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Cinco libros que no quiero que nadie me encuentre leyendo (pero que leo igual)

Leer libros "malos" es como comer fresas con chocolate:
al menos estás comiendo fruta, ¿no?
Lo reconozco: soy un poco elitista en lo que a literatura se refiere. Juzgo a la gente por sus lecturas, y, aunque me avergüenza reconocerlo, me río de aquellos y aquellas que tienen por favorito un autor o autora que a mí me parece malo. Una vez una compañera de trabajo me dijo que se había leído todo lo de Federico Moccia, que le encantaba, que releía sus libros y no podía esperar a que saliera uno nuevo; a punto estuve de dejar de hablarle, aunque me caía genial y es una mujer inteligentísima que vale un potosí. Huelga decir que nunca he leído a Moccia, y no creo que lo haga por dos sencillas razones: 1) no creo que me vaya a gustar, y sobre todo 2) si termina gustándome, me voy a querer un poco menos. Sé que son prejuicios, sé que está mal, sé que no es justo. Pero no puedo evitarlo. Soy una petarda.

Por supuesto, no soy yo quién para lapidar a nadie cuando tengo mi buena sarta de lecturas de "placer culpable", esas que leo cuando tengo la cabeza demasiado cansada o me apetece algo ligero para evadirme de la realidad. Algunas veces intento engañarme diciéndome que no son tan "lights" porque las leo en inglés, y al menos así practico el idioma, pero reconozco que sí, yo también leo basurilla literaria, por más que la definición de "buena" y "mala" literatura nunca me haya quedado del todo clara. Ojo, que no hablo de libros mal escritos o con una mala trama, sino de libros que quizás no muevan almas y levanten pasiones, ni nos hagan querer ser mejores personas. Mi excusa es que siempre será mejor leer un libro "malo" que enchufarme a ver cualquier porquería en la tele. Mejor Marian Keyes que el Sálvame, eso lo tengo claro.

He aquí alguna de mis vergüenzas:

El código DaVinci, Dan Brown



Sí, lo he leído. Sí, me encantó. Es más, me leí todas las obras que Brown tenía hasta entonces, que eran thrillers de lo peorcito, y no me arrepiento. En aquella época yo era joven e inconsciente y leía todo lo que caía en mi mano. Buscaba lecturas entretenidas, nada de rollos infumables. No lo he releído, porque creo que me sacaría los colores pensar que me podía gustar algo así. Curiosamente, recuerdo lo mal que me sentaba cuando la gente que no lo había leído lo criticaba y trataba de idiotas a los que nos había gustado. En mi defensa diré que la trama está muy bien hilada, aunque el final esté cogido con pinzas. Es el equivalente literario de ver CSI. No creo que una cosa tenga menos valor que la otra. 


El diablo se viste de Prada, Lauren Weisberg

Sufrí leyéndolo, pero me lo acabé. Por qué leí yo algo así es algo que todavía no entiendo, pero era verano, hacía calor, no quería pensar. Ya te digo yo que no había que pensar. Equivalente literario del Corazón, corazón, supongo. Malo, muy malo. Como comerte una rosquilla de anís, que en realidad no te gusta pero ya que te has puesto la acabas. 



The Fault in our Stars (Bajo la misma estrella), John Green

Meto este libro aquí porque sí, leer literatura juvenil a los cuarenta es placer culpable, pero la verdad es que el libro está genial. Aunque a primera vista parece que sea una historia de amor, el argumento va mucho más allá y trata la vida de adolescentes con cáncer. Lloré como una bellaca, me emocionó mucho. Curiosamente, lo leí porque descubrí uno de los canales de Youtube de Green, en el que hace vídeos de historia y demás para adolescentes, y me pareció tan majo que decidí leerle, pensando que era un completo desconocido. Cuando vi que salía la película basada en el libro, flipé. Desde luego, muy recomendable. 


Carrie, Stephen King

Durante años fui una acérrima enemiga de King. Sin haber leído nada suyo, me reía de la gente que leía a King, como si ser superventas fuera sinónimo de ser mal escritor (sigo teniendo ese vicio, pero me estoy quitando, de verdad). Después de leer On Writing empecé a leer sus libros de ficción, y me encantó. Este verano ha caído por fin Carrie, y la he gozado. Me ha gustado la estructura, la historia, la forma de contarlo, todo. No sé si entra en la categoría de "libros que no quiero que nadie me encuentre leyendo", pero admito que es algo que mi yo de hace unos años se hubiera avergonzado de leer. Hoy no; de hecho, han caído media docena de libros de King, y lo que te rondaré morena. 


Los pilares de la tierra, Ken Follet


No es que el libro sea malo, o que la historia no lo merezca, pero es que le he cogido tal manía al pobre Follet que ahora mismo no puedo ver un libro suyo ni en pintura. Al hombre se le ocurrió documentarse en la catedral de Vitoria para escribir Un mundo sin fin (que a punto estuve de tirar contra la pared de lo malo que me pareció) y ahora tenemos una estatua suya a tamaño natural en el centro de la ciudad. Durante meses no se habló más que de Follet y de que iba a poner a Vitoria en el mapa; al final lo único que hizo fue agradecer a la fundación que se ha encargado de la restauración de la catedral al final del libro. Que el libro me gustó en su momento, sí, pero luego te das cuenta de que es un hombre con un esquema concreto y una trama que repite sin cesar en cada libro, y ya no. No me pillarán otra vez, no. Este, para mí, sí que es un superventas de calidad cuestionable. 


Lo que más gracia me hace es que yo, siendo tan pija, haya terminado escribiendo un libro que no es más que eso, un pasatiempo que a más de uno le daría vergüenza dejarse ver leyendo en público. Desde luego no va a ocupar sitio en la librería de los elitistas como yo, aunque quizás lo escondan en algún cajón apartado. Y, como está en formato digital, nadie tiene por qué enterarse de lo que estás leyendo. Benditos readers, que nos han salvado de hacer el ridículo en más de una ocasión. Cuántas copias piratas de Cincuenta sombras de Grey han tenido que caer, y qué poca gente lo ha admitido, seguro. ¿Tenéis vosotras y vosotros un placer culpable? ¡Confesad, no voy a ser yo la única que quede mal!

Los diez libros más sobados de mi biblioteca

Soy de las que relee libros. No todos, por supuesto, pero sí los que más me han gustado, los que más cosas me han dicho. Hay libros que necesitan ser releídos para captar todo lo que nos están diciendo, porque no se puede pillar todo a la primera, no siempre al menos, no cuando un libro dice mucho. Otras veces es simplemente que me gusta la historia y quiero volver a sumergirme en ella, aun a riesgo de darme cuenta de que ya no me gusta tanto. Por lo general, en cuanto termino un libro tengo muy claro si alguna vez lo volveré a leer o no. En caso afirmativo lo guardo; si no, lo regalo o intento donarlo (pero como la mayoría de mis lecturas son en inglés, me es dificilísimo encontrar a alguien que los quiera y así está mi casa, llena de libros no tan buenos).

Creo sinceramente que los clásicos aguantan mejor una relectura que los bestsellers, aunque, si la historia es buena, a veces también lo merecen, sobre todo si hace ya tiempo que lo leíste y solo recuerdas que te gustó, pero no la trama. Esta es mi lista de libros más sobados; el orden es aleatorio, pero una se suele acordar sobre todo de los que más le gustaron, así que creo que me ha podido el subconsciente al hacer la lista:

1. Harry Potter (la serie entera), JK Rowling


No podía faltar, por supuesto. No sé cuántas veces me los he leído, pero debe andar por la docena. La razón es que, cada vez que salía libro nuevo, quería acordarme de todo lo que había pasado anteriormente, así que me leía todos los libros que habían salido hasta entonces. Aunque leer, lo que se dice leer, no hacía mucho: aproveché para comprarme las cintas (¡sí!, ¡cintas de cassette!) y las escuchaba por la noche. Eso sí: el sexto y séptimo libro me los leí tan rápido (un fin de semana cada uno) que, en cuanto los acabé, volví a releerlos para saborear cada escena y fijarme bien en qué demonios había pasado para llegar al final al que llegaron, porque del ansia no me había enterado de la mitad.

2. La Regenta, Leopoldo Alas Clarín 


La primera vez que lo leí fue por obligación, más o menos. Nuestra profesora de literatura en el instituto nos dio a elegir las lecturas del trimestre; era una mujer enfadada con el mundo que odiaba a sus alumnos (o esa sensación daba, aunque era una gran profesora), y cuando llegó a La Regenta nos soltó un "ya sé que nadie va a elegir este libro porque es el más largo y el más difícil, pero bueno, os lo tengo que dar también". Yo lo escogí sin dudar, y se convirtió en mi libro favorito durante décadas. Ese año me lo leí unas cuatro veces (cada vez que mi madre entraba en la habitación y me veía leyéndolo otra vez se desesperaba, no entiendo por qué. Ni que me hubiera pillado con una revista pornográfica o algo); cada poco tiempo lo rescato, y me alegra decir que no ha perdido ni un ápice de su encanto. Ahora me doy cuenta de que a los quince años no fui capaz de entender la mayoría de las cosas que se explican en el libro, pero lo poco que me llegó me hipnotizó. Sigue siendo uno de mis libros favoritos. 

3. Beloved, Toni Morrison


¿Cómo no querer este libro? Lo descubrí por el club de lectura en euskera al que asisto una vez al mes, con lo que la primera vez que lo leí fue en euskera, no en su idioma original. Poco me costó encontrar el ebook y devorarlo otra vez en inglés (y con él toda la bibliografía de Morrison, que por desgracia no es muy extensa). Este verano me voy a regalar la copia en papel del libro, porque merece ser leído, marcado y machacado. Aparte de mi obsesión por el tema de la esclavitud en Estados Unidos, es un maravilloso libro que debería ser de obligada lectura para todos los amantes de la literatura. 

4. El guardián entre el centeno, JD Salinger


Curiosamente, cuando lo leí de adolescente no me quedé con gran cosa. Quizás porque yo tuve una adolescencia muy tardía (creo que todavía no la he superado del todo), quizás porque es un libro muy americano y no conseguí identificarme con el protagonista; quizás porque es la historia de un chico, muy distinta a la que sería la historia de una chica. Hace unos años lo volví a leer, esta vez en inglés, y me enamoré del libro. Han caído dos lecturas más, y creo que caerán otras cuantas en breve. Me encantaría tener a un adolescente en mi círculo cercano para poder recomendarle este libro que tanto me emociona. 

5. Al este del Edén, John Steinbeck


Es pensar en este libro y emocionarme. Ya no solo por la historia que cuenta (que es bestial, universal, eterna, maravillosa), sino porque el libro ocurre en la zona de California que fue mi hogar durante siete años. Cada vez que veo el nombre de King City en la página se me nublan los ojos (lo cual no deja de ser irónico, porque cuando vivía allí me parecía un agujero en el mapa, y ahora mismo es el lugar más peligroso de toda California); cuando mencionan Greenfield, Salinas, Lompock, yo salto un poco en el sofá y le digo a la página ¡ahí he estado yo!, ¡ahí se nos paró el coche!, ¡ahí me invitaron a  una fiesta!, como si alguien pudiera oírme. Es el libro que retomo cuando me siento melancólica, y el libro al que recurro después de haber leído algo muy malo, como quien se quita el mal sabor de una almendra amarga con un trago de buen café. Está tan marcado que reconocería mi copia en cualquier lugar del mundo si me la robaran. Es el libro que nunca, nunca saldrá de mi casa (a no ser para ir a un parque y leer tranquilamente a la sombra de un árbol una tarde de verano). Por cierto: qué mala es la película. De lo peor que he visto.

6. Las uvas de la ira, John Steinbeck


A diferencia del anterior, este libro me produce tal desazón que tengo que tener mucho cuidado con cuándo lo leo, porque me afecta mucho. La última vez que lo releí lo tuve que dejar a medias en la mesa, casi a mitad de una frase, durante un par de días, porque sabía lo que venía y no tenía fuerzas para leerlo. Es crudo, es gráfico, es bestial, y lo peor de todo, está basado en hechos reales. Parece mentira que un libro escrito a principios del siglo veinte sea tan actual como este. A más de uno se lo daría yo a leer. 

7. Middlesex, Jeffrey Eugenides



Este libro me lo regaló una amiga y estuvo en mi pila de libros por leer durante años. Cuando al final me animé a leerlo, no podía creerme que algo tan maravilloso hubiera estado delante de mis narices tanto tiempo y que yo no lo hubiera visto. Me encanta Eugenides y su arte de contar una historia desde el final hacia el principio, yendo atrás en el tiempo para explicar por qué el protagonista de la historia es como es. Maravilloso. De hecho, creo que le voy a echar otro vistazo antes de que acabe agosto. También digno de mención es Las vírgenes suicidas, que solo he leído una vez pero que me dejó helada por su manera de manejar un punto de vista múltiple. 

8. Dientes blancos, Zadie Smith


Mi amor por esta mujer no tiene límites, y mi envidia tampoco. Con veintipocos años escribió una de las obras más importantes de la literatura contemporánea británica, y se ha convertido en una de las voces más escuchadas, ya sea en literatura, política o encaje de bolillos. He leído todos los libros que ha publicado, incluso uno de no ficción, y espero con ansia que siga escribiendo. Dientes blancos es, para mí, lo mejor que ha escrito, aunque cualquier cosa de esta mujer hace que me derrita de gusto.

9. Ana Karenina, Lev N. Tolstói


Incluyo este libro que me he leído varias veces, aunque estoy convencida de que no volveré a releerlo jamás. Cayó en mis manos cuando era una cría porque estaba entre la colección de premios Nobel que mis padres tenían en el salón. Mi profesor de octavo de EGB se quedó de piedra cuando le dije que lo estaba leyendo, y le dijo a mi madre que estaba bien que leyera cosas de esas, pero que no iba a entender nada. Efectivamente, tenía razón. Hace unos meses volví a leerlo y aprecié la grandeza de Tolstói, pero también me di cuenta de que no me gustan los realistas rusos. Si a esto le añadimos que me he leído Guerra y Paz también este año, apaga y vámonos. 

10. On Writing, Stephen King


No había leído nada de King hasta que leí este libro, mitad autobiografía mitad manual de escritura.  A partir de ahí le cogí cierto cariño y empecé a respetarle mucho más. Lo he leído un par de veces, y la verdad es que guarda unas pequeñas joyas en su interior que merecen la pena ser leídas de vez en cuando. Ahí lo guardo, para cuando me dé el bajón y necesite que alguien me anime. O para reírme un rato, que también ayuda. 


No son los mejores libros que existen, pero a mí me dicen algo. Son importantes para mí por un motivo u otro (menos Ana Karenina, claro), y sé que volverán a mis manos más pronto que tarde. De hecho, escribiendo esta lista he descubierto alguna que otra joya en mi estantería que lleva años sin ser leída. Si sumamos a estas relecturas la lista de libros que me estoy haciendo este verano y la que caerá en cuanto eche un vistazo a las novedades de 2017, creo que tengo lecturas para rato. Y feliz, oye. 

El fin de curso que nunca llega


Si echo la vista atrás en este blog, estoy convencida de que encontraré entradas muy parecidas a ésta por las mismas fechas todos los años. Y es que hoy es treinta de mayo, lo que significa que estamos a punto de entrar en junio, último mes de clase, y mis fuerzas, que he debido medir mal, ya no me dan. Sí, ya sé que no trabajo en la mina, que ni siquiera tengo que coger el coche para trabajar, que encima me gusta mi trabajo, pero... Estoy muerta. Muerta, moría, matá, que decía el chiste. Y aún quedan cuatro semanas, cuatro, con los peques (y un mes enterito para los profesores y profesoras, que sí, tenemos vacaciones para exportar, pero seguimos al pie del cañón cuando los peques ya están en casa).

Y es que a veces parece que no me conozco. Cuando llega junio yo ya no valgo ni para arrastrar los pies por casa, y llego justo a cumplir con mis obligaciones en el trabajo (que, por supuesto, se multiplican en estas fechas). Llego a casa soñando con el sofá, con los programas de encefalograma plano de Divinity (me encantan los gemelos que arreglan casas), quizás con el libro que me esté leyendo en ese momento, y ya. No escribo, no produzco, soy como una seta pegada al tronco de un árbol, preocupada solo de crecer (en mi caso, hacia lo ancho). Este año, además, por partida doble, o cuádruple, ya no lo sé, porque me ha dado por ponerme a dieta a final de curso. Sí, como lo oís: tengo que batir el cansancio con 1.200 calorías diarias, y, en teoría, con tres días de gimnasio a la semana. Huelga decir que si voy uno, contenta. Mi excusa es que tengo clases de alemán dos días a la semana; la excusa que uso para no ir a alemán es que tengo que ir al gimnasio. Y mientras ahí estoy, tirada en el sofá con Al este del Edén (bueno, East of Eden, que yo lo leo en inglés) y tomando infusiones de regaliz sin azúcar por eso de que los líquidos son buenos para quemar grasas.

Así que por aquí voy a utilizar la misma excusa. Veréis, es que estoy muy liada, esta semana es de locura, reunión del consejo escolar, poner notas, preparar clases, hacer memorias, reuniones de evaluación... Y luego encima tengo alemán, y GAP, y hora y media de musculación en la sección de máquinas. Sí, bueno, y ese libro que me he leído tres veces pero que no puedo dejar de leer, porque, aparte de que me encanta la historia, habla del valle de Salinas, que fue mi hogar durante siete años, y cada vez que menciona King City me da un vuelco el estómago y me hace sentir una extraña morriña que no coincide con mis recuerdos de allí, pero qué se le va a hacer. Que no voy a pasarme mucho por aquí, vaya, y excusas no me faltan. Así que mantenedme vivo el huerto, regad las plantas y echadme un poco de menos, anda, a ver si vuelvo con más fuerzas en cuanto empiece con las vitaminas con ginseng.


Libros de 2012 (III y ya)

Última entrega. Aquí entran también las lecturas veraniegas tipo piscinero, y se nota.

  • Cometas en el cielo, Khaled Hosseini: Nada que decir que no se haya dicho ya. Me encantó. Había leído Mil soles espléndidos y tenía miedo a que no me gustara, pero no. Me gustó más, si cabe. 
  • The Pleasure of My Company, Steve Martin: Sí, Steve Martin el actor, el payaso de La Pantera Rosa y ese tipo de grandes clásicos del cine. Encefalograma plano, que era justo lo que necesitaba cuando lo leí. Me reí, lo cerré y lo olvidé. Cumplió su función. Al menos está bien escrito. 
  • La cena, Herman Koch: No me gustó, no me gustó nada. Si el autor pretendía que odiara a todos los personajes del libro, lo consiguió. Me quedé con una terrible sensación de malestar (puede deberse también a que me lo leí en el viaje de vuelta de Irlanda, entre turbulencia y salto, con escalas interminables que nos dejaron más agotadas que las dos semanas de curso intensivo de metodología del inglés, pero no lo sé seguro). 
  • The Talented Mr Ripley, Patricia Highsmith: Ya que había leído su libro de no ficción y repetía el título de esta novela cada diez páginas, lo saqué de la biblioteca para ver a qué venía tanta vuelta. No me gustó: el protagonista me pareció soso, el guión aún más y, como novela negra, deja mucho que desear. Para empezar, un motivo convincente. 
  • The Last Coyote Angels Flight, Michael Connelly: Definición de encefalograma plano, novelas veraniegas para leer en la piscina y no pensar en nada más. A diferencia de la de Highsmith, estas sí me parecieron bien escritas, un poco demasiado masculinas si se quiere (que no misóginas), pero correctas. Persecuciones, tiros, muertos... Vamos, Connelly en estado puro. 
  • Juliet, Naked, Nick Hornby: La vi en la biblioteca y la cogí con dos deditos, con mucho cuidado y mucho recelo. ¿Qué iba a encontrarme tras ese título? Pues un sorpresón, porque resultó ser una novela muy bien escrita amén de divertida, y con unos ramalazos feministas inesperados que ya podía una encontrar en las novelas de chick-lit. El verano que viene volveré a buscar a este autor, sí señor.  
  • Post Mortem, Patricia Cornwell: Nota a mí misma para el verano que viene (que es cuando me da por leer novela negra): no me gusta la Cornwell. No me gusta Scarpetta. Siempre pico, porque siempre me la venden como si fuera la leche, y siempre me defrauda. No eres tú, Patricia, soy yo. Estamos en lugares distintos. No es personal. 
  • Uncle Tom's Cabin, H. B. Stowe: Grande, grandísimo libro que ayudó a cambiar la historia de Estados Unidos y que encima está muy bien escrito. Leído desde este siglo, es muy fácil entender por qué hoy en día está considerado un libro racista, pero si se tiene en cuenta desde dónde escribía Stowe, tiene un mérito increíble. Esta señora estuvo amenazada por defender que todos los seres humanos debían nacer libres, y no se limitó a escribir libros y panfletos, sino que ayudó a los esclavos fugitivos que huían del Sur a llegar a Canadá. Nadie puede escapar a su tiempo, y Stowe pinta a unos hombres y mujeres con alma de niños pequeños, candorosos e inocentes, que hoy en día ofende a muchos. Pero ella les dio alma, mucho más de lo que los racistas de su siglo eran capaces de hacer. Gran documento. 
  • Un extraño en mi tumba, Margaret Miller: De nuevo una traducción que me hizo prestar más atención a la técnica que al texto. La historia es lo que es, entretenida, y no se puede negar que original. Quizás le dé otra oportunidad a esta autora, pero esta vez en inglés. 
  • Beloved, Toni Morrison: La leí en euskera el año pasado y tenía curiosidad por ver cómo era el original. Lo cierto es que la traducción no desmerece y me alegra decir que no me perdí nada con la primera lectura. Ahora tengo que conseguir la novela en castellano y la habré disfrutado en los tres idiomas que domino. 
  • Song of Solomon, Toni Morrison: Otra belleza de la misma autora. Mejor que The Bluest Eyes, no tan bueno como Beloved. Consuela saber que nadie nace escribiendo así. El genio nace, pero hay que currárselo. 
  • Hamar (Dieci), Andrej Longo: Diez relatos unidos a los diez mandamientos bíblicos que cuentan diez historias en la Sicilia profunda. Tiene una gran fuerza, sobre todo por su falta de sentimentalismo. A mí me encantó. 
  • The Great Gatsby, F. S. Fitzgerald: Pues será la gran novela americana, pero a mí no me hizo demasiada gracia. Creo que tengo que volver a leerla, porque se me ha debido escapar algo. Odio a todos los personajes, ¿era eso lo que buscaba Fitzgerald? Si es así, lo logró. 
  • Twist, Harkaitz Cano: Reciente best-seller de la literatura vasca, es la historia novelada y disfrazada de ficción de lo que ocurrió con Lasa y Zabala (si alguien necesita que le expliquen quiénes fueron Lasa y Zabala, probablemente no le aporte nada leer esta novela). Muy experimental, postmodernista, una especie de puzzle. Sin quitarle el mérito (quién soy yo para quitarle mérito a una obra que ha ganado el Premio Euskadi de literatura), a mí no me gustó demasiado, aunque tiene párrafos para enmarcar y algunas frases te hacen pensar eso de "ostrás, es justo lo que siento/pienso/vi yo". Eso sí, el autor es genial. Vino a hablarnos del libro y creo que nos ganó a todos y a todas con un desparpajo raro de ver en un escritor.
  • The Grapes of Wrath, John Steinbeck: Relectura de un clásico aprovechando que estoy estudiando literatura americana. Me daba miedo volver a leerlo, porque lo pasé muy mal la primera vez que lo hice. La segunda vez ha sido aún peor porque sabía lo que venía y ya me iba preparando: no he llorado tanto con un libro en mi vida, y hay trozos enteros de los que no puedo ni hablar sin emocionarme. Saber que Steinbeck se basó en hechos reales para crear a los personajes y todo lo que ocurre en la historia la convierte en una novela aún más dura. 
  • The Quiet American, Graham Greene: Basándose en su experiencia en Vietnam, Greene cuenta una historia con personajes británicos y americanos con distintos grados de implicación en el país. Llama mucho la atención la puntería que tuvo a la hora de predecir la intervención americana en Vietnam, teniendo en cuenta que esta novela se escribió muchos años antes de que los americanos se decidieran a participar. Curiosamente, su vaticinio se cumplió en más de un sentido. No creo que sea una novela muy bien vista en Estados Unidos. 
  • Lord of the Flies, William Golding: Venga, sed sinceros/as, levantad la mano si visteis la película en lugar de leer el libro cuando os lo mandaron en el instituto. Yo lo hice, porque madre qué tostón parecía, lo que me reafirma en lo que siempre he sospechado: los profesores de literatura (con honrosas excepciones) no saben vender los libros que mandan leer. Éste debería ser el favorito de cualquier chaval o chavala entre trece y diecisiete años. Fantástica aventura con una lectura mucho más profunda que la de un accidente aéreo, aunque un chaval de quince años puede quedarse solo en la superficie y aún así le sacaría provecho. Estoy convencida de que los productores y guionistas de Perdidos robaron escenas enteras de este libro (no he leído nada al respecto, pero algunas son clavadas). Me alegra haberla leído por fin (y me avergüenza decir que no lo había hecho hasta ahora). 
  • Lorategiko Festa (The Garden Party), Katherine Mansfield: Relatos. Nunca había leído a esta mujer, ni siquiera había oído hablar de ella. Decir que me encantó es quedarme corta, pero claro, cómo no me van a gustar los cuentos de una mujer divorciada y bisexual a principios del siglo veinte que hacía con su vida lo que le daba la gana...
  • La suma de los días, Isabel Allende: Como no había leído en castellano desde agosto, decidí terminar el libro leyendo algo en este idioma, y el libro de Allende era de los pocos que me llamaron la atención entre los que aún tengo por leer en casa. Lo empecé con ganas, recordando lo mucho que me gustaba a mí esta mujer hace ya unos diez años... y enseguida recordé por qué dejó de gustarme. No hace falta acompañar cada palabra con un adjetivo, mucho menos si es para decirme que "el cielo era azul y estaba cubierto por nubes blancas". Obviamente. O me cuentas algo que yo no puedo ver, o mejor lo dejas. Cuando dije que estaba leyendo este libro en Twitter, alguien me dijo que algunos modos de masoquismo le parecían incomprensibles. Estuve cinco minutos riéndome. 
Leo, y leo, y leo, y cada libro que leo me produce ganas de leer más. ¿Se me agotará este ansia alguna vez? Espero que no. Sé que no voy a conseguir leer ni el uno por ciento de lo que quiero (no digamos ya de lo que "debo"), pero me gusta esa sensación de que siempre hay otro libro esperando ahí fuera... 

Feliz año nuevo y feliz lectura. 

Libros de 2012 (I)

Este año ha sido muy prolífico en lo que a lecturas se refiere. Me había puesto como objetivo leer dos libros al mes y meter algo más de ensayo en mi dieta, por eso de tener un equilibrio entre carbohidratos y proteínas, carnes y pescados, dulces y salados. Al final, la mayoría de las semanas ha caído un libro entero, en los meses de verano dos, y al ensayo se han unido también los cómics y un poquitín, apenas una pizca, de poesía. Teniendo en cuenta que algunos de los ladrillos que he leído tenían mil y pico páginas (sí, estoy hablando de Juego de Tronos), tiene su aquel haberse merendado 45 libros y algún que otro cómic.

Como la entrada me estaba quedando eterna solo con libros de ensayo y los cómics, voy a dividir las lecturas en dos; el próximo post llevará las novelas de ficción, aquí se quedan todos los demás. ¿Habéis leído alguno? ¿Coincidimos?

Ensayo: 

  • The Second Sex, Simone de Beauvoir: Soy tan, tan, tan tonta que me compré este libro en inglés "por leerlo en versión origina", que hay que ser gilipollas, leñe. Me ha costado dos años terminarlo; mejor dicho, me ha costado dos años encontrar el humor y las ganas para leerlo de corrido, y este año, en cuanto dieron las campanadas, me dije que iba a terminar las cuatrocientas páginas que me quedaban sí o sí. Y me lo acabé. Interesantísimo, piedra fundamental para entender el feminismo y de dónde venimos y hacia dónde vamos. Necesito hacer otra lectura más continuada, porque sé que hay cosas que se me escaparon por no tener la cabeza donde debía tenerla. 
  • Sexual Politics, Kate Millett: Después de Beauvoir, era necesario leer a Millett. Me resultó mucho más ameno que el anterior (este sí me lo leí en versión original) y me dejó con ganas de leer más. Más moderno que el de Beauvoir, obviamente, toca algunos temas que deberían quedar lejanos (se escribió al principio de los 70) pero, por desgracia, todavía son candente actualidad.
  • Suspense, Patricia Highsmith: Una especie de diario sobre cómo y por qué escribía novelas esta mujer. Nunca he sido fiel seguidora, y después de leer este libro le cogí un poco de tirria, la verdad. Decir que sus protagonistas son siempre hombres porque las mujeres nunca actúan me parece de un simplista que hace daño. 
  • Changing My Mind, Zadie Smith: Colección de ensayos que cubren temas diversos, desde literatura hasta política, pasando por historias autobiográficas, como siempre tratando el tema del racismo y las diferencias de género como el pan nuestro de cada día que es para ella. Una de mis escritoras británicas favoritas, me pasaría el día leyendo sus libros y opiniones. 
  • Controla tu dinero (para torpes), Vicens Castellano: ¿En qué estaba yo pensando cuando compré este libro? No lo sé. A punto estuve de volver a la librería para que me devolvieran el dinero. Primer y último libro de esta colección que compro: mal escrito, con faltas de ortografía y de sintaxis tan gordas que a veces era difícil entender las frases. Un churro, vaya. 
  • Escribir ficción, Edith Wharton: Para ser sincera, no recuerdo ni el efecto que causó en mí el libro. Creo que no leí nada que no hubiera leído un centenar de veces antes. 
  • Escribir novela negra, H.R.F. Keating: Ídem del anterior. Ningún poso. Menos mal que ambos los cogí de la biblioteca. 
  • Ese idioma raro y poderoso, Iban Zaldua: El subtítulo lo deja bien claro: "Once decisiones cruciales que un escritor vasco está obligado a tomar". ¿Escribir en euskera o en castellano? ¿Mentar el conflicto vasco o no mentarlo? ¿Ser nacionalista (vasco) o no? Muy interesante, ameno, divertido y a la vez con un par de momentos "ostrás" de los que te hacen quedarte con la mirada perdida un rato. Recomendable para aquellos y aquellas a los que les apetezca acercarse a la literatura vasca, con muy buenas recomendaciones de traducciones al castellano y obras que se escribieron directamente en castellano. Creo que he sacado toda mi lista de lecturas del año que viene de este libro. 


Poesía:
  • Auden, una antología de poemas de W.H. Auden que me ha costado la vida terminar aunque fuera un libro diminuto. He encontrado joyas que han hecho que el esfuerzo haya merecido la pena. Solo su oda al retrete ya merece el precio que me costó todo el libro. 


Cómics:
  • V for Vendetta: Tenía mucha curiosidad por este cómic, y la verdad, no me pareció para tanto. Quizás porque todo está ya contado, quizás porque nada parece nuevo, quizás (seguramente) porque lo leí en junio, cuando más cansada, hastiada y quemada estaba. Probaré a leerlo otra vez, a ver qué tal.
  • Cuba, My Revolution: Historia de la revolución cubana contada desde el punto de vista de un grupo de gente afines a las ideas de Castro que luego se desilusionan y terminan huyendo de la isla. Duro, pero merece la pena. 
  • Bone, Jeff Smith: Mi cómic favorito del mundo mundial. Preciosos dibujos, una historia que no tiene nada que envidiar a El Señor de los Anillos, pero a la vez llena de ternura y risa. Me encantó. Me costó un mes terminar todos los volúmenes, y al autor quince años terminar la serie. 
  • Maus, Art Spiegelman: Voy a arriesgarme a que me tiréis piedras y me llaméis idiota: no me gustó este comic. No me gustaron los dibujos, no me gustó el tonito victimista, y, sobre todo, no me gustó el padre, el protagonista de la historia. Probablemente sea que la historia de los campos de concentración nazis ha sido contada tantas veces que ya ha perdido la novedad. Supongo que en su momento, cuando salió, significó mucho para la comunidad judía, pero yo no le veo el encanto. Quería dar de bofetadas a la mitad de los personajes y, repito, los dibujos (que son la mitad, sino tres cuartas partes, del placer de leer un cómic) no me gustaron nada. 
  • Pyongyang, A Journey in North Korea, Guy Delisle: Dibujante de dibujos animados que es destinado a Corea del Norte y cuenta cómo es la vida allí. Duro, muy duro, me gustó mucho. No me gusta tanto pensar que es real, claro, pero la historia está muy bien contada y tiene unos detalles que la hacen muy vívida.  
  • King City: Sinceramente, solo leí este cómic porque me hizo gracia el título: era el nombre del pueblo en el que viví en California. No me va la ciencia ficción en cómic, lo acabo de descubrir. Más vale tarde que nunca, supongo. 
Hala, id abriendo boca. Luego más.