21.2.07
20.2.07
Combativa
"Con los pobres no se jode" (Gabriela Cerruti, funcionaria del gobierno de la ciudad de Buenos Aires).
19.2.07
El hombre dijo que a veces parece que ya todo está hecho y dicho en la propia vida, y a veces no. Y que eso no depende necesariamente de la edad. Ni, por supuesto, de que sea cierto o no.
—Para mí —respondí—, eso varía según la hora del día. No, miento, según la luz de cada hora del día.
—¿Y la noche?
Asentí.
—A la noche todo parece posible.
—Para mí —respondí—, eso varía según la hora del día. No, miento, según la luz de cada hora del día.
—¿Y la noche?
Asentí.
—A la noche todo parece posible.
Leer, la mejor forma de vivir
por Elfriede Jelinek
Tengo la impresión de haber leído siempre, desde que aprendí, y, desde entonces, cualquier otra actividad me resulta una pérdida de tiempo: es como si me metiera en algo demasiado áspero (sobre todo, en lo que se refiere al contacto con las personas) y ello, probablemente, sea sólo culpa mía. Que lea para no tener que vivir (y, por lo mismo, que también escriba). Y leo mucha novela negra en la que otros, antes de tiempo, tienen que dar por concluida su vida, de manera violenta, al igual que yo creo poder excluirme del tiempo mediante la lectura; también leo literatura barata, revistas de chismes, o lo que sea, pero siempre he de tener ante mis ojos algo impreso, porque no se me ocurre nada más adecuado para mi vida. La lectura es para mí el vestido elegante de la vida: se me ajusta y va conmigo. Los demás pueden clavársenos como una espina, pueden destruirnos y, sin embargo, podemos mantenernos con vida siempre y cuando mantengamos ante nuestros ojos la falsa sentencia de las letras. Esto es un juicio.
Como mi padre
Si no se ve más que signos, entonces los otros -que, vistos de cerca, resultarían no ser letras- no lo ven a uno. Mi padre era exactamente igual. Sólo puedo recordarlo con un libro entre las manos. O un periódico. Existen los activos y los lectores, me imagino. Yo soy inactiva, pero no, no lectora, ni tampoco ilegible. En lo relativo a esto, a veces se produce una especie de situación paradójica: mi grado de atención varía de manera grotesca -como ya he dicho- según la consideración que le tribute al material de lectura. Leo filosofía como un ave de presa. Algo pasa hojas como ausente y demasiado tarde me doy cuenta de que ese algo soy yo; tropiezo y, con un grito inaudible, me lanzo sobre el pasaje que acabo de divisar, me lo arranco y, todavía goteando, sangriento y asqueroso, me lo como; el jugo del pensamiento me resbala por la barbilla -cosa nada agradable- e inmediatamente después empiezo a preguntarme (esto que ha ocurrido con tanta rapidez, debería como mínimo volver a repetirse y entonces, tal vez, se quedara) si podré utilizarlo y acabo por fijarlo con hormigón en mi propio texto, de la misma manera en que antiguamente se emparedaba a un ser vivo en los cimientos de los edificios. Supongo que para que el edificio durara más. No creo que mis textos vayan a durar más porque haya enterrado en ellos (y, aun tratándose de un robo, no de manera furtiva) un trozo de la carne de Heidegger o de Nietzsche: luego los germanistas se ponen a jugar a ¡busca, perrito, busca!, que es lo que no deben hacer pero que, sin embargo, hacen. Tal vez lo hagan porque yo, por ese motivo, siempre les echo un rapapolvo.
Por placer
Por otro lado, leo una novela negra o cualquier otra cosa por placer, y hete aquí que, de manera involuntaria, vuelvo la vista sobre casi cada párrafo y lo leo de nuevo: lo leo, por así decirlo, hacia adelante y hacia atrás (que es lo que debería hacer con los caminos por los que discurre mi pensamiento: volver a transitarlos, lo que me haría más sensata y además sería lo más sensato), de manera que al final todo lo he leído dos veces, lo que es completamente superfluo, porque mis libros preferidos (no digo cuáles, o debo decirlo, no, no lo diré, aquí nada de intimidades, me daría vergüenza, incluso ante mí misma, porque en definitiva estoy sola conmigo misma), porque mis libros preferidos los leo de todas maneras una y otra vez, y cada vez, también dos veces. ¿Será para que entonces, con más razón, no se conserve nada? Lo doble se conserva mejor, pero probablemente estos libros los lea porque nada ha de conservarse. En cambio, con lo que debería conservar soy tan recelosa que ni me atrevo a mirarlo.
Pilares de sal
Evito mirar esos libros que tendría que (o, por lo menos, debería) conservar: los leo por así decirlo tangencialmente, o muy de prisa, arriesgando un parpadeo, como si los pilares fueran a derrumbarse, esos petrificados pilares de sal, todos ellos hechos toscamente a mi imagen y semejanza; porque en el caso de que me quedara mirando mucho tiempo y tuviera que reconocerme como algo que no existe, se derrumbarían sobre mí como algo gigantesco y oscuro y, conmigo misma, me matarían a golpes. Por ello no debo permitirme ser demasiado minuciosa. Las miradas pueden matar y leer puede destruir. Y yo lo he de hacer, como ya he dicho, ininterrumpidamente, pero con mucho cuidado porque si no, la lectura contraataca. Yo sé en qué parte estoy segura (de la página 3 a la 428, o algo así), sé dónde al leer no me pasará nada. Si me fijase mucho tiempo, algo me golpearía el ojo: algo que luego sería la viga que otra persona tendría que quitarme con gran esfuerzo. Y el otro jamás está ahí. Que es justo lo que yo he deseado para mí.
Tengo la impresión de haber leído siempre, desde que aprendí, y, desde entonces, cualquier otra actividad me resulta una pérdida de tiempo: es como si me metiera en algo demasiado áspero (sobre todo, en lo que se refiere al contacto con las personas) y ello, probablemente, sea sólo culpa mía. Que lea para no tener que vivir (y, por lo mismo, que también escriba). Y leo mucha novela negra en la que otros, antes de tiempo, tienen que dar por concluida su vida, de manera violenta, al igual que yo creo poder excluirme del tiempo mediante la lectura; también leo literatura barata, revistas de chismes, o lo que sea, pero siempre he de tener ante mis ojos algo impreso, porque no se me ocurre nada más adecuado para mi vida. La lectura es para mí el vestido elegante de la vida: se me ajusta y va conmigo. Los demás pueden clavársenos como una espina, pueden destruirnos y, sin embargo, podemos mantenernos con vida siempre y cuando mantengamos ante nuestros ojos la falsa sentencia de las letras. Esto es un juicio.
Como mi padre
Si no se ve más que signos, entonces los otros -que, vistos de cerca, resultarían no ser letras- no lo ven a uno. Mi padre era exactamente igual. Sólo puedo recordarlo con un libro entre las manos. O un periódico. Existen los activos y los lectores, me imagino. Yo soy inactiva, pero no, no lectora, ni tampoco ilegible. En lo relativo a esto, a veces se produce una especie de situación paradójica: mi grado de atención varía de manera grotesca -como ya he dicho- según la consideración que le tribute al material de lectura. Leo filosofía como un ave de presa. Algo pasa hojas como ausente y demasiado tarde me doy cuenta de que ese algo soy yo; tropiezo y, con un grito inaudible, me lanzo sobre el pasaje que acabo de divisar, me lo arranco y, todavía goteando, sangriento y asqueroso, me lo como; el jugo del pensamiento me resbala por la barbilla -cosa nada agradable- e inmediatamente después empiezo a preguntarme (esto que ha ocurrido con tanta rapidez, debería como mínimo volver a repetirse y entonces, tal vez, se quedara) si podré utilizarlo y acabo por fijarlo con hormigón en mi propio texto, de la misma manera en que antiguamente se emparedaba a un ser vivo en los cimientos de los edificios. Supongo que para que el edificio durara más. No creo que mis textos vayan a durar más porque haya enterrado en ellos (y, aun tratándose de un robo, no de manera furtiva) un trozo de la carne de Heidegger o de Nietzsche: luego los germanistas se ponen a jugar a ¡busca, perrito, busca!, que es lo que no deben hacer pero que, sin embargo, hacen. Tal vez lo hagan porque yo, por ese motivo, siempre les echo un rapapolvo.
Por placer
Por otro lado, leo una novela negra o cualquier otra cosa por placer, y hete aquí que, de manera involuntaria, vuelvo la vista sobre casi cada párrafo y lo leo de nuevo: lo leo, por así decirlo, hacia adelante y hacia atrás (que es lo que debería hacer con los caminos por los que discurre mi pensamiento: volver a transitarlos, lo que me haría más sensata y además sería lo más sensato), de manera que al final todo lo he leído dos veces, lo que es completamente superfluo, porque mis libros preferidos (no digo cuáles, o debo decirlo, no, no lo diré, aquí nada de intimidades, me daría vergüenza, incluso ante mí misma, porque en definitiva estoy sola conmigo misma), porque mis libros preferidos los leo de todas maneras una y otra vez, y cada vez, también dos veces. ¿Será para que entonces, con más razón, no se conserve nada? Lo doble se conserva mejor, pero probablemente estos libros los lea porque nada ha de conservarse. En cambio, con lo que debería conservar soy tan recelosa que ni me atrevo a mirarlo.
Pilares de sal
Evito mirar esos libros que tendría que (o, por lo menos, debería) conservar: los leo por así decirlo tangencialmente, o muy de prisa, arriesgando un parpadeo, como si los pilares fueran a derrumbarse, esos petrificados pilares de sal, todos ellos hechos toscamente a mi imagen y semejanza; porque en el caso de que me quedara mirando mucho tiempo y tuviera que reconocerme como algo que no existe, se derrumbarían sobre mí como algo gigantesco y oscuro y, conmigo misma, me matarían a golpes. Por ello no debo permitirme ser demasiado minuciosa. Las miradas pueden matar y leer puede destruir. Y yo lo he de hacer, como ya he dicho, ininterrumpidamente, pero con mucho cuidado porque si no, la lectura contraataca. Yo sé en qué parte estoy segura (de la página 3 a la 428, o algo así), sé dónde al leer no me pasará nada. Si me fijase mucho tiempo, algo me golpearía el ojo: algo que luego sería la viga que otra persona tendría que quitarme con gran esfuerzo. Y el otro jamás está ahí. Que es justo lo que yo he deseado para mí.
18.2.07
Nada, todo bien
Parece que está bien visto cambiar de ideas cada tanto. Hay ideas primavera-verano, otoño-invierno. Ideas Ricky Sarkany. Nuestros ideólogos principales deberían ser, entonces, Piazza y Jorge Ibáñez.
Se dice "globalización": "imperialismo" queda mal, demodé. Luchas de clases: ¿qué es eso?; en la era de la democrática Internet, una antigualla, un latiguillo de quien no quiere pensar como se piensa ahora. Todos estamos en el mismo server.
Mm, no sé.
Se "olvida" que por cada muro que cae se levantan diez.
Que el enemigo es el mismo, pero nosotros miramos para otro lado. Y él se ríe, despacito. (No vaya a ser que nos despierte.)
Yo preferiría ser "un viejo que siempre dice lo mismo" a un joven que cree que la historia pasa por sus cambios hormonales o neurológicos.
Se dice "globalización": "imperialismo" queda mal, demodé. Luchas de clases: ¿qué es eso?; en la era de la democrática Internet, una antigualla, un latiguillo de quien no quiere pensar como se piensa ahora. Todos estamos en el mismo server.
Mm, no sé.
Se "olvida" que por cada muro que cae se levantan diez.
Que el enemigo es el mismo, pero nosotros miramos para otro lado. Y él se ríe, despacito. (No vaya a ser que nos despierte.)
Yo preferiría ser "un viejo que siempre dice lo mismo" a un joven que cree que la historia pasa por sus cambios hormonales o neurológicos.
13.2.07
12.2.07
11.2.07
De la primera hora
"En el peronismo se hizo siempre política dando la cara, sin trampas y sin agravios" (Francisco de Narváez).
9.2.07
8.2.07
Cuestionario Proust
Precisamente, en Tertulia Buitron, se propone responder al célebre cuestionario del hombre que se comía la galletita y enviarlo en forma de comentario, para una selección posterior.
Lo hice y aquí copio mi versión, redactada, como se verá, en un día no muy bueno (no será inteligente, pero por lo menos es sintomática).
1. ¿El rasgo principal de tu carácter?
Pusilanimidad.
2. ¿Un defecto que no puedes dominar?
Pusilanimidad.
3. ¿Te consideras buena persona?
No.
4. ¿Por quién te cambiarías?
Por Sam Shepard.
5. ¿Cuál es tu precio?
Haber sido Sam Shepard.
6. ¿De quién sientes envidia?
De Sam Shepard.
7. ¿Cuál es tu ideal de felicidad?
Ser como Sam Shepard.
8. ¿Con qué error humano te muestras más indulgente?
Con no ser Sam Shepard.
9. ¿Ante qué eres intolerante?
Hacerse el vivo en los cuestionarios.
10. ¿Qué despierta tu ira?
Hacerse el vivo en los cuestionarios.
11. ¿Por qué serías capaz de matar?
Por ser Sam Shepard.
12. ¿Qué cualidad prefieres en los seres humanos?
(Obvio.)
13. ¿Cuál es tu palabra favorita?
Revolución.
14. ¿Alguna obra de arte te parece insuperable?
Todas. Cualquiera de Vermeer.
15. ¿Cuál es tu máxima en el trabajo?
Todos los días, un poco más.
16. ¿Qué crees aportar profesionalmente?
Obsesiva capacidad para relacionar cosas.
17. ¿Qué obra de arte te ha impresionado?
Cualquiera de Francis Bacon.
18. ¿Conoces algún diseño perfecto?
El del libro.
19. ¿Dónde te gustaría vivir?
En cualquier lugar de Alemania.
20. ¿Música favorita?
Mozart. Bach. Scriabin. Stockhausen.
21. Un color
Azul.
22. Un poeta
Holderlin.
23. Algo hermoso
Monica Bellucci.
24. Un héroe
El Che.
25. ¿Cuál es tu asignatura pendiente?
Todas.
26. ¿Crees en la eternidad del alma?
¿Lo qué?
27. ¿Cómo te gustaría morir?
Más o menos pronto.
28. Estado actual de tu espíritu.
No tengo tal cosa.
Lo hice y aquí copio mi versión, redactada, como se verá, en un día no muy bueno (no será inteligente, pero por lo menos es sintomática).
1. ¿El rasgo principal de tu carácter?
Pusilanimidad.
2. ¿Un defecto que no puedes dominar?
Pusilanimidad.
3. ¿Te consideras buena persona?
No.
4. ¿Por quién te cambiarías?
Por Sam Shepard.
5. ¿Cuál es tu precio?
Haber sido Sam Shepard.
6. ¿De quién sientes envidia?
De Sam Shepard.
7. ¿Cuál es tu ideal de felicidad?
Ser como Sam Shepard.
8. ¿Con qué error humano te muestras más indulgente?
Con no ser Sam Shepard.
9. ¿Ante qué eres intolerante?
Hacerse el vivo en los cuestionarios.
10. ¿Qué despierta tu ira?
Hacerse el vivo en los cuestionarios.
11. ¿Por qué serías capaz de matar?
Por ser Sam Shepard.
12. ¿Qué cualidad prefieres en los seres humanos?
(Obvio.)
13. ¿Cuál es tu palabra favorita?
Revolución.
14. ¿Alguna obra de arte te parece insuperable?
Todas. Cualquiera de Vermeer.
15. ¿Cuál es tu máxima en el trabajo?
Todos los días, un poco más.
16. ¿Qué crees aportar profesionalmente?
Obsesiva capacidad para relacionar cosas.
17. ¿Qué obra de arte te ha impresionado?
Cualquiera de Francis Bacon.
18. ¿Conoces algún diseño perfecto?
El del libro.
19. ¿Dónde te gustaría vivir?
En cualquier lugar de Alemania.
20. ¿Música favorita?
Mozart. Bach. Scriabin. Stockhausen.
21. Un color
Azul.
22. Un poeta
Holderlin.
23. Algo hermoso
Monica Bellucci.
24. Un héroe
El Che.
25. ¿Cuál es tu asignatura pendiente?
Todas.
26. ¿Crees en la eternidad del alma?
¿Lo qué?
27. ¿Cómo te gustaría morir?
Más o menos pronto.
28. Estado actual de tu espíritu.
No tengo tal cosa.
GH 2007
Creo que siempre voy a recordar este verano y estas vacaciones como "las de Gran Hermano 4". Reconozco que a las versiones anteriores no les pasé bola, más bien me daban cierto asquito; puede decirse que por prejuicios intelectuales, pero en estos casos creo que estaban (y están) plenamente justificados. Además, si no me equivoco, esas versiones se pasaron durante el año laboral; en cambio ésta, justamente, empezó en pleno verano y me agarró en el vacío intelectual pos-burn-out (el “pos” es una expresión de deseos), apenas lleno, por suerte, de un par de novelas de Cormac McCarthy (gracias otra vez, María).
Igual, no sé si voy a poder escribir demasiado sobre esto. Se me ocurren muchas cosas, una más estúpida que otra (acordes con el tema, por supuesto).
Por ejemplo, que me parece reconocer a los participantes, haberlos visto en otro lado. Esto, claro, es por seguirlo con frecuencia a través de todos los canales que lo dan una y otra vez (modalidad inaugurada exitosamente por Tinelli el año pasado). Pero a veces me parece que los participantes fueron (o serán) alumnos míos del CBC.
Y lo último, por ahora: los psicólogos y otros encargados del casting son genios de la “ingeniería social”. ¿Cómo hacen para elegir a esos tipos con tanto acierto? Sí, ya sé, hay tests y otras cosas (“baterías” de tests las llaman, me da miedito), pero igual me sorprende... Me los imagino seleccionando para laburos, tipo método Gronholm. Pero acá, la referencia obligada no es ésa, ni 1984, como se cree, sino Minority Report.
Igual, no sé si voy a poder escribir demasiado sobre esto. Se me ocurren muchas cosas, una más estúpida que otra (acordes con el tema, por supuesto).
Por ejemplo, que me parece reconocer a los participantes, haberlos visto en otro lado. Esto, claro, es por seguirlo con frecuencia a través de todos los canales que lo dan una y otra vez (modalidad inaugurada exitosamente por Tinelli el año pasado). Pero a veces me parece que los participantes fueron (o serán) alumnos míos del CBC.
Y lo último, por ahora: los psicólogos y otros encargados del casting son genios de la “ingeniería social”. ¿Cómo hacen para elegir a esos tipos con tanto acierto? Sí, ya sé, hay tests y otras cosas (“baterías” de tests las llaman, me da miedito), pero igual me sorprende... Me los imagino seleccionando para laburos, tipo método Gronholm. Pero acá, la referencia obligada no es ésa, ni 1984, como se cree, sino Minority Report.
6.2.07
1.2.07
¿Quién dijo...
... "la droga es un paraíso, pero un paraíso del que no se puede salir es un infierno"?
a. Chales Baudelaire.
b. Walter Benjamin.
c. Adrián "Facha" Martel.
d. Antonio Escohotado.
a. Chales Baudelaire.
b. Walter Benjamin.
c. Adrián "Facha" Martel.
d. Antonio Escohotado.
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