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martes, 14 de octubre de 2008

Pan de trigo


Pan de Trigo es un grupo poético que, dirigido por Isabel delRey y desde hace casi 20 años, mantiene viva la poesía en La Solana (Ciudad Real). Entre otras actividades, publica, con el mismo nombre, una revista de creación poética y diversos poemarios. También mantiene un certamen poético que se culmina en uno de los sábados de octubre, justo cuando la vendimia agoniza.

El pasado dá 11 se leyeron los poemas seleccionados de Francisco Caro, Manuel Laespada y Alfonso Ponce. Obtuvo uno de los premios el titulado De los campos, de nosotros, que ofrecemos a continuación.



DE LOS CAMPOS, DE NOSOTROS


Hoy estáis solos,
campos que fuerais antes
de yunta y hoz.


En préstamo he tomado este vacío,
el reino pobre de las tierras negras
y de la flor agreste del arzollo.
De estos campos sin nadie, cereales,
que antes fueran praderas de fervor,
hago mías sus densas amapolas,
hago mío su espejo de abandono,
hago mías sus lindes,
las quejas vomitadas
de un callado volcán, mío su llanto.



Pasaron los verdugos, son los restos
del fruto de sus hachas; agostaron
la canción campesina, los sudores,
y nada queda ya, sólo pureza
de una luz que reparte sus harapos
por las cumbres cercanas de los cerros,
de una luz sin piedad, infinitiva,
que supo de estas tierras
-celestes, calatravas-
y ya es sólo tangencia, voz en duda.


Aquí fuera tu cuerpo, en viejos trigos,
aquí fuera el afán, nuestro cansancio,
aquí la dócil presa de tus ingles,
aquí los soles turbios y las tardes
disputadas al lila de los brezos;
aquí celara el sol nuestras prisiones,
abatidas, carnales; fueran verdes
barrotes las espigas,
como tersos poemas
verticales de un libro que guardamos.



En estas tierras altas, labrantías,
que habitamos tú y yo y el solitario
divagar de la yunta rompedora,
tan sólo tibio el cierzo nos recuerda.
Yo he tomado prestado su vacío,
el daño de tu piel, su débil cielo,
y esta tarde sin sol, sin ti, buscada,
por salvar de la ruina
tu voz y lo que fuimos,
estos días tan últimos de mayo.



Ya sé que terminó la juventud;
sé que guarda la tierra en su memoria
los deseos entonces esparcidos,
y que no he de volver.
Con el viento,
aire solo sin fe ni caridades,
trae la noche sabor a despedida,
a cólera serena, que desciende
horizontal y escrita, como un verso,
sobre aquello que fuera nuestro gozo.

Como amara tu cuerpo,
tu rumor y tu nombre,
los amo todavía:
campos de soledad, callada patria.
***