3.500. Es el número de concursos literarios que hay en España al año, y cada año hay más. Muchos de ellos en internet, unos pocos sin más premio que el de la honrilla, algunos de ellos tan trucados como el Planeta, pero otros cuantos, la mayoría (quiero pensar), perfectamente accesibles si se tiene algo de talento.
Tres mil quinientos... Y yo trabajando a tiempo completo y con las horas de escritura contadas...
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Cosas de familia
Pues sí, parece que esto de escribir lo llevamos en la sangre. Ayer mi hermano Jon (digo el nombre como si tuviera más y tuviera que aclarar quién ha sido, je, je) recibió el tercer premio de la categoría de 26 a 34 años en el XIV certamen de relatos cortos "Gauekoak", organizado en parte por el ayunatamiento de Vitoria-Gasteiz, con su relato "Dos sacarinas y un café" (creo; veréis cómo meto la pata). Ya de por sí tiene mérito conseguir un premio en un concurso, pero tiene más todavía saber que él competía con gente mucho mayor que él (tiene 26) y que mandó el primer borrador del cuento, que fue "lo primero que se le pasó por la cabeza".
Por supuesto, ahí estuve yo, sacando fotos de calidad pésima porque el flash no llegaba tan lejos y aguantando a las dos insoportables presentadoras que se debían creer muy graciosas pero tenían la gracia en el culo. El acto, sin desmerecer a los nueve premiados en castellano y otros nueve en euskera, fue malo con avaricia: un caricaturista iba haciendo eso, caricaturas de los presentadores y los ganadores, mientras un DJ ponía una música estruéndosa que más pegaba en una discoteca que en un acto literario. Tuvimos que aguantar un cuarto de hora de ruido, aún no sé muy bien por qué, antes de que empezaran a dar los premios (no, no era para ganar tiempo, sino parte del espectáculo); sólo al ganador de una categoría le entregó el premio un miembro del ayuntamiento, cosa injusta porque tenían que haberlo hecho igual para todos; y dividieron la entrega entre euskera y castellano, haciendo otro parón musical entre medio, con lo que no se quedó ni Rita (bueno, sí, los familiares de los premiados) a ver a los de euskera. Suspenso para la organización, y bajo además.
Pero mi hermano muy majo. Le hicieron leer un trozo de la historia y, según los amigos que me acompañaron al acto, fue el que mejor lo hizo (yo es que tenía orgullo de hermana y no soy objetiva), a pesar de los nervios. Por supuesto, fue el más guapo, el más salao y el más estupendo de la muerte de todos.
Tuvo suerte de que yo no me presentara... ;-)
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