Cada una de las ocho fotografías que conforman la Serie “Beheld: Iconic self portraits” –Contemplada: autorretratos icónicos-, de la canadiense Genevieve Thauvette, muestran a la fotógrafa, que se autorretrata adoptando la personalidad de otras tantas mujeres artistas que portan a su vez una fotografía de sus famosas parejas (maridos o amantes), todos ellos sin duda mejor conocidos y valorados.
Con decorados alusivos al trabajo artístico o la personalidad de las artistas tomadas “como modelo” –DortheaTanning, Frida Kahlo, Georgia O’Keeffe, Hanna Hoch, Lee Miller, Marina Abramovic, Unica Zurn y Suzanne Valadon-, Genevieve Thauvette se enmarca -las enmarca-, adoptando la posición pasiva de retratada –un objeto de arte-, de una forma casi religiosa. Se retrata –las retrata- como si de figuras sagradas se trataran.
El género del autorretrato, en cualquier época de la historia del arte, ayuda a comprender cómo un artista se ve y se mira a sí mismo: suele querer reflejar sus logros, su genio creativo, la posición social alcanzada con su trabajo…o su frustración como artista fracasado en otros casos.
Suele ser común, entre las mujeres artistas, la preocupación por el papel que debe adoptar: modelo retratada /artista retratista y la fórmula de adoptar diferentes papeles/personalidades. Especialmente en la fotografía. No puedo evitar relacionar esta serie –y otras- de la jóven fotógrafa Genevieve Thauvette con las obras de artistas como Cindy Sherman o Claude Cahun, por citar algunas.
En cualquier caso, este es un ejemplo más de otra preocupación bastante común entre muchas mujeres artistas: la necesidad, quizás, de encontrar una herencia común y unos antecedentes a partir de los que seguir construyendo una identidad artística femenina y propia.