Los dedos de manos y pies crecieron bastante,
sus pequeñas frentes se abombaron por la concentración.
Si no caminaron por ahí como personas
no fue por falta de amor materno.
¡No sé explicar qué les pasó!
Tienen la forma, el número, los miembros precisos.
¡Se ven tan bien ahí en su líquido de adobo!
Sonríen, sonríen, sonríen, me sonríen a mí.
Pero los pulmones no se llenan y el corazón no late.
No son cerdos, ni siquiera peces,
aunque tienen un cierto aire de cerdo y pez:
sería mejor que estuvieran vivos, y así es como estaban.
Pero están muertos, y su madre, casi muerta de enajenación,
y miran como estúpidos, y no hablan de ella.
(Sylvia Plath:
Cruzando el agua)
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