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lunes, 25 de junio de 2012

HORÓSCOPO



Hoy mi horóscopo de decía que me deje llevar por la magia de los días y que todo será posible, hasta lo imposible. El sol está en mi signo y cuando se esconda vendrá la luna a relevarle y entonces ya será el no va más. Es el momento de abrazarnos a los árboles y escuchar la voz vegetal del mundo; de saltar hogueras sin salir quemado, y arrojar a las llamas lo viejo, lo que impide, los lastres que nos mantienen pegados a la tierra. Es tiempo de escribir deseos que se harán realidad, porque eso es lo que debe suceder con los deseos.
Así que te escribo y te pido que vengas. Que dejes ya esa dureza de eones. Que te rindas en tu empeño baldío y entregues las armas a quien quiera guerras. Que seques el sudor de tu frente, Ulises, te vistas de velas blancas y acudas a este hogar de pan caliente. Para que después, si quieres, continuemos juntos este viaje inevitable. 

viernes, 2 de diciembre de 2011

EL DESPERTAR, EL FRÍO


Anoche soñé que jugaba un partido con Rafa Nadal. Uno de esos partidos en los que nadie gana. Cuando me desperté me sentía sofocada. Antonio roncaba a mi lado. ¿Habría notado algo? A mi cabeza acudía la imagen de Rafa mordiéndome el dedo gordo del pie, como si fuera el asa de la Copa de los Mosqueteros. Antonio también había llevado una melenita castaña y racial antes de quedarse calvo. Eso también le sucedió de repente, lo de quedarse calvo. En apenas una semana lucía una perfecta tonsura de consagrado. Y una mañana ya no le quedaba nada. El médico le dijo que era cosa de las hormonas y le recetó una boina. No me imagino a Rafa con boina. Lo otro, dijo el médico, era por la próstata. Antonio fue una temporada a jugar al tenis al Club de Campo con Alcibíades, el abogado. Llevaba unos pantaloncitos blancos ridículos, muy cortos y un polo Lacoste. En mi sueño Rafa se quitaba de un solo movimiento una de esas camisetas sin mangas, de colores fuertes, y luego me miraba con los ojos indios entrecerrados, calculando la profundidad del saque. Suspiré y Antonio se revolvió en sueños. Seguro que me lo notaba. Él lo notaba todo, aunque la sensibilidad se le había caído de los labios, de la punta de los dedos... A veces, desde la cama, me miraba el camisón por encima de las gafas, y tragaba saliva, y seguía leyendo. Entonces yo sentía ganas de golpearle mientras me metía en mi estricto lado de la cama, entre las sábanas frías. Te estoy calentando las sábanas, me decía él, Rafa, tumbado en mi lado como una de las majas. Y yo ardía, rompía a arder, como si fuera un vampiro y Rafa hubiera alzado la persiana. Después sucedió todo, sin orden ni concierto. Sus gritos desde el fondo de la pista, mis risas, los chasquidos. El revés liftado, el saque y la volea. La muerte súbita. El despertar, el frío, la realidad, la culpa. Antonio ya no roncaba, respiraba acompasadamente. Invadí su lado, tenía los pies frescos. Yo sudaba. Pensé en tratar de calentárselos, pero solo le di un beso en la frente.


martes, 15 de noviembre de 2011

INDIFERENCIA


Hace mucho que no te escribo una carta. Querido menganito, te echo de menos... o bien: Mi amor, no sabes lo maravilloso que eres... O quiero pedirte que me perdones, no pretendía herirte al decir eso, solo es que estaba enfadada, y, claro, ya se sabe...

Hace mucho que solo te imagino y caigo en el error de creerme en lo cierto. De creer que estás triste porque el día es de plomo. O que me echas de menos, porque me duele el centro. O que el aire liviano lleno de luz y brillo solo puede deberse a tu alegría.

Hace mucho que invento y no te digo nada de lo importante. O establezco un diálogo en el viento, que al final, no queda en más que eso: transición de estaciones, tiempo muerto. Nunca conjugar los verbos juntos, ni temblar, ni crear un puente de papeles, ni de sellos, de declarar amor ni desmentirnos. Ni dejarnos al olvido ni olvidarnos. Ni enmendar la falta ni anidarla. Los días mudos, los besos de labios pespunteados, el silencio y la tele cada noche. El camino seguro a otro comienzo.


viernes, 11 de noviembre de 2011

AMANTES


El diablo se viste de Newton los jueves. Nos disfraza de agujeros negros: nos arroja manzanas, que mordemos; manzanas hechizadas que nos dejan desnudos frente al pecado, los hoteles, la ausencia de remordimiento. No hay tiempo de hablar, tal vez porque no es asunto de palabras. La gravedad caduca a las veintiuna horas, para coger el tren de ytreintacinco. El agua de la ducha termina por deshacer el sortilegio, con cuidado de no mojar el pelo, ni de usar jabón. De no abrazarnos en la despedida, para que las ropas no sufran el contagio. La melancolía. Y no amargar la cena de los otros. Luego las miradas persiguen los pasos de un andén a otro. Direcciones opuestas. El tiempo renueva su cuenta por semanas. El aire del vagón de cercanías huele a almendras.

jueves, 18 de agosto de 2011

BLOG


A veces tengo ganas de escribir demasiado. Con esa sensación de estar haciendo un striptease ante desconocidos, que pueden resultar ser lobos y devorarme. Sin anestesia ni aviso previo. Dejar al descubierto la carne blanca y blanda. Los defectos. El descompás de algunos latidos. A veces contaría aquí cosas que me importan de veras, con las mismas palabras con que las contaría a un amigo muy íntimo. Acaso es lo que hago siempre, siempre. No puedo ver la línea que separa la necesidad de compartir con la reserva, con el pudor. La llamo ficción y me quedo tan ancha. No entiendo cuánto de ego hay detrás de todo, si todo es ego, si poner sobre el tapete las cartas dadas no es más que reconocer que no hay diferencias. Solo personas con jugadas distintas, personales.

A veces me gustaría contar mi última jugada con pelos y señales.

Mi obsesión por los vampiros.

Mi último beso en el cuello.

El abrazo que echo en falta.

Me gustaría decir nombres. Exhibir la lista de cadáveres, cada una de las bolas de hierro de la cadena. Nombres y apellidos. Empezar a escribir y no terminar jamás. Con la ingenua sensación de que detrás de estas letras solo hay gente. Gente que a ratos siente cosas parecidas. La misma gente con diferentes trajes: frialdad, indiferencia, soberbia, miedo. Inseguridad, superioridad, cobardía, angustia. Desnudos por dentro.

Ya lo he vuelto a hacer. Ya he escrito demasiado.


martes, 2 de agosto de 2011

PUBLICIDAD



—Sí, ¿oiga? Llamo por lo del anuncio.

—Buenas noches. ¿Sería tan amable de decirme en qué medio lo vio? ¿Prensa, televisión, tal vez?

—Er..., sí, fue en un papel, por la calle. Una de esas octavillas.

—¿Y en qué ciudad, si es tan amable?

—¿Es necesario? Bueno, sí, claro: supongo que sí, ¡qué tontería! En Madrid. La recogí del suelo hará unos diez días. Llamo porque quiero hacerlo.

—¿Diez días? No ha tardado mucho.

—No, bueno... Pero estoy decidido. Lo he pensado bien y estoy decidido. En realidad esto es lo que quería desde siempre. Cuando vi el anuncio lo tuve claro. No tenía ni idea de que se podía, ya sabe, hacer algo así. Lo tengo claro.

—Puedo resolver cualquier duda que tenga en este momento, si lo desea.

—No tengo dudas, de verdad. Es lo que quiero hacer.

—¿Sabe que tendría que renunciar a vivir en su ciudad?

—He visitado su página web y me he informado bien de todo. Lo de la luz, la comida y todo eso. De verdad, estoy interesado en seguir adelante. He reflexionado mucho. No tengo familia, ¿sabe? Ya sé que debo irme, renunciar a los amigos...

—Perfecto. Aún así, permítame que le explique el procedimiento: en primer lugar, voy a hacerle un cuestionario, que estudiaremos en profundidad. En caso de que su perfil sea el idóneo, le llamaríamos para una primera entrevista. Una vez superada ésta...

—¿El perfil idóneo? ¿Es que hay muchos candidatos? No creo.

—...Le decía que, una vez superada, le citaríamos para un segundo encuentro, ya con su Encargado. Si todo va bien, esa entrevista podría ser definitiva.

—Entiendo.

—¿Podría responderme a unas preguntas, por favor? ¿Seguimos adelante, entonces?

—Adelante, claro, sí. Pero, un momento: ¿cuánto tiempo duraría todo el proceso de selección? Me refiero... ¿semanas? ¿Meses?

—Eso es muy variable, depende de cada Encargado.

—Bueno, en mi caso no creo que tarden mucho, de verdad creo soy perfecto para..., que encajo. No tardarán mucho en aceptarme.

—De todos modos, con una decisión tan firme, acaso el tiempo ya sería lo de menos, ¿no cree?