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29 diciembre, 2023

Corazones de miel y especias de Lebkuchen para endulzar el fin de año

¡Feliz Navidad y felices últimos días del año!

Llego un poco tarde para felicitar las fiestas pero ya que, milagrosamente, estoy actualizando de nuevo el blog, me apetecía retomar viejas -viejísimas- costumbres 😊. Espero que estéis pasando estos días lo mejor posible, disfrutando como os venga en gana, con la familia sanguínea o elegida que os haga sentir bien y, sobre todo, con buena salud y sin estrés, agobios o ansiedad. Que al final es lo más importante. Yo he tardado en aprenderlo, pero cuando te das cuenta de lo que realmente merece la pena, estas fiestas o cualquier momento del año se gozan el cuádruple.

Bizcochitos con formas de corazones de miel sobre una bandeja navideña


Porque desafortunadamente hemos tenido este año otra problemas de salud en la familia y es inevitable acordarse de quienes ya no están con nosotros; es parte de esa nostalgia triste pero extrañamente reconfortante y agridulce que tienen las fiestas. Se sufre, pero al mismo tiempo creo que es bonito rememorar esos tiempos pasados, acordarte solo de los momentos felices que pasaste en otra época, casi olvidando que también se discutía o había quejas en la mesa por cualquier tontuna. Recordar puede doler mucho, pero yo no querría olvidar esos recuerdos solo por no sufrir, aunque sea para estar más presente en el ahora y ser consciente de que lo que vivimos hoy también lo echaremos de menos algún día.


Habrá excepciones, por supuesto. Soy consciente de que hablo desde mi propio privilegio y que muchos tendrán unas navidades muy duras. Tampoco quiero lanzar mensajes baratos de taza de Mr.Wonderful -argh-; la vida es cruel y muy puñetera. Ánimo y abrazos para todo el que lo necesite, tenéis el derecho de pasar de las fiestas y sus tradiciones y hacer lo que os venga en gana si toda esta parafernalia os trae sin cuidado. Yo vivo la Navidad como a mí me gusta y jamás se me ocurriría tildar de aguafiestas a quien le resulte absurda.

Dejo ya de divagar mientras intento ignorar los ruidos infernales de la obra del edificio en construcción que tenemos justo pegado al de mis padres -a las 8.00 en puntico arrancan cada mañana- y recupero esta receta que horneé en Madrid pocos días antes de hacer la maleta. Unos corazones de miel y especias de Lebkuchen que se suman al interminable catálogo de este tipo de dulces navideños-invernales que ya han desfilado por aquí. Y los que quedan.

Como me gustan todas las versiones de galletas, panecillos, bizcochitos, pasteles, pastas y demás variantes de pan de especias que he probado, suelo probar nuevas cada año. Receta que veo con buena pinta, receta que apunto y que luego tuneo un poco a mi gusto. En este caso tenemos el típico formato de corazones de miga tierna, sin más grasa que la yema de huevo, endulzados con mucha miel y con su potente aroma de Lebkuchen. Hoy es fácil encontrar esta mezcla en tiendas especializadas, pero podéis hacerla también casera.

La receta utiliza como agente levante la antigua combinación de bicarbonato de amonio y bicarbonato potásico, que sigue usándose en países centroeuropeos. Aquí es complicado encontrarlos, así que se puede sustituir por bicarbonato sódico corriente. Como ya he explicado en alguna ocasión (aquí cuento más detalles), el resultado es distinto y difícil de explicar, pero cuando lo pruebas ves claramente la diferencia en la textura; además los dulces se mantienen tiernos y esponjosos muchísimo más tiempo con los primeros.


Es importante dejar reposar la masa al menos de un día para otro para que se desarrollen bien los sabores y aromas; se podría omitir ese paso si tenemos mucha prisa, pero la diferencia es notable. Por supuesto, cuanto mejor sea la calidad de la miel que uséis, más ricos y aromáticos saldrán, y así además se puede jugar con el aroma según el tipo de miel que elijamos. La mía era una miel de la sierra de Madrid que regalan a mis suegros, de color claro y un precioso dorado brillante, con toques de monte y flores de montaña. Si usamos una miel más oscura los corazones saldrán, obviamente, más oscuritos y tostados. Nada que objetar al respecto. 

Supongo que podrían hacerse con un sirope vegetal para una variante vegana, sustituyendo las yemas por algún equivalente, como sirope de arce, de dátil o de ágave. Quizá la textura final sea distinta, pero quedarán ricos también.

Estos corazones se suelen decorar con almendras y guindas u otros frutos secos, a veces se bañan en chocolate negro o blanco o se pintan con glasa real -azúcar glasé+clara de huevo pasteurizada- como las galletas de jengibre. En mi caso simplemente usé almendras laminadas y trocitos de orejones de albaricoque para darles un toque sencillo, porque son ya suficientemente dulces como para agregar mucho más. Aguantan perfectamente durante semanas si se guardan en un recipiente hermético en un lugar fresco y seco, sin mezclar con otros dulces.

Receta de corazones de miel y especias de Lebkuchen
Inspiración: una receta que tenía apuntada desde hace años y no recuerdo de dónde saqué
Ingredientes para muchos corazones, según tamaño

- 500 g de miel de buena calidad
- 4,5 cucharaditas de mezcla de pan de especias*
- ralladura de 1 naranja pequeña o mandarina
- 3 yemas de huevo de gallinas felices
- 200 ml de buttermilk o leche mezclada con 1 cucharadita de zumo de limón
- 500 g de harina de todo uso
- 100 g de harina integral de centeno
- 1 cucharadita de bicarbonato de amonio**
- 2 cucharaditas de bicarbonato potásico**
- 1 clara de huevo para pintar
- agua o caldo necesario
- frutos secos y/o guindas al gusto

Calentar la miel en un cazo a fuego muy suave para que se ponga muy líquida. Retirar del fuego, añadir las especias y la ralladura y dejar enfriar ligeramente hasta que no queme al tacto. Combinar aparte las harinas con los bicarbonatos en un recipiente grande.

Agregar las yemas y el buttermilk, mezclando con unas varillas manuales. Echar sobre la mezcla seca y trabajar la masa hasta incorporar, terminado de amasar sobre una superficie limpia. Envolver en film y dejar reposar en la parte menos más fría de la nevera durante 24 horas o toda la noche.

Precalentar el horno a 170 ºC sin aire. Estirar la masa entre hojas de papel de horno dejando un grosor de 1 cm. Recortar los corazones con moldes adecuados, distribuir en bandejas de horno con papel sulfurizado, dejando espacio entre ellos, y pintar con la clara de huevo batida. Decorar al gusto si se desea con frutos secos.

Hornear una bandeja cada vez durante unos 12-15 minutos, vigilando que no se tuesten, solo tienen que dorarse. Dejar enfriar un poco antes de trasladar a una rejilla y guardar en un recipiente hermético cuando estén totalmente fríos.

* Una mezcla casera puede ser 1 cucharadita de canela, 1 cucharadita de jengibre, 1/2 cucharadita de clavo, 1/2 cucharadita de cardamomo, 1/2 cucharadita de anís estrellado, 1/2 cucharadita de cilantro/coriandro, 1/4 cucharadita de pimienta de Jamaica, 1/4 cucharadita de nuez moscada (todo molido).

** Sustituir por 2 cucharaditas de levadura química -impulsor- y 1/2 cucharadita de bicarbonato sódico si no se encuentran.


¡Feliz Año Nuevo! Ojalá el 2024 sea, al menos, tranquilo y con buena salud para todos.
16 diciembre, 2023

Roscos de vino, primera versión con una receta sencilla. A punto de hacer las maletas

¡Mis primeros roscos de vino, chispas!

 

No sé por qué nunca me había animado a hacerlos. Este año tenía ganas de hornear algún dulce típico español navideño que no hubiera hecho antes, y me di cuenta de que hacía años que no probaba un rosco de vino, pues no recuerdo haberlos comprado a propósito jamás. Como solemos recibir en casa de mis padres un surtido de la maravillosa La Despensa de Palacio, casi no compramos nada más aparte de turrón de Alicante, mazapán de Moratalla, panettone, pan de higo y algunos bombones. Lo demás sale todo de mis manos 😁.

Pero los roscos de vino que lleva la mencionada caja son de otro tipo a los que yo recuerdo de pequeña; en la casa sevillana los preparan con vino de pasas y van bañados en chocolate blanco. Para mí un rosco de vino tiene esa masa casi hojaldrada y crujiente, con su anís y toque de sésamo, bien rebozados en azúcar glasé para ponerte perdida al devorar uno. Y se hacen con mistela.



Así que me acordé hace unas semanas de que tenía una botella fabulosa de Mistela Moscatel Turís esperando desde el verano pasado a que le diera uso. A mis suegros les regalan mucho alcohol de tipos diversos y los pobres apenas beben nada, así que cuando pueden me endilgan botellas de cualquier cosa 😅. Yo solo bebo cerveza y ocasionalmente vino moderadamente los fines de semana, el elfo nada de nada más allá de mixtas, así que básicamente uso lo que me dan para la cocina. Y la mistela pide Navidad.

Indagando un poco por las redes he visto infinitas versiones de los roscos de vino. Me encanta. Es el típico dulce tradicional de pocos y humildes ingredientes (no tan humildes hace décadas) sin un origen específico pero del que cada pueblo, y casi cada casa, tiene su versión. Ni mejor ni peor, muy similares, pero distintas. Y dan ganas de probarlas todas.

 

Con manteca, con aceite, con mezcla de aceite y manteca, con harina de trigo duro, con harina normal, con mezcla de almendra o con avellana, con más azúcar en la masa o casi nada, con naranja o limón, con canela... Al final fui picoteando de diferentes versiones dando forma a mi propia receta, y he decidido probar a hacerlos solo con manteca primero, para, si tengo tiempo, intentar otra variante vegetariana de aceite. 

Eso tendrá que ser ya en Murcia, pues el lunes, si los astros no se rebelan, saldré rumbo a mi tierra, por fin, pues me come la morriña ya a estas alturas. Veremos cómo se presentan estas fiestas, espero que tranquilas. Este finde tengo tres masas de galletas aún por hornear en Madrid, con la celebración del cumple del elfo esta noche y varias tareas pendientes. ¿Estrés? Un poquico. Pero sarna con gusto no pica. Creo.



Receta de roscos de vino con manteca
Inspiración: las ganas de probar nuevas recetas de Navidad de toda la vida
Ingredientes para unos 20 roscos

- 300 g de harina de fuerza
- 150 g de harina de todo uso
- 150 g de manteca de cerdo ibérico a temperatura ambiente
- 80 g de azúcar glasé para la masa
- ralladura de 1 limón pequeño lavado
- 180 ml de vino dulce mistela o similar
- 1/2 cucharada de ajonjolí (sésamo tostado)
- 1/2 cucharada de matalahúva (anís en grano)
- azúcar glasé extra abundante para rebozar

Precalentar el horno a 150ºC, mezclar las harinas y extender en una bandeja amplia. Tostar en el horno hasta que empiece a coger color sin quemarse, removiendo de vez en cuando y vigilando muy bien. Dejar enfriar por completo y subir la temperatura del horno a 160ºC con aire.

Batir con batidora de varillas o varillas manuales la manteca para que se ponga cremosa, ligeramente. Añadir el azúcar glasé de la masa, tamizándolo previamente si estuviera lleno de grumos, y la ralladura fina del limón, sin parte blanca. Batir un poco hasta cremar homogéneamente.

Añadir el vino, batir un poco más y echar los dos tipos de semillas y la mezcla de harina tostada en dos o tres tandas, mezclando bien. Terminar de incorporar amasando a mano sobre una mesa limpia o encimera hasta formar una masa compacta no pegajosa. Tapar con film y dejar reposar 30 minutos.

Extender la masa con rodillo, con un grosor de 1 cm aproximadamente, y sacar los roscos con un molde de galletas de anillo o con un aro y otro más pequeño, añadiendo un poco de harina si estuviera muy pegajoso. Repartir los roscos en una o dos bandejas de horno con papel sulfurizado sin necesidad de separarlos mucho.

Hornear durante unos 20 minutos, hasta que se doren ligeramente y estén firmes al tacto. Mientras se hornean, preparar un recipiente mediano con abundante azúcar glasé y una rejilla al lado. Con los roscos recién horneados y calientes, ir cogiendo cada uno y rebozar bien en el azúcar, presionando ligeramente para crear una primera capa. Dejar enfriar sobre la rejilla.

Cuando estén totalmente fríos se pueden espolvorear con más azúcar glasé tamizado, dándoles así otro acabado con el azúcar seco. Y para que manchen bien de ese dulce polvillo blanco a todo el que ose coger uno, como manda la tradición.



24 diciembre, 2021

Navidades aún más diferentes - Biberli, otro pan de especias suizo

Pocas y muchas cosas han pasado desde mi última publicación, y es que el tiempo vuela a un ritmo muy particular, lento y rápido a la vez, pero siempre hacia delante, aunque a veces parece que vivamos en un bucle infinito. No quiero sin embargo detenerme demasiado a reflexionar sobre el estado de la pandemia o en qué situación volvemos a enfrentarnos en este país -y el mundo- a las navidades, pues seguro que estáis tan hastiados como yo. Me está afectando más de lo que esperaba, sinceramente, y creo que de cara al nuevo año tendré que pararme a respirar o me acabará explotando la cabeza.

Pero ese es un tema para otro momento.

Yo vengo hoy, día de Nochebuena, a tratar de recuperar ese espíritu navideño del que siempre he presumido con ingenuidad, y del que he dado buena cuenta a lo largo de tantos años en este blog. Puesto que suelo repetir mis recetas favoritas de dulces festivos -y son muchísimas-, además de lo nuevo que comparto en Directo al Paladar, no me queda mucho espacio para traer recetas nuevas aquí. Sin embargo, no me puedo resistir a probar cosas diferentes, y este año he vuelto al recetario suizo gracias al libro 'Schweizer Guetzli' de Andie Pilot cuyo blog, en inglés, os recomiendo encarecidamente.

Imagen de Adrian Michaels - Wikimmedia Commons

He probado alguna recetilla más pero hoy vengo con mi adaptación de un dulce suizo que me encanta, el Appenzeller Biberli (o Biber), originario de dicha región y hoy vendido y consumido por todo el país. Son unos dulces a medio camino entre bizcocho y galleta tierna, de distintos tamaños, muy especiados y endulzados con miel, habitualmente rellenos de mazapán o mezclas de frutos secos. Los originales van adornados con formas tradicionales, pero nos podemos apañar con cortadores corrientes al gusto. 

Antes de dejaros la receta solo quería dar las gracias al mundo en general, y a la sanidad pública en particular, que mi madre pueda celebrar la Nochebuena con nosotros en casa. Cuando bajé del tren la semana pasada mi padre me recibió con una noticia que me dejó un poco en shock en aquel momento: una mamografía rutinaria había desvelado un nódulo feo que un análisis posterior confirmó como masa tumoral. En apenas dos semanas ya tenía fecha para la operación, y el miércoles pasado, mientras se celebraba el sorteo del Gordo, la operaron. Todo salió muy bien y ayer mismo le dieron el alta; ahora está en casa recuperándose pero animada y con ánimo de superar lo que venga por delante.

 

Cuidemos y apoyemos a nuestros sanitarios, no bajemos la guardia con los controles que nos toquen y mimemos y disfrutemos mucho de cada segundo con nuestra familia y amigos. Eso es lo que realmente importa.

Y que no falten los dulces caseros para celebrar en -reducida- compañía de esos momentos. Feliz Navidad a todos.

Receta de Biberli suizo
Inspiración: Suiza, Navidad y Andie Pilot
Ingredientes aproximados para 15 unidades rellenas o 30 sin relleno

- 100 g de miel fluida aromática
- 80 g de azúcar de grano fino (tipo caster) o normal
- 150 ml de leche sin lactosa
- 1 yema de huevo L
- 200 g de harina de repostería
- 125 g de harina de espelta integral
- 10 g de levadura química
- 3 cucharaditas de mezcla de especias Lebkuchen
- 4 g de sal
- masa de mazapán crudo (o pasta de almendras)
- leche para pincelar

Calentar primero la miel si no estuviera muy fluida, sin dejar que hierva, y combinar con el azúcar, mezclando con unas varillas hasta que este casi se funda. Dejar templar un poco y añadir las especias.

Aparte batir la yema con la leche en un cuenco. En otro recipiente más grande, mezclar las harinas, la levadura y la sal, hacer un hueco y verter las otras dos preparaciones. Combinar y trabajar hasta tener una masa homogénea. Dividir en dos, envolver en plástico film y dejar reposar en la nevera unos 30-60 minutos.

Precalentar el horno a 180ºC. Sacar una porción de masa y estirar con el rodillo hasta dejar un grosor de unos 4-5 mm. Cortar círculos de unos 8 cm de diámetro y, si se van a rellenar, colocar en la mitad una porción de masa de mazapán, sin llegar a los bordes. Tapar con la otra mitad , presionado suavemente los bordes para sellarlos.

Distribuir en bandejas de horno cubiertas con papel sulfurizado ligeramente separados; pitar con más leche y hornear durante unos 12 minutos, hasta que estén bien doraditos. Dejar enfriar sobre una rejilla y guardar en un recipiente hermético.



23 diciembre, 2020

Cocadas, coquitos o Kokos-Makrönli, una receta fácil de dulce de Navidad (que falta nos hace)

 

Cocadas

Es inevitable echar la vista atrás en Navidad. Cuanto más mayor eres, cuantos más años cumples, más pesan las fiestas pasadas, los recuerdos adquieren otros matices en la memoria, rememoras sensaciones en las que antes no te fijabas. Y te acuerdas mucho de la gente que ya no está, claro. Eso es lo peor de las fiestas. Unas celebraciones tan profundamente familiares (entiéndase por familia el concepto que cada cual tenga de ella, lazos sanguíneos o no) están condenadas a tener siempre un poso nostálgico y amargo. Es parte de su encanto, supongo. Son agridulces. Y quizá por eso necesitamos a veces endulzarlas mucho más.

Desde luego, si hay un año para llenar las navidades de caprichos golosos que reconforten y nos trasladen a esa infancia en la que éramos (los afortunados que pudimos) felices e inocentes, es este aciago 2020. Qué más queda por comentar ya, a estas alturas. Va a ser un año para recordar en muchos, muchísimos aspectos. A nivel personal, pandemia aparte, también nos ha trastocado bastante y aún nos tenía reservadas algunas malas noticias que, en fin, intentamos que no nos terminen de estropear las fiestas.

 

Cocadas
 

Porque quiero centrarme en lo positivo y dar gracias por las cosas que sí merece la pena celebrar. Ya suelto bilis y doy la tabarra en las redes sociales sobre lo que me indigna y me entristece la falta de responsabilidad, empatía, conciencia social y solidaridad que imperan estos días. Así que me refugio un poco en mi pobre blog, que tan abandonadico tengo, pero al que vuelvo a menudo a recordar tiempos pasados y recetas favoritas.

Mi madre me comentó este verano pasado lo mucho que recordaba unos dulces de coco que mi abuela compraba en cierta pastelería cuando bajaba a Murcia. Tiene ese recuerdo fuertemente grabado en la memoria, de sus días de infancia en la casa de la huerta de mis abuelos, que aún conservamos pero que ya nadie de la familia habita entre sus paredes. Una casa humilde pero que también yo tengo asociada a fuertes recuerdos, y muchos navideños. 

Se me está formando un nudo en la garganta al invadirme sensaciones de golpe inesperadas, y me desvío del tema. Si es que no se me puede dejar escribir.

Cocadas
 

En fin, que yo venía a hablar de estos simples dulces de coco. De cómo me acordé de la ilusión con la que mi madre me describía ese recuerdo infantil de mi abuela volviendo de "la ciudad" con un capricho para sus hijos, cuando los dulces se comían en ocasiones muy contadas. Y como mi elfo aborrece el coco, pero a mi familia murciano-suiza nos encanta, pensé en hacer algo en su honor en cuanto pude volver a mi tierra para las fiestas. Con muchas medidas de seguridad, eso por descontado.

Hay muchas variantes de este dulce en recetarios de toda Europa; en España se conocen como cocadas, coquitos o sultanas de coco, y en Suiza y Alemania se preparan también pastas similares. Supongo que el coco se consideraba un ingrediente muy exótico y excepcional, festivo, hace décadas, y por eso muchos lo siguen asociando a la Navidad.

Receta de cocadas, coquitos o Kokos-Makrönli
Inspiración: los recuerdos de mi madre y la Navidad
Ingredientes aproximados para 25-30 unidades

- 3 claras de huevo L
- 140 g de azúcar
- 1 sobre de azúcar vainillado
- 1 pizca de sal
- 1 limón
- 200 g de coco rallado (aproximadamente)
- 80 g de almendra molida
- Obleas (opcional)

Precalentar el horno a 160ºC y preparr una bandeja con papel antiadherente.

Empezar a batir las claras de huevo con una pizca de sal, con batidora de varillas, hasta que empiecen a montarse. Añadir el azúcar poco a poco a medida que se sigue batiendo. Añadir el azúcar vainillado y seguir batiendo hasta tener una especie de merengue fluido, brillante, con el azúcar completamente disuelto.

Agregar ralladura fina de limón y 15 ml (1 cucharada) del zumo. Incorporar la almendra molida y el coco, y mezclar bien con movimientos envolventes, hasta tener una masa húmeda pero maleable, que se pueda compactar. Es mejor echar el coco poco a poco porque igual no necesitamos todo, o quizás necesitemos más. Depende del tamaño de las claras y cómo se hayan montado.

Repartir la masa en las obleas con una cucharadita, compactándola, dándole forma más o menos redondeada. Disponerlas en las bandeja preparada y hornear durante unos 15-18 minutos, hasta que se hayan dorado un poquito por fuera.

Consejo: están deliciosas si se cubren con chocolate negro fundido una vez frías; también se puede prescindir de la oblea, formar bolitas sobre la bandeja con papel, y sumergir la base en el chocolate después de hornearlas.

Cocadas

 

Siempre he dicho que la víspera de la víspera, el día anterior a Nochebuena, era de mis favoritos. Sigue siéndolo, a pesar de todo. Hoy hemos podido hacer la compra especial para la "gran" celebración (siempre hemos sido cuatro personas, y este año seguiremos siéndolo, más que nunca) y he dado un paseo precioso con mi madre al atardecer, siguiendo el río, con nuestras mascarillas, pero sin dejar de hablar de nuestras cosas. Y bien acompañadas de patos y tortugas.

Disfrutad mucho, todo lo que buenamente podáis, de estas navidades, con responsabilidad y mucha energía positiva. Cuidáos y cuidad a los demás, ahora y siempre. A pesar de todo, ¡felices fiestas!

25 febrero, 2020

En Carnaval, dulces de sartén: receta de Krapfen o berlinesas con mermelada


Escribo esto con la imprescindible melodía del gran Professor Longhair en la cabeza: ¡es Mardi Gras! Algún día podré vivirlo en vivo y directo, o al menos podré visitar Luisiana y Nueva Orleans, cuya historia y cultura me fascinan, más aún desde que disfruté y sufrí con la serie Treme. Su cocina es completamente única y, para qué engañarnos, no del todo ligera.

Pero vuelvo a Europa, porque también me muero de ganas de vivir los carnavales suizos en algún momento de mi vida. Son también muy especiales y me generan una extraña nostalgia, como si ya los hubiera experimentado alguna vez. Será por las historias que me han contado mis padres, las fotos que conservan de entonces y mis indagaciones al respecto por una parte de mi cultura heredada que no he vivido, pero que me atrae poderosamente.

Quizá es la magia del carnaval, la fiesta cristiana más pagana de todas, que imagino solo logró sobrevivir a la severidad de la Iglesia (católica, protestante, o la que se pusiera por delante) porque anticipa la Cuaresma.



"Que bailen, beban, coman y rían todo lo que quieran, a partir de mañana, semanas de ayuno y abstinencia". Sé que todavía hay quien respeta, más o menos, la norma cuaresmal, pero poco tiene que ver con la rigidez de antaño. Claro que para entregarnos al goce sin medida sí que respetamos bien las tradiciones, y los carnavales desatan uno de los capítulos más calóricos y disfrutables de nuestros recetarios tradicionales.



Mantengo mi regla de solo preparar dulces fritos en estas fechas, y no me he podido resistir este año. Lo necesitaba, por extraño que parezca, ya que me producen pereza infinita, y encima tenemos roto el extractor. Algún día me acordaré de llamar para que lo arreglen. Más pereza.

Pero los delicosos Faschingskrapfen lo merecen. La última vez que comí uno fue en Viena, hace casi dos años, en aquel viaje con mis padres y el elfo, cuando pude saciar mi capricho. Estos bollitos fritos son una de tantas variantes que hay por el mundo: Berliner Pfannkuchen o berlinesas, bomboloni, Kreppel, bola de Fraile, bola de Berlim... Básicamente son un dónut sin agujero, que en Austria y gran parte de Alemania y Suiza se rellenan con mermelada, y se cubren con azúcar glasé.



He probado dos variantes a la hora de formar las porciones: haciendo bolitas y estirando la masa para recortar círculos, como si fueran muffins ingleses. Me quedo sin duda con la segunda opción, ya que así adquieren el aspecto tan característico de esos bollos, algo aplastados, con su línea más blanquita en medio. Podéis usar cualquier cortador redondo o un aro de emplatar, aunque recomiendo hacerlos pequeños para manerjarlos mejor -y comer más-.



Receta de Krapfen o berlinesas de Carnaval
Inspiración: los carnavales suizos, Treme, recuerdos de Viena y esta receta
Ingredientes para unas 15-20 unidades, según tamaño

- 180 g de leche o bebida vegetal (usé soja)
- 40 g de mantequilla
- 3 yemas de huevo a temperatura ambiente
- 370 g de harina de fuerza (usé zamorana)
- 1 sobre de azúcar vainillado
- 20 g de azúcar
- 1 buena pizca de sal
- 4 g de levadura seca de panadería o 10-15 g fresca
- Aceite abundante para freír, de girasol o de oliva (yo usé virgen extra porque tengo muchísimo y me va de perlas)
- Mermelada para rellenar (de albaricoque, a ser posible)
- Azúcar glasé

Trocear la mantequilla y poner a calentar en un cazo con la leche, a fuego suave, hasta que se derrita. Dejar enfriar ligeramente.

Combinar en un recipiente la harina con los azúcares, la sal y la levadura. Formar un volcán y echar las yemas batidas ligeramente, y la mezcla de leche y mantequilla.

Trabajar todo hasta tener una masa homogénea y amasar unos 20 minutos hasta que quede lisa y elástica. Yo usé una amasadora porque me era más cómodo estar a otras cosas, pero no es una masa difícil de manejar.

Formar una bola, engrasar un recipiente con mantequilla o aceite, colocar la masa dentro dándole unas vueltas, tapar y dejar que doble su tamaño. Preparar dos bandejas grandes con papel antiadherente o engrasándolas.

Deshinchar y volver a amasar un poco. Estirar muy bien con un rodillo, dejando un grosor de 0,5 cm como máximo. Recortar porciones con un cortador redondo e ir colocándolas en las bandejas, algo separadas. Repetir hasta terminar con la masa y taparlas con un paño limpio. Dejar que crezcan hasta 3/4 de su tamaño.

Calentar un cazo o sartén profunda con abundante aceite, procurando que alcance los 170ºC-175ºC. No debe humear ni pasarse de temperatura, o podrían quemarse por fuera y quedarse crudas por dentro. Preparar una fuente con papel absorbente y una espumadera.

Freír en tandas de unas tres o cuatro unidades, dándoles la vuelta cuando estén doradas por cada cara. Retirar con la espumadera e ir depositando sobre el papel. Continuar hasta terminar con todas.

Unas vez frías, rellenar con mermelada usando una manga pastelera de boquilla pequeña. o con una jeringuilla. Espolvorear con una capa generosa de azúcar glasé, y a disfrutar.

Nota. Esta vez no me he molestado en dividir cantidades así que el elfo y yo hemos desayunado y merendado de maravilla en los últimos días. Si se guardan en un recipiente hermético cubierto de papel de cocina aguantan bien varios días en la nevera, aunque el azúcar glasé se derretirá: entonces quedarán como glaseados con almíbar. Calentarlas 30 segundos en microondas a potencia mínima y comer inmediatamente.



Daos un capricho carnavalero hoy, aunque no sea tradición en vuestra tierra; hay costumbres que merecen ser respetadas. Del Miércoles de Ceniza, ya hablaremos en otra ocasión.
02 febrero, 2020

Galettes de trigo sarraceno (o crêpes sin gluten aprovechando La Candelaria)

¡He vuelto!

Bueno, en realidad nunca me fui realmente, pero 2020 se ha estrenado con un mes de enero tan pesado como veloz, si es que eso tiene algún sentido. Ya sabéis, el tiempo es relativo, y llega una edad en la que parece que se estira y se estira como un chicle, y cuando te das cuenta ha volado.


Ya no tiene sentido repasar nada de las navidades, porque en realidad tampoco tengo mucho que destacar; y eso es bueno. Solo diré que me traje de Murcia algún dulce para superar la morriña, y que guardo como oro en paño la última torta de Pascua. Ardo en deseos de devorarla pero al mismo tiempo me da pena que se termine. Y ya veis qué tontería, si tanto me gusta, ¿por qué no hago más? ¡No! Son exclusivamente navideñas. El multiverso implosionaría si horneara tortas fuera de su época.

La excusa para volver y estrenar -ejem- el año en el blog es que hoy se celebra La Candelaria. Y como no puedo hacerlo a la murciana, en mi barrio de Santa Eulalia, pues me paso al país vecino con La Chandeleur. A estas alturas ya sabréis que allí es típico preparar y comer crêpes, con su ritual para que aporte suerte, así que me ahorraré más explicaciones.

Tenía ganas de hacer una de las versiones más humildes de esta masa plana, conocidas normalmente como galettes. Solo con harina de trigo sarraceno (alforfón), huevo, agua y mantequilla, que en mi caso he usado el famoso sustituto sin lactosa, pero simplemente porque tenía una tarrina abierta. Sí son naturalmente sin gluten, por lo que la masa es más quebradiza y tienen una textura más rústica, pero eso es lo que más me gusta.


Se supone que deben quedar más finitas pero a mí me gustan un poco más gruesas, supongo que inconscientemente busco la forma que le da mi padre a las Omeletten suizas. Preparadlas como prefiráis; es una masa versátil para rellenar con dulce o salado. Doy fe de que están muy ricas con pisto y queso, tal y como probé hace unos años en Toulouse, un tórrido día de agosto.

Receta de galettes de trigo sarraceno
Inspiración: La Candelaria y esta receta
Ingredientes para unas 5-8 unidades

- 15 g de mantequilla derretida (y un poco más para cocinar)
- 125 g de harina de trigo sarraceno (alforfón)
- 1 huevo L
- 250 ml de agua
- 1 pizquita de sal

Derretir la mantequilla y dejar que se atempere un poco para que no esté muy caliente.

Mezclar ligeramente en un cuenco la harina con el huevo, añadir la mantequilla, remover y echar el agua y la sal. Mezclar bien con las varillas hasta que no haya grumos secos.

Tapar y dejar reposar 20-30 minutos, en la nevera si hiciera calor o pasara más tiempo.

Calentar una buena sartén de unos 20-22 cm de diámetro, engrasar ligeramente con mantequilla y cocinar las crêpes repartiendo la masa bien por toda la superficie.

Yo echo la masa usando una jarra, vertiendo las porciones directamente en el centro y girando la sartén con la mano, levantándola antes de dejar que cuajen.

Dar la vuelta cuando se despeguen los bordes, dorar un poco por el otro lado, retirar a una fuente y mantener tapados con plástico film mientras se termina con la masa.



¡Feliz Candelaria! Cualquier excusa es buena para preparar crêpes, filloas, frixuelos, crepas, galettes  Omeletten un domingo.
15 abril, 2019

Pastel de queso fresco, yogur, avena y fresas: una receta ligera y rica en proteínas (el intraducible Quarkauflauf)


He llamado "pastel" a esta receta de queso fresco, yogur. avena y fresas porque, sinceramente, no sé cómo traducir el término Auflauf alemán. En cocina se refiere a algo horneado o gratinado, aunque en este caso realmente no estamos gratinando nada. Sería algo parecido al casserole de los estadounidenses, que también es algo que se hornea, en este caso casi siempre salado. Mi receta creo que se parece más a un pastel y así se queda -lo de definir exactamente "pastel" y sus supuestas diferencias con una tarta lo dejamos para otro día-.



Hoy va a ser un día largo porque mañana POR FIN salgo para Murcia a pasar allí el resto de Semana Santa, mi cumpleaños, las Fiestas de Primavera y, ya de paso, para votar. Un completo, vaya, así ha coincidido este año el calendario. Lo cierto es que necesito este paréntesis como agua de mayo, a lo tonto son ya más de cuatro meses sin pasar por mi tierra y, sobre todo, sin ver a la familia. Y me he dado cuenta de que me hace mucha, mucha falta escaparme por unos días.



Mi único plan es pintar huevos, decorar la casa con cosas de Pascua y hornear y cocinar todo lo que pueda en familia. Y disfrutar como nunca de los platos de mi madre, de Murcia en primavera, de las procesiones, de las fiestas y de la comida huertana. Pasaré calor, eso ya me lo temo, pero al menos me servirá de entrenamiento para afrontar el inminente verano sin tanto susto.

Ojalá llueva un poco, me gustan tanto la lluvia de primavera en Murcia, es como catárquica... que no quiero estropear las fiestas a nadie, pero, sinceramente, la tierra lo necesita. Es poco probable que caiga agua otra vez hasta finales de verano, así que mejor agradecer lo que pueda venir en las próximas semanas. No sería la primera vez que hemos pasado un Bando de la Huerta mojado o que hemos enterrado a la Sardina bajo una cortina de lluvia. Hay una foto mía vestida de huertana con el refajo chorreando que lo demuestra.



Volviendo a la receta, este Auflauf es un poco una limpieza de nevera que improvisé hace unos días para ir dando salida a productos que no podía dejar en la nevera, porque el elfo no se los iba a tomar. La mezcla básica es simple y bien conocida en la blogosfera germanoparlante: queso quark/yogur o similar, huevos, fruta y algún toque de cereal. La textura es jugosa y esponjosa, recordando a un clafoutis algo más rústico y, sobre todo, más grueso, más "mordible". Y es muy popular porque resulta tremendamente sencillo crear una versión fit, lowcarb o healthy. A mí me interesa porque es rico en proteínas, saciante y nutritivo sin resultar un golpe al estómago.



Yo no he añadido nada de azúcar ni edulcorante; me gusta el sabor puro de los lácteos y las fresas bien dulces y aromáticas hacen casi todo el trabajo. Así tengo un "pastel" que me apetece tanto para desayunar como para tomar de postre o merienda, o incluso para cenar una buena porción si he salido a correr tarde, perfecto para recuperar. Ya haré una versión no-tan-sana para convertirlo en un postre como los dioses mandan, que a mi padre estas cosas le gustan mucho.


Pastel de queso fresco, yogur, avena y fresas - Quarkauflauf
Inspiración: la cocina germano-suiza y la primavera
Ingredientes para unas 4-6 raciones

- 2 huevos
- 75 g de claras de huevo
- 450 g de queso fresco batido desnatado o quark desnatado
- 150 g de yogur skyr natural o griego (griego de verdad)
- 75 g de azúcar o edulcorante equivalente (opcional, yo no puse nada)
- ralladura de naranja
- 1/2 cucharadita de esencia de vainilla
- 1/2 cucharadita de cardamomo molido
- 1/4 cucharadita de sal
- 100 g de harina de avena
- 20 g de copos de avena finos
- 500 g de fresas o fresones bien dulces
- almendras crudas en bastones o laminadas al gusto
- un poco de mantequilla o aceite para engrasar el molde

Precalentar el horno a 175º C y engrasar ligeramente un molde de tamaño medio, que sea de pareces altas, como para gratinar pasta o algo así. Lavar y secar con suavidad las fresas, cortar los rabitos y trocear en piezas de tamaño medio, un poco a ojo. Cuando más pequeñas, más se integrarán en la masa. Yo pesé los 500 g una vez cortadas. Reservar.

Batir en un recipiente mediano los huevos con las claras hasta que casi tripliquen el volumen. Añadir el queso fresco y el yogur escurridos, el azúcar si lo usamos y la ralladura de naranja, la vainilla, el cardamomo y la sal. Volver a batir un poco.

Incorporar la harina de avena previamente tamizada con los copos y el bicarbonato. Si quedaran grumos secos, usar unas varillas. Echar por último las fresas y mezclar con movimientos envolventes, hasta que queden bien integradas.

Llenar el molde y cubrir con almendras al gusto. Hornear durante unos 50-60 minutos, girando el molde si fuera necesario a mitad de la cocción para que se dore por igual. En los últimos 10 minutos, subir el nivel de la rejilla para que se gratine más por arriba; si se dora demasiado, cubrir con papel de aluminio. Al pinchar el centro con una brocheta debe salir solo ligeramente húmeda.

Dejar enfriar completamente antes de servir. Si lo dejamos reposar unas horas en la nevera ganará en consistencia, con una textura más firme y los sabores más asentados. En cualquier caso, conservar siempre en frío buen tapado.


Si ya estáis de vacaciones, ¡que disfrutéis mucho! Y en caso contrario... ¡ánimo que queda poco!
29 junio, 2018

Crêpes de avena y centeno con compota de fresas y chía - Ay, el verano...

No voy a decir que el tiempo pasa en un suspiro, porque todas estas semanas en las que he dejado mi pobre blog en barbecho han dado para mucho. Tampoco es que haya emprendido grandes proyectos y aventuras, pero tampoco tengo la sensación de que hayan volado. Vino mi madre en su visita de final de primavera habitual y luego disfrutamos de días de lluvia y fresco casi hasta rozar el verano, y yo quise disfrutarlos. Pero el estío llegó y ya entro en modo zombie; me cuesta horrores hacer cualquier cosa y me pongo de mal humor a la mínima. Por suerte preparar unos crêpes de avena y centeno como estos no requiere grandes esfuerzos, ni arriesgarse a morir de asfixia por encender el horno.


Me resulta extraño pensar que hace ya un año que estamos viviendo en nuestra casita, que en estas fechas vivía entre cajas haciéndome al nuevo barrio y recibiendo cada día a un obrero, carpintero, fontanero o electricista. Y con un gatito muy pillín que no paraba de hacer trastadas mientras crecía a la velocidad del rayo. Las trastadas las sigue haciendo, pero ahora es un tigre enorme y tampoco lleva muy bien el calor, así que se pasa el día tirado buscando los rincones más frescos de la casa.



Estos crêpes llevan ya su tiempo esperando a ver la luz y hoy no tenía ningunas, ningunas ganas de ponerme a escribir un rato más después de una sesión intensa de trabajos domésticos. Pero me daba pena tener mi querido blog como mi última prioridad en la vida, cuando hace años tenía que contenerme por publicar a diario. Al menos no quiero dejar pasar un mes entero sin publicar, y esta receta va para cumplir con el mes de junio. Que, a pesar de todo, no está siendo el infierno caluroso de los últimos veranos.


Porque recordemos que hace dos o tres años tuvimos la primera ola de calor bien pronto, pero olaza de esas de 40 grados a diario y sin bajar de 27 de madrugada. Lo peor fue que se encadenaba una con otra, y encima el elfo y yo tuvimos dos bodas que fueron, digamos, ardientes. Y el año pasado precisamente llegó el calorazo muy pronto, justo en plena mudanza. Porque empaquetar tu vida, transportar muebles y montar tu nuevo hogar no era ya un trabajo lo suficientemente agotador.


Definitivamente, todavía no ha pasado el tiempo suficiente de la mudanza como para recordarla con cierto cariño y nostalgia. Solo cruzo los dedos para no tener que repetir en muuuucho tiempo, y si llega el día ya procuraré que caiga en la fresca primavera o el suave otoño.

Ya he comentado alguna vez que me gustan muchísimo los crêpes y que no sé por qué no hago más a menudo. Tengo mi versión de la receta más clásica con chocolate y plátano, la ligera variante "a la suiza", aprendida de mi padre, y también hice hace un tiempo una opción rústica con centeno para rellenar setas. Esta vez improvisé un poco sobre la marcha una tarde que no había pan para cenar -¡drama!-. El elfo se los tomó con relleno salado pero yo me di el capricho de hacer una compota rápida de fresas maduras con chía, que estaba deliciosa con yogur griego natural.



Crêpes de avena y centeno con compota de fresas y chía
Inspiración: la falta de pan y las ganas de liarme a cocinar
Ingredientes para 2 personas

- 2 huevos L de gallinas felices (tamaño aproximado)
- 250 ml de bebida vegetal o leche sin lactosa (o la leche que tengáis)
- 50 g de harina de avena (copos triturados en casa)
- 10 g de harina de centeno integral (o espelta)
- 1 chorrico de agua (aproximadamente 20 g)
- 1 pizca de sal
- ralladura de limón
- gotas de esencia de vainilla
- mantequilla para engrasar

- fresas maduras u otra fruta aromática
- zumo de limón o naranja
- vainilla o canela (opcional)
- semillas de chía

Tan sencillo como batir los huevos un poco antes de añadir todos los demás ingredientes, dejando una textura semilíquida sin grumos secos. Se puede hacer a mano con varillas, con batidora de varillas, con robot de cocina, con batidora de vaso o con batidora de brazo de inmersión (minipimer).

Tapar y dejar reposar mínimo 20 minutos. Si hace calorazo, casi mejor que en la nevera, sobre todo si va a pasar más de media hora.

Calentar una buena plancha o sartén antiadherente, engrasar con una nuez de mantequilla (o aceite de girasol) y cocinar los crêpes procurando que no salgan muy gruesos. Yo hago la masa en una jarra, así es más fácil de verter directamente. Ya tanteo a ojo la cantidad necesaria, al principio usaba un medidor para no pasarme.

Ya sabéis, hay que girar la sartén para que se extienda toda la masa bien y dejar cocinar un par de minutos hasta que se puedan levantar los bordes y el centro esté cuajado. Yo despego un poco con una espátula y les doy la vuelta con las manos.

Mantener en caliente apilándolos mientras terminamos con toda la masa. Se pueden calentar un poco en el microondas si hiciera falta, pero hay que guardarlos bien tapados para que no se resequen.

Para la compota de fresas solo hay que trocear setas maduras bien lavadas, cocerlas con un poco de limón o naranja y una vaina de vainilla, y chafarlas a lo bruto con un tenedor. Añadir una cucharada bien colmada de semillas de chía y dejar que espese en frío.




¿Cómo os gustan a vosotros los crêpes? ¿Sois más de salado o de dulce? ¿Enrollados o en triángulos? ¿Filloas, frixuelos, galettes...? ¡Hay tanta variedad y tantos rellenos posibles! En serio, ¿por qué no hago más a menudo?

¡Buen fin de semana!
11 mayo, 2018

Madeleines de lavanda y naranja para celebrar la primavera

Estoy alucinando con la explosión de primavera que hay en la zona por donde salgo a correr. Hay un caminito que cojo para dar la vuelta en mi circuito que está casi impracticable de las plantas llenas de flores que han surgido estos días; no me quejo, ¡faltaría más! Tanta lluvia ha dado sus frutos y tenemos que aprovechar que todavía la naturaleza nos regala cosas así. Por eso hoy vuelvo con dulce, unas madeleines de de lavanda y naranja inspiradas por esta época.


Mis primeras madeleines de verdad las probé en Francia, y cuando encontré en París un molde precioso de metal de calidad no pude evitar hacerle hueco en la maleta. Lo guardo como oro en paño y sigue perfecto, aunque tengo que admitir que de tan bien guardado que está se me olvida usarlo. Muy mal por mi parte, con lo fácil que es preparar la masa y lo riquísimas que salen.

También es cierto que aún sigo con cierto caos organizativo en casa. Va a hacer pronto un año que nos mudamos, y sigo sin tener del claro cómo organizar y guardar todas las cosas de cocina, entre ingredientes, utensilios, vajilla, accesorios y mil chorradas más. La semana pasada montamos un mueble nuevo (¡vitrina cerrada a prueba de gatos trepadores!) y tengo que volver a replantear cómo clasificar todo. En esas estoy... y de pronto encuentro cosas que había olvidado que tenía.


La mudanza me puso los pies en la tierra y ya no compro casi nada nuevo de cocina, ni se me van las manos como una loca cuando encuentro ingredientes raros. Bueno, ejem, esto último quizá no es cierto del todo, pero si me controlo un poco más. Y desde luego que me he propuesto usar más todo lo que tengo, productos incluidos; no quiero que me vuelvan a caducar especias por miedo a que se me gasten. Es absurdo.

Estas madeleines son muy sencillitas, esponjosas y muy aromáticas, sin empalagar, perfectas para sacar con el café. El toque floral de lavanda es de mis favoritos -casi el único que tolero, junto con el azahar- en repostería, y combina muy bien con la naranja. Son aromas que me inspiran días primaverales como estos, de tardes largas y soleadas pero con alguna que otra tormenta traicionera, que sigue alimentando los verdes campos. Ya llegará el verano, ya...


Si no tenemos bandeja de madeleines se pueden hacer perfectamente en otro tipo de moldes, mejor de tamaño pequeño. Yo aproveché que me sobró un poquito de masa para hornear mini muffins; ¡no iba a malgastarla! Supongo que todo de golpe en molde de bizcocho también saldría rico.

Receta de madeleines de lavanda y naranja
Inspiración: la primavera y recuerdos de París
Ingredientes para unas 10 unidades

- 85 g de mantequilla sin sal
- 2 huevos de gallinas felices
- 50 g de azúcar
- ralladura de naranja
- 1/2 cucharadita de flores de lavanda comestibles
- 1 cucharada de panela o azúcar moreno
- 1 cucharada de miel local floral
- 95 g de harina de repostería
- 1 cucharadita de bicarbonato sódico
- 1/2 cucharadita de sal

Derretir la mantequilla y dejar enfriar un poco. Estrujar el azúcar con la ralladura de naranja y la lavanda en un recipiente mediano para liberar los aromas. Añadir el azúcar moreno y la miel, los huevos y la mantequilla, y batir todo muy bien hasta que crezca el volumen.

Agregar la harina con el bicarbonato y la sal, mejor si lo tamizamos, y combinar con suavidad hasta tener una masa homogénea sin grumos. Tapar y dejar en la nevera 30 minutos.

Precalentar el horno a 200ºC. Engrasar un molde de madeleines -personalmente no me gustan mucho los de silicona- con mantequilla. Llenar una manga pastelera con la masa y rellenar las cavidades sin llegar a cubrirlas del todo. O echar directamente con una cucharilla.

Hornear durante unos 8-10 minutos, hasta que se hayan dorado. Esperar a que se enfríen sobre una rejilla antes de servir.



Lo dicho, muy sencillas pero exquisitas, y quedan estupendamente en una bandeja si tenemos visita e invitamos a tomar café o té. Aguantan bien un par de días en un recipiente hermético.

¡Buen fin de semana!
23 julio, 2017

Aprikosen-Hefekuchen - pan semidulce levado con albaricoques

El verano está pasando rápido y lento al mismo tiempo. Todo depende la perspectiva, claro, como ocurre siempre en esta vida. Es leeeento, porque aún estamos en julio y no veo el momento de que los días de verdad se noten más cortos y que refresque cuando se ponga el sol. Pero va muy rápido, ¡ya casi es agosto! Y viene ajetreado, para variar. Pero mientras me voy preparando, sigo horneando, como este pastel levado de albaricoques y almendras, o Aprikosen-Hefekuchen/Blechkuchen. ¡Que se nos acaban los albaricoques, horror!

Aprikosen-Hefekuchen

Cada vez que paso por el supermercado/frutería me llevo unos cuantos; sufro mucho pensando en el día que ya no habrá más. Todavía se pueden encontrar algunos muy ricos y son mi picoteo preferido estos días, cuando parece que tengo hambre a todas horas. Más bien bajones de energía mezclados con una sed extrema; me despierto muy temprano y luego voy medio zombie. Además, desayuno varias veces a lo largo de la mañana, y aún así suelo almorzar en horario suizo -mediodía literal- cuando estoy sola, porque ya mi estómago no aguanta más. Y claro, pronto por la tarde el cuerpo me pide otra vez nutrientes, pero el calor de la siesta me quita un poco el apetito. Solución: ¡fruta!

Aprikosen-Hefekuchen

Salvo que esté muy enferma, nunca se me quitan las ganas de comer fruta, y el verano es un festín. Así que ya sabéis, aprovechad para cocinar muchas cosas ricas con ellas, a conservarla en mermeladas y compotas, a preparar helados y polos caseros y a usarlas también en salado. Pero yo hoy vuelvo a una de mis recetas favoritas, un pan plano semidulce típico de centroeuropa, que podría recordar un poco a la focaccia.

Aprikosen-Hefekuchen

A no ser que lo horneé para compartir de postre o merienda, estas masas cada vez los hago más a mi gusto -al fin y al cabo soy yo la que se las come-. Es decir, más rústicas y sin complicarme mucho: con harinas integrales, poco azúcar, poca grasa, mucha fruta, frutos secos y hierbas aromáticas. En otoño ya recuperaré más la canela, el jengibre y el cardamomo, pero ahora me encanta combinar la fruta con tomillo, romero, lavanda o salvia.

Aprikosen-Hefekuchen


Receta de Aprikosen-Hefekuchen
Inspiración: esta receta y mi pasión albaricoquil
Ingredientes para 1 pan plano de tamaño medio-grande

- 30 g de mantequilla sin sal
- 10 g de levadura fresca de panadería
- 1 huevo L
- 130 ml de leche o equivalente vegetal (uso de soja)
- 1/2 vaina de vainilla
- 1/4 cucharadita de sal
- 30 g de azúcar
- 100 g de harina integral de espelta
- 100 g de harina de trigo de repostería
- 50 g de harina de trigo de fuerza
- albaricoques frescos
- almendra cruda en bastones o laminada
- hierbas provenzales
- limón
- azúcar moreno
- leche extra o huevo batido para pintar

Derretir la mantequilla o dejarla muy blanda (es poquita y en verano se pone blandurria enseguida). Calentar la leche sin que llegue a hervir con la vaina de vainilla. Infusionar unos minutos, dejar enfriar hasta que no queme y retirar la vainilla. Desmenuzar la levadura y mezclar.

En un recipiente grande mezclar las harinas con el azúcar y la sal. Hacer un hueco y echar la leche con levadura, empezar a mezclar y añadir la mantequilla. Trabajar la masa hasta que quede homogénea.

Amasar sobre una superficie limpia hata tener una textura elástica y suave. Formar una bola, poner en un cuenco engrasado con aceite o mantequilla y tapar. Dejar levar hasta que doble su tamaño. Mientras tanto lavar los albaricoques, retirar los huesos y cortar en gajos o medias lunas.

Aprikosen-Hefekuchen

Aplastar la masa y reamasar un poco. Cubrir una bandeja o fuente de horno con papel sulfurizado y extender la masa encima. Se puede usar rodillo, pero en ese momento no sé en qué caja andaba, así que lo hice a mano, a lo rústico.

Distribuir la fruta por encima, presionando ligeramente, y añadir las almendras, hierbas y ralladura de limón. Se puede echar un poco de azúcar moreno sobre los albaricoques, sobre todo si no están del todo maduros. Tapar con un paño y dejar levar 30 minutos.

Precalentar mientras el horno a 200ºC. Pintar la masa, especialmente por los bordes, con leche o huevo batido, si se desea, para darle un tono más dorado y brillante. Hornear durante 30-35 minutos, bajando la temperatura a 180ºC cuando pasen los primeros 15. Dejar enfriar sobre rejilla.

Aprikosen-Hefekuchen

Otro síntoma de que el verano va rápido/lento: estoy escribiendo esto mientras veo el final del Tour. ¡Qué larga parece la carrera cuando empieza, y qué veloz se me ha pasado! Y qué bonito es París, jo, qué ganas de volver a saldar mis cuentas pendientes con ella.

¡Feliz final e inicio de semana!
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