ni cuarto cerrado:
el cerebro es un laberinto habitado
más allá del mundo material.
Más seguras son las citas a medianoche
con espectros de carne y hueso
que el íntimo encuentro
con tu huésped gélido.
Más seguro es profanar el santuario
bajo una lluvia de piedras galopando
que encontrarse a sí mismo desarmado
en un lugar solitario.
El yo que acecha oculto tras el yo
debe asustarnos mucho más;
un asesino escondido en nuestro hogar
no entraña mayor horror.
Toma el cuerpo un revólver
y se atrinchera tras cien candados
ignorando a un ente superior
(o Algo peor).
(Emily Dickinson:
Poemas, 1955, traducción-perversión)