Estoy empeñada hasta el cuello.
Tendré que liquidar la deuda
entregándome a mí misma,
por la vida dar la vida.
Así está establecido:
el corazón, devolverlo,
el hígado, devolverlo,
y cada uno de los dedos.
Es tarde ya para anular el contrato.
Me arrancarán el pago
junto con toda la piel.
Y ando por un mundo lleno de más deudores.
Sobre unos pesa
el embargo de las alas.
Otros, quieran o no,
tendrán que declarar sus hojas.
En la columna del Debe,
todos nuestros tejidos.
Ni pestañas ni ramitas
que conservar para siempre.
Hasta el último detalle está inventariado
y todo parece indicar
que al final nos quedamos sin nada.
No logro recordar
dónde, cuándo y para qué
permití que me abrieran
esta cuenta.
La protesta en contra
la llamamos alma.
Y eso es lo único
que no está en el inventario.
(Wisława Szymborska:
Fin y principio, 1993)