Aunque aún falta tiempo hasta el final del concurso, el
31 de julio, os voy dejando aquí el
listado provisional de participantes. Como véis, solamente hay 4 personas apuntadas, y si no llegamos a un mínimo de 8 personas como os dije, tendré que cancelarlo. Así que si queréis difundirlo entre vuestras amistades para que se apunten quizá podamos realizarlo, eso espero porque son 5 libros de premio y me hace ilusión hacerlo, todo depende de vosotros. Recordad que la 1a. prueba se anuló y solo hay que enviar los datos que pone en las bases y las pruebas 2, 3 y 4 (esta última aún sin poner). Tenéis las bases
aquí
Participantes: ***
Ma. Del Mar
violentbutterfly
Mel
Mey-Su
*** Las puntuaciones las pondré al finalizar el concurso, siempre y cuando se haya apuntado más gente y podamos realizarlo.
Relato de Mey-Su
Por otra parte, he recibido el primer relato de la 3a. prueba: os lo pongo aquí para que podáis leerlo y disfrutar de él, y si queréis comentarlo, la autora, Mey-Su, estará contenta de recibir vuestras opiniones. Me ha gustado mucho, por cierto, su lenguaje te hace meterte en la historia y desear conocer a ese chico misterioso del jardín.
"Abriendo los
ojos, me volteé en la cama para mirar de soslayo el despertador: aún era
pronto. En tanto la luz del exterior se filtraba a través de las cortinas, moví
mis piernas bajo las sábanas para incorporarme lentamente y echar una ojeada
por la ventana, que coronaba el cabecero de la cama. La misma estampa de todos
los días se habría mostrado en la avenida, de no ser por una antigua furgoneta
wolsvagen, en rojo y blanco, que quedaba aparcada en la puerta del jardín.
Estaba a punto
de volver a la cama, tan solo para aprovechar unos minutos más de sueño antes
del amanecer; pero al comprobar que un chico estaba de pie, sobre el techo de
aquel curioso vehículo, apoyé la diestra sobre la ventana para entrecerrar los
ojos. Absorto y mirando al horizonte, se mantenía de espaldas a la perspectiva
que tenía desde mi habitación, lo que me imposibilita el verle la cara. Calzando unas zapatillas de basket, iba vestido
con una camiseta blanca, cuyas mangas debió haberlas cortado por los trasquilones
que, desde mi posición, pude apreciar en la propia tela. Por otro lado, el
estampado de sus bermudas a cuadros, y que le llegaban por la rodilla, me
recordó a los típicos que se solían emplear para la confección de faldas
escocesas, en rojo y blanco; aunque también con franjas en negro. Realmente,
con esas pintas, parecía el típico chulo playa; pero mi análisis confirmó esto
mismo cuando eché una ojeada al interior de la furgoneta, a través de una de
las ventanilla, y vi una tabla de surf: ¡qué poco original! ¿Quién no surfeaba
en California?
La cuestión era
que aquel moreno, de aspecto descuido y melena recortada y recogida en una
coletilla, había captado mi atención tanto por la antigualla que, supuse, debía
ser suya, como por el hecho de que estuviera en la mismísima puerta de casa. Estaba
claro que él desentonaba…, y es que, en todo el verano, no me había topado con
nadie así por esta remilgada avenida, atestada de pijos y nuevos ricos…, y así,
mi curiosidad continuó socavando mi interior, tal si buscara respuesta a un
interrogante desconocido. De ese modo, continuó hasta que ese impulso,
irracional e inherente en todo ser humano, me llevó a abandonar la habitación,
caminar por el pasillo y bajar los escalones hasta el primer piso.
Un extraño
presentimiento se asentó en la boca de mi estómago, al tiempo que cogía de la
percha una blusa ancha y salía de la casa, poniéndomela por encima del
vestidillo que me servía de pijama. Siguiendo el caminillo de piedrecillas,
hasta la verja, crucé así el jardín y, aún ante el portazo que di con la puerta
de la casa, el chico se mantuvo inmutable sobre el techo del vehículo. Escuchándole
tararear una canción, cuyo estribillo reconocí, avancé movida por el detalle de
que aquella melodía no era lo único que me resultaba familiar. El chirrido que
profirió la puertecilla metálica, y que separaba el jardín de la calle, fue
suficiente como para lograr que su rostro se ladeara hacia mí y me congelara en
el acto.
Nariz pequeña y
puntiaguda, rostro delgado, cuerpo atlético, ojos azules, tez ligeramente bronceada,
piercings en la oreja izquierda…: con razón ese presentimiento me alertó a
buena hora y catapultó al exterior. Pues pese a haberse dejado crecer el
cabello y aún ante la visible dejadez de aquellas ropas, que lo hacían parecer el
chico malo del barrio, la sonrisa conciliadora que Joseph me ofreció hizo que
recordara el eco de esa pasada promesa veraniega, donde nuestro romántico
encuentro se dio hacía unos años.
-
¿Willelmina? – Preguntó incrédulo, al creer
reconocerme."