Ellos, los franceses, lo enunciaron muy bien. Libertad, igualdad,
fraternidad. Algunos, hasta llegar a esto, perdieron la cabeza.
Literal. Es una proclama que encierra el problema, el enfrentamiento
y también la solución.
Si hay libertad, la igualdad no es posible.
Y entonces, solo la fraternidad puede salvarnos.
El único vínculo para proteger nuestras menesterosas vidas, nuestra
dignidad: la fraternidad. Es decir, olvidar la visión provinciana de
considerar hermanos solo a aquellos que salieron del mismo útero.
Ecuanimidad, lo llaman donde las altas montañas.
Para salvaguardar esto, ohlàlà, sacaron la guillotina a las plazas.
Me gusta pensar que pueden existir vías más pacíficas.