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El dub visto por la enciclopedia Virgin (bibliografía reggae)



Otro libro clásico que durante muchos años ha servido de referencia a los reggaéfilos es la Virgin Encyclopedia of Reggae, que como su título indica trata de englobar (casi) todo lo que se conoce del género y sus subgéneros hasta la fecha de publicación (1998, al menos la edición que yo tengo), como dice Lloyd Bradley en Bass Culture: "se presenta en orden alfabético, desde los Abyssinians a Tappa Zukie, con biografías resumidas y discografías detalladas, y al hacerlo describe la música jamaicana desde el primer ska hasta el último dancehall. Todo de manera muy accesible". La edición la dirigió Colin Larkin, quien imagino que tuvo a su disposición todo un ejército de hormigas que recorrieron Jamaica, Inglaterra, Reino Unido y gran parte del resto del universo en busca de toda la información que han recogido y que hace las delicias de los que amamos el asunto.

Eso sí, tiene una pega importante: ni una imagen/ilustración en el interior, aparte de que la cubierta es bastante fea (pese a la foto de Lee Scratch Perry micrófono en mano).

Pese a ello, es un libro que con el tiempo no he dejado de leer, no ya por las frecuentes consultas sobre artistas oscuros de los que no he encontrado apenas nada en internet o en otros libros, sino porque la redacción de los artículos no es enciclopédica sino que se trata de minibiografías narradas con gusto y ritmo, además de algunas entradas sobre estilos o conceptos jamaicanos, como este sobre el dub (matando dos pájaros de un tiro, sí señor; por cierto, disculpen de nuevo la traducción libre y apresurada):

DUB: reggae crudo en esencia, esta forma de culto y al mismo tiempo eternamente popular elimina la mayoría de la melodía de la música en la mesa de mezclas, dejando la sección rítmica (música 'drum 'n' bass' en la jerga del reggae) y residuos de los otros instrumentos, a menudo con abundantes capas de eco. Los discos de reggae con efectos sonoros y arreglos datan de la época del ska. Para 1969-1970 muchos productores, entre ellos Lee Perry, Chin-Randy's, Joe Gibbs, Bunny Lee y Lynford 'Andy Carpp' Anderson, estaban haciendo temas en gran medida instrumentales que dependían en gran medida de la sección rítmica (Clint Eastwood de los Upsetters en 1970, por ejemplo), y solo faltaba incorporar unidades de delay como la Copycat y la Echoplex para iniciar el boom del dub.

En 1972, animado por Bunny Lee, King Tubby, un ingeniero de electrónica y propietario de sound system comenzó a mezclar discos en un cuatro pistas y para finales de 1973 su nombre aparecía como artista en las versions (el nombre es una corrupción de la "versión instrumental" o "versión 2") de los singles de otros artistas, especialmente los de Bunny Lee y Lee Perry. Al mismo tiempo, el ingeniero Sylvan Morris en los Harry J./Studio One y Errol Thompson en Randy's experimentaban también con el sonido dub. Álbumes completos de dub de tiradas limitadas comenzaron a aparecer de manera ocasional en las tiendas, y rápidamente se convertían en artículos de coleccionista. Entre las más conocidas están las colaboraciones entre Perry y Tubby, como el ingenioso LP en stereo Blackboard Jungle Dub, que tenía tres remezclas diferentes, una para cada altavoz y otra para los dos, y King Tubby Meets the Upsetter At the Grass Roots of Dub, un disco que fue el álbum reggae underground por excelencia de 1974 en el Reino Unido. Las mezclas extraordinariamente precisas, a menudo de una potencia asombrosa, de Tubby también enriquecieron numerosas producciones de Bunny Lee y sus sellos Jackpot, Justice y Attack.


Para mediados de los 70 prácticamente no se publicaban singles de reggae sin una versión dub en la cara B y artistas como Augustus Pablo y Glen Brown se habían labrado una carrera con música instrumental en forma dub. Nuevos ingenieros como Prince (posteriormente King) Jammy, Pat Kelly (también cantante) y Scientist fueron tomando el relevo de los mezcladores originales de dub, pero para 1982 el boom original estaba prácticamente agotado, salvo algunos acérrimos del género como los ingenieros británicos Mad Professor y Adrian Sherwood. Sin embargo, para 1991, una nueva hornada de músicos inspirados por el dub como Jah Shaka, Sound Iration y los Disciples habían fundado el movimiento "new roots", situando de nuevo al estilo en el mapa, aunque con equipo digital e intenciones modernas. [...]


Reggae, Rasta, Revolution

Cuando me llegó el libro por correo, habían pasado ya años desde que leyera en la selecta bibliografía incluida por Lloyd Bradley en Bass Culture que Reggae, Rasta, Revolution (subtítulo: Jamaican Music from Ska to Dub), de Chris Potash, es "una antología muy disfrutable que construye un cuadro poliédrico de la estructura, la política, la religión, la sociología, la internacionalización y los realizadores del reggae".

Hacía tanto tiempo que no recordaba que es una colección de textos de diferentes autores y, pese al admirable título, tardé tiempo en prestarle atención, ya que los libros de música que agarran de aquí y allá para presentar un mejunje final vendible sin pies ni cabeza no me atraen demasiado. Tampoco ayudaba la foto de Marley en la portada (no por Marley en sí, sino por prejuicios anticomerciales) ni la ausencia de fotos en el interior.

Craso error. Con el tiempo, el libro de Potash es uno de esos textos a los que se vuelve continuamente y por ese motivo agradezco tanto las notas a lápiz que, para desgracia de los que mantienen sus libros tan pulcros como el día que los compraron, tomé al margen. Tanto garabeteé sobre sus páginas que me está costando mucho seleccionar textos con los que ilustrar la riqueza del compendio de Potash, que aparte de seleccionar y editar los materiales procedentes de revistas, periódicos, libros y webs, escribe una presentación de diez páginas que toca algunos temas centrales de la música de la isla: mística y política, los inicios saltarines del ska y la psicodelia del dub, la curiosa pasión jamaicana de los skinheads, la globalización del reggae...

Vamos ya con algunos ejemplos del tipo de temas que recoge el libro (a veces basta con el título):

Linton Kwesi Johnson, poeta dub
  • "Reggae, rastafarianismo e identidad cultural", de Verena Reckord.
  • El lenguaje y la identidad de los rastas, de John W. Pulis.
  • Textos sobre Marley: una entrevista de Bob con Melody Maker, un artículo sobre el viaje de Marley a Zimbabwe, una entrevista con Rita, Ziggy y Cedella Marley.
  • Un texto del crítico rock Lester Bangs en el que analiza sus motivos para amar el reggae.
  • Una entrevista con Jimmy Cliff.
  • Cuatro páginas de Lloyd Bradley escritas en 1996 en las que explica a los incrédulos que el creciente mercado de reggae en CD ofrecía algunas ventajas a los aficionados al género. 
  • Un análisis  de Hebdige sobre marginalidad, criminalidad y rebeldía que traza una línea desde los tambores rebeldes de las plantaciones hasta los rastas pasando por los rudies o matoncillos urbanos.
  • Artículos sobre Lee Scratch Perry y Buju Banton.
  • La identidad jamaicana a través del dub y Linton Kwesi Johnson en UK.
  • La explosión del dancehall.
  • ¿Qué demonios es un sound system? por Andrew C. Campbell (alias Tuffie)
  • Los nexos entre los indígenas americanos y el pueblo negro, entre el jazz y el reggae, etc etc etc.
En definitiva, una pena que no hubiera pillado antes el libro, porque de haberlo leído antes de escribir "Reggae: una cultura supersónica", lo habría fusilado a diestro y siniestro. Os dejo con un fragmento del texto de Bradley incluido en el libro que me llamó especialmente la atención:

El reggae siempre fue instantáneo en su relación entre el música y su público. Es un evento de participación masiva, con el énfasis en la masa, totalmente apartado del concepto triste y solitario de sentarse a escuchar discos con auriculares, moviendo la cabeza y murmurando 'lo impresionante' que es. De hecho, el rock progresivo y sus sucedáneos parecen haber ignorado Jamaica por completo. Desde el primer día, en los años cincuenta, la dirección del reggae la dictaron las personas a las que iba dirigido. Y todo lo que la gente quería [...] era mover el cuerpo.

Los ritmos africanos del reggae (y IV)


(cerramos aquí la conexión rítmica rasta-África-reggae, en este caso con un fragmento de la Rough Guide, un libro del que ya hablamos en la bibliografía reggae -disculpen de nuevo la apresurada traducción, es un libro que sorprendentemente aún no tiene versión en español-; y más abajo os invitamos a escuchar otra exhibición de percusiones jamaicanas, Keep Cool Babylon, de Ras Michael & The Sons of Negus)

Mucho antes de que Jamaica tuviera una industria discográfica, la música desempeñaba un papel vital en las vidas de la gente, sobre todo de la mayoría pobre. De generación a generación sobrevivieron fuertes y variadas tradiciones y no faltaban los acompañamientos musicales en los funerales, las ceremonias religiosas, el trabajo y los eventos sociales de todo tipo. Desgraciadamente, como con todas las auténticas músicas populares, los ejemplos de estas tradiciones solo se grabaron cuando ya habían dejado de ser centrales ─o estaban a punto de dejar de serlo─ para la vida cotidiana de la mayoría de los jamaicanos, incluso en las áreas rurales. [...]
La mayoría de los jamaicanos descienden, al menos en parte, de africanos del centro y de la costa occidental de África, esclavizados por los ingleses para trabajar en las plantaciones que hicieron de la isla una valiosa colonia desde la mitad del siglo XVII hasta la abolición de la esclavitud en 1838, como recordaron al mundo tantos cantantes reggae de los setenta. No es extraño que la cultura folclórica haya reflejado directamente esta herencia, no solo en lo que ha retenido de África ─sobre todo el papel central del tambor─ sino también en los elementos de la cultura que se les impuso en Jamaica. A este híbrido de elementos africanos y europeos ─sobre todo británicos─ se le añadieron los de otras razas [...]
[...] Dos de las tradiciones folclóricas jamaicanas más influyentes datan del auge de los cultos evangelistas durante mediados del siglo XIX [...] Tanto el Revival Zion como la Pocomania combinaban elementos religiosos africanos y cristianos, e incluían palmas, golpes con los pies y la utilización de bombo, caja, címbalos y maracas.
La influencia de los dos se encuentra, junto con las misas de las iglesias bautistas a la estadounidense, en los primeros discos del grupo jamaicano vocal más exitosos de los sesenta, los Maytals (más tarde conocidos internacionalmente como Toots and the Maytals). Los ritmos de las misas de Pocomania también han resurgido en los dancehalls. El innovador productor jamaicano Lee Perry, por ejemplo, se habría inspirado en estos ritmos para componer su éxito People Funny Boy [etc. etc.]


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Los ritmos africanos del reggae (III)


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Continuamos la serie sobre ritmos africanos y reggae con otro de los grandes libros clásicos de referencia para la música jamaicana: Reggae Routes: The Story of Jamaican Music, de Kevin O'Brien Chang y Wayne Chen.

Se trata de un libro que cuenta la historia del reggae en relativamente pocas páginas (teniendo en cuenta que toca más de cuatro décadas de música), pero la verdad es que lo resume muy bien y tiene bastante puntos fuertes.

Para empezar, es la historia de la música jamaicana contada por dos jamaicanos, algo poco habitual. Por ello, y esto es otro punto a favor, los autores no tienen miedo a mojarse y hacen, entre otras cosas, una muy meritoria defensa del polémico giro hacia el reggae dancehall. La segunda mitad del libro es una historia de la música jamaicana a través de sus singles, un maravilloso recorrido que a algunos nos ha permitido descubrir joyas del inacabable tesoro de la isla caribeña.

Al final incluye además listas de ventas en la isla y una selección que hacen los autores de los, a su juicio, mejores temas de la historia musical jamaicana. Como todo aficionado a la música, he disfrutado mucho y me he cabreado también bastante con estas listas (dicen que la música de Yellowman no ha envejecido bien... ja, me río yo, aquí van dos pruebas de que es una falsedad como un piano: prueba 1, prueba 2). Ah, y la parte gráfica

Los ritmos africanos del reggae (I)


Hace unos meses un buen amigo me comentó que al leer el prólogo que escribí para Bass Culture: la historia del reggae (podéis ver el prólogo aquí: "Reggae: una cultura supersónica") me refería varias veces a los "ritmos africanos" sin explicar en qué me basaba. Es decir, que estaba muy bien hablar de que si el orgullo africano, que si el león y Selassie, y tal y cual... pero ¿qué tienen de africano los ritmos del reggae, teniendo en cuenta los siglos de distancia que hay entre los músicos de los 60-70 en Jamaica, tan influidos por los sonidos estadounidenses por otra parte, y la música poco documentada de sus antepasados en el continente negro?

Lógicamente, mi excusa fue que era un tema que se desarrollaba en el libro de Bradley y que yo por falta de espacio no podía abarcar en mi introducción. Pero no le faltaba algo de razón a este amigo y tras darle vueltas al asunto se me ocurrió que no estaría de más presentar los vínculos entre los ritmos del reggae, el movimiento rasta y África a través de otros autores que lo explican mucho mejor que yo. Además, con este pretexto le damos un empujón a la bibliografía reggae, que teníamos algo parada (por falta de tiempo, más que nada), y nos adentramos en la compleja red de elementos sociales, políticos, culturales y espirituales que hace del reggae un auténtico cofre del tesoro.

Pero antes de pasar a la primera de las cuatro entradas que he preparado, os recomiendo leerlas al ritmo de la gloriosa Box Set de reggae con ritmos Nyahbinghi (los más africanos del reggae) que sacó la Trojan. Ahí va un ejemplo para comenzar a flotar. (texto de Tomás G.C.)








Creo que ya lo he dicho en otro momento, pero Dub in Babylon (subtitulado The Emergence and Influence of Dub Reggae in Jamaica and Britain from King Tubby to Post-punk), de Christopher Partridge, fue un libro que consideré como alternativa a Bass Culture cuando no estábamos seguros de si nos darían los derechos. Me fascinó desde las primera páginas porque se trata de un apasionante análisis de los componentes políticos y espirituales que hay en los cimientos del dub y en general del reggae. En la primera parte Partridge repasa la influencia de las tradiciones africanas y de los rastas en la música jamaicana, el carácter "sagrado" del dub, el nacimiento del sound system en Jamaica, y dedica abundante espacio a los dos grandes maestros dub: King Tubby y Lee Scratch Perry. La segunda parte explora la llegada del reggae y el dub a UK, la importancia de los graves y el bajo en estos sonidos, los flirteos con hippies y punks, el surgimiento de la poesía dub, la figura central de Jah Shaka en el dub británico... Y mucho, mucho más. Pese a contar con el inconveniente de no incluir fotos, es un libro fundamental para cualquiera que haya descubierto o quiera descubrir en el reggae/dub algo más que un ritmo cautivador. Os dejo con Partridge (disculpad la traducción apresurada, me temo que el libro no está publicado en castellano):


Nyabinghi y el surgimiento de los tambores rastas

Un elemento central del movimiento rasta es el Nyabinghi. Al igual que muchos términos rastas,  Nyabinghi tiene varios significados. En primer lugar, es un término que introdujo en el movimiento Leonard Howell. Posiblemente tras leer un artículo de fuentes dudosas sobre una milicia liderada por Selassie llamada el Orden Nyabinghi de Etiopía, adaptó la palabra como grito de guerra para los rastas, enfatizando que significaba: "muerte a los opresores negros y blancos".  Nyabinghi se convirtió así en un término codificado para referirse al derrocamiento violento del gobierno. En segundo lugar, se convirtió en una facción ortodoxa y fundamentalmente espiritual del movimiento rastafari. En tercer lugar, es un "encuentro oficial de los hermanos (brethren) para la inspiración, exhortación, la celebración, fumar (marihuana) y el contacto social" (Barrett). Finalmente, por vinculación a este último sentido, se utiliza a veces para un género de música que consiste en cánticos y tambores, a menudo denominado así porque se toca en encuentros Nyabinghi, con Count Ossie como principal representante.

Con una gran influencia de la música africana, la música rasta era (y sigue siéndolo hoy en día para muchos rastas) Nyabinghi, una versión modificada de los tambores africanos conocidos como Burru (también conocidos como Buru o Burra). [...] James Davis dice: "Irónicamente: el reggae no es música auténtica rasta, pero los tambores Nyabinghi sí". Obviamente, como hemos visto, los tambores no eran algo ajeno a la cultura jamaicana, ya que los tocaban las comunidades de cimarrones, en los grupos mialistas y, de manera más amplia, en el afrocristianismo. De hecho, muchas de las melodías y armonías vienen de los himnos cristianos. Sin embargo, los estudiosos suelen fijarse en el Kumina, un antepasado religioso jamaicano con raíces en los sistemas de creencias del Oeste de África, y han tratado de trazar vínculos explícitos entre los tambores  Nyabinghi y los del Kumina. Sin embargo, esta conexión se ha visto cuestionada y resulta una tesis ofensiva para muchos rastas. Esto se debe a que, como afirman Kenneth Bilby y Elliot Leib:
pese al respeto por la "africanidad" de los tambores Kumina, los rastas rechazan ciertos aspectos fundamentales de la experiencia religiosa del Kumina, como la posesión de los espíritus ancestrales y el énfasis puesto en la continua participación de los muertos en los asuntos de los vivos. Muchos rastas más jóvenes de hoy, y también algunos mayores, rechazan categóricamente la idea de que el Nyabinghi tenga raíces en el Kumina.
Sin embargo, un estudio de campo, así como el análisis de la importancia de figuras iniciáticas como Count Ossie sobre todo, muestran algunos lazos. Por ejemplo, hay claras pruebas de que Ossie, la principal influencia inicial del desarrollo de los tambores rastas, aprendió de percusionistas sumergidos en la tradición del Kumina. Por lo tanto, resulta difícil argumentar que el Nyabinghi no estaba, hasta cierto punto, influido por los tambores rituales del Kumina. De hecho, se ha señalado que:
El West Kingston de los 40 y 50, el periodo en el que surgió la forma de tocar los tambores en el Nyabinghi, era un crisol de diversas formas y estilos musicales y culturales, en el que todos interactuaban y se influían. Los inmigrantes rurales llegaban a Kingston de toda la isla en busca de oportunidades [...] trayendo sus variadas tradiciones musicales.
Entre estas tradiciones estaban el Burru y el Kumina. Aquí es también muy probable que hubiera un mestizaje. De hecho, se ha argumentado de manera convincente que la comunidad Pinnacle de Leonard Howell utilizaba de manera regular los tambores Kumina en sus rituales. Además, el hecho de que muchos rastas emigraran a los suburbios de West Kingston como Back-O-Wall y Dungle (donde se desarrolló gran parte de la primera música rasta) después de que la policía destruyera la comuna de Pinnacle en 1954 refuerza la tesis que vincula los tambores del Kumina y el movimiento rasta.

Independientemente de la influencia de los tambores rituales Kumina para el Nyabinghi, hay cierto consenso respecto a la de los tambores Burru. Aunque muchos rastas insisten en que su música tiene su génesis en los orígenes del rastafarianismo y es por lo tanto un elemento propio del movimiento, Verena Reckford ha descubierto que incluso algunos músicos rastas "admiten de buen grado que su música, los vitales tambores y riddims [ritmos, rítmicas], es una adopción, y que en primer lugar eran los tambores y riddims de la música Burru". Teniendo en cuenta que gran parte de la música popular jamaicana fue un desarrollo de las tradiciones evangelistas afrocristianas, cuyos ritmos eran hasta cierto punto eurocéntricos, no sorprende que hubiera un gran deseo dentro del movimiento rasta por incorporar una música auténticamente africana. Esto es lo que encontraron en las reuniones de los burru, que, en su opinión, habían protegido los tambores rituales africanos de otras influencias culturales. Por lo tanto, merece la pena destacar desde el principio que el uso de los tambores en la música rasta está imbuido de un significado político, ya que se considera un vehículo explícito y sin diluir de la cultura africana y, por lo tanto, un desafío a la cultura eurocéntrica preferida por muchos jamaicanos de clase media.
Aunque ha habido pocas investigaciones sobre los orígenes de la música Burru, el trabajo de Reckford en los setenta encontró tradiciones orales que indican que el Burru era popular durante los años de esclavitud, siendo una de las pocas formas de música derivadas de África que permitían los amos coloniales, en gran parte por su función como metrónomo laboral para los esclavos. Con todo, Yoshiko Nagashima descubrió una tradición oral que sugería que el Burru existía "desde  la emancipación de los esclavos" y no se consideraba meramente un género musical y una subcultura, sino, hasta cierto punto, una religión. Sin embargo, sea cual sea la historia y el significado religioso-cultural concreto del Burru, lo que está claro es que, tras la abolición de la esclavitud, los percusionistas Burru se desplazaron a las zonas más pobres de las ciudad, sobre todo West Kingston [...] Cuando los rastas también se desplazaron a la zona y comenzaron a formar sus propias comunidades, descubrieron que tenían mucho en común con los Burru: los dos grupos eran parias, despreciados por la cultura dominante jamaicana y tratados con frecuencia como delincuentes por la policía; los dos grupos estaban comprometidos con la causa de la recuperación de la cultura africana; los dos se veían como culturas de resistencia frente a la cultura eurocéntrica dominante en Jamaica. Además, la relación Burru-Rasta fue beneficiosa para las dos partes. Los rastas tenían una ideología y una espiritualidad que atraía a los burru, y los burru tenían una tradición musical y una danza comunal (el Burra) que atraía a los rastas. [...]
En cuanto a la naturaleza de los tambores Burru, eran tres: el bombo [bass drum], el repeater (peta) y el fundeh. Aunque la técnica fue cambiando con los rastas, los tres tambores se conservaron, aunque llamados ahora akete. [... aquí viene una larga descripción de los tres tambores, tocaremos en la siguiente entrada].
En general, hay dos formas de rítmicas en los tambores rasta. Con una relación directa con las rítmicas de la música del África occidental, unos son más lentos y reflexivos, y se utilizan en música de carácter religioso-espiritual (churchical), mientras que los más rápidos y ligeros son heartical [animado], que suelen ser más sociopolíticos. En el disco Burnin' de los Wailers, por ejemplo, I Shot the Sheriff tiene un ritmo heartical, mientras que Rastaman Chant es un excelente ejemplo de patrón rítmico  churchical... En términos generales, el ska estuvo muy influido por ritmos heartical, mientras que el roots reggae suele ser más lento y de tono más churchical. Como comenta Hebdige, "a medida que los años pasaron, muchos músicos y cantantes más jóvenes del reggae asimilar las ideas religiosas del culto rasta. Su música se hizo más densa, más lenta y más seria. Y de ahí en adelante, la influencia de los ritmos churchical de los tambores rastas se escuchó en la música reggae". Hasta cierto punto, este elemento más denso, lento y espiritual del reggae se acentúa con el dub. De hecho hay varios buenos ejemplos en el dub británico [... African Head Charge: Far Away Chant, Free Chant y Dervish Chant; Jah Shaka: Rastafari Dub].
Como hemos dicho, una influencia directa de los tambores rastas en el reggae llegó de la mano de Count Ossie, del que se ha dicho que es "un puente viviente entre la música rasta y el primer ska". [... Esto lo desarrollan los autores de Reggae Routes en una de las siguientes entradas que tenemos preparadas sobre el tema de los ritmos africanos]

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La historia del reggae contada por la BBC

Otra cinta notable que recoge la historia de la música jamaicana es Reggae - The Story of Jamaican Music (2002), de la BBC, dirigido por Mike Connolly y con Lloyd Bradley como asesor (autor de Bass Culture: la historia del reggae).

Aunque en las tres horas de programa tocan muchos palos y no da tiempo a aburrirse, no es exhaustivo, pero ofrece maravillosos documentos gráficos, da una panorámica bastante amplia de la historia del reggae con los testimonios de todo bicho viviente, tanto en Jamaica como en el resto del mundo (atención: en el segundo programa, a partir del minuto 44, temazo de Steel Pulse y luego comentarios de John Lydon alias Johnny Rotten diciendo que era prácticamente el único blanco que sabía de reggae!!, incluyendo imágenes del Pistol en Jamaica) y sitúa relativamente bien la historia de la música en el contexto social y político, no solo el jamaicano sino también el británico.

Está dividido en tres partes: la primera hora está dedicada a los 50 y 60 fundamentalmente, la segunda al roots reggae y Bob Marley, y la tercera a la historia a partir de los 80.

Resulta curioso cómo --esto lo cuenta muy bien Bradley en Bass Culture-- la BBC se pasó los sesenta y gran parte de los setenta discriminando el reggae en su programación, tanto en la radio como en la televisión. Pero como rectificar es de rastas, les perdonamos por este documental.



Junto con la serie para televisión se publicó un libro de fotos de Dennis Morris, acompañado de un texto de Lloyd Bradley, al que aún no hemos podido echar mano, pero conociendo otros trabajos de Morris y Bradley promete mucho (de ahí que lo incluyamos en la bibliografía reggae)


El Black Power de La Diáspora Negra (libro de Ronald Segal)

Village Festival, de Inatace Alphonse
Como ya comenté en su día, The Black Diaspora es un auténtico monumento en papel sobre la diáspora negra, la vida en el exilio forzado del pueblo negro esclavizado por las potencias colonialistas occidentales. No podía faltar en nuestra colección de literatura reggae ya que coincide plenamente con la visión conscious que tiene el movimiento rasta de la historia: conciencia de la negritud, del origen en África, conciencia de la propia historia. Contar la historia no contada, la de los esclavos, de los padecimientos y calamidades sufridas, pero también de su cultura, sus revueltas, su valentía, su dignidad. De su orgullo. Puro Black Power.

Yo descubrí el libro al leer Bass Culture: la historia del reggae de Lloyd Bradley, en la selección de bibliografía comentada que incluye al final. Esto es lo que dice Bradley (hijo él mismo de la diáspora negra):


Ronald Segal, The Black Diaspora (Faber and Faber). Que no os desanime cierto aroma a libro de texto; The Black Diaspora es una obra absorbente que sigue, de manera bastante literal, la diáspora negra desde África al Caribe y el continente americano, y después a Europa. Una iniciación de valor incalculable para quienes estén remotamente interesados en cualquier forma de arte negro, ya que traza un recorrido físico y cultural hasta los orígenes de cada fenómeno sociocultural en el África previa a la esclavitud.

Aunque también puede asustar el grosor del libro (pese a no llegar al volumen de Bass Culture) y la ausencia de fotos o ilustraciones (me he pasado horas fascinado buscando imágenes en internet), es un libro que deja marca, desde el cuestionamiento inicial del argumento que daba por hecho que un pueblo "avanzado" estaba en derecho de esclavizar a otro supuestamente menos avanzado --algo que desmonta Segal--, hasta un análisis concienzudo de la historia reciente de esas comunidades negras y los países en los que han vivido, pasando por la cruda descripción de las condiciones bajo la esclavitud, las rebeliones, las representaciones artísticas, incluyendo las riquísimas expresiones musicales (Cuba, Brasil, Jamaica, EEUU...). Todavía no me entra en la cabeza cómo es posible que Ronald Segal haya escrito además de este libro tantas otra obras, incluyendo textos sobre la historia de la India, Leon Trotsky, el dólar estadounidense, Israel, etc. etc. etc. (incluyendo un libro sobre la esclavitud del pueblo negro en el Islam). ¡De dónde sacaba el tiempo este señor!

Durante la lectura he señalado montones de páginas que quería incluir aquí a modo de ejemplo, pero al final he optado por elegir solo tres citas breves que muestran la capacidad de síntesis y análisis de Segal (disculpad la apresurada traducción, si algún día lo publicamos la revisaré a fondo).


[...] Toda la angustia de la esclavitud habría sido intolerable sin algún medio de buscar algún sentido y consuelo, y entre estos medios estaban los cuentos. Había narradores de estos cuentos que le daban una vuelta de tuerca al texto del Génesis. [...] Aquí había un medio en el que la idea de la supremacía blanca se confrontaba, dando la vuelta a la idea reiterada por los blancos de que sobre la raza negra había una maldición divina que la Biblia confirmaba.
Entre los más ricos en variedad y color estaban los cuentos de esclavos con animales como personajes. Algunos comunicaban la recomendación de una estrategia de resistencia. En uno de ellos, un esclavo se encuentra con un animal, y este comienza a hablar con él, pero el esclavo se va corriendo y se lo dice al amo. El amo le advierte de que será castigado si resulta que está mintiendo y a continuación se dirige a comprobar con sus propios oídos si es cierto que el animal habla. Pero el animal no dice una palabra y castigan con latigazos al esclavo. Cuando el esclavo regresa para quejarse al animal, este responde: "Ya te lo dije el otro día, negro, hablas demasiado".
[...] En un sistema con una represión tan rigurosa y unos castigos tan atroces, la revuelta era una respuesta que solo podía venir de un espíritu lleno de furioso desafío. El hecho de que se registraran tantas revueltas organizadas era prueba de ese irreprimible espíritu negro que el sistema sureño (de EEUU) reconocía al dedicar tanto esfuerzo a quebrarlo. Los actos individuales contra los amos, los vigilantes negros y otros blancos eran más numerosos. Los incendios provocados eran, después del robo, la forma de delito más común de la que se acusaba a los esclavos. Los esclavos también se automutilaban como forma de castigar a sus amos. Y siempre estaban los que por desesperación o venganza optaban por el suicidio. [...] Miles de esclavos intentaban escapar en busca de su libertad cada año. La mayoría eran jóvenes y varones, pero los casos de fugitivos de mayor edad o mujeres no eran extraños ni mucho menos. A veces huían de los castigos, antes o después de los mismos; a veces, en protesta por el maltrato; a veces, para reunirse con los miembros de sus familias de quienes les habían separado. A veces huían de amos que se enorgullecían de tratar a sus esclavos con especial amabilidad. La propia sorpresa de que hubieran huido expresada en los anuncios publicados para su captura pone en evidencia lo mucho que les costaba a los sureños blancos entender que los esclavos pudieran huir por el sencillo motivo de que querían ser libres.
David Edward Cronin, 1888

[...] La religión como forma de revuelta de los negros y pobres ha tomado otra forma en Jamaica, para extenderse después, sobre todo entre los emigrantes jamaicanos, por toda la diáspora. Influidos por la ideas de Marcus Garvey, que mantenía que los negros son el pueblo elegido de Dios, el movimiento rastafari surgió en 1930, para proclamar que Ras Tafari, coronado ese mismo año como Haile Selassie I, emperador de Etiopía, era la reencarnación divina. Se trata de un movimiento tan político como religioso que desafía a "Babilonia", es decir, el poder blanco y el materialismo, y aglutinaba tanto a pacifistas que buscaban retirarse a vidas de sencillez devota como a los que defendían la violencia como vehículo de liberación. El destronamiento de Selassie en 1974 y su muerte el año siguiente provocó un desplazamiento teológico entre algunos de sus seguidores, mientras que otros se negaron a creer la noticia. El rechazo de "Babilonia", crucial en su ideología [...], se mantuvo inmutable, con nuevos conversos al mensaje rastafari a través del reggae. [...] El hecho de que las grandes confesiones cristianas no lograran el seguimiento de los negros en Jamaica queda ilustrado por el auge del pentecostalismo, cuyas dos iglesias lograron un incremento en el número de fieles del 4 por ciento de 1963 al 20 por ciento en 1970. No cuesta entender el motivo. El pentecostalismo, una forma de fundamentalismo cristiano que se centra en el Espíritu Santo, ofrece dignidad a los marginados y los desposeídos, ya que enseña que cada persona tiene un valor individual y, "al recibir el Espíritu", recibe dones supernaturales. Para el pueblo negro, el atractivo de esta idea se potencia por unas creencias y unas prácticas que están en armonía con su propia herencia, desde la invocación del Espíritu Santo, los ritos de sanación y los bailes y los ritmos con los pies y manos durante la adoración, hasta la prohibición de alisarse el pelo.
Castera Bazile
A quien se anime a hacerse con el libro, le recomiendo que busque de segunda mano la edición que lleva en la portada el cuadro de Village Festival, de Inatace Alphonse, con el que abrimos esta entrada, en muy opinión muy superior a la que veo ahora al entrar en Amazon.
(Texto de Tomás Cobos)

"Reggae: The Rough Guide": ¿Biblia del reggae?

Pese a que desde tiempos inmemoriales nos gustó mucho como primera opción para publicar sobre la historia de la música jamaicana Bass Culture: la historia del reggae, de Lloyd Bradley, las dificultades para hacernos con los derechos y la duda de si no habría otros libros sobre el reggae tan merecedores o más de pasar a la escudería Acuarela nos hicieron considerar otras publicaciones.

Entre ellas, Reggae: The Rough Guide (también conocido como The Rough Guide to Reggae), de Steve Barrow y Peter Dalton. Se trata, sin duda, del libro más exhaustivo sobre el género, el que más material tiene para los melómanos, el más amplio: recorre desde los orígenes en el mento y el ska hasta capítulos dedicados al reggae africano y al estadounidense, tiene una cantidad abrumadora de fotos (muchas de ellas exclusivas, con fotógrafos legendarios como Adrian Boot, David Corio o Beth Lesser) que convierten en un placer hojear el libro sin rumbo, discografías recomendadas, entrevistas, glosario, cronología y un prolongado etcétera que hace a muchos afirmar que se trata de la Biblia del género.

Y no es para menos. Efectivamente no hay duda de que se trata del libro de referencia para todo interesado en la música jamaicana, ya que nunca deja uno de encontrar tesoros. Pero el formato enciclopédico lo hace mucho menos atractivo para los no iniciados, ya que no hay un hilo conductor como en el libro de Bradley y se presenta en retazos, fogonazos deslumbrantes que para algunos impiden ir más allá. En ese sentido, el libro de Bradley tiene el encanto de que se trata de una narración, un relato que te sumerge en la historia de los ritmos de la isla, como si te metieras en un documental de 3D o realidad virtual en una historia llena de suspense, giros inesperados y personajes de carne y hueso. Y ese es el motivo (o uno de ellos) por el que nos inclinamos por Bass Culture.

Pero que conste que no queremos empezar una batalla Bass Culture vs Rough Guide, hay sitio de sobra para estos dos librazos sobre reggae (y muchos más) en nuestras estanterías. Biblia o no Biblia, imprescindible la Rough Guide.

Positive Vibration: Carlos Monty en la Isla del Tesoro (bibliografía reggae)


Siempre me han gustado los libros sobre música con una historia personal más allá de las "verdades" u opiniones que se quieran contar sobre tal grupo o tal estilo. Y en el caso de Carlos Monty y Bob Marley: Positive Vibration, está muy conseguido.

La narración comienza con un Monty surcando el Atlántico en avión, camino de la Isla del Tesoro, Jamaica (el lugar de los "piratas, negreros, pícaros, rastas y demás pelaje de irredentos", dice), en busca de un auténtico Grial caribeño. No cuento más por no destripar la historia, pero digamos que además de tener el enorme atractivo de dibujar la vida de Bob Marley en el contexto musical, cultural, social, político, histórico, espiritual de Jamaica algo que se echa en falta en otros relatos sobre Bob, centrados solo en el artista convertido en estrella global ninguneando toda la escena y el contexto que había detrás—, el texto está salpicado por las aventuras y desventuras de Carlos en la isla, que hacen de hilo conductor y dan más color y cercanía a la historia, ya que da la impresión de que estamos acompañándole en este viaje a las entrañas del reggae.

El material gráfico es imponente (formato grande, muchas fotos a todo color, unas de archivo, otras del autor; debajo incluyo un par de imágenes del libro desplegado que alguien ha tenido la amabilidad de subir a la red para ahorrarme trabajo) y la obra se completa con una discografía exhaustiva, además de bibliografía y "videografía" (qué tiempos aquellos).

Se publicó en la editorial valenciana La Máscara, que cerró, por lo que está descatalogado y cuesta conseguirlo. Yo tuve la suerte de conseguirlo de segunda mano en Amazon a un coste razonable, pero la escasez de ejemplares hace que a veces (como ahora mismo, 60 euros) la broma salga cara. Alguien tendrá que ir pensando en reeditarlo...

Nos quedamos por ahora con una cita de Marley incluida en el libro:

"Necesitamos vibraciones positivas. Porque lo primero es que no puedes ser ignorante, tienes que ser inteligente. Queremos expulsar lo negativo del todo, sacarlo fuera. Tienes que ser positivo. Es lo que tu boca dice lo que te mantiene vivo. Y la vida, es la cosa más grande". Junio 1975.

(texto de Tomás G.C.)




50 años de reggae en España (Bibliografía Reggae)

Tras un breve paréntesis veraniego y un Rototom muy intenso (extenuante y apasionante, suscribimos plenamente los comentarios de Dani, nuestro compañero de fatigas y placeres en el festival con su editorial Black Star: "Con las fuerzas justas después de una semana viviendo en una realidad reggae paralela con nuestros libros, generando proyectos, contactando con gente, abriendo puertas y mentes, os dejo la crónica que he escrito sobre todo lo que he visto. Bless."), volvemos con muchas ganas de retomar en el blog nuestro amor por el reggae -y por otras cosas en breve-.


Y como en la bibliografía nos faltaba entre otras muchas cosas una de las cuatro bases de nuestra alianza editorial jamaicana, vamos con ello antes que nada: se trata de 50 años de reggae en España, un libro pergeñado por Pedro García y Toni Face. 

Se trata, como ya dijimos, de una colección de portadas y referencias discográficas aparecidas en el mercado español, comentadas por estos dos expertos. Es decir, que nos encontramos ante un libro eminentemente visual, empezando por el precioso formato de 7 pulgadas, con un despliegue a todo color de portadas (hoy imposibles de encontrar en muchísimos casos) de ska, rocksteady y reggae, una auténtica golosina para el aficionado al reggae y en general al vinilo.

Y más allá de este encanto plástico, los comentarios del libro van dibujando las marginales incursiones  jamaicanas en el mundo musical español con un recorrido lleno de anécdotas, curiosidades muchas veces hilarantes y reflexiones sobre el porqué de tantas decisiones inexplicables de las discográficas de la época, además de contar importantes fragmentos de la historia de la música jamaicana.

Entre las cosas que nos han sorprendido, ignorantes que somos, están las aventuras ska de los grupos españoles Los Blues de España y Los de la Torre en el ska ¡¡a mediados de los sesenta!!


También nos encanta la manía de traducir los títulos de las canciones al español en las portadas de la época, como en esta del gran Prince Buster (¡¡¡"No tengo mucho que decir" y "Los diez mandamientos"!!!).


O ver que por estas tierras también se conocieron, aunque tarde, discos con portadones como el de la banda sonora de la película The Harder They Come (la película es del 72 y en España el disco se publicó en 1980). (Bueno, esta reproducción que ponemos debajo no es la española que sale en el libro, pero os podéis hacer una idea,)


O esta. (Tampoco se trata de la reproducción del libro)


Finalmente, como historia curiosa del libro nos quedamos con esta:

La cantante jamaicana Millie Small, que consiguió el primer gran éxito internacional de la isla con My Boy Lollipop, publicó una adaptación al español de su tema Poor Little William bajo el título de Mi Chiquitito en 1970. "¡Millie canta en español!", reza la portada. ¿Se inspirarían en ella los Abba al grabar ocho años después su "Chiquitita", que según Wikipedia es el single más vendido en la historia de Latinoamérica? Aquí tenéis una foto de la página del libro con la portada, ya que no la encuentro en internet (ni la canción). Echadle un vistazo al libro y veréis las cosas más claras.



La música jamaicana como ágora del pueblo: Catarsis rocksteady (bibliografía reggae)

Una parada obligatoria en la bibliografía reggae es Catarsis rocksteady: la edad dorada de la música jamaiquina, una crónica sentimental, de Lutxo Pérez. Debajo exponemos algunos de los motivos por los que nos ha cautivado el libro, pero más de allá de su contenido, hay que destacar la valentía de Lutxo al lanzarse a la aventura cuando la música jamaicana -que en otros idiomas tiene un gran número de títulos- atravesaba en el panorama editorial español un largo desierto apenas salpicado por varias obras en torno a la figura de Bob Marley (más adelante tocaremos alguna de ellas). Lutxo rompió el hielo, abordando además un estilo jamaicano, el rocksteady, relativamente desconocido en España, y por todo ello se merece la Orden del Mérito Editorial Reggae, si es que existiese (que también daríamos a Black Star, sin dudarlo). Tras habernos quitado el sombrero, aquí van algunos argumentos por los que nos convenció el libro, que por cierto Rockdelux incluyó entre lo más selecto publicado en España el año pasado.

- Por mostrarnos la belleza del rocksteady, ese gran desconocido cuyo nombre tienes que repetir varias veces a tus amigas y amigos cuando intentas resumir la historia del reggae ("si el abuelo del reggae fue el ska, la madre fue el rocksteady..." ¿El qué? "El rocksteady." ¿Mande?...). ¿Qué es el rocksteady? Podríamos resumirlo como el ritmo más vacilón y elegante salido de Jamaica. O quizá como el soul de Kingston. Pero démosle la voz a Lutxo, que lo cuenta muy bien: 

La era rocksteady aterrizó sobre Jamaica en el otoño de 1966 y se esfumó apenas dos años más tarde, a mediados de 1968. El nuevo ritmo, que recibió su nombre del último baile de moda , supuso el puente estilístico entre el ska -primer ritmo nacional- y el reggae -sinónimo de Jamaica en el mundo a partir de los años 70-. Técnicamente, el rocksteady se diferencia de su antecesor en el tempo, que se redujo a casi la mitad, y en un nuevo patrón de bajo (la verdadera madre del cordero) que abrió de par en par las puertas del futuro.

Tal y como explica el británico Steve Barrow, célebre historiador de la música jamaiquina, las líneas de bajo que sustituyeron al monolítico "walking bass" del ska fueron la verdadera clave del tránsito estilístico. 'El rocskteady rompió el ritmo. Hizo que las notas de bajo se tocaran agrupadas siguiendo un patrón, en vez de una línea continua. La batería y todo lo demás seguían al bajo y [el guitarrista] Lynn Taitt fue el hombre que orquestó todo.   

(...) El soul que se facturaba en EEUU fue el faro que  iluminó el tránsito estilístico entre los dos géneros eminentemente pioneros de la cosa jamaiquina. (El rocksteady fue)una factoría de soul sincopado con sabor a mar Caribe, capaz de hacer frente a los catálogos de las gloriosas Motown, Atantic, Hi y Stax de los dorados años 60. Llegada la pausa, la escena jamaiquina fue capaz de igualar la exuberancia orquestal del soul americano y su profundidad argumental.

Si hay un aspecto destacable del rocksteady y que queda bien claro en Catarsis, es la belleza de las canciones de este estilo, que para muchos fue la cumbre musical de la isla. Creo que queda patente en esta lista de Spotify confeccionada por el propio Lutxo.



- Por la narración en primera persona, todo lo contrario a la posición del erudito en plan "ahora os voy a enseñar yo la verdad, pequeños ignorantes", sino como el deseo irrefrenable de compartir algo que nos ha emocionado, situándolo además en el devenir personal, inseparable de las sensaciones que nos embargan cuando escuchamos música. Quizá la palabra clave sea por eso "compartir", un impulso que nos sigue manteniendo vivos en Acuarela y que ha sido precisamente el motor para publicar Bass Culture: la historia del reggae (Lloyd Bradley). A partir de esta premisa, Lutxo va hilando un relato personal lleno de pasión, humor, emoción por los hallazgos musicales...  Si bien es cierto que, como dice Lutxo en su introducción, resultaría exagerado decir que el rocksteady (o el estilo musical que sea) te "salve la vida", él mismo demuestra en el libro la capacidad de las canciones para transformarnos (para bien). Como tú, Lutxo, creemos firmemente en el poder exorcizante de la música. En su poder catártico. Y si además se trata de ritmos jamaicanos, creemos que es posible ahuyentar con música al mismísimo diablo para que se vaya a tocar los pelotas a otro planeta.


Duke Reid sale a hombros.
- La estructura del libro, de pequeños epígrafes que se van devorando y, como en un gigantesco puzle, van haciendo avanzar la historia hasta tener una visión global del asunto. En este discurrir de historias -que demuestra la capacidad de Lutxo para entrelazarlas y ampliar su significado- hay un sinfín de personajes apasionantes y anécdotas alucinantes que no solo llenan de color la historia sino que nos acercan mucho más a la vibrante escena musical y social de la segunda mitad de los sesenta en Jamaica. Porque, pese a su corta duración, el rocksteady es un resumen perfecto de casi todos los elementos esenciales de toda la producción musical jamaicana, como dice Lutxo: "el síncope, la fugacidad, la producción frenética de éxitos, la fiera competencia, los empresarios visionarios y malos pagadores, el sound system como laboratorio de pruebas, la economía de medios como motor de la creatividad, el diálogo que las canciones establecen entre sí y algunos de los robos más descarados de todos los tiempos".

- Pero dejémonos de monsergas y vayamos al grano. Ahí van unos cuantos ejemplos de canciones rocksteady que Lutxo comenta en el libro y que pueden dar una idea de los monstruos musicales que recorrían por entonces la isla antillana (por cierto, quienes hayan leído el prólogo a Bass Culture: la historia del reggae comprenderán el porqué de la primera canción elegida):

Shanty Town, Desmond Dekker
Cry Tough, Alton Ellis
Swing Easy, Soul Vendors

Tougher than Tough, Derrick Morgan (¡Qué letra! Aquí tenemos la esencia de los rude boys, en algunos aspectos predecesores de los rastas: Rougher than rough, tougher than tough. Strong like lion, we are iron. Rudies don't fear no boy, rudies don't fear)
Train to Skaville, Ethiopians
Stop that Train, Keith & Tex
Blam Blam Fever, Valentines

Precisamente, si hay algo que nos gusta mucho de Catarsis, son las numerosas playlists que incluye al final, un gustito para nuestras orejas.

Desmond Dekker. Grande.

- Por último, quería rescatar estos párrafos del libro que reflejan muy bien uno de los aspectos que más me gustan del reggae y la música jamaicana en general (como quise explicar, mucho más torpemente, en Una cultura supersónica), es decir, el concepto del acontecimiento sonoro y la creación-representación musical como encuentro, como celebración colectiva, como plaza:

"Las canciones que viven en permanente diálogo entre sí mismas fueron una herencia de aquellos hombres y mujeres que llegaron desde África a bordo de infames barcos de esclavos. La música, ya lo hemos dicho, era parte esencial de la identidad grupal de aquella gente. Como Public Enemy se autoerigían "la CNN de los negros", las escenas musicales de ascendencia africana siempre han enfocado su discurso a la comunidad de la que proceden, dan cuenta de sus circunstancias y utilizan su mismo lenguaje.

"Los creadores jamaicanos, como el resto de músicos negros del resto de naciones, siempre han dirigido su arte al pueblo, a la calle, al gueto, a los más desfavorecidos. Sus letras hablan sobre asuntos cotidianos y vienen formuladas en los mismos códigos que utiliza la audiencia (sus mismas expresiones y actitudes). En este sentido, la literatura de la música jamaiquina funciona como un bumerán en constante trasiego entre creadores y público (con el factor potenciador que supone las condiciones de aislamiento del país).

"Siempre con la audiencia como juez y parte, la escena jamaiquina funciona como un ágora: uno suelta su discurso y cualquier de los presentes tiene la capacidad de ejecutar una respuesta que, normalmente, sigue los mismos patrones estéticos en que ha sido formulado el argumento inicial.

"Piensen en la rama de la literatura rude boy, sus juicios ficticios y la repercusión de estas canciones en la sociedad. Alguien envía una opinión musicada y, como estamos frente a un tema de candente actualidad, pronto habrá alguien que responda (normalmente, desde una postura estético similar). Si Prince Buster crea la figura del Juez Dread, las respuestas a esa canción harán mención a ese mismo juez, le volverán a dar vida para magnificarlo o ridiculizarlo, o crearán un nuevo juez que case mejor con su discurso.

"Esto que ocurría en el plano literario, como decíamos, pronto se contagiará al discurso musical (...)  En la mercancía hurtada (...) incluimos de todo: desde un verso de amor, una introducción, las notas de saxofón o el falsete de Curtis Mayfield. Jamaica hizo del plagio una causa. Inoculó el robo en su ADN y, al sumarlo con el resto de sus elementos esenciales, se naturalizó lo de tomar prestada materia prima de aquí y allá, copiar descaradamente y mirar hacia otro lado. Pero no les maldigan todavía. Esta horda de ladrones lo hace guapo, como el Vaquilla y el Torete a lomos de un Seat Mirafiori. […] la copia siempre daba una vuelta de tuerca a la idea original, la matizaba y personalizaba, la actualizaba. La llevaba un paso más allá".

El reggae que se lee

Sancho Ruíz Somalo
(artículo de Jaime Bajo en Diagonal)
 
Al igual que ocurre con otros estilos musicales considerados por la industria musical como minoritarios, el reggae parte de una situación de desventaja en lo que a publicaciones temáticas se refiere. “Supongo que el mundo editorial refleja cierta podredumbre cultural extensiva a muchos otros ámbitos. Desde mi punto de vista, son varios los factores que explican la situación. En primer lugar, la prensa musical nunca ha sentido respeto por la música jamaicana. Esto se ve reflejado en las publicaciones mayoritarias, donde la presencia del reggae ha sido la excepción. Asimismo, hasta la llegada del Rototom a Benicàssim, en los medios se tenía la percepción de que además de ser una expresión cultural menor, su ámbito era muy restringido y minoritario”.

Estas palabras corresponden a Daniel Tomás, factótum de la humilde editorial valenciana BlackStar y responsable de la traducción de La Leyenda de Sugar Minott y Youth Promotion, un libro escrito en origen por la periodista canadiense Beth Lesser. Tomás Cobos, traductor de Bass Culture: la historia del reggae –popular guía iniciática del escritor británico Lloyd Bradley–, coincide en el diagnóstico y va un paso más allá. “Otra respuesta más maquiavélica sería que es una música con un componente político importante (no me refiero sólo al mensaje rasta o de Black Power, sino al proceso colectivo y comunitario de creación musical y de baile-foro-plaza social que son los sound systems), por lo que no encaja en las tendencias de globalización y (SIGUE LEYENDO)


La leyenda de Sugar Minott y Youth Promotion (bibliografía y filmografía reggae)

Una de las grandes sorpresas positivas en el mundo del reggae en España en los últimos meses ha sido el nacimiento de Black Star, una editorial dedicada exclusivamente a los ritmos jamaicanos, toda una proeza que merece nuestra admiración, como ya comentamos no hace mucho.

Más aún, si se tiene en cuenta la elección del primer libro, La leyenda de Sugar Minott y Youth Promotion, de Beth Lesser, una obra que reconocemos que desconocíamos antes de verla publicada en español y que nos ha deslumbrado por muchos motivos. Aquí están algunos:

- El personaje. Sugar Minott fue ante todo una persona implicada en su comunidad, en el gueto jamaicano, un artista que se encontraba en las raíces de, en nuestra opinión, la esencia de la música jamaicana: el carácter colectivo, la utilización de la música como un lugar de encuentro para el pueblo y como un lenguaje de orgullo e identidad de los más humildes. En su prólogo al libro, Carlos Monty dice que Sugar era un tipo que buscaba "promover los talentos locales, dar refugio a quien lo necesite en su comunidad local, y sobre todo,  descubrir y cultivar el potencial de los jóvenes del gueto".


- El aspecto gráfico. Beth Lesser, además de escritora, es una grandísima fotógrafa que pasó muchos años visitando la isla con su marido Dave Kingston, inmersos en la escena de los sound systems jamaicanos de los ochenta. Durante esta época publicaron el fanzine Reggae Quarterly, y Lesser documentó con unas fotos aquella escena que se desarrollaba lejos de la mirada mercantil occidental, tras la muerte de Bob Marley en 1981. Prácticamente cada página del libro viene acompañada de una foto y, si el texto de Lesser es muy cercano, muy emotivo, por la amistad y el conocimiento de primera mano de muchos de los retratados y el contexto, las fotos reproducen esa cercanía de manera casi hipnótica y son además un documento impagable de una época que no debe pasar al olvido.


- El desfile de personajes, de los que en muchos casos hay muy poca o ninguna literatura, es apasionante, no solo porque nos han descubierto mucho territorio nuevo para bucear en los cofres del tesoro musical jamaicano, sino por unos retratos frescos y tridimensionales que dan a la historia profundidad y te sitúan de lleno en la escena de los sound systems jamaicanos. En ese sentido, es como mirar por el ojo de la cerradura y transportarse en el tiempo y el espacio a los dancehalls (salas de baile) de los ochenta. En la web de Black Star han subido este impresionante vídeo (de aquí que incluyamos esta entrada también en la filmografía reggae) de una hora en el que se captura una sesión del sound system de Sugar Minott, Youth Promotion, en un enfrentamiento (sound clash) con otro sound (Black Star).


- La entrevista final a Beth Lesser. Todo un acierto, ya que nos reconocemos en los ojos de esa extranjera blanca que quedó extasiada con los bajos abismales del dub y el reggae en general. Tanto nos ha gustado la idea de incluir esta entrevista a posteriori, con el punto de vista privilegiado que dan la distancia y el tiempo, que vamos a entrevistar en breve a Lloyd Bradley (autor de Bass Culture: la historia del reggae) replicando alguna de las preguntas a Lesser.

Para resumirlo todo, citamos de nuevo a Carlos Monty, en el prólogo del libro: "La historia de Lincoln 'Sugar' Minott es también la historia del reggae. La otra historia que no se vende en posters y camisetas para consumo masivo. La realidad del gueto no es bonita, ni para todos los públicos y solo está al alcance de los 'entendidos'. Pero es en los caminos duros y polvorientos donde se escriben las historias de verdadero valor universal y donde se abre la puerta a la esperanza de un mundo mejor, aunque sea a pequeña escala".

Estamos ansiosos por saber cuál será el próximo libro con el que se atreverá Black Star y, sobre todo, por tenerlo entre nuestros manos (¿Rub a Dub Style: The Roots of Modern Dancehall, también de Beth Lesser?). 

Aprovechamos además para anunciar (pronto con más detalle) que Acuarela Libros y Black Star compartiremos un puesto en el festival Rototom de este año (16-23 agosto). ¿O pensaba alguien que lo de las alianzas jamaicanas era marketing vacío?

El reggae asalta el mundo editorial en castellano

Tras años de un incomprensible silencio editorial respecto a títulos relacionados con una expresión musical tan importante como el reggae, cuatro iniciativas independientes entre sí coinciden en el tiempo con cuatro libros especializados. Los aficionados al reggae tienen su festival, el masivo Rototom donde caben todas las expresiones culturales que forman este fenómeno y sus distintos aspectos, pero hasta la fecha no existían libros que llevarse a los ojos, salvo algunas honrosas excepciones que han ido apareciendo de manera anecdótica a lo largo de los años.
  Cuatro iniciativas que nacen de espaldas a la gran industria editorial y que evidencian que existen nicho de mercado por cubrir en el sector editorial, que son detectables si se dispone de la suficiente sensibilidad y valentía.



Esta situación de sequía ha vivido un vuelco en este último año con la aparición de cuatro títulos que muestran la riqueza y lo variado de los estilos musicales, estéticas y sensibilidades que forman el universo que englobamos dentro del reggae. Efectivamente, en primer lugar, el título que abrió la veda fue uno especializado en la considerada era dorada del reggae, la época del rocksteady que se dio en Jamaica a finales de los años 60. Lutxo Pérez es su autor y en Catarsis Rocksteady propone en clave novelada un repaso de los sellos, artistas y temas que definieron aquel momento en el que el reggae adquiría su mayoría de edad, dejando atrás los excesos del ska y volcándose en la sofisticación y el tempo pausado, aportando las bases sobre las que se desarrollarán los posteriores estilos. 

En aquellos años 60, algunos sellos discográficos españoles recogieron el testigo de los jamaicanos y dieron cabida en sus catálogos a algunos de los trabajos que se iban publicando fuera de la isla. Una de las mayores colecciones de esas joyas en forma de singles de vinilo de 7 pulgadas está en manos de Pedro García, quien junto con el agitador Toni Face han sacado adelante el libro 50 años de reggae en España, un compendio de portadas y referencias discográficas aparecidas en el mercado español, comentadas por estos expertos, reconocidos en ámbitos especializados por sus largas y activas trayectorias.


Por su parte, el punto de arranque de Bass Culture: la historia del reggae, es históricamente previo a las obras anteriores, pero su punto de llegada es mucho más actual, ya que casi llega a nuestros días. Publicada por la editorial Acuarela, su autor es Lloyd Bradley y su traductor Tomás González Cobos, quien también firma un prólogo en el que contextualiza la grandeza e importancia de esta expresión popular y dimensiona el fenómeno para abrir la puerta a este universo desconocido en muchos ámbitos culturales fuera de los especializados. Bass Culture está considerada como una de las obras fundamentales en la literatura musical especializada en reggae, porque en ella no sólo se da un repaso histórico a la música jamaicana, sino también se enmarca en su contexto social, económico y político.


Por último, Black Star ediciones ha traducido la biografí­a que sobre Sugar Minott escribió a periodista canadiense, Beth Lesser, figura clave en el registro de la explosión que sacudió el reggae tras la muerte de Bob Marley y devolvió al gueto su espacio. Se trataba del fenómeno del dancehall que tuvo en Sugar Minott a uno de sus artífices y máximos exponentes, con su estilo como vocalista cargado de soul y sus letras sobre la realidad del gueto donde vivía y desde donde desarrolló su exitosa carrera. Su iniciativa Youth Promotion fue una puerta de acceso a la industria musical para numerosos jóvenes del gueto, que acabaron convertidos en estrellas. El título de esta obra cargada de realismo y trascendencia es Sugar Minott y la leyenda de Youth Promotion.

(Esta es una iniciativa conjunta de las cuatro editoriales en la que hemos estado encantados de participar, para demostrar que no solo de competencia vive el mundo editorial. De paso, nos sirve para iniciar la prometida bibliografía reggae.)