Cuando está a punto de consumarse el año en que se cumple el décimo aniversario del nacimiento de Twitter, he aquí unas pinceladas de reflexión sobre esta red social.
Twitter irrumpió en el escenario digital en un momento en que los blogs ejercían la hegemonía de los nuevos hábitos de comunicación en la Red. Pero los blogs, mayoritariamente los individuales, dibujan un espacio de estructura vertical en el que la conversación a través de los comentarios se supedita a la palabra del autor. El blog se parece así a una habitación personal o salita de estar con la puerta siempre abierta a los invitados, un lugar de conversación pausada, visitable y revisitable a voluntad. A través de los blogs se derribaron fronteras físicas y se empezó a dibujar una nueva geografía educativa. Los docentes se abrían a la aventura de contar sus experiencias de aula y a la de unirse para llevar a cabo actividades conjuntamente, cada uno en su entorno, cada uno dentro de sus posibilidades. En esta etapa digital -ya prehistórica-, mi recuerdo se traslada a “Jazz y literatura”, un post audiovisual creado colaborativamente y que fue semilla de otros proyectos posteriores. Estoy hablando del primer lustro de siglo, cuando el flujo comunicativo circulaba por las entretelas de los RSS a un ritmo que juzgábamos agitado, precipitado e inabarcable. Entonces, no intuíamos lo que estaba por venir. No imaginábamos lo que la tecnología iba a brindarnos y que los nuevos escenarios iban a acrecentar las posibilidades de establecer lazos y de dar rienda suelta a nuevos proyectos.
Y en 2006 llegó Twitter. Y con él los cantos apocalípticos sobre la muerte de los blogs, una muerte anunciada, pero nunca consumada. Los blogs resisten el envite de las redes y conviven con Twitter, porque ambos constituyen habitáculos distintos de un mismo escenario digital (y además está Facebook, Instagram...). Quienes transitan por estos ecosistemas conocen bien sus diferencias. Twitter es grande y es pequeño a la vez. Su pequeñez se reduce a la limitada extensión de sus mensajes, pero años después de su irrupción, es dable afirmar que su grandeza no se explica ni en 140 caracteres, ni en 280. Probemos con el cuádruple: 560.
Twitter es como una ciudad digital en la que transitamos en calidad de lo que somos, esto es, docentes. Ocupamos un amplio sector de esta polis y nuestros mensajes ruedan bajo la insignia de la generosidad y la cooperación. Es fácil encontrar cobijo inter pares y, una vez dentro, recorrer los pasillos de las conversaciones. Un tuit es, muchas veces, un suspiro, un desahogo sentimental o intelectual, un trampolín a una información y, cuando el pasillo desemboca en estancia, un tuit es una llamada a colaborar, una apelación a participar en algún proyecto. En el momento en que esto ocurre, se abren puertas y ventanas a nuevas ideas, se estrechan vínculos profesionales y el eco multiplicador de sumar esfuerzos se expande como mancha de aceite en las aulas.
Actualmente, usamos Twitter como centro de operaciones de una nueva forma de convivencia, y lo que es más importante, de una nueva forma de entender la educación, más abierta y participativa. Twitter acrecienta nuestros impulsos nómadas y de tuit en tuit, de seguidor en seguidor nos convertimos en viajeros digitales en busca de nuevas ideas, recursos, enfoques y metodologías. Empezamos el viaje asomándonos a la cuneta (#todostuvimosuncomienzo), luego vislumbramos los colores de la carretera (TL), hasta que decidimos pisar el asfalto y empezar a movernos por los paisajes de esta ciudad infinita, donde se desdibujan las coordenadas físico-temporales, una ciudad en permanente vigilia.
Hace tiempo que superamos la etapa de aproximación y exploración de este nuevo territorio, hoy el suelo educativo de Twitter está compuesto de una materia que propicia la experimentación. En esta metrópolis digital hemos visto fecundar muchos proyectos al abrigo de tuitconversaciones, DM y favoritos, proyectos que encuentran en los RT el abono necesario para asegurar su expansión, permanencia y visibilidad. Hay muchos ejemplos, pero hoy es el turno de Dibújamelas, un proyecto que promueve el pensamiento visual en todos los ámbitos de aprendizaje. Hace algún tiempo que sentí la llamada del No sé dibujar... ¿y qué? y, no sin cierto temor, me lancé a esbozar algunas ideas. Y este mes he participado en #garabatember2016. No ha resultado fácil Día a día, garabato a garabato, he aprendido a mirar, a colorear... a dibujar. Ha sido un ejercicio de creatividad que agradezco sobremanera haber conocido a través de Twitter.
Iniciativas colaborativas como esta recorren Twitter de un modo vertiginoso y, aunque nos gustaría, es imposible apuntarse a todas. Pero es muy cierto que en la atmósfera de Twitter se derrama el pálpito de una generación de profesores dispuestos a hacer de esta red un instrumento de aprendizaje.
¡Feliz 2017, felices proyectos por venir!
¡Feliz 2017, felices proyectos por venir!
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