También me agradaba subirme a los robles que eran menos abundantes, pero más altos que las encinas. Sus bellotas son muy amargas, pero estos árboles producen, entre sus grandes hojas, unas pequeñas bolitas, que los niños llamabamos "bobajos". Los niños íbamos, con entusiasmo, a recoger esta rara cosecha porque nos servía para el "guá" o las "canicas".
En el corazón de otros tiempos
Gerardo Martín Pascual
Podría decirse que el descubrimiento de Ámerica supuso la desaparición de los robledales de la sierra de Aracena. Hacía falta madera para construir barcos y para una ciudad, Sevilla, que crecía a la sombra del descubrimiento. Y el roble, desde siempre apreciado por la calidad de su madera, fue el principal perjudicado. Las áreas deforestadas fueron repobladas con castaños, pero aún podemos encontrar robles en los que apreciar esta curiosa formación: la agalla.
Una agalla es el crecimiento anómalo de una parte de una planta como respuesta a la acción de otro organismo, por lo común un insecto, aunque también producen agallas los virus, los ácaros, hongos, bacterias... El resultado es una estructura que es distinta y típica para cada par de elementos implicados: planta y organismo inductor.
La agalla canica, a la que corresponden las imágenes, esta producida por Andricus kollari, un insecto del orden de los himenópteros, de la familia de los cinípidos.
Volveremos sobre las agallas. Mientras, podéis encontrar más información aquí
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