martes, 24 de enero de 2012

del tiempo vivido


Setenta y siete años he cumplido.
Ni me siento culpable ni inocente
por haberlos vivido.

Mi cuerpo se arruga y envejece.
Mi mente se estira y engrandece.
Mi vista se apaga y languidece.
Mi pensamiento se afina y resplandece.

Mis oídos acusaban los sonidos más tenues
pero ahora captan los mensajes más leves.

La menor inflexión de una voz,
enciende una alarma
que puede ser y es atroz.

También lo más nimio me acomoda.
Las risas de los niños y el canto de las aves
son un goce inusual de los sentidos.

Porque lo realmente importante,
está en lo más pequeño:
en la sonrisa que entregamos y nos dan.

En el amor que sentimos y que damos.
En las ilusiones que regamos con afán.
Y en el pan que compartimos y nos dan.

Y es por eso, que del tiempo vivido,
no se han de medir los años sin sentido
sino el fruto que das y has recibido.


Nota:
Esta vez no me apoyo en ninguna palabra
recibida.  El tema surgió en un instante de
reflexión y como me pareció que tenía
algún sentido, decidí publicarlo.
Cuando me despida de esos 77 años, si
Dios quiere, tendré que vivir acompañada
de un ocho: Será el aviso de que los ochos
van entrar muy pronto en mi edad,
si es que llegamos...estamos ya en esa lista
de espera.  Aguardo tranquila y procuro
estar risueña: cuando ya queda poco, apreciamos
mejor las cosas que tenemos.  Me siento
feliz de teneros a todos vosotros entre mis
más entrañables amigos.

Alcalá de Henares, 24 de enero de 2012
Texto e imágenes realizados por Franziska

jueves, 12 de enero de 2012

CELOS





Era el precio que debía pagar
por tus amaneceres,
por tus palabras alocadas,
por tu sonrisa peregrina.
Por ese acento que parece
brotarte tan de dentro,
tan dulce, tan tierno, tan perfecto.



Son los celos hijos de la inseguridad
de quien los siente…Dicen.
Sin embargo, no es esto lo que creo.
Es una planta que crece, si la riegas
y, que sin agua, se deshidrata y muere.



Estaba casi muerta, bien lo siento,
y revivió la mujer adulta y plena
que aún latía dentro
de tal cuerpo imperfecto, decayendo.



Por un tiempo efímero soñé
que mi yo había encontrado
un camino que jamás había pisado
inundado de luz y de misterio.



Pero, no. Ese camino conducía
a un lugar de oprobio y de tormento.
Por más que lo desee, no quiero
descender contigo a tal infierno.



Y a tu lado, suponer otra cosa,
es estar ciega. Que el amor es un instinto
que vestimos de esplendor.
¿Quién lo dijo? Tú lo piensas. Pues, yo, no.



Alcalá de Henares, 12 de Enero de 2012
Texto e imágenes de Franziska


EL JUEGO DE LA PALABRA DADA
PALABRA: CELOS
DADORA: TERESA CUBILLO



Utopia

    Conjugáremos  los verbos sin futuro y ya no existirán condicionales ni conciertos, contratos ni otras causas que el presente c...