El mejicano
Diego Rivera llegó a España por primera vez en
1907 y pasó dos años empapándose de los más variados influjos, asumiendo en su obra aquéllos que le parecían más útiles y tomando parte en las más diversas y relevantes corrientes estéticas del momento. La curiosidad intelectual del joven pintor y la facultad de aprender, tanto de los antiguos maestros como de las nuevas tendencias, se refleja en la variedad de estilos ensayados en los años siguientes.
En el
Museo del Prado, el pintor mexicano estudia y copia obras de
Francisco de Goya, especialmente las «pinturas negras» más tardías, y también los cuadros de
El Greco, Velázquez y los pintores flamencos. Después de conocer al escritor y crítico
Ramón Gómez de la Serna, uno de los más importantes personajes de la bohemia artística y literaria de Madrid, Rivera comienza a moverse en los círculos vanguardistas españoles.
Estimulado por sus nuevas amistades, Rivera se va a Francia en
1909 y sólo volverá a la península ibérica en visitas breves y esporádicas, si bien su evolución sigue estrechamente ligada a sus contactos con artistas e intelectuales españoles.
En
París estudia también las obras expuestas en museos, visita exposiciones y conferencias y trabaja en las escuelas al aire libre de
Montparnasse y en las orillas de Sena.
En verano hace un viaje a Bélgica y pinta en
Bruselas, centro de los artistas simbolistas. Allí conoce a
Angelina Beloff. una pintora rusa seis años mayor que él, nacida San Petesburgo en el seno de una familia liberal de clase media. Se había hecho profesora de arte en la a
cademia de arte de San Petersburgo y se encontraba en Bruselas camino de París. Angelina Beloff será durante doce años compañera sentimental de Rivera.
Tras una breve visita a
Londres, donde conoce la obra de
William Turner, William Blake y
William Hogarth, Rivera y Beloff retornan a Francia a finales de año.
En
1910, después de tomar parte por primera vez en una exposición de la «
Société des Artistes Indépendants», viaja nuevamente a
Madrid. Su beca había caducado en Agosto de aquel mismo año y era hora de ir pensado en el retorno a
México y en el transporte de los cuadros pintados durante su estancia en Europa, que iban a formar parte de una exposición con motivo d Simultáneamente
Francisco I Madero, opositor al presidente
Porfirio Díaz, proclama la revolución mexicana, que durará diez años. Pese a los disturbios políticos, la exposición es para Rivera un éxito, tanto artístico como económico. El dinero obtenido con la venta de sus obras le permite volver a
Paris en Junio de
1911, esta vez para quedarse diez años.
Una vez en París,
Rivera y
Angelina Beloff consiguen una vivienda y emprenden en la primavera de
1912 un viaje a
Toledo. Allí encuentran a varios artistas latinoamericanos residentes en Europa y traban amistad con su compatriota
Angel Zárraga. Al igual que éste,
Rivera estudia la obra del pintar español
Ignacio Zuloaga y Zabaleta, y se siente fuertemente atraído por la pintura de El Greco.. Rivera comienza a interesarse por la superposición de formas y superficies en el espacio, que desembocará en un estilo pictórico cubista.
De nuevo en
París,
Rivera y su compañera
Angelina Beloff se instalan, en el otoño de
1911 en la
Rue du Départ 26, un edificio en el que tienen sus
estudios varios artistas de Montparnasse.
A través de los cuadros de sus vecinos, los pintores holandeses
Piet Mondrian,
Conrad Kikkert y
Lodewijk Schelfhout, que han recibido de
Paul Cézanne su forma de expresión artística,
Rivera se impregna de estilo cubista. Puede consignarse el año
1913 como el del paso de Rivera al «
cubismo analítico» y a la concepción cubista del arte, que cristalizaría en 200 obras pintadas en los cinco años siguientes. Tras los primeros trabajos en esta técnica pictórica, su empeño por desarrollar su propio estilo a base de elementos cubistas y futuristas alcanza su máximo exponente al utilizar una paleta de colores mucho más variada y luminosa, poco usual en la pintura cubista de sus contemporáneos.
La influencia del «
cubismo sintético» del pintor español
Juan Gris, a quien conoce a principios de 1
914, se aprecia cuando
Rivera intenta aplicar la composición de cuadrículas típica en el español, en la que cada cuadrícula muestra un objeto distinto y conserva su propia perspectiva. También la mezcla de pigmentos con arena y otras sustancias, así como la aplicación pastosa del color y la utilización de una técnica de
collage delatan la influencia de
Juan Gris.
Mientras sus obras pueden verse en exposiciones colectivas fuera de Francia,
Rivera asiste entusiasmado a las discusiones teóricas de los pintores cubistas. Uno de sus interlocutores más importantes es
Pablo Picasso, a quien Rivera ha conocido a través del artista chileno
Ortíz de Zárate.
En su primera exposición individual, que tiene lugar en la galería
Berthe Weill en abril de
1914,
Rivera expone veinticinco obras cubistas, varias de las cuales consigue vender, mejorando así la apurada situación económica del matrimonio de artistas. También puede emprender un viaje a España junto a
Angelina Beloff,
Jacques Lipchitz, Berthe Kristover y
María Gutiérrez Blanchard. Su permanencia en Mallorca se prolonga más de lo previsto debido al estallido de la Primera Guerra Mundial, haciendo entre tanto un viaje a
Madrid, donde
Rivera se encuentra nuevamente con el escritor
Ramón Gómez de la Serna y otros intelectuales españoles y mexicanos. En esta ocasión toma parte en la exposición «Los pintores íntegros», organizada por Gómez de la Serna en
1915, en la que se muestran por primera vez obras cubistas en
Madrid, provocando airadas discusiones y críticas.
Después de regresar de España,
Rivera se informa de los acontecimientos políticos y sociales que convulsionan su país a través de amigos mexicanos, que viven en el exilio en
Madrid o en París, y de su propia madre, que lo visita en
1915 en
París. Aunque México se encuentra al borde del caos y la anarquía Rivera está entusiasmado con la idea de un México sacudiéndose el yugo colonial, de un
México devuelto al pueblo mexicano, como proclama el héroe popular revolucionario
Emiliano Zapata en su «Manifiesto a los mexicanos».
Convertido en uno de los primeros representantes del grupo de los llamados «clásicos», al que pertenecen también
Gino Severini, André Lhote, Juan Gris, Jean Metzinger y Jacques Lipchitz, Rivera comienza a triunfar con sus pinturas. En
1916 participa en dos exposiciones colectivas de arte postimpresionista y cubista en la
Modern Gallery de
Marius de Zaya en Nueva York, quien en octubre del mismo año le invita a la «
Exhibition of Paintings by Diego M. Rivera and Mexican Pre-Conquest Art». El tratante de arte y director de la galería
L'Effort moderne,
Léonce Rosenberg, le hace un contrato por dos años y Rivera participa activamente en discursos metafísicos que celebra semanalmente un grupo de artistas y emigrantes rusos, por iniciativa de
Henri Matisse. Es
Angelina Beloff quien se encarga de presentarlo en estos círculos, en los que
Rivera conoce también a los escritores rusos
Maximilian Voloshin e
Ilya Ehrenburg. Al contacto con las teorías científicas y metafísicas, la obra de
Rivera adopta un estilo menos ornamental y más «clásico», de composición más sencilla. como puede apreciarse en el retrato de
Angelina y el niño Diego. Es una sencilla representación de su compañera sentada en un sillón, amamantando al hijo de ambos, nacido el 11 de agosto de
1916. Debilitado por el frío y el hambre, Dieguito enferma gravemente de gripe durante la epidemia de 1917/1918 y fallece antes de terminar el año. Como recuerdo del pequeño quedan algunos dibujos de él con la madre, y su posterior reelaboración en estilo cubista.
Un poco más tarde, el matrimonio
Rivera-Beloff se aloja en un apartamento cerca de
Champ de Mars, en la
Rue Desaix, lejos del ambiente artístico e intelectual de Montparnasse. El alejamiento de los pintores cubistas se originó por una discusión de
Rivera con el crítico de arte
Pierre Reverdy en la primavera de
1917, discusión que
André Salmón llamará más tarde «
L'affaire Rivera». Durante la ausencia de
Guillaume Apollinaire, en los años de la guerra, Reverdy se había convertido en teórico del cubismo. En su artículo «Sur le Cubisme» hace una crítica tan demoledora de la obra de
Rivera (y también de la de André Lhote), que en el siguiente encuentro entre ambos, una cena organizada por
Léonce Rosenberg, crítico y pintor se van a las manos. Resultado del incidente fue el abandono definitivo del cubismo y la ruptura con Rosenberg y
Picasso.
Braque, Gris, Léger y sobre todo sus amigos más próximos como
Lipchitz y Severini dan la espalda a
Rivera, y el cuadro de éste, "Paisaje zapatista", adquirido por Rosenberg, no se expuso hasta los años treinta.
En el mismo año,
Rivera comienza a estudiar intensamente la obra de
Paul Cézanne, retornando así a la pintura figurativa. Vuelve a interesarse por la pintura holandesa del siglo XVII e inicia una serie de naturalezas muertas y retratos que muestran un fuerte parentesco con la obra de
Ingres. Buscando un nuevo realismo expresivo, la obra de Rivera asume finalmente el estilo de
Pierre-Auguste Renoir y su utilización del color, recurriendo a veces a elementos fauvistas. Su vuelta a la pintura figurativa encuentra el apoyo del médico y reconocido crítico de arte
Elie Faure, quien ya en
1917 había invitado a
Rivera a participar en una exposición colectiva organizada por él, bajo el título «
Les Constructeurs». Más tarde escribiría sobre el pintor: «Hace casi doce años conocí en París a un hombre cuya inteligencia se podría calificar casi de antinatural. (...) Me contó cosas de
México, país donde nació, cosas maravillosas. Es un mitólogo, pensé, o tal vez un mitómano.»
Es también Faure quien suscita en
Rivera el interés por el
Renacimiento italiano. Discutiendo con él sobre la necesidad de un arte con valores sociales y sobre la pintura mural como forma de representación, se le abren a
Rivera amplios horizontes. Alberto J. Pani, embajador mexicano en Francia, que además de encargar a Rivera retratos suyos y de su mujer, había adquirido varios cuadros postcubistas de su compatriota, consigue que
José Vasconcelos, nuevo rector de la universidad de
Ciudad de México, financie a Rivera un viaje de estudios a Italia. Con una beca en su poder,
Rivera parte en Febrero de
1920 para Italia, donde a lo largo de 17 meses estudiará el arte etrusco, bizantino y renacentista italiano. Tomando como modelos las obras de los maestros italianos, los paisajes, la arquitectura y las gentes,
Rivera pinta más de 300 bocetos y dibujos, que según su costumbre reúne en cuadernos de apuntes y guarda en los bolsillos de sus chaquetas.
En la primavera de
1920, todavía durante su permanencia en Italia,
Vasconcelos es nombrado ministro de educación de
México. Bajo el gobierno del presidente
Álvaro Obregón. Una de sus primeras iniciativas es un amplio programa de formación popular, que prevé también la pintura mural en edificios públicos como medio de culturización. Después de su regreso de Italia, en marzo de
1921,
Rivera se siente atraído por la evolución política y social de
México y decide abandonar definitivamente
Europa. Deja en
París a
Angelina Beloff y a su hija
Marika, nacida en
1919 de sus relaciones con
Marevna Vorobev-Stebelska, una artista rusa a quien había conocido en
1915 y que frecuentaba los msmos círculos que
Angelina Beloff. Durante algún tiempo, el pintor mantuvo relaciones con ambas mujeres al mismo tiempo, y en
1917 vivió con la pintora, una mujer de carácter impulsivo que era seis años más joven que él. Al regresar a
México,
Rivera perdió el contacto con ambas mujeres.
Con la vuelta a México, el capítulo Europa estaba definitivamente cerrado.
(Fotos:1.- Diego Rivera durante su estancia en Europa; 2.- Retrato de Angelina Beloff, por Diego Rivera; 3.- Angelina Beloff y Diego Rivera, 1909; 4.-"Paisaje Zapatista" obra de Diego Rivera, 1915)
Texto extraído del libro: