Para mí Mario Míguez era sólo
un nombre que mencionaba a veces Enrique en su blog. Hace unas semanas leí un poema suyo, que me impresionó mucho. Al poco, vi la noticia de su muerte. Yo no sabía nada de él, sólo eso, que era poeta. Enrique saco al poco un
artículo que explicaba que Míguez «quiso hacer una vida al margen: en el centro del silencio». Allí recogía dos poemas suyos muy bonitos, una poética de ese silencio y una traducción de un soneto sobre la muerte.
Me quedé con la idea de leer algo suyo. En la Facultad teníamos
El cazador, de 2008, uno de sus libros de poemas. Lo he leído y me ha impresionado mucho. Un montón.
Luego miré en google a ver y sólo encontré dos reseñas,
una que creo que entiendo pero con la que no estoy de acuerdo, en torno a si lo suyo es poesía o no. Es una cuestión que en realidad me deja indiferente. La otra es la reseña
de José Cereijo. de título: «Atención: un poeta extraordinario». Estoy completamente de acuerdo con él. Voy a poner un párrafo suyo aquí, excelente:
no hay nada en este libro que sea meramente ornamental, o muestra de la vanidad de un técnico que se complace en su maestría. Aquí no hay grasa; sólo médula, esencia y precisión expresiva. Y, para seguir con la metáfora, la forma no resulta ni adorno más o menos llamativo ni siquiera vestido de lo que en cada caso se está diciendo, sino piel: tiene la ceñida e impecable justeza y al mismo tiempo la ilimitada libertad de movimientos que una criatura viva alcanza dentro de la suya. De ahí también la impresión de musicalidad continua que esta poesía nos produce y que es, en mi opinión, efecto de la armonía íntima con la que todo está concebido y realizado.
Es un gran poeta. Lo que dice está en armonía con cómo lo dice. A mí me conmueve lo que dice y también cómo lo dice, con naturalidad, con sencillez, contando algo que percibe como verdadero de verdad.
En
la entrada de la wikipedia dan datos sobre su vida, su juventud en la que hay un montón de nombres famosos de la época de la movida y luego lo contrario: se dedicó a acompañar a enfermos terminales como agente de pastoral y auxiliar de enfermería en un hospital. En este libro hablaba de lo importante que es para él acompañar a su padre enfermo, a pesar de que le digan que no merece la pena dejarse la vida con alguien que quizá ni sé dé cuenta: y así es. Lo que percibes como verdadero en su poesía luego es verdad en su vida. Un milagro que ocurre muy pocas veces.
Yo me pregunté que por qué no lo habría puesto
Enrique en su antología y resultó que sí que estaba, luego yo me lo había leído y no me había llamado la atención entonces (
de hecho ni lo cité). En cambio en esta lectura, qué emoción leerlo. Saco dos conclusiones, una más pesimista: que vuelvo a comprobar que soy mal lector y la segunda, más complaciente conmigo, que ese poema se lee mejor en el libro y que en un conjunto de poemas sobre el padre, su sobriedad lo deja en segundo plano.
Todo lo que recorre el libro es el amor como la plenitud de darse. Hay imágenes centrales, muchas del mundo clásico, todas redimidas, por ejemplo la del laberinto. La más impresionante de todas es la del cazador, que no es él. que no puede decir así que «le di a la caza alcance», sino Cristo que le de caza a él. Es un poema impresionante.
No era yo el cazador,
aunque entraba en los bosques interiores
que creía ser míos,
altivo y orgulloso, vanamente seguro.
No era yo el cazador,
aunque quise atraparte como al ciervo o a la liebre
cuando huyen por los sotos, o en el aire a la garza.
(...)
Eras tú el cazador:
el Señor de los bosques.
Tú que siempre eres pobre y desnudo y hambriento
me estabas vigilando a mí, tu presa,
con ojos invisibles,
desde toda mi vida
y morías herido de amor entre el ramaje.
Si hay que juzgar por este libro, de hace diez años, Míguez estaba muy bien preparado para la muerte ya entonces. El primer poema del libro, «Desde dentro» es impresionante. Acaba así explicando lo que hará la muerte con él:
Luego ha de irse, y dejarme para siempre,
pero no abandonado:
me entregará al amor, para que me juzgue.
Aquí tenéis dos poemas más, uno impresionante sobre los agonizantes y otro muy verdadero sobre la amistad. Y aquí
un comentario interesante sobre el último libro suyo, una antología con cinco sonetos inéditos. Aquí lee un poema sobre san Juan de Dios (
el texto lo puso Enrique hace unos meses):
Ahora toca
leer su último libro, editado por José Mateos, y esperar el póstumo que parece que ya tenía en vías de publicar. Por suerte, queda José Cereijo de albacea literario.