vuelan al menor ruido los quetzales esquivos
sobre la aristoloquia revuela el colibrí
y junto a la parásita lujosa está la iguana
El canto errante
Rubén Darío
A pesar de lo que su grandilocuente nombre ( hecho parece a la medida de Rubén Darío) pudiera indicar, hay que estar muy atento para ver esta aristoloquia paucinervis ya que es una herbácea muy discreta con unas flores de un color marrón nada ostentoso y unas hojas acorazonadas de un verde pálido que tampoco llama mucho la atención.
El nombre procede del griego aristos, que viene a significar algo así como excelente y lochio, relativo al puerperio, es decir el periodo que sigue al parto. De modo que nuestra planta querría decir excelente postparto. Viene el nombre de la propiedad que se le atribuían a algunas especies de facilitar la expulsión de la placenta, atribución que pudiera tener su origen en la semejanza de las flores con la cavidad uterina (semejanza tal vez más evidente en otras especies de la familia que en esta que nos ocupa).
De estas propiedades habla San Isidoro en sus Etimologías: se dice así porque es muy buena para las mujeres que dan a luz; pues sentada una mujer sobre esta planta después del parto, se limpia la matriz con sus vapores.
Pese a existir referencias desde antiguo de su uso medicinal, no solo en cuestiones ginecológicas sino también para mordeduras de serpiente o picaduras de araña, se trata de una planta tóxica capaz de producir insuficiencia renal y que también se ha relacionado con la aparición de tumores del aparato urinario.