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viernes, 11 de enero de 2013

RESTAURACIÓN


En la India el karma es otra cosa. Como el destino, el fatum: algo de lo que no se puede huir. Si naces intocable, morirás de todo menos intacto. Yo no creo en eso, como el Alcoyano, contra viento y marea. Me voy más al norte, trepo, viajo a la ciudad prohibida, me empapo del mensaje: podemos cambiar. Nuestras vidas son lo que decidimos, más sus límites.
Dicen que todos hemos sido madres de los demás innumerables veces, a lo largo de los océanos del tiempo. Que es bueno recordarlo antes de hacer daño a alguien. Imaginar otros tiempos, cuando quizá fuimos un bebé en sus brazos. Cuando de su infinita compasión nos alimentamos; y su paciencia permitió nuestra vida. Es difícil decidir hacer daño a una madre, aunque lo hagamos sin querer, de todas formas.
Dicen que tomamos diferentes expresiones, pero que siempre nos rodeamos de los mismos. Las cuentas pendientes se heredan, regresan inexorables, pero con otras características. La red que formamos es intensa, tupida e intrincada. Hay cuestiones que se repiten hasta que quedan resueltas. Las buenas y las malas. Y se multiplican, si no se solucionan.
Regresas una y otra vez a clavar tus puñales. En realidad, es a ti a quien dañas. Yo recuerdo tus ojos e imagino las noches en que debiste cantarme hasta que me durmiera. Imagino que, quién sabe, lo mismo un día diste la vida por mí. Y que yo, en algún momento, debí de causarte una herida que eones después sigue sangrando.Y yo no quiero tu daño, ni dañarme.
Lo siento. Te pido perdón. Por la ofensa, por sus múltiplos. Te quise una vez y, por tanto, para siempre. Tengo el firme propósito de, desde la solidez, no hacerte daño. Detén esto de una vez, y para siempre. No vuelvas, por favor, si no es desarmado. No vuelvas si no es para sembrar fraternidad, paz, vidas felices.

jueves, 15 de septiembre de 2011

PREGUNTAS. Perdón I


¿Qué pasa después de la ofensa? ¿Cuál es el verdadero significado del perdón? ¿Es ser como el agua, que vuelve a la normalidad después de recibir la piedra? La guarda en el fondo, quizá la arropa en fango y la olvida, en su seno cálido o helado. O la deja posarse junto al resto de piedras. No la devuelve a la orilla, envuelta en un tsunami.

Es posible que asumir la capacidad del otro para dañarnos sin querer con su conducta sea asumir la propia imperfección. Qué cosa más intolerable: nosotros, que siempre tenemos la razón; nosotros, que siempre merecemos el perdón. Seres impolutos que hallamos siempre la culpa en los demás, y nunca preguntamos al espejo. Seres impolutos que vemos humanidad en nuestras ofensas y agravio en las de los otros. Que en nuestra ceguera consideramos soberbia la generosidad del que nos regala la remisión de nuestra falta, el milagro del olvido.

¿Cuál es la magnitud de éste? ¿En qué sustrato debería permanecer la deuda? ¿Cuánto tiempo hace falta para domar las mareas? De lejos, las rocas se convierten en piedras. Las olas, en ondas que apenas rompen la superficie de la calma. ¿Es la distancia la solución? ¿Lo es acaso el tiempo?

Lejos, pasados los años, seguimos siendo imperfectos.

¿Basta con apartarse de las manos que tiran piedras a los trenes, a los lagos? Piedras que reboten contra la superficie. ¿Terminará alguna vez la eterna infancia?