Ahí, desde lo alto. Los francotiradores del deseo. Apuntan directos hacia el lugar donde intuyen que está el alma. Nos dejan hambrientos. Nos dan de beber agua salada.
Paseamos por las tablas, arriba y abajo, de izquierda a derecha. Somos conscientes de sus miradas. Sabemos que vienen a devorarnos.
Algunos corren, se ponen a cubierto, se unen al grupo que cruza la calle, sin aliento, para ponerse a salvo de sus ojos de piedra.
Otros se inventan un delirio y lo gritan de viva voz. No se sabe si han perdido la cabeza, o tal vez, sólo el miedo. O quizá primero una cosa y luego la otra. Una suerte de ley de causa-efecto.
Hay quien se encierra en sus paredes, las decora con campos que reverdecen bajo la implacable luz de las bombillas. Pinta claveles en las esquinas, flores que no dejen un rastro de olor, que no adulteren el ambiente, sólo para la vista.
Paseamos por las tablas, arriba y abajo, de izquierda a derecha. Somos conscientes de sus miradas. Sabemos que vienen a devorarnos.
Algunos corren, se ponen a cubierto, se unen al grupo que cruza la calle, sin aliento, para ponerse a salvo de sus ojos de piedra.
Otros se inventan un delirio y lo gritan de viva voz. No se sabe si han perdido la cabeza, o tal vez, sólo el miedo. O quizá primero una cosa y luego la otra. Una suerte de ley de causa-efecto.
Hay quien se encierra en sus paredes, las decora con campos que reverdecen bajo la implacable luz de las bombillas. Pinta claveles en las esquinas, flores que no dejen un rastro de olor, que no adulteren el ambiente, sólo para la vista.
Y hay quien no modifica su paso. Y levanta la mano. Y los saluda. Los más audaces, les invitan a un café y conversan. Deshacen el encantamiento. Les regalan la existencia. Logran que dejen de ser fantasmas y se conviertan en aliados. Son los que tienen a raya las emociones. Los cabales. Esos que miden sus latidos sin quererlo. Esos que aceptan y caminan. Y de vez en cuando se sacan una china del zapato. Y de vez en cuando corren sin sudar. Los que, cuando llega la noche, saben que ellos descienden las miradas pero que nunca duermen. Nunca. Nunca bajan la guardia.