1- Introducción: extender las plazas
Recientemente, en un viaje a Argentina, un amigo de allá me preguntó,
tras escuchar mi relato sobre las peripecias políticas que van del 15M a
Podemos, si en la sociedad española hay un impulso al cambio que va
tomando formas distintas o el deseo de volver a vivir en un capitalismo
“tranquilo”. Es decir, si hay elementos de una “mutación civilizatoria” o
se quiere volver a lo que había pero ya no hay (ni siquiera como
expectativa), un cambio sin cambio.
No supe bien qué contestar, más allá de alguna banalidad (“un poco de
todo”, “depende de para quien”), pero la pregunta se me quedó retumbando
dentro. ¿Cuál es el movimiento de fondo de lo que estamos viviendo
desde 2011? ¿Se trata de “ver caer” a los culpables de que las cosas ya
no son como eran y buscar quien nos devuelva a la “normalidad” o de
inventarnos otras maneras de vivir?
Siete años después de publicar ese paradójico best-seller subversivo que fue La insurrección que viene, el último libro del colectivo Comité Invisible (CI) titulado A nuestros amigos
arranca constatando que “las insurrecciones, finalmente, han llegado”.
Primavera árabe, 15M, Syntagma, Occupy, Gezi... Y a partir de ahí hace
una apuesta: en los movimientos de las plazas hay indicios de una
“mutación civilizatoria”, sí, pero sin lenguaje ni brújula propia,
lastrados por el peso de herencias ideológicas no elegidas y en medio de
una gran confusión.
A nuestros amigos
es un pequeño acontecimiento en el mundo editorial, no en el sentido de
que sea un éxito de ventas o de marketing, sino una anomalía en las
maneras de escribir y publicar. No es un libro de autor, otra marca
personal en la red de los nombres, sino que viene firmado por la
denominación ficticia de una constelación de colectivos y personas que
sostienen que “la verdad no tiene propietario”. No es un libro que surja
simplemente de la lectura de muchos otros libros, sino también de un
conjunto de experiencias, de prácticas y de luchas que consideran
importante pensarse y contarse a sí mismas. No es un libro que pretenda
alimentar un ruido de temporada ni convencer a nadie de nada, y por eso
se dirige “a los amigos”, a los que de alguna manera ya caminan juntos
aún sin conocerse, proponiendo una serie de señales, como esas muescas
que dejan los senderistas para otros amantes de las caminatas, con la
diferencia de que este camino no existe con anterioridad, sino que se
hace (colectivamente) al andar.