"¿Se cayó, se ancaramó? Se desdobló en mariposa quieta. Entre la verdad del agua y el sueño de la alta cuesta. Arcos, dos arcos, dos alas. Arcos, presto para el vuelo. ¿Y el Guadalete? En el cielo."
“¿Qué es lo que más cautiva vuestra sensibilidad de artistas: los llanos uniformes o los montes abruptos? ¿Cuáles son los pueblos que más os placen: los extendidos en la llanada clara o los alzados en los picachos de las montañas? Arcos de la Frontera es uno de estos postreros pueblos: imaginad la meseta plana, angosta, larga, que sube, que baja, que ondula, de una montaña; poned sobre ella casitas blancas y vetustos caserones negruzcos, haced que uno y otro flanco del monte se hallen rectamente cortados a pico, como un murallón eminente; colocad al pie de esta muralla un río callado, lento, de aguas terrosas, que lame la piedra amarillenta, que la va socavando poco a poco, insidiosamente, y que se aleja, hecha su obra destructora, por la campiña adelante en pronunciados serpenteos, entre terreros y lomas verdes, ornado de gavanzos en flor y de mantos de matricarias gualdas… Y cuando hayáis imaginado todo esto, entonces tendréis una pálida imagen de lo que es Arcos.”
La carretera de Jerez a Arcos tiene dos filas de eucaliptus, lo que le da un aspecto un poco australiano. Por el camino se ven aldeanos, que pasan con su hatillo al hombro, deslizándose como fantasmas. Arcos de la Frontera es un pueblo en anfiteatro, colocado en una colina elevada, a la que van escalando las casas, y rodeado en parte por las aguas amarillentas del Guadalete. Tiene Arcos calles estrechas y pendientes, algunas con escaleras, una plaza pequeña y una iglesia, con una fachada de estilo gótico florido. Tiene también otra iglesia más moderna, barroca y alegre. Las casas, por la parte del río, están como colgadas en el cerro, donde se asientan, y parece que se van a desmoronar.
"Al cabo de los años, el viento y la lluvia habían mordido la carne rugosa de esta muela enorme que era la peña, puesta en pie y desafiante, y presentaba arañazos y cicatrices. Como bocas abiertas, las cuevas de los buitres acechaban la lejanía, a unos metros por debajo de las casas del pueblo, que asomaba al precipicio sus cabezas almenadas, sin temor al vértigo. En sus extremos, el corte se dulcificaba en unas enriscadas colinas pobladas de murallas ruinosas, torreones encalados y chumberas delirantes."
“En Arcos se ensamblan, aparte de la romana y la árabe primitiva, tres poblaciones: la morisca, la gótica o barroca de las iglesias y conventos, y la neoclásica de las casonas y palacios. El callejeo debe empezar por el caserío morisco. La identidad entre ese intrincado albaicín y cualquier pueblo norteafricano es sorprendente. Y ahí está ya la cal, una cal milenaria que ha terminado por convertir el muro en un amasijo de nieve perpetua.”
JOSE MANUEL CABALLERO BONALD: De la sierra a la mar de Cádiz.
“Quien no tiene nieve la inventa; no he visto nunca un blanco más intenso que el de las casas de Zafra y Llerena, he rodeado la Gran Ciudad hasta la blanca tela de araña de Arcos de la Frontera, todo congelado por el calor, la nieve endurecida de los iglús llena de fuertes sonidos españoles, he conducido por la baja llanura del Guadalquivir hasta Cádiz.”
“Zafra se esponja de su calle de las sierpes; el castillo recuerda a Santa Fe; recuadra un cordón de piedra el pórtico del hospital de Santiago; las iglesias son góticas; centra la plaza, de soportales de roca, una cruz de hierro; los balcones se abren saledizos como tribunas, para la procesión, para la feria.
No cuenta Extremadura con feria más importante que la de Zafra: unos sanmigueles en octava, pues se celebran el 4 de Octubre. Olivareros, los alrededores casan con el nombre de la pequeña ciudad: zafra, tinajilla de latón para el aceite.
¿He dicho que las rejas son curvas? Rejas de jaula, para holgura de las macetas, de roja alfarería de Barros, y más luz a las ventanas, encandecidas de tanta flor.
PEDRO DE LORENZO: Extremadura, la fantasía heroica.
“Has dicho sorpresas… Y sorpresa es todo Zafra, a cada paso. Está, por ejemplo: las plazas. La Plaza Chica, la Plaza Grande, con su cordón umbilical, el “Arquillo del Pan”. Te sientes dentro de ellas como sumido en un arca viva de tradición, contemplando su ámbito de antañones soportales y ángulos abiertos a viejas calles tortuosas. Por doquiera que miras, columnas; columnas cilíndricas, columnas prismáticas, recias, macizas; columnas adosadas a encalados contrafuertes; columnas corroídas por la caricia del tiempo. Al fondo de las mismas, en los bajos, unas anchas, unas recias puertas claveteadas, y a su lado, estrechas entradas para acceder por escaleras pinas y angostas a los altos, de embalconadas fachadas y ventanitas cuadrilongas, ventanitas con su arcano, ventanitas oscuras, tenebrosas.”
FERNANDO PÉREZ MARQUÉS: Postales de andar extremeño.
"Perderse, desaparecer, cambiar de identidad, renacer con otro nombre. He tenido esa tentación muchas veces, con frecuencia al viajar por países lejanos pero también deambulando por las calles de mi ciudad e incluso sentado en un sillón de mi casa. En todos los casos he experimentado el goce de tomar otro rumbo radicalmente distinto, aunque sólo fuera con la imaginación: matar al que eres es, entonces, una forma posible de inmortalidad, la única resurrección que está al alcance de nuestra mano."