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viernes, 10 de mayo de 2019

Lo que más relaja a mis peques

No es un secreto que mis hijos son movidos y nerviosos. Ponen mucha pasión e ímpetu en lo que hacen y el exceso de entusiasmo les pasa factura, ya sea emocionalmente con una alto grado de frustración y decepciones cuando las cosas no salen como esperaban o traducido en pequeños accidentes (golpes, caídas, rotura de cosas...).

Desde hace mucho, he indagado en nuevos métodos que les permitan calmarse y pensar con claridad antes de actuar. El que mejor resultado nos dio fue el mindfulness, pero implicaba un tiempo que no teníamos: entre el colegio, las relaciones sociales de mis hijos (más que los ministros), los deberes, lso exámenes, que quieren jugar y que no se saltan la hora del cuento ni locos... No había espacio para los diez o quince minutos de relajación de antes de dormir, porque eso significaba que se iban a la cama tardísimo en vez de tarde. Y la falta de sueño ya sabemos lo que provoca: nervios, estrés, mal humor... ¡Vamos! El pez que se muerde la cola.

El caso es que vi un videoconsejo de María Jesús sobre cómo bajar en nivel de activación cuando los niños estallan y me pareció genial la idea de apuntar todo lo que nos relaja para luego tenerlo de recurso y usarlo en esos momentos intensos para calmarnos. La práctica nos iba a ayudar tanto a mis hijos como a mí.

Así que los reuní y les dije que cada uno iba a hacer una lista de las cosas que nos relajaran. Me miraron con horror. Ya les noté desde el principio que no les apetecía nada y que pensaban que tenían cosas mejores que hacer que seguirme la corriente. "Es que a mí no me ocurre ninguna...", comenzó el mayor. "A mí tampoco...", se apuntó el pequeño. 

"Veeeenga", les animé, "Que esto nos va a ayudar mucho a dejar de gritarnos. Empiezo yo: Respirar despacio... Meterme en la cama con el edredón hasta las orejas hasta que empiece a pensar con más calma..."
"¡Decir palabrotas!", exclamó el mayor de repente.
"¿Cómo?", exclamé escandalizada, "Eso no vale porque NO se pueden decir palabrotas", el mayor me miró muy serio y siguió erre que erre.

"Pues a mí es lo que me relaja, ¿Qué quieres que haga?"
"¡Y a mí!", le apoyó el loro de su hermano.

"Pues no vale. Otra cosa." seguí yo en mis trece.

"Pues me relajaría mucho pegaros un puñetazo cuando os ponéis tan toooontos" prosiguió como si nada el primogénito.

"¡¡¡¿COOOOMO?!!!", desde hace unos meses se le han subido los niveles de insolencia, desobediencia, rebeldía y carácter desagradable a niveles infinitos.

"¡¡¡Es que tú me has dicho que no mienta!!!", comenzó a exaltarse. La cosa se me está yendo de las manos.

"A ver Daniel, ¿a ti te gustaría que yo te pegara cada vez que me enfadara contigo? ¿Lo ves normal?", el niño pareció pensárselo un poco. Su hermano permanecía completamente atento a su reacción.

"Cierto. Pues entonces a un cojín. Si le doy patadas y puñetazos y grito mucho seguro que me calmo", sentenció el peque.

"Está bien. Aceptamos barco como animal de compañía", zanjé yo, "Peeeero, ¿en un lugar público? No te vas a liar a tortazos. ¿Si te enfadas en un lugar público cómo puedes calmarte?"

"Mmmm... ¿diciendo palabrotas?"

Ainssss.

viernes, 26 de enero de 2018

Yoguicards: la importancia del mindfulness para relajar a los niños

Hace unos seis meses participé en un crowdfounding muy chulo de una baraja de cartas para que los niños practiquen mindfulness de una forma muy fácil y divertida que me ha venido de perlas. Lo puso en marcha Yogakids, un centro de Yoga infantil con muchas inquietudes.

Mi niño mayor se apoderó del mazo en cuanto me llegó y se lo guardó en su cuarto, igual que había hecho Iván con otras cartas de posturas de Yoga que había comprado en otra ocasión. Ahora cada uno tenía su propia baraja. De vez en cuando les pido que la compartan para hacer los juegos en familia, pero no os creáis que reciben con mucha alegría de la idea. Ellos prefieren disfrutar de su momento en solitario. Es curioso.

A esta ostra se le olvidó seguir el ritmo de respiración
Aunque cuando nos ponemos todos en el salón a hacer juegos de mindfulness y posturas de Yoga se lo acaban pasando genial y se ríen muchísimo. Probablemente, el objetivo de estas cartas lo consigan mejor ellos en la intimidad de su cuarto y por eso lo prefieren así.

Cuando nos juntamos todos me temo que acaban más excitados que antes de la sesión, así que el juego en familia vale mas bien para pasar un rato divertido, pero relax y concentración poquito.

Vamos a ser erizos
El mazo consta de 47 cartas divididas en tres grupos diferentes. Cada noche Daniel saca una de cada tipo y las interpreta a su manera. Cuando termina con los ejercicios se va a la cama a leer un ratito y luego se duerme feliz. Este es un paso importante porque muchas noches acabábamos con bronca por su etapa rebelde (entró en esa etapa en la sala de partos y aún sigue. ¿Seguro que es sólo una fase? ¿Seguro?) con lo que se iba a dormir muy intranquilo y muchas veces llorando. Que queréis que os diga, a mí se me partía el corazón con esta situación.

Ahora seguimos con las broncas, no podemos pedir peras al olmo, pero entre su rato de mindfullnes y su momento de lectura, cuando llega el momento de las buenas noches y el beso le dejo muy tranquilo en su cama. Eso no tiene precio.

¿Que os parecen mis pulpitos?
Entre las cartas encontramos asanas, relajaciones con respiraciones y juegos relacionados con animales y elementos de la naturaleza. ¡Son monísimas! A mi sólo mirarlas tranquilamente ya me parece algo relajante. La autora nos aconseja que empecemos alternando asanas con juegos y terminemos con respiraciones. También propone que los niños se vayan inventando unas historia con las cartas que vayamos utilizando para hacerlo más divertido.

Por cierto, asanas son posturas de Yoga. Lo pone en las instrucciones, pero la primera vez que las usamos fue tan precipitado porque el mayor no quería perder ni un segundo en probarlas que no las leí y nos quedamos a cuadros con el tema. Así que sólo hacíamos lo que nos pedía el animalito de turno: aplaudir con los piés, mover el culete, rugir como un león... La verdad es que esta baraja tiene un montón de posibilidades.

Ahora la autora está inmersa en un nuevo crowdfounding. Un libro ilustrado para enseñar a los más peques de la casa como relajarse a través del Yoga y el Mindfulness como una actividad familiar que se llama "Cierra los ojos, Ona".


viernes, 26 de mayo de 2017

Mindfullnes en la clase de Daniel

Cuando íbamos a entrar a dar el taller de mindfullnes a tercero de infantil, me encontré con la tutora de Daniel, una profesora con muchísima vocación e interés por sus alumnos. Cómo ya me había mostrado interés por el tema de las técnicas de relajación para niños le conté lo que estábamos haciendo en el colegio a esas horas y le encantó la iniciativa, así que nos invitó a repetir la actividad en segundo de primaria.

Rosa, la mami con la que hacía el taller no tenía ningún hijo en ese curso, pero es tan encantadora que no dudó ni un segundo en apuntarse a la nueva aventura. Muy ilusionadas concertamos un día para repetirlo todo aunque con un público dos años mayor. Hicimos algún cambio en las actividades, pero casi todas fueron las mismas. Volví a usar los recursos de Inés Merino que nos enseñó en su taller para familias en Yogarati.

Daniel estaba emocionado con la idea de que su madre fuera a hacer una actividad con sus compañeros. En cuanto me vio aparecer se le puso una sonrisa enorme y me pidió ser mi ayudante. Le preguntamos a su tutora qué le parecía la idea y nos dijo que lo que yo quisiera, así que el niño se puso a mi lado para ayudarme a explicar los juegos.

Comenzamos con el tarro de las emociones porque es verdad que les llama mucho la atención y es una forma muy visual para explicarles cómo las emociones y las experiencias que van viviendo durante el día se van acumulando en nuestra mente de forma desordenada y llega un momento en que la tenemos tan agitada que somos incapaces de pensar con claridad o prestar atención por mucho tiempo. Así que volví a contar el tema de papá o mamá os levanta por las mañanas y os sentís (maaaaaal), y luego os meten prisa para desayunar y vestiros porque hay que ir al cole (maaaaal), y en el cole os encontráis con vuestros amigos (bieeeeeeen. yujuuuuu) y blablablabla... blablabla... y llegáis a casa y tenéis que sentaros a hacer los deberes. Y eso os parece genial (Noooooo, maaaaal, fataaaaal). ¿Cómo? ¿Que no os gusta hacer deberes? Pero si es divertidísimo... (Noooooo. Horrible, abajo los debereeeeees. Queremos jugaaaaar). La verdad es que, al ser más mayores, hubo muchísimo más feedback y nos reímos mucho con las reacciones de los peques.

Daniel, a la vez que yo hablaba y les preguntaba a sus compañeros, echaba la purpurina de distintos colores en el bote con agua. Cuando decidimos que ya era suficiente. Cerré el tarro, lo agité y les expliqué que, después de todas esas vivencias, su cerebro estaba igual que el bote y que así era imposible concentrarse. Teníamos que calmarnos para poder pensar con claridad. A los niños les fliparon los botes y tuvimos que pasarlos de mano en mano durante un buen rato. No se cansaban nunca. Pero había que seguir, así que los recogimos y pasamos a la siguiente actividad.

Les propuse aprender la respiración de los dedos como si fuera un juego. Se ponen en parejas y se sientan frente a frente. Uno de los niños extiende las manos con los dedos separados y el otro tiene que seguir el contorno con un dedo de tal manera que cuando inspire el compañero recorremos el camino hasta la punta del dedo y cuando expire bajamos por el otro lado hasta el valle entre los dedos y así hasta recorrer el contorno de los diez dedos haciendo diez respiraciones profundas. Para lograrlo tenemos que convertirnos en detectives de nuestro cuerto y escuchar muy bien las respiraciones del compañero. Les encantó el juego.

Aprovechando que ya estaban en parejas hicimos el juego del masaje, en el que un niño le hace un masaje a su compañero siguiendo mis indicaciones. Pero a veces puede ser un poco travieso y tocar una parte del cuerpo que yo no nombre. El que recibe el masaje debe estar muy atento para darse cuenta y levantar la mano. Lo cierto es que se relajan tanto que se les olvida atender, pero alguno se lo tomó muy en serio y no se le escapaba ni una. Primero le hice yo el masaje a Daniel nombrando partes generales del cuerpo para no tardar mucho. Y luego me lo hizo Daniel a mí cómo se tiene que hacer de verdad: deteniéndose en todos los detalles, que si los pómulos, que si el mentón, las cejas, los dedos uno por uno... Le tuve que pedir que no fuera tan específico porque se nos iba el tiempo.

Entonces les propuse un juego de los sentidos. Normalmente abusamos del sentido de la vista y eso hace que confiemos poco en el resto de nuestros sentidos. Para que disfruten de una degustación de alimentos con todos los sentidos, lo primero que les pedí fue que cerraran los ojos y extendieran una mano (¡y que no hicieran trampas!).  Les puse una gominola rebozada de azúcar en las manos y les pedí que me dijeran que sentían al tacto. Para que no se convirtiera en un girigay sin orden ni concierto, el que quería hablar levantaba la mano y yo les iba dando tocando la cabeza para que hablaran. Decía cosas interesantísimas. Daniel me pidió ser él el que diera permisos para hablar y me pareció bien, pero tuve que pedirle calma en un par de ocasiones porque se aceleraba y tocaba la cabeza de un compañero antes de que otro terminara de dar su opinión. Además, quería que hablaran todos a ser posible y mi niño tocabas cabezas sin ningún orden ni cuidado. Tras tocarla, les pedí que la olieran, luego que se la llevaran al oído y la aplastaran un poco con dos dedos a ver que oían. En este punto vi que uno de los niños iba más allá y se disponía a introducir la gominola para horror mío. Impedía semejan acción y les expliqué a todos muy seria que no se metía nada en ningún agujero del cuerpo, excepto en la boca y después de determinar que ese algo es digerible y no tóxico. Tras este paréntesis de seguridad, les pedí que mordieran muy lentamente la gominola y que mantuvieran el trozo en la boca para saborearlo. Que luego lo masticaran también despacio, que lo tragarán y que notaran como iba bajando por la garganta hasta el estómago. El resto de la gominola se la podían comer como quisieran.

Terminamos con la burbuja de la paz que nos enseñó Silvia Comas. Y le tocó el turno a la otra mami para hacer la rueda de la energía. La comenzó pidiendo a los niños que se colocaran formando un círculo y en fila uno detrás de otro para poder hacer masajes en cadena. Ella nos iba dando las instrucciones: hombros, cuello, lumbares... Y después nos dábamos la vuelta y le hacíamos el masaje al otro compañero. Luego nos sentábamos todos y nos dábamos la mano para que la energía fluyera. respirábamos profundamente, nos mirábamos a los ojos, nos sonreíamos, nos estirábamos y terminábamos con un gran abrazo en el que se nos alborotaron bastante los chiquillos y alguno salió llorando. Lo intentamos una vez más, pero no había manera de que no hicieran el bruto, así que lo mejor fue decirles que hicieran abrazos colectivos en grupos más pequeños.

Al final, como nos sobraba un poco de tiempo lo invertimos para que los peques nos preguntaran todas sus dudas. La ronda de pregunta giró en torno al bote de las emociones: ¿Que si se podía hacer con arroz? ¿Con harina? ¿Con un botella en vez de con un bote? Les había gustado tanto que los dejamos a las profes para que se los quedaran en clase.

Fue otra experiencia genial. Ojalá hicieran mindfullnes en los colegios porque el interés y motivación de los niños es increíble.


domingo, 14 de mayo de 2017

Taller de Mindfulness en la clase de Iván

En la clase de Infantil de Iván, la profesora daba todas las facilidades para que el padre que quisiera hacerlo montara una charla, taller, cuenta cuentos o actividad de su elección los viernes por la tarde. Mi niño llevaba un tiempo detrás de mí pidiéndome que hiciera algo, pero entre el trabajo, la casa, las extraescolares, los médicos, etc, etc... no veía de dónde sacar el tiempo para montar la actividad. Porque estas cosas no son llegar y ya haces el taller. Hay que prepararlo antes.

Afortunadamente vino la madre de un compañero a ayudarme y darme el empujón que necesitaba. Quería dar un taller, pero no sola sino en colaboración con otra madre y vi la oportunidad. ¡Me presenté voluntaria! Vía Whatsapp acordamos que sería de Mindfullnes y relajación porque ella es la experta en el tema y yo... yo he dado un fantástico taller familiar, ejem. Ella es parte del Team Equilibra-T.

El día D nos presentamos allí las dos muy ilusionadas (y yo de los nervios) para intentar relajar a casi cuarenta emocionados niños. Y los que más, nuestros hijos, que nos saludaron con los ojos brillantes. Qué especial les resulta que mamá o papá participen en sus clases.

Empecé el taller yo y confieso que me copié totalmente del taller para familias que nos dio Inés Merino en Yogarati y que me pareció impresionante y muy completo.

La idea era hacerles un bote de las emociones en vivo y en directo para que entendieran cómo funcionan estos sentimientos en su mente. Así que cogí el bote y empecé a llenarlo con cucharadas de purpurina de diferentes colores a la vez que les explicaba situaciones cotidianas y lo que podían sentir en ellas: "Por la mañana estamos tan a gustito en la cama y llegan mamá o papá a despertarnos y molestarnos (cucharadita de purpurina plateada). Y encima nos dicen que desayunemos y nos vistamos deprisa que no llegamos. ¡Buf! ¡Que agobio! (Purpurina morada), llegamos al cole y nos meten muchos conocimientos en la cabeza, en el patio nos caemos y eso no da mucha rabia, llegan papá o mamá a recogernos y nos da alegría verlos... (Y más y más purpurina. Pero sin pasarse que sino no funciona). Al final cerré el bote, lo agité y se los enseñamos la otra mami y yo, uno por uno, para que vieran lo agitada que estaba su mente al finalizar el día. ¡Y así no hay quien piense ni quien se concentre! Hay que relajarse para que la purpurina se pose y podamos ver con más claridad las cosas.

Para lograrlo teníamos que ser detectives de nuestro cuerpo e investigar sobre lo que nos pasa, lo que nos duele, lo que nos está ocurriendo en este momento y por qué. Empezando por la respiración. Les enseñé la respiración del cuadrado que hicieron perfectamente. Entonces iba a hacerles un juego de los sentidos con Peta Z, pero las profesoras nos explicaron que había un niño que no podía tomar chuches así que suspendimos ese juego pasando al siguiente, el de los masajes. Se pusieron en pareja, un compañero se tumbaba y el otro le hacía un masaje en las partes del cuerpo que yo iba nombrando. El masajista podía hacer trampita y hacer masaje en otro sitio. El juego consiste en que el que recibe el masaje sea consciente de lo que pasa en cada momento y levante la mano cuando no se corresponda mi orden con lo que hace el masajista. Se tronchaban y terminaron por hacerse cosquillas, así que las profes tuvieron que llamar al orden. Aún así muy pocos lograron ser plenamente conscientes del masaje. Hicimos el mismo ejercicio cambiando los papeles y con el mismo jocoso resultado.

Luego les pedí que se pusieran a una distancia prudencial  uno de otro y les enseñé a hacer la burbuja de la paz que nos enseñó a hacer Sylvia Comas en su clase magistral. Es un ejercicio muy sencillo, ideal para que los niños estiren y relajen los músculos.

Entonces le tocó el turno a mi compañera, que me había estado ayudando en todo momento hasta entonces.

La otra madre organizó una rueda de la energía genial que les fascinó. Pusimos música relajante y nos sentamos todos en círculo. Nos dimos las manos (la izquierda hacia a abajo y la derecha hacia arriba si no recuerdo mal) para que la energía fluyera por todos nosotros. Sin perder la formación les enseñó a respirar, a mirarse a los ojos, a sonreírse unos a otros... Después nos levantamos y mirando todos hacia el mismo lado nos hicimos un masaje de hombros en formación de círculo, primero al compañero de un lado y luego al del otro lado.

La rueda finalizó con un gran abrazo de grupo que nos encantó a todos. Cuando íbamos a dar por finalizada la clase, una niña nos preguntó que cuándo íbamos a empezar a bailar. Resulta que las profes les dijeron que iba a ser una clase de baile porque habíamos dicho que íbamos a hacer el taller, pero tampoco habíamos dado muchos más detalles. Así que, para hacerlos felices, puse en el móvil la canción "Despacio me tranquilizo" y nos pusimos todos a bailar para dar punto y final a la clase.

Cuando estábamos despidiéndonos, los peques se tiraron a abrazarnos y yo pensé que me los comía a todos. Si es que son puro amor. Puro amor revoltosillo, pero puro amor al fin y al cabo.

Fue una experiencia fantástica. Menos mal que la otra mami me animó a organizarlo con ella. Si no fuera por ella me lo habría perdido porque en Primaria ya no hacen estas cosas.





viernes, 17 de marzo de 2017

Mindfulness en Yogarati con Inés Merino. Segunda parte

En la tercera y cuarta clase de Mindfulness en Yogarati, impartido por Inés Merino, seguimos incidiendo en la importancia de la respiración. Nuestra profesora nos dio dos opciones más, la respiración de las piedras y la del cuadrado. Así, cada noche, les dejo elegir a los peques la que más les gusta y así hacen el ejercicio con más gusto. La que más triunfa por ahora es la de seguir la línea de los dedos al ritmo de las espiraciones e inspiraciones. Supongo que es porque necesitamos la participación de papá.

También seguimos con las metáforas y ejemplos para enseñar a los peques como nos afectan las emociones. Me encantó que las comparara con burbujas para hacerles ver que no duran para siempre. Y con un arco iris para explicarles que todas tienen un comienzo, un punto álgido y un final. Mediante juegos y dibujos los chiquillos asentaron mejor todo lo que nos iban explicando.

Tampoco faltaron los cuentos. Muy visuales para enganchar mejor a los niños. Con ellos les hizo ver que las emociones tienen consecuencias físicas y que si las conocemos lograremos identificarlas mejor y controlarlas en la medida de lo posible. También les enseñó que en el cerebro tenemos una serie de islas en las que englobamos nuestro yo, la gente a la que queremos, la gente que conocemos, pero que nos son indiferentes, y la gente que no nos quiere y que a veces podemos acercar a la isla amiga si vemos la explicación a su comportamiento (empatía y comprensión).

Para dejar más claro el tema de las emociones y sus consecuencias físicas hemos dibujado síntomas en la silueta de un niño y luego el resto teníamos que adivinar lo que le pasaba. podíamos preguntar en qué situación se hallaba o pedirle más detalles. Es un juego muy divertido que nos convierte en detectives de las emociones.

No faltaron las actividades relacionadas con los sentidos. En una clase, nos tapamos los ojos y nos reímos muchísimo escuchando, oliendo y probando Peta Zetas que estallaban y chisporroteaban y en otra disfrutamos plenamente de un delicioso bizcocho de limón. A mis chicos les encanta este juego.
Les fascinó la experiencia con los Peta Zetas porque les explotaban en la mano y les hacía cosquillitas, escuchaban los estallidos, olía muy bien y estallaban en la lengua. Fue muy divertido.

En la última clase hicimos dos juegos muy chulos para enseñar a los peques a relativizar los problemas derivados de las emociones. Algo extremadamente difícil, pero que la profesora consiguió de forma admirable enseñándonos cómo los pensamientos negativos se quedan en nuestro cerebro con más persistencia que los positivos gracias a unos papelitos que rellenamos y una sartén. No sé como lo hizo. De hecho, lo he intentado y no conseguido que los malos se queden pegados (magia de la profe). También hicimos manualidades y creamos unos impermeables a partir de bolsas de basura para que no nos afectaran demasiado los estímulos externos negativos.

Estoy muy contenta con las clases. Aunque Daniel no estuvo muy receptivo la mayor parte del tiempo, luego en casa sí que está haciendo los ejercicios de buen grado. Encima la profesora sabe como motivarles, le ha regalado un mandala con pegatinas que brillan en la oscuridad para que las vayan pegando según hacen los ejercicios. Se han enamorado de sus mandalas estrellados. Tanto es así que ya estoy buscando más pegatinas fosforescentes para comenzar otro cuando se nos acabe este.

También les ha dado un muñeco de madera que se llevan a todas partes para acariciar cuando se sientan intranquilos y un anillo hecho con limpiapipas con un mensaje oculto para que confíen en ellos mismos y sean consciente de que todo pasa, lo bueno y lo malo.

Durante todas las sesiones nos ha ido enviando emails con explicaciones más detalladas y audios hechos por ella, muy útiles, que les pongo a los niños cuando ya están en la cama y que les relaja muchísimo. Vamos, que ha sido un taller completísimo y que me da una pena tremenda que se haya acabado. En casa tenemos los preciosos diplomas que entregó a los niños en la última sesión. Y a los peques no se les olvida ni una noche reclamarme nuestro momento mindfulness.


miércoles, 15 de febrero de 2017

Mindfulness en Yogarati

Seguimos con el mindfulness para intentar relajar a mis fieras. Les he apuntado a un taller en Yogarati que está siendo todo un descubrimiento. Los dirige Inés Merino, pediatra y experta en Educación Emocional y en Mindfulness para niños. Una auténtica crack hasta con los peques más nerviosos.

En la primera sesión ya pudimos comprobar que el taller es completísimo. Realizamos juegos para aprender a controlar nuestra respiración, nuestro cuerpo, los sentidos... La profesora nos hizo un cuentacuento muy adaptado a niños pequeños para que sean conscientes de que nos cuesta mucho concentrarnos en lo que está pasando en este mismo momento y que necesitamos anclas que nos devuelvan al presente para ser conscientes de nosotros mismos. El protagonista tenía problemas para alcanzar su objetivo de vivir el presente y nosotros teníamos que ayudarle con juegos que, en realidad, eran ejercicios de concentración y relajación.

En uno de ellos, teníamos que concentrarnos en nuestra respiración y si nuestra mente volaba a otro lado teníamos que meter una ficha de mono en un barco casero. Daniel metió dos monos y cuando le preguntó la profesora que le había distraído el contestó que las notas que iba a sacar en los exámenes: "esta ficha es por el de mates y lengua y esta otra por el de inglés". Las fichas eran de monos, porque cuando tenemos la mente dispersa lo llama mente de mono para que el niño sepa identificarla fácilmente.

Mentiría si dijera que estuvieron atentos y concentrados todo el rato. Cuando les decían que caminara en silencio iban pegando saltos, por ejemplo, pero la profesora paró la clase para decirnos a los padres que dejáramos a los niños a su aire, que si había que llamar la atención a alguno que ya lo haría ella, pero que no les podíamos exigir plena atención con las edades que tenían y que era mejor que se sumaran a los juegos por voluntad propia. Además, aseguró que le interesaba más que lo padres prestáramos plena atención porque luego tendríamos que repetir esas técnicas en casa.

¡Y lo dijo en serio! Nos dio material para motivar al niño a hacer los ejercicios de mindfulness y nos mandó tres audios para ponérselos durante diez minutos o menos, según la edad del niño, todas las noches antes de irse a dormir. Eso sí, nos ha rogado que no les obliguemos bajo ningún concepto. La idea es que yo lo haga y ellos me sigan por voluntad propia (y por poner las pegatinas y los dibujos que les ha dado).

Durante la primera clase también disfrutamos de chocolate (una golosina marciana) al estilo Mindfulness. Explorando lentamente con todos los sentidos el trocito. Con el tacto, con el oído, con el gusto... disfrutándolo en cada momento. Excepto de la vista porque teníamos que cerrar los ojos para hacer más intensa la experiencia. Aunque creo que lo que más les gustó a los peques fue la actividad del masaje. Me la piden mucho en casa y se relajan tanto que se acaban olvidando del tiempo presente una vez más.

La segunda clase también estuvo llena de actividades maravillosas: un mantra muy relajante, la respiración siguiendo el contorno de los dedos del compañero, un juego con agua y purpurina para explicar cómo afectan las emociones a nuestra mente... Y lo mejor de todo, nos presentó el cerebro triuno a través del protagonista del cuento de la primera sesión. Unos personajes bastante malhumorados representaban el malestar por la carencia de alguna necesidad básica (hambre, frío, cansancio...) y la ira. Menos mal que tenemos un personaje muy simpático que, cuando logramos despertarle, nos hace razonar y llegar a acuerdos, pactos, soluciones... A través de estos personajes, más el que representan los sentimientos, estoy logrando que los peques me cuenten muchas cosas y comprendan un poco más el funcionamiento de su mente. Aunque con Iván está costando bastante. Según él siempre es razonable y no se acuerda de que se haya enfadado en todo el día. Poco a poco...

Al final nos propuso hacer la actividad de Detectives de nuestra mente y nuestros pensamientos con un audio y unos recortes en forma de nubes, cuerpos y notas musicales tanto blancas como negras. También les dio a los peques la linterna de la atención que los tiene emocionados y con las que se han inventado mil juegos.

Casi todas las noches, antes de dormir, siguiendo la recomendación de la profesora, nos preparamos para los ejercicios de mindfulness. A veces eligen ellos uno, otras yo. Hacemos uno, como máximo dos, y la burbuja de la Paz que aprendimos en el Taller de Burbujas de Paz de la Casa del Lector. Luego viene una fabulosa clase de Yoga inventada por mis peques que se turnan para hacer de profesores. Hacemos la postura de la X, de la ola, del ninja... Se parten de la risa y creo que se pierde lo que habíamos logrado con el mindfulness, pero se lo pasan pipa. Al final pegamos las pegatinas de las hojas del taller y las de sus clases de Yoga inventadas y ¡a la cama!

Las tardes se hacen cortísimas entre parque (si hace buen día), deberes, baños, cenas, cuento, mindfulness y yoga.


martes, 31 de enero de 2017

Taller de Minfulness con Sylvia Comas: Burbujas de paz

El sábado por la tarde, tras la locura del año nuevo chino, nos encaminamos a El Matadero, dónde había apuntado a los niños a un taller de Mindfullnes que realizaba Sylvia Comas, autora del libro "Burbujas de Paz" y  socia fundadora del Instituto esMindfulness. Más concretamente, en La Casa del Lector. El soplo me había llegado a través de un email de Boolino y nunca les agradeceré lo suficiente que me avisaran. La cosa pintaba muy bien. Aunque viendo a mis hijos hacer el mono salvaje en los andamios que adornan el recinto me temía lo peor. Encima se habían juntado con otra jauría de niños y estaban en su salsa.

Cuando me acerqué a avisarles que ya era hora de entrar al taller, escuchaba a dos niñas jalear a mi primogénito para que moviera los andamios con ellas encima. Antes de que hubiera un accidente me puse seria, muy seria... y hasta roja de ira. Ideal para enfrentar un taller de relajación. Así me encontró Nessa del blog Gololo y Toin, que también se había apuntado al mismo taller. Nada más llegar, mis chicos se tiraron por el suelo y se pusieron a hacer el bestia sin pudor. Los niños se portaron fatal, pero las monitoras tuvieron muchísima paciencia y les supieron tratar estupendamente.

En la introducción nos contaron que Mindfulness es una serie de prácticas para lograr que tomemos consciencia del tiempo presente, del que estamos desconectados casi siempre, preocupados por asuntos que han pasado o que tiene que pasar. Pero muy pocas veces nos paramos a disfrutar y relajarnos con el ahora. Resulta que en la actualidad vivimos bombardeados por estímulos y distracciones que afectan a nuestra calidad de vida y nos generan estrés y ansiedad. Esta realidad también está presente en la vida de los niños. Por eso es tan importante practicar actividades que les relaje, les centre y le ayude a enfrentar la vida con calma y amabilidad.

En la sala, mis hijos eran los únicos niños que saltaban y corrían mientras los otros estaban sentaditos tan tranquilos. Desde el minuto uno, una de las monitoras se sentó al lado de Daniel y le dio atención exclusiva sin forzarle a participar en los juegos, pero intentando motivarlo. A mitad de la clase otra monitora vino a ocuparse de Iván, pero éste, como es muy pequeño, le dijo que él lo que quería era dibujar, así que le facilitaron papel y rotus para que pintara tan a gusto. En un momento dado, Daniel le dijo a la profesora que se quería ir y ella le contestó que le parecía muy bien, que se fuera si era lo que deseaba y que volviera cuando quisiera. A mí casi me da un ataque cuando lo vi salir por la puerta, pero otra monitora se acercó para tranquilizarme e informarme que dos compañeros de la organización lo estaban cuidando fuera. Al rato volvió a entrar.

La hora y media que duró estuvo llena de juegos geniales y muy del gusto del mayor, pero como estaba sobreexcitado nos costaba mucho que participara plenamente de ellos y luego se frustraba cuando se acababa el tiempo y comenzaba otro. Yo le tranquilizaba diciendo que no importaba, porque había aprendido como hacerlo y los íbamos a repetir en casa. Y el peque se conformaba. Iván era un alma libre. Jugaba a su manera y a su estilo sin importarle los tiempos ni que el resto estuviéramos haciendo cosas diferentes.

El consejo que nos dio Sylvia Comas fue que practicáramos ejercicios de relajación  de acuerdo con la edad de cada uno (máximo un minuto por año), que fuera algo que comenzáramos los adultos y que los niños se fueran uniendo por voluntad propia y que siempre lo presentáramos como un juego.

Las actividades que se desarrollaron en el aula fueron de lo más variadas:
- Jugar a ser exploradores marcianos: cerramos los ojos y nos dan algo (una mandarina). Como somos marcianos no la conocemos y tenemos que olerla, escuchar el ruido que hace al quitarle la piel, tocarla, describirla, probarla, etc, etc. Todo muy despacito.
- Observación: Les enseñamos una bandeja con quince objetos variados (llaves, elásticos, piedras, figuras, fotos, frutas, pelotas, pulseras... lo que se nos ocurra). Les dejamos que los vean y los tapamos con un pañuelo. Tienen que escribir en una hoja todos los que recuerden. Les dejamos ver otra vez la bandeja. Volvemos a taparla y vuelven a escribir lo que recuerden. Luego les preguntamos lo que han visto, el color de los objetos, si tenían algo escrito o cualquier cosa que les haga concentrarse en ellos. Cuántos hemos encontrado la primera vez, cuántos, la segunda. Durante el taller la ponente usó una foto en vez de una bandeja para facilitar las cosas.
- Juego de la confianza: Un niño guía a otro que debe cerrar los ojos por toda la estancia. La profesora indica los tiempos, ahora muy despacio, ahora un poco más deprisa... Luego contamos cómo nos hemos sentido guiando y siendo guiados (Aquí Daniel me guió hasta el hijo de una amiga mía, gritó "Choque de madres" y me estampo contra mi amiga, Ainsss).
- Juego de la autoestima: Nos ponemos en grupo de seis, pintamos una flor grande con seis pétalos. En uno escribimos lo que más nos gusta de nosotros, se lo pasamos al compañero de la derecha que escribe en el siguiente pétalo lo que más les gusta de nosotros, que se lo pasa al compañero de la derecha para que escriba de nuevo lo que más le gusta de nosotros y así hasta completar los seis pétalos. Aquí fue cuando Daniel se fue de la clase e Iván se puso a dibujar. Sólo diré que de los tres adultos que había en mi grupo, los tres escribieron en mi flor "paciencia".
- El juego de las respiraciones: la profesora contaba un cuento mientras nosotros nos sentábamos en una postura cómoda y nos concentrábamos en hacer respiraciones profundas.
- La burbuja de la paz: Nos ponemos de pie con los brazos pegados al cuerpo. Subimos los brazos haciendo un arco con ellos a la vez que tomamos aire. Al llegar arriba contenemos la respiración un segundo mientras nos estiramos, luego los bajamos siguiendo el mismo arco mientras soltamos el aire. Este le ha encantado a Daniel y lo hace muchas veces en casa.

Cuando acabó el taller, Sylvia se sentó a firmar ejemplares de "Burbujas de paz" que podías adquirir en la puerta. Justo en ese momento Iván comenzó a llorar desesperado porque su hermano le había hecho daño sin querer (o no. Nunca lo sabremos) y porque ya estaba acusando el cansancio de un día con tantas emociones. Mientras yo intentaba abrazar al pequeño en plena perreta, Daniel me insistía en comprar el libro para hacer los juegos en casa. "La profe dice que en el libro hay muchos más" exclamaba ilusionado mientras su hermano se debatía cada vez con menos convicción. Envié al mayor con el dinero a comprarlo y le dije que comprobara las vueltas para reforzar las matemáticas. Lo hizo genial. También fue el solito a que se lo firmaran y volvió con una sonrisa de oreja a oreja porque la dedicatoria estaba en el color que él había elegido: verde.

El libro me está gustando mucho. Está estructurado en ocho capítulos que comprenden ocho semanas de ejercicios de mindfulnes con recomendaciones de películas para que comprendan mejor ciertos temas, juegos, ejercicios para adultos... Ese mismo día por la noche me leí dos capítulos del tirón porque lo cuenta con un lenguaje ameno y muy accesible. Cuando acabe el taller de pago al que estamos acudiendo, empezaremos a aplicar las directrices del libro para no sobrecargar a los niños.

Ya estamos haciendo nuestros diez minutos de relajación todas las noches antes de irnos a dormir. No diré que los peques se concentren al cien por cien, pero al menos se prestan gustosos y muy motivados a los juegos. Daniel, incluso se empeñó en hacernos sus propios ejercicios de Mindfulnes una noche y mezcló conceptos de esta práctica con posturas de Yoga. Me pareció muy divertido, Y también logró el objetivo de relajarnos con lo cual le estoy animando a que vuelva a dirigirnos en otra sesión.