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viernes, 4 de septiembre de 2009

Machu Picchu

Por fin llegó el día de visitar Machu Picchu. Tenía la idea de subir al Huayna Picchu pero la noche antes en el hotel me comentaron que tan solo pueden subir 400 personas diarias y que había que estar sobre las 4 de la mañana en la estación de autobuses para ser de los primeros. Como para estas cosas soy un poco cabezón me levanté a las 3:30 y poco después ya estaba esperando en la cola. Al poco rato llegó Carlos, un chicho valenciano con el que coincidí el día anterior, disimuladamente se puso a esperar conmigo. Entre charlas, risas y polémicas con gente que se quería colar nos dieron las 5:30, hora a la que empezaban a salir los autobuses. Estabamos entre los 30 primeros y tomamos el segundo autobus muy contentos pero al llegar arriba nos encontramos con un montón de gente que había subido andando, así que empezamos a dudar de que pudieramos subir al Huayna Picchu. A las 6 abrieron las puertas y se disiparon todas las dudas, número 329, ufff, por poco, subiremos a las 11 y a las 8 tenemos la visita guiada, los planes van saliendo bien.
Nada más entrar la niebla lo cubre todo, nos situamos cerca de la casa del guardián donde nos dicen que están las mejores vistas, pero no se ve nada, apenas la puerta de entrada. Ese fue el momento más maravilloso de todo el día, poco a poco la niebla va abriendo y va apareciendo ante nosotros la enigmática ciudad de Machu Picchu. Sólo por este instante la visita ya merece la pena. Durante un rato me olvido de la cámara y me dedico a mirar a todos lados con la boca abierta.

Vista general de Machu Picchu


Llamas en la casa del guardián

Panorámica de Machu Picchu

Arbol que han dejado como testigo de los que inundaban el lugar

Llama con el Huayna Picchu al fondo

Ciudad y terrazas de cultivo

Después de estar casi cinco horas dando vueltas con los ojos como platos y con un cansancio considerable nos disponemos a subir el Huayna Picchu. Una hora de escaleras interminables, algunas de ellas tan empinadas que nos hacen andar a cuatro patas. Cuando llegamos arriba nos encontramos con un equipo de National Geographic rodando. Las vistas son impresionantes, casi tanto como la paliza que nos hemos dado, jeje.

Marcos en la cima del Huayna Picchu

Vistas desde el Huayna Picchu

Restos de construcciones

martes, 7 de octubre de 2008

Recuerdos de Perú. Cuzco y Machu Picchu. 2001

En 2001 a través de mi amigo Jesús, que había estado el año anterior con la ONG Setem, fuí a Perú en mi mes de vacaciones a colaborar con unas "misioneras todoterreno" que desarrollan su trabajo en la selva amazónica. La madre Lucero de Barranquita nos acogió en su casa y estuvimos haciendo actividades con la comunidad de la zona. Las actividades consistían en dar a conocer a los niños sus derechos y con las madres sobre asuntos de sanidad, higiene, alimentación, sexualidad, etc. Fue un mes en el que aprendí más de lo que pude enseñar. Vivíamos en una casa de madera y comíamos, la mayoría de las veces, lo que nos daban los lugareños de sus chacras (huertos).
Los últimos cinco días de mi estancia en Perú, fuimos Raquel y yo a ver los restos arqueológicos Incas de Machu Picchu. Fue impresionante, nunca había visto nada igual, las nubes pasaban rozándonos, estábamos a 2.438 metros de altitud y la sensación de fatiga era enorme, de hecho nada más llegar a Cuzco nos dieron un mate de coca, que tiene las propiedades de suavizar el mal de altura. Como historiadora del arte disfruté mucho de su patrimonio, arquitectura y etnografía, y como persona me enseñó a valorar lo que tenemos y no damos importancia.


Montaña Huayna Picchu y ruinas de Machu Picchu

Plaza en cuatro niveles de Machu Picchu

De ruta por los aldededores de Cuzco

Falla andina

Niño cuzqueño

Vendedora de muñecas en Cuzco

Vista general de Cuzco

Soportales de la Plaza de Armas de Cuzco

Vendedoras del mercado de Pisac

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