Dios ha muerto. ¿Quién soy yo? Duelo. En la telaraña marciana no hay tiempo para duelo ni digestión; todo es vómito, todo vuelo. No duelo. Dueles. Como un actor roto. Dolemos. Aún no sé de qué va tu nueva mutación y ya andas envuelto en otra crisálida. No comprendo este baile de caretas postreras. No sé. No he escuchado todo el disco. No lo he leído. Sólo tres canciones. El disco de la estrella negra. Soy una estrella negra, soy una estrella negra... Cantas. Te vi desaparecer dentro de un armario antiguo, eso sí; pero sigo sin entender nada... ¿Qué pasa en realidad? ¿Eres tú haciendo mimo o la mímica de la realidad haciéndote a ti? ¿Cómo se explica, si no, que todo el mundo te llore y que nadie te llore? Como niños lloramos tu muerte los viejos; como viejos lloran tu muerte los niños. Niños de ojos salvajes de Nubelibre. Donde el águila no se atreve a volar, y gritan y dan patadas a las piedras del camino y viven en una película muda y yo no sé explicarles, yo no sé... ¿Quién soy yo? ¿Quién duele? ¿A quién duelo? ¿Somos los muertos? ¿Dónde estamos ahora? Y tengo que cambiar de ciudad porque la mudanza es la única constante vital que me queda. De ciudad, de acera, de zapatos, de cuero, de cielo. Todo lo mudable. De estación en estación. Es demasiado tarde. Es demasiado tarde. El tiempo vuela. Tu disfraz de entretelas, Bowie, no tiene final, no concibe el desnudo. Sería absurdo. Una pantomima más. Un secreto histriónico. Un significante altamente inflamable. Como vendarse los ojos y mirar con dos botones cosidos. Como hundirse en las arenas movedizas de la mente. Como congelarse en Berlín para siempre. Bajo cero. No puedo leer. Me duele mucho el cerebro. Cinco años de duelo. Cinco años. Siete. Duelo. No hay duelo aquí. El tiempo vuela, vuela. Ya no duele el dolor, ya no duele
de veras
de veras no andas metido en tu nuevo personaje? ¿La piel definitiva y perfecta? Y resolverás el enigma con la liberación de la muerte. Somos los muertos. Como ese pájaro azul, azul eléctrico. Tómate tu tiempo. El tiempo espera en las alas, habla de cosas sin sentido. Su guión eres tú y soy yo. El enigma de tu última piel. Lázaro. Sueño. Sueño de la edad lunar. Rareza espacial. Ziggy estrellado, Aladín sano, escuálido duque blanco. Héroes, horas, eras. El artista minotauro, detective del espanto, niño jueves. Astronauta colgado, descolgado. Pequeño dolor cósmico. David. Dios. Bowie. Jones. Persona. Te escucho. Duelo. No duelo. Te miro. Sueño. Cierro los ojos. No hay tiempo. Tengo cicatrices invisibles. Dame tus manos, eres hermosa. No hay palabras. No hay vendas ni botones, eres maravilloso
No hay música
No hay nadie. No estás solo
(Dios
suéñanos
que nos hace falta
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sábado, 6 de febrero de 2016
sábado, 30 de octubre de 2010
fragmento de conversación
Salí a pasear para despejarme,
para descubrir
que lo que me reconcome
no se plantearía ni mirarme,
que he gastado demasiado tiempo en educación
y ahora todo parece tan lejano...
Soy un pensador, no un charlatán
(de cualquier manera,
tampoco tengo a nadie con quien hablar).
No puedo ver el camino
por la lluvia en mis ojos.
Vivo sobre la tienda de ultramarinos
propiedad de un austríaco.
Él a menudo me invita a algo
y bromea sobre su inglés pobre.
Trata de ser mi amigo;
pero a causa de todos mis años
de lecturas comentadas,
me quedo allí plantado
sin decir una palabra.
No puedo ver el puente
por la lluvia en mis ojos.
Y el mundo está lleno de vida;
lleno de gente que no me conoce.
Y caminan en parejas, en tríos o más,
mientras la luz que llega
desde la tienda de ultramarinos
escruta grosera mi cara.
Y el sentido último de mis ensayos
es estar por el suelo desordenados.
Y mis manos tiemblan, me duele la cabeza,
la voz se me pega a la garganta.
Soy mudo e invisible.
Y nadie va a recordarme.
Y no puedo ver el agua
a través de las lágrimas.
(David Bowie,
traducción-perversión)
traducción-perversión)
domingo, 19 de julio de 2009
el último poema (3): kemp, bowie y natasha
Cuando Bowie salió de bolos con Pierrot in Turquoise, a finales de 1967, todos estos ángulos de su personalidad -el seductor voraz, el artista serio, el ligón andrógino- entraron en conflicto. Él y Lindsay Kemp se habían convertido en amantes. Aquel mismo mes, Bowie inició una relación con la escenógrafa de la compañía, Natasha Kornilof. Una gris mañana de enero, en Moresby, Cumbria, Kemp, perdidamente enamorado, se cortó las venas. Aquella noche se le saltaron los puntos estando en escena, y su traje blanco se empapó de sangre. Al verlo, Bowie derramó tantas lágrimas que éstas deshicieron su careta de cartón. El público, pensando que aquello formaba parte de su interpretación del personaje "Cloud", aplaudió ruidosamente. Esto empujó a Bowie y a Kemp a nuevos transportes de angustia y remordimiento. Cayó el telón sobre los dos actores abrazados, fundidos en un beso apasionado, mientras un tercer miembro del reparto trazaba un corazón en el aire, por encima de sus cabezas. Aquella misma noche, Natasha Kornilof ingirió una botella de aspirinas.
(Christofer Sandford: Bowie: Loving the Alien, 2005)
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