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miércoles, 16 de febrero de 2022

El cielo de Madrid 1

Fui a Madrid: dos días de sol y frío, una delicia. El aire parecía que me alimentaba mientras pasaba por las calles del barrio de Salamanca. Yo siempre he tenido pujos de rico, aunque se me vea al poco el pelo de la dehesa. Qué bien pasear por esas calles: Serrano, Maldonado, Alcalá, Goya, Velázquez, viendo los edificios de pisos a millón.

En un rato que tuve el lunes pensé en museos y tuve que dejar la posibilidad de conocer el de Artes Decorativas y visitar el Arqueológico, porque estaban cerrados los lunes. Al ver la cola en el Thyssen acabé, una fatalidad, por decidirme por El Prado. No era el día para verlo: cada vez me fastidia más que haya tanta gente, pero es que ni me gustaron los pintores que vi: Rubens lo miré con ojos inquisitoriales, más que inquisidores, a van Dyck le eché en cara que casi todos sus cuadros fueran de su etapa juvenil y a Jordaens que brillaran las caras con una pátina como de grasa. Todo me parecía mal. Solamente me quedé algo más en el cuadro, parece que al alimón entre Rubens y van Dyck, de Aquiles en Esciro. 

Tiziano también me decía muy poco aquel día. Iba por la Galería central desechando a Veronés, a Tintoretto. Estaba como implado. Un error, ir ese día al Prado, en esa actitud. Por no hablar de Carracci y Bassano, un italiano en la línea del Tiziano "de manchas", que es el peor Tiziano.

Yo estaba echando las muelas contra mí mismo. Hasta hice fotos de estos dos relieves, a escondidas del vigilante, que sesteaba. Uno es de Platón, del que iba a hablar por la tarde, el otro de Aristóteles, de Vincenzo Grandi y taller, italiano del siglo XVI:



Resulta que eran de Diego Hurtado de Mendoza y que pudo comprarlos en Trento: una novela en una línea.

martes, 12 de febrero de 2019

Al rompeolas, a coger aire 2

Mañana en el Prado, tarde de paseo.

[El Ministerio de Sanidad enfrente de El Prado, una maravilla]

Y acabé el día agotado. Me preguntaba por qué me canso tanto en Madrid, hasta que recordé al día siguiente que tengo en el móvil un programa cuentapasos, lo miré y 23000 había dado por Madrid ese viernes, creo que mi record hasta la fecha.
A comer quedé con Antón, que ha dejado en standby su blog, ay. Nos fuimos luego de paseo por el Retiro. Era un día muy bonito. El color del cielo era un azul maravilloso, aunque cuando se lo señalé me explicó que desde las cercanías de Madrid lo que se ve es una capa de contaminación bastante respetable. En este y otros casos me ha enseñado a pulir mi apreciación estética demasiado dependiente de percepciones simples, pasándola por el tamiz del conocimiento científico: de apreciar las mimosas pasé a mirarlas con prevención e incluso disgusto; lo mismo a partir de ahora del cielo, aunque sea azul.
En el Retiro había un montón de gente ociosa. Huimos de unos que tocaban junto al estanque, que no estaba la cosa para forzar sinestesias, y nos sentamos a ver el mundo pasar, y yo a descansar un poco de tanto caminar. Luego seguimos andando por la Puerta de Alcalá hasta la Glorieta de Bilbao, donde estaba José Antonio: que rato agradable en el Café Comercial. 

lunes, 11 de febrero de 2019

Al rompeolas, a coger aire 1

Fui el viernes a Madrid y volví el sábado: me dio para coger aire allí, en el rompeolas de todas las Españas.
En El Prado me metí en las salas de pintura italiana (no veneciana) hasta el 1600 y volví a pensar que no están a la altura del resto del Museo. Miraba yo los cuadros de Rafael, que luego resulta que siempre son o de taller o en colaboración (sólo me impresiona de verdad el retrato del cardenal) y echaba de menos algo a la altura de la Virgen de la pradera de Viena. Me paré en los cuadros de Andrea del Sarto, Parmigianino, Luini, Correggio, Sebastiano del Piombo y varios italianos más que nunca había oído y que se metían ya en el XVII y bueno, bien, pero echaba yo de menos una colección como la que tienen en la National Gallery de Londres. Todo fue «bien, pero».
Al lado estaba la sala de Pedro Berruguete, básicamente retablos de santo Tomás de Ávila y la Virgen de la Leche. Ahí hubo un momento WTF, mientras miraba yo el Auto de fe presidido por santo Domingo de Guzmán y me encontré con que estaba rodeado de cuatro o cinco niños de siete años, no más, a mi alrededor, atentos a la tremenda escena y con el oído puesto cada uno en su audioguía. Yo había estado intentando pensar qué pensaba Berruguete al representar algo así, pero me despisté. Las madres de las criaturas, mientras, miraban sus móviles.
Por decir que la había visto, fui a la exposición de los 200 años del Museo, en donde habían puesto los cuadros mejores del Museo y otros perfectamente prescindibles. Yo ahí me volví a parar en el Cristo de Velázquez, tan sereno, con el halo divino y esa madera del madero tan realista justo detrás, y me fijé en la sangre, que es mucha pero no hace la escena sangrienta: es un Cristo que está muriendo eternamente, con los pies clavados pero separados, para estar así siempre, de pie: es un Cristo sacerdote.
Y me paré en una Inmaculada de Murillo y en una Virgen de Alonso Cano, que veo ahora que llaman La Virgen del Lucero:



Y ya pensaba que me había valido con eso todo el viaje, pero me quedaba lo mejor.

jueves, 10 de julio de 2014

El cielo en Madrid - y 4

La cena la cuenta muy bien Suso: fue memorable.

La mañana siguiente me dio solo para acercarme al Museo de la Fundación Lázaro Galdiano, uno de los grandes Museos de España.
Me quedé parado ante el Maestro de Astorga.
Me pasmé con los flamencos: Isenbrandt, el Maestro del Follaje doradoMemlingMetsysAmbrosius Benson.
Había dos cuadritos de Cranach y uno de Constable: poquita cosa, pero que recordaban lo grandes que son los dos.
Grandes cosas de Goya en cuadritos bien pequeños.
Y Zurbarán (la Virgen de la Merced y una Inmaculada maravillosa).

Mi cuadro preferido: esta Santa Rosa de Lima de Murillo:


Son unos desposorios místicos, tema difícil, pero pintado con una ligereza, una delicadeza tan inmensas, con unas rosas tan de puro aire, que casi me echo a llorar allí delante. Hice fotos penosas a escondidas:

La firma ahí. ¿Veis que mínimos trazos para pintar las rosas y las hojas?


Ese poder de Murillo de pintar la carne, las telas.


"ROSA CORDIS MEI TU MIHI SPONSA ESTO" (Rosa, tú me serás esposa de mi corazón)

Y de ahí fui a Misa a los jesuitas de Serrano. Ante la tumba de san José María Rubio recé por todos vosotros, mis amigos.
Y vuelta feliz a Santiago en tren: las llanuras de cereales y Segovia al fondo.

miércoles, 9 de julio de 2014

El cielo en Madrid 3

Un madrugón, los clarines de Ryanair (-¡otro avión puntual!), los largos pasillos del metro, la intensa reunión y luego la emocionante comida de amigos y a pesar del cansancio acumulado apoyé la idea de ver el tesoro de las Mercedes en el Museo Naval, que pillaba cerca.
Debe de ser la peor visita que yo haya hecho a un Museo (que mereciera la pena) en mi vida: pasé delante del mapa de Juan de la Cosa (sin duda uno de los más importantes de la Historia) igualito que un curso completo de la ESO desfilaría ante las Meninas. Enrique nos dijo, para que nos fijáramos, que se hizo en El Puerto de Santa María: yo, ni caso. Deambulaba sin lograr fijar la atención en nada.
Cuando nos fuimos a casa de David y nos sentamos en aquel jardín y se formó una tertulia con Carmen, sus hijos maravillosos y la cocacola, todo volvió al orden. Como para no levantarse de allí en horas.

Y el momento Bradey que creé introduciendo justo ahí el factor "Misa" hasta contribuyó a la alegría de aquel día. Salí impresionado de la parroquia de san Josemaría: en Santiago las viejas y yo languidecemos en las respuestas; allí todo fue bien intenso, la piedad, las contestaciones, la atención. Hasta te olvidabas de los horrísonos relieves de arcilla del retablo (por suerte provisional).

martes, 8 de julio de 2014

El cielo en Madrid 2

En la puerta de los Jerónimos me estaban esperando. Había sido un milagro de la providencia (ordinaria) que pudiéramos coincidir todos allí desde Cataluña, Andalucía, Galicia y Madrid.

Pedí una ensalada César, que no había probado nunca, pero que me sonaba de las películas, y emperador de pendant. Y la pana cotta del postre tampoco sabía bien yo qué era, pero en la alegría de aquella comida todo animaba a salirse del carril (bueno, todo muy morigerado, como debía ser en aquella mesa de respetables comensales, que ni tenían el fútbol por metafísica ni el malditismo como presunción).

Yo abrí la faena metiéndome con los romanos en general, acogiéndome a Simone Weil. Ahora, al recordarlo, me río: la desaprobación de todos -sed magis amica veritas- fue bien amable.

Criticamos solo a quien se lo merecía y entre distingos. Salieron recomendaciones de libros para dar y tomar. Nos dolimos de verdad y con detenimiento de los males de la patria, sin acertar a vislumbrar una salida, pero ya digo, tan contentos.

Y nos pasmamos ante el enigma de Simone Weil. Justo ayer leí esto de Flannery O'Connor (CW 1014):
Simone Weil es un misterio que tendría que hacernos a todos humildes, y que a mí me hace más falta que a la mayor parte de la gente. Además, es ejemplo de una conciencia religiosa sin religión que puede que antes o después yo sea capaz de tratar en mi obra.
Simone Weil is a mystery that should keep us all humble, and I need it more than most. Also she's the example of the religious consciousness without a religion which maybe sooner or later I will be able to write about.
Pero Flannery se murió sin tiempo de crear personajes como Simone Weil.

lunes, 7 de julio de 2014

El cielo en Madrid 1

Cruzamos con Ryanair la manta de nubes de Santiago, de la que por suerte quedaban restos deshilachados en Madrid: hacía calor, pero llevadero.
Al sentarnos para la reunión académica -una hermosa vista desde el edificio de la UNED- una profesora llevaba un libro de Rosenzweig y yo le conté mis balbuceantes ganas de conocer ese mundo, el de esos filósofos de la primera mitad del XX que me parecen tan fascinantes, pero que veo que me superan. Y salieron los nombres de Scholem, Strauss, Buber, Lévinas. Todos judíos.
Fue muy fructífera la reunión y sacamos cosas bien interesantes de ella, aunque yo cada poco me acordaba de la visita -tres horas en el Museo del Prado fueron- que se estaban pegando mis amigos mientras.

martes, 23 de octubre de 2012

transforme los antivalores

A primera hora del sábado en Madrid fui a misa a los jesuitas de Serrano (con Salve en latín al final, eh), y casi me río al oírle al cura pedirle a Dios que "transforme los antivalores". Eché un vistazo al respetable (pueblo de Dios) y en la última fila vi a un gafapasta (de los buenos) con su novia (vestida de neorrural de derechas, con un bolso enorme, muy maja) y me alegró mucho la coincidencia, aunque -ay- más por la literatura que por la vida: estaba pensando todo el tiempo en lo que acabaría siendo un libro de poemas.

Luego llovía y di un paseo bajo aquella lluvia de mentirijillas de Madrid -no había casi nadie a las nueve y media de la mañana, este país no hay quien lo levante- pasando feliz las estratosféricas tiendas puestas para que dictadores africanos se gasten en ellas la sangre de sus súbditos.

Y llegué al Museo del Prado, al que entré contento y del que salí tristón.

jueves, 26 de mayo de 2011

Una hora en el Museo del Prado

El viernes, al llegar a Madrid pude ver a vista de pájaro los campos, pero ahora verdes. Había encinas y olivos. Me alegró entrever esa mitad de España, La Mancha y de ahí para abajo, que hace ya años que ni la huelo.
Reuniones menos pesadas de lo previsto, una comida con los temas de siempre en el gremio.
Milagrosamente la última reunión acabó antes de lo previsto. Me quedaba una hora antes de volver al avión. En el Metro, hice transbordo en Sol, pero sin salir a la superficie: como Fabrizio del Dongo, estuve allí donde sucedía la historia y ni me enteré. Yo iba cegado, a lo mío, egoísta: a ver a Chardin, la única y última oportunidad que tenía.
Y con una lágrima en los ojos a punto de saltar todo el tiempo, recorrí la exposición: qué verdad de las cosas -manzanas, una naranja, dos claveles, melocotones-, qué dolor de la muerte ya serena: los conejos, las rayas, las caballas.

Un cuadro que hubiera robado: Mortero con mano, dos cebollas y caldero de cobre rojo:

Y poder ver tres versiones del joven que hace pompas de jabón, o de La joven maestra de escuela: la manga del vestido azul y la blusa blanca de tres modos y los tres verdaderos.

Al fin me tuve que ir. En tres minutos pasé por delante del joven Ribera. Quizá haya otra oportunidad y pueda volver a Madrid y ver aquellos cuadros. Sí que me paré unos segundos en una Lamentación sobre Cristo muerto que me recordó aquel cuadro del Thyssen: y allí tampoco nadie miraba el cuerpo.

Ya me iba, pero mis pies se rebelaron y entraron en una sala, solo en una, la primera que pillé, la 55, con flamencos del XVI. Qué pintores de los que nada sabía: Adriaenz Thomas Key, Adriaen van Cronenbuch (Retrato de dama y niña, con una inscripción inquietante: Nascendo morimur), Jan van Scorel. Y luego tres grandísimos retratos de Antonis Moro.

Y ya no había más solución que marcharme: pero de propina tuve la repetición de la maravilla del Paseo del Prado de vuelta hasta el metro de Banco de España: magnolios, macizos de flores, enormes árboles de telón de fondo, todo para que Apolo se sintiese a gusto en su fuente.

Y al avión. Y la vuelta a casa: los campos siempre verdes.

martes, 28 de septiembre de 2010

Mi lista de la RAdBAdSF

Lo que me apunté de la visita a la Real Academia de Bellas Artes de san Fernando (Goya aparte):
-Mengs, La marquesa de Llano [de los retratos de Goya hablé aquí].
-Zurbarán, Cordero [versión 'explícita': con aura y una inscripción debajo: tanquam agnus in occisione y también por eso peor que la del Prado].
-Luis de Morales, Piedad y Cristo ante Pilato [muy bosco].
-Antonio de Pereda, san Guillermo de Aquitania [me entero por el cartel de que murió en Compostela].
-Ribera, San Antonio de Padua / Ecce homo [impresiona la caña cascada que sujeta con las manos; y toda su piel agrietada] / Asunción de la Magdalena.
-Bellini, El Salvador.
-Murillo, Resurrección [alarde de vuelo: admirable posición de pies] / Magdalena.
-Fray Juan Rizzi, Misa de san Benito [las vinajeras son como de Ramón Gaya].
-De Bartolomé Carducho hay un boceto [porque el cuadro de san Jerónimo lo tenemos en Castrojeriz].
Y luego, Alonso Cano.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Elijo y me aflijo

Como tenía poco tiempo en Madrid tuve que elegir: dejé de lado a Turner y los tapices de El Prado (al uno porque ya lo había visto mucho en Londres y a los otros porque quién -que no sea historiador del arte- se va a ir a ver unos tapices); y como castigo, unos días después me pusieron en los cuernos de la luna las dos exposiciones. Tonto que fui.
El caso es que preferí volver a la Academia de Bellas Artes de san Fernando.
Y mañana hablo de lo demas, pero me impresionó mucho la colección que tienen de Goya, pero mucho, mucho.
Estaban un grandioso autorretrato, la procesión de disciplinantes, el tribunal de la inquisición (basado en el libro de Llorente), el retrato de Munárriz (que lleva en la mano su traducción de la Retórica de Blair y tiene detrás muchos libros clásicos).
Pero sobre todo me fijé en El entierro de la sardina:



Me recordó a El señor de las moscas de Golding (no lo he leído, pero hay libros que se leen por ósmosis) y a las máscaras africanas que vi en el Museo británico: un fondo de maldad, lo demoniaco en ejercicio. Yo soy muy poco amante de lo carnavalesco (ni siquiera à la Bajtin) y quizá ahí sólo pueda ver eso: maldad. Pero qué bien representada por Goya sobre esa superficie de fiesta.
Luego había una serie de juegos de niños de la colección Santamarca que es una de las cosas más girardianas que he visto últimamente; no de lo mejor como pinturas, pero un ejercicio tremendo de la dominación por medio del juego.

Y también daba escalofríos el cuadro de la casa de locos (que recuerda, claro, al último de The rake´s progress de Hogarth en la casa de Soane de Londres).
Grandes emociones, en fin, gracias a Goya.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Madrid pasado por Londres

Vas a Madrid después de ver Londres y te das cuenta de que hay muy poca variedad de gente. Y que en la Villa los ladrillos son más claros y que hay mucha mansarda afrancesada y muchos más árboles o al menos más por todas partes (y no sólo en grandes parques o en los parquecitos acotados -que tanto echo de menos).
En el metro, pasamos la estación de Mar de Cristal: ¡waw!
A la vuelta, esperando el cutreRyanair, un mensaje que repiten en los altavoces de 'darle otro aire a Barajas' (='prohibido fumar'): me cago en ellos (y eso que ya no fumo: ¡tres años y medio ya sin fumar!).
Hay una tele que transmite un programa del canal de 24 horas de TVE sobre el Parlamento (como es bien sabido, los programas sobre Parlamentos son los más aburridos del mundo). Los políticos de todo el arco parlamentario hablan de la reforma laboral (¡y que se vayan todos a la mierda!, pienso).
Y veo lo de las protestas de mineros por el carbón autóctono (hasta en eso se ha metido el nacionalismo; y en un cajero de Caja Madrid antes de nada había que elegir qué lengua quieres: valenciano, mallorquín o no sé cuál más): ya ni Madrid se salva de esta ola de buenrollismo nacionalista que nos va a acabar aplastando.

viernes, 24 de septiembre de 2010

SPQM

De paseo por Recoletos, me paré en la fuente de Apolo, la hermana pobre del trío, con la Cibeles y Neptuno, que ni tiene equipo de fútbol que amenace su integridad:


Y aparte de en los árboles, me fijé en la inscripción:


D.O.M / S.P.Q.M./CAROLO III/AVG. P. P. / D. D. / MDCCLXXVII
.
(Extended Version) Deo Optimo Maximo / Senatus Populusque Matritensis / Carolo III / Augusto Patri Patriae / Donum Dedit / MDCCLXXVII
(Y traducción) A Dios óptimo máximo. El senado y el pueblo madrileño a Carlos III, augusto padre de la patria, lo ofrendó como regalo en 1777.

Qué genio poético-arqueológico: ¡el senado y el pueblo madrileño!

jueves, 23 de septiembre de 2010

La plaza de la Paja

En Madrid, hace diez días, fuimos a visitar la Capilla del Obispo, que acaban de (re)abrir: están allí las Hermanitas del Cordero, que se sentaban casi en el suelo, sobre una mínima estructura de madera, mientras adoraban una Hostia (la palabra se ha convertido en blasfemia, otro ejemplo de cenosis), muy grande, que brillaba porque tenía luz desde dentro de la custodia.
Y cb me dijo luego que era una custodia sin los rayos típicos que suelen rodear las custodias. Y que seguro que me había acordado del sol en el cuento de Flannery como una gran Hostia.
Y tomamos un te con una ramita de hierbabuena dentro.
Y septiembre era suave en la Plaza de la Paja: se estaba bien, no hacía calor.

lunes, 12 de julio de 2010

A la sombra

El rato que tuve libre en Madrid pude quedar con un amigo que no conocía. Podía haber ido a la exposición de Turner, pero leí a Anson que Turner era importante porque era predecesor de la abstracción y casi se me quitan las ganas. Y voy a ir a Madrid en septiembre: veremos entonces si me animo.
Y salí de la estación de El Goloso con calor africano (y había un cuartel cerca y me acordé del calor de la mili).
Y se complicaron los transbordos y acabé llegando a La Central del Sofidú media hora tarde, que ya es retraso.
Y los negros vendían banderas de España al calor inhumano de esa tarde.
Y ese amigo me enseñó un libro muy bueno y muy bonito de Juan Manuel Bonet que se había comprado en su paciente espera. Y estaba entre las novedades la nueva edición de la Obra completa de Ramón Gaya, que espero leerme despacio a la vuelta.
Y estuvimos hablando tan a gusto. Y luego nos despedimos, que había que animar a España. Y me alegré mucho de que ganase España a Alemania, a pesar de todo.
Y ayer también me alegré mucho de que ganásemos. Y al acabar, un chileno se me quedó mirando y dijo a voz en grito: está llorando. Y no era verdad, que sólo me estaba emocionando ver a los jugadores españoles que lloraban. Y por la ventana se oía el griterío en Bayswater.

sábado, 4 de julio de 2009

Miradas perdidas


Íbamos a tiro fijo en El Prado y dejamos de lado a Sorolla (que esta vida también es elegir).
Lo primero, La Magdalena Penitente, de Georges de la Tour, en préstamo del Louvre:

La vela, los libros, la mirada casi perdida (no ensimismada, sino vuelta hacia dentro), la espalda preparada quizá para la penitencia, aunque no supimos explicarlo bien. No era un estudio anatómico perfecto, ni la luz era un recurso luminotécnico: todo está al servicio de la contemplación. Es un cuadro que me gustó muchísimo. Y al lado había un Caravaggio, que venía muy bien para comparar: no le llega -declaro- ni a la altura del betún. No es que Caravaggio sea malo, pero es que este cuadro es más, mucho más.
El otro cuadro que queríamos ver era La vista y plano de Toledo, del Greco, del final de su vida, donde muestra un dominio total, un estar ya por encima de la pintura: colores azules plateados en las casas, el verde irreal del campo y del muchacho que sujeta el plano de Toledo. Dejo a los teóricos que le den vueltas a todos los planos que hay en este cuadro. Yo sólo os lo pongo para que lo disfrutéis:


Arriba está la Virgen dándole la casulla a san Ildefonso (de Toledo). Abajo a la izquierda hay en amarillo una representación del río Tajo, justo delante del propio río. Lo que no conseguí comprender fue la nube sobre el hospital de Tavera, pero conseguía dar un aire todavía mayor de irrealidad a todo el cuadro, con ese cielo casi sin pintar, donde los rojos son simplemente los espacios que dejó sin cubrir de pintura.
Y ya el resto de la visita fue de propina: otra vez un poquito de Rubens (la mirada ensimismada de su mujer en El jardín del amor) y van Dyck, un poco de Murillo, El niño de Vallecas, la Trinidad de Ribera (la mirada perdida de Dios Padre), el Cristo abrazando a san Bernardo de Ribalta.
Y luego estuve con Johan. En Moyano estaba Las voces y los ecos, de García Martín: se lo regalé, que es una antología mítica y dice EGM que las respuestas de Miguel d'Ors ahí son imprescindibles. Y comimos gazpacho. Y en un café tenían puesta a la inmensa Billie Holiday.
Y me volví en el autobús espacial de Ryanair.

viernes, 3 de julio de 2009

Viernes en Madrid (2/2)


Después de la reunión había quedado con unos amigos en la nueva parroquia de san Josemaría de Aravaca, que celebraban la fiesta del santo y de la parroquia (claro). Por ahora tienen una estructura provisional temporal hasta que hagan la iglesia de verdad, que la harán rápido si los feligreses, que la tienen, sueltan la pasta. Y la misa fue muy solemne, con gente por todas partes y muchos niños, que es siempre una alegría:

Y luego estuvimos un rato en casa de estos amigos. Y sus hijos se fijaron esta vez en la cicatriz de mi cuello: estuve por contar alguna película de piratas cuando me preguntaron quién me la había hecho, pero me paré a tiempo, que a los niños hay que contarles la verdad, poco a poco, pero la verdad*. Y qué chavales más majos: me acuerdo de ellos y me alegro.
Y nos fuimos a cenar por el monte del Pardo, donde habíamos quedado con otros amigos: hacía fresquito, se estaba muy bien con ellos, fue una cena para recordar. Y casi parecía que era un complot para que no rebaje la importancia del matrimonio en mi comentario -en marcha- sobre el Banquete de Platón: varios matrimonios presentes, todos con hijos y todos bien casados, en el mejor sentido de la palabra. Y en una sociedad que no tiene argumentos contra la poligamia o el incesto (como mucho, horror instintivo, pero nada más) llegamos a discutir sobre la posibilidad de que se legislara un matrimonio con efectos civiles y sin divorcio y hasta acaloradamente.
Yo les animé a leer a Bloy (es lo que hago últimamente): y yo creo que me van a hacer caso; ya veis el nivel. Y de allí salí con una edición de La ciudad de Dios y unas cartas inéditas que voy a devorar. Y con ganas de repetir la experiencia, que qué grata fue aquella noche.

*Pero esto no quiere decir que no se les pueda contar cuentos; leía ayer a Flannery que decía que en sus reseñas de libros no sabe si podría decir siempre la verdad: You can be so absolutely honest and so absolutely wrong at the same time (...) Mauriac says only fiction does not lie and I believe him. Puedes ser totalmente sincero y estar a la vez completamente equivocado (...) Dice Mauriac que sólo la ficción no miente y yo le creo (The Habit of Being 152).

jueves, 2 de julio de 2009

Viernes en Madrid (1/2)

Teníamos reunión en la Complutense de un Grupo de investigación donde colaboro; si todo va bien saldrá de ahí un libro que va a tratar la historia y repercusión de la literatura grecolatina en la España del primer tercio del siglo XX; yo intentaré (de)mostrar la influencia del género bucólico en la visión de España de Galdós y Valle/Machado/Unamuno: a ver si cuaja lo que he ido haciendo y queda una cosa chula. El proyecto lo dirige Paco, que tiene un blog en torno al proyecto, que os recomiendo.
Y luego tuvimos una comida (muy buena) en la Facultad de Filología, eso que antes -en épocas más inocentes- se llamaba comida de confraternización. Y rajamos de Moratín y alabamos a Eça de Queiroz, que por ahí nos llevó la conversación.
Y por la tarde Paco nos puso las pilas y al acabar estuvimos viendo la nueva vidriera que reproduce la que estuvo en la Facultad cuando se construyó en los años 30.

miércoles, 1 de julio de 2009

El Reina Sofía

El jueves llegué por la tarde a Madrid, con tiempo justo para quedar con Carlos, que me iba a enseñar la nueva ordenación de la colección del Reina Sofía.
Fue un recorrido muy instructivo; en realidad hicimos una clase práctica de museología: el nuevo director (que viene del Macba) le ha dado su tono 'paredes blancas + hermetismo + sólo para muy iniciados' a la parte más contemporánea de la colección; a mí casi no me sonaba ninguno y gustarme no me gustaba ninguno tampoco.
Luego, en otras salas, había cosas interesantes: en torno al Guernica tenían carteles de la guerra, fotos, una maqueta del Pabellón de España en el 37, cosas buenas de tipografía: estaba interesante.
Por quedarme con algo del Museo, con la sala de fotógrafos españoles del medio siglo: Catalá Roca, Cualladó y algunos otros.
Y volvió a conmoverme la foto del niño miliciano de Capa:




Puestos a ponernos positivos, también estaba bien el afán por situar la colección española en un contexto más internacional. Menos bueno es ese criterio (ya lo tenían los antiguos griegos) de 'este fue el primero que', como si eso en arte fuera un plus.
Y salí un poco avergonzado de todas mis críticas al CGAC, viendo que no sé casi nada de arte contemporáneo, aunque no sé si con mucho propósito de enmendarme: no quiero leer a Deleuze/Derrida, lo que quiero es leer a Leon Bloy y con eso no voy a ninguna parte.
Carlos cuenta algo de esto en su blog (lo comenzamos a la vez).

lunes, 9 de febrero de 2009

Hacia el centro (9 de 9)

El sábado por la mañana, con la excusa de la exposición de escultura griega volví al Prado. Y sí que era buena la exposición. Qué delicadeza el mármol: cómo parecía piel. El Apolo sauróctono, la ménade de Escopas.
Pero yo lo que quería sobre todo era ver pintura. Y pasé por las salas y no quería pararme: pero vi acordándome de Jiménez Lozano las pinturas de Berlanga, la ermita de Maderuelo llena de frescos ¡conmocionante!
Y me fui para arriba, a volver a Rubens y van Dyck, que cada vez me gustan más. Pero miro los cuadros de Rubens en internet y no encuentro lo que vi en directo: se me escapa, no podemos hacerlo digital, a Rubens hay que verlo en directo.
En cambio van Dyck sí, por ejemplo el retrato de Adrian Rickaert, un pintor amigo de van Dyck, vestido a la rusa. Y del Cristo objeto de burlas de van Dyck qué decir. Y el cuadro de Ribalta, y Fernando Gallego, y Pedro Berruguete, y la condesa de Chinchón de Goya. Y la boda campestre de Jan Brueghel el Viejo, en la que me alegró muchísimo ver que el novio llevaba en la mano una flor, lo que explicaba aquel retrato de van Cleve que vimos en el Thyssen.
Me tuve que ir de allí, que me mareaba ya y la cabeza me daba vueltas con la palabra Stendhal.
Venga, otro cuadro más: la Crucifixión de Juan de Flandes.