Es muy poco común que un grupo anónimo se lea y se traduzca tanto como a un filósofo célebre. Pero es lo que ocurre con Tiqqun, un colectivo que publicó únicamente dos números de una bella revista entre 1999 y 2001, y que sin embargo es hoy una referencia de primer orden para todo aquel interesado en reinventar a la vez una filosofía de combate y una acción política de transformación adecuada al presente. Su nombre se cita como uno más entre otros: Butler, Žižek, Rancière, Badiou, Tiqqun...
Tiqqun cuestiona radicalmente (y no es uno de sus aportes menores) el monopolio académico del pensamiento filosófico y político. Combinando una lectura singular de algunos autores, como Foucault, Heidegger o Agamben, y desarrollos teóricos propios, Tiqqun dibuja una serie de figuras conceptuales que se proponen como un mapa muy sugestivo de la dominación y de aquello que la desafía.
El estallido del grupo Tiqqun en 2001 –del que no se sabe prácticamente nada– libera varias esquirlas, una de las cuales se asienta en un pueblecito francés: es la llamada «
comuna de Tarnac». Desde ahí surgen textos como
Llamamiento (2003, sin firmar) o
La insurrección que viene (2007, firmado por el Comité Invisible), que se inscriben muy claramente en el marco teórico de Tiqqun, aunque tal vez en una versión menos filosófica y más directa, más militante, más decididamente política.
En noviembre de 2008, la policía antiterrorista francesa detiene a 20 personas en Tarnac y alrededores. Hasta diez personas han sido acusadas hasta ahora de «asociación criminal con objetivo terrorista» en conexión con unos sabotajes que se dieron en las líneas de ferrocarril francesas. Apenas se han presentado pruebas contra los acusados, a los que se les imputa por lo demás la escritura del texto La insurrección que viene (!) y sus vínculos con lo que el gobierno y los media han llamado «el movimiento anarco-autónomo».
Este episodio policial-judicial, un montaje con todas las de la ley que se disuelve poco a poco por inconsistencia, ha puesto el foco mediático sobre Tiqqun, la comuna de Tarnac y el Comité Invisible, amplificando y multiplicando el interés y la atención pública por esta constelación de grupos, personas, nombres ficticios, formas de vivir, de hacer y de decir.
Después de publicar
La insurrección que viene, que fue un paradójico bestseller subversivo traducido a varias lenguas, el Comité Invisible acaba de publicar su último libro, A nuestros amigos, donde apuestan por replantear abiertamente la cuestión revolucionaria, es decir, el problema de la transformación radical (de raíz) de lo existente, pero por fuera de los esquemas del comunismo autoritario que condujeron a los desastres del siglo XX .
Por su lado, el filósofo italiano Giorgio Agamben no necesita presentación, su renombre hoy en día es internacional. Pero sí se puede decir que, a diferencia de otros autores de referencia para Tiqqun como Heidegger, Foucault o Reiner Schümann, Agamben es para este no-grupo un cómplice y un interlocutor directo, vivo, presente. De hecho, una de las mayores aportaciones de Tiqqun es haber inventado una especie de «política agambeana», una política inspirada en un autor al que precisamente resulta bien difícil encontrarle una.