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Del couchsurfing, o el arte de invitar perfectos desconocidos a tu casa y poder contarlo

Regalitos de Corea. Mola.

Mi hermano me ha dicho de siempre que estoy un poco loca (nada peligroso ni clínico, pero sí un pequeño toque, siendo psicólogo algo de eso sabe), y he de reconocer que, últimamente, empiezo a pensar que tiene razón. Mi última pedrada, por eso de salir de la rutina y conocer a gente nueva, ha sido apuntarme a una página llamada Couchsurfing, que viene a ser una red que pone en contacto a gente que necesita un sitio para pasar la noche con gente que ofrece sitio. Vale todo: un sofá, una superficie lisa donde poner el saco de dormir, o, si tienes mucha suerte, la habitación de invitados, pero la idea es que puedas quedarte en casa de un completo desconocido o que ofrezcas tu casa a cualquiera que te lo pida. Si no tienes una casa que ofrecer, puede que ofrezcas tu tiempo y tus ganas de conocer gente y te animes a hacer de embajadora de tu ciudad para los que te pidan un paseo. Yo me apunté con esa intención. Me pareció una buena idea pasar una tarde en compañía de un recién llegado, llevarlos por la ciudad y tomar unas cervezas, hacer amigos nuevos. Hasta que un día le di al "sí" en la casilla que preguntaba si ofrecía sofá. Y ahí empezó la aventura.

Hoy se ha marchado un chico iraní residente en Corea del Sur que ha pasado cinco noches y seis días en mi casa. Huelga decir que no le conocía de nada, y que lo mismo podía haberme salido un violador o un asesino en serie, pero ha habido suerte y no he llenado las páginas de sucesos del periódico local. Ha venido a una conferencia y se ha pasado el día ocupado, pero por las tardes íbamos de pintxos y cervezas por la ciudad, más turismo gastronómico que otra cosa. Él ha quedado encantado con la ciudad, y yo me he quedado encantada con la vida que tengo oyéndole cómo se vive en Corea y el nivel de estrés que soporta allí la gente. Esta mañana le he dejado en un autobús que le llevaba al aeropuerto de Madrid camino a Berlín, donde dormirá en otro sofá (y será el tercero en el tercer país que visita en las últimas dos semanas). Antes de que viniera y mientras él estaba aquí he recibido siete peticiones más de gente que va rondando por el mundo de sofá en sofá. No es por ahorrar dinero (aunque supongo que también, para qué engañarnos), sino por la experiencia. Como mi invitado decía: ¿cómo iba a saber yo qué era un pintxo si no me lo llegas a explicar tú? ¿Os imagináis, venir a Euskadi y no probarlos? Pecado mortal.

La experiencia ha estado bien, pero creo que me voy a tomar un tiempo antes de invitar a otro desconocido o desconocida a mi casa. No por razones metafísicas, ni porque el tío que ha venido haya sido un raro y me dé miedo repetir, sino por algo mucho más mundano: mi piso es diminuto y el baño muy pequeño (que parece una chorrada pero no lo es), y la tensión de tener a una persona que depende de ti para todo durante el día me ha agotado. Aún así, repetiré. La próxima vez, eso sí, serán menos días, porque dedicar una semana entera de tus vacaciones a atender a otra persona se me ha hecho un poco duro.

¿Algún valiente más se anima? ¡Participar es gratis y la experiencia no tiene precio! Y no voy a ser yo la única loca que se meta en estos berenjenales, ¿no? ¡Decidme que no estoy sola! A ver si por una vez convenzo a mi hermano de que hay gente más tarada que yo...

De urgencias y fiebres

Treinta y nueve y medio de fiebre. Tiritona incontrolable que no consigue eliminar ningún analgésico. Visita a urgencias, donde somos atendidos sin que nos hagan esperar porque la fiebre asusta. Médica majísima que no tarda ni cinco minutos en ponerle a mi hermano un chute de todo para que le baje la inflamación de la garganta y la fiebre, y paseo por el ambulatorio para coger la baja para este fin de semana.
Y es aquí donde una amable funcionaria nos da una charla sobre no usar urgencias por unas simples anginas. Por más que mi hermano y yo tratemos de explicar a la buena mujer que si la médica ha decidido no hacerle esperar será porque a ella también le ha parecido urgente, la enfermera no se apea. "Porque los médicos de aquí no son tontos; si tú llegas con un dolor en el brazo, el médico te hace un electro y llama a una ambulancia si hace falta, que para eso está el ambulatorio, no hay que colapsar urgencias".
Pues ya sabéis: la próxima vez que creáis que os está dando un infarto, id a la consulta de vuestro médico de cabecera para que os haga un electro y llame a una ambulancia. Que vuestro cadáver sirva de estoico ejemplo a todos esos inhumanos que colapsan las urgencias.
(Yo, aún a riesgo de que una enfermera que tiene la osadía de llamar a un tío de veintisiete años "chico grandote" me eche la bronca, seguiré acudiendo a urgencias si mi temperatura pasa de treinta y nueve y no consigo bajarla con analgésicos. Pero yo siempre he sido rara.)

C.A.P.A.T.O.


En todas las familias hay una oveja negra. Los Kennedy tienen a Swatchenagger (o como quiera que se escriba), los reyes al conde Lequio, los Pajares... Los Pajares son todos negros, pero no viene a cuento. En mi familia, la oveja negra es mi hermano.
Y no porque sea mala persona, que yo le quiero mucho y es un chaval muy majo y ahora es psicólogo y todo, pero es que no tiene ningún respeto por las normas ortográficas. Sí, ha quedado finalista en un concurso hace poco, pero aquí el muchacho se cree Juan Ramón Jiménez y no le da la gana escribir las cosas como mandan la RAE y el noventa y nueve por ciento de los hablantes del castellano-español. Si le corrijo una falta (que lo hago, y a menudo), él dice que no es una falta, que se está rebelando contra el sistema (no se lo voy a contar a mis alumnos porque la iba a llevar clara); igual que cuando le dices que lleva los cordones de la zapatilla sueltos. "No es que se me hayan soltado, es que no me los he atado". Porque no le da la gana. Es su manera de rebelarse (contra qué, no lo tengo tan claro).
Hoy le he dicho, por quincuagésima vez, que por favor deje de poner la tilde sobre la conjunción "o", que me duele solo verlo, que no puedo ni leer su blog porque me ataca cual daga toledana y me agujerea el iris de mala manera. Y él que no, que es su seña de identidad, que ninguna entidad le va a decir cómo tiene que escribir él si lleva toda la vida tildando la "o". Y ha creado una plataforma: P.A.T.Ó.: Plataforma de Apoyo a la Tilde en la Ó.
Así que yo he creado C.A.P.A.T.Ó: Campaña Anti Plataforma de Apoyo a la Tilde en la Ó. Os ruego que me apoyéis. Que le dejéis mensajes en el blog. Que le expliquéis que su hermana mayor, como siempre, tiene razón. Que "ambos dos" y "pienso de que" seguirán estando mal aunque lo digan miles de personas. Lo que está mal está mal. Por más campañas que hagas. Y punto.
Y por dios, Jon, átate las zapatillas de una PUTA vez...

Cosas de familia



Pues sí, parece que esto de escribir lo llevamos en la sangre. Ayer mi hermano Jon (digo el nombre como si tuviera más y tuviera que aclarar quién ha sido, je, je) recibió el tercer premio de la categoría de 26 a 34 años en el XIV certamen de relatos cortos "Gauekoak", organizado en parte por el ayunatamiento de Vitoria-Gasteiz, con su relato "Dos sacarinas y un café" (creo; veréis cómo meto la pata). Ya de por sí tiene mérito conseguir un premio en un concurso, pero tiene más todavía saber que él competía con gente mucho mayor que él (tiene 26) y que mandó el primer borrador del cuento, que fue "lo primero que se le pasó por la cabeza".

Por supuesto, ahí estuve yo, sacando fotos de calidad pésima porque el flash no llegaba tan lejos y aguantando a las dos insoportables presentadoras que se debían creer muy graciosas pero tenían la gracia en el culo. El acto, sin desmerecer a los nueve premiados en castellano y otros nueve en euskera, fue malo con avaricia: un caricaturista iba haciendo eso, caricaturas de los presentadores y los ganadores, mientras un DJ ponía una música estruéndosa que más pegaba en una discoteca que en un acto literario. Tuvimos que aguantar un cuarto de hora de ruido, aún no sé muy bien por qué, antes de que empezaran a dar los premios (no, no era para ganar tiempo, sino parte del espectáculo); sólo al ganador de una categoría le entregó el premio un miembro del ayuntamiento, cosa injusta porque tenían que haberlo hecho igual para todos; y dividieron la entrega entre euskera y castellano, haciendo otro parón musical entre medio, con lo que no se quedó ni Rita (bueno, sí, los familiares de los premiados) a ver a los de euskera. Suspenso para la organización, y bajo además.
Pero mi hermano muy majo. Le hicieron leer un trozo de la historia y, según los amigos que me acompañaron al acto, fue el que mejor lo hizo (yo es que tenía orgullo de hermana y no soy objetiva), a pesar de los nervios. Por supuesto, fue el más guapo, el más salao y el más estupendo de la muerte de todos.
Tuvo suerte de que yo no me presentara... ;-)

5 de enero

El rey no es el único que cumple años hoy.
Cuando mi hermano era pequeño, lo de celebrar su cumpleaños viendo la cabalgata de reyes era un subidón. Veíamos pasar las carrozas, él en hombros de mi padre y yo de puntillas en el suelo (aunque no me sirviera para nada y sólo viera las coronas de las carrozas más altas), y se pasaba todo el desfile gritando "¡¡¡GASPAAAAAAR!!! ¡¡¡HOY ES MI CUMPLEAÑOOOOOOOOOOOOOS!!! ¡¡¡MELCHOOOOOOOR!!! ¡¡¡HOY ES MI CUMPLEAÑOOOOOOOOS!!! Sus majestades de Oriente rara vez se daban cuenta de otro niño gritando, pero las chavalitas que iban tirando caramelos solían gritar un "felicidades" y lanzar un puñado cerca que, por supuesto, yo era la encargada de recoger por estar abajo (y que luego me quedaba yo, faltaría más, que para algo era la mayor y me estaba perdiendo la cabalgata).
Lo de compartir cumpleaños con "Juancar" también le hacía mucha ilusión de pequeño. Una vez le escribió una carta (creo que era tan pequeño que yo le dictaba las letras que tenía que ir escribiendo, pero la escribió él, de su puño y letra) que nunca supimos si llegó o no porque no contestó. Cuando llegó a la ikastola el día 7, le dijo a la andereño que le había escrito una carta al rey. "¿A cuál, a Melchor, Gaspar o Baltasar?" Mi hermano le miró muy serio, con cara de "esta tía me está tomando el pelo", y le contestó: Al de España, por supuesto.
Huelga decir que ahora mi hermano es republicano. Y ateo.
Zorionak, Jontxu. Y que cumplas muchos más.