playa era hermosa, el pescado excelente y el pueblo aún se mantenía desconectado de las cochambres turísticas, aunque ya empezaban a cundir los desafueros arquitectónicos, gracias sobre todo a las orgánicas atrocidades de los especuladores surgidos al socaire del llamado «primer plan de desarrollo». Conil era un lugar de amenas historias árabes, primorosamente estampadas en piedras, gestos, hábitos, y desfiguradas con el tiempo por la acción corrosiva de sus nuevos dominadores."
JOSE MANUEL CABALLERO BONALD: La costumbre de vivir.
“Por si no lo he dicho antes, estamos hablando de Conil de la Frontera, un pueblo marinero situado en la región más antigua y más ofendida de occidente: la costa gaditana. El pueblo no es muy grande y, visto de lejos, se asemeja a un brochazo blanco sobre la playa que llaman de los Bateles. Sin embargo, a la noche, recién encendidas las casas, guarda cierto parecido con un belén navideño de los tiempos de Augusto, no haciendo falta que sea época de villancicos para que el milagro acontezca. Ocurre en todas las épocas del año, incluso en las de verano, con sus noches de brisa agradable y sardinita a la plancha, siendo en tan candente estación cuando el Nacimiento puede verse al completo. No faltan ni las luces de mentiras ni las estrellas de purpurina, ni tampoco los camellos ni sus tabernas brillando a lo lejos.”
MONTERO GLEZ: Manteca colorá.