Consejo de redacción en Mientras la luz. Becario y jefe.
– Apagad los focos,
quitad las banderitas, vamos al barro –truena el jefe– ¿qué pasa en la pradera poética? ¿rugen ya los leones? ¿se anuncian las panteras?
¿habéis visto elefantes?
El silencio es de esparto, y rodea la mesa. Pocos entienden.
O entienden demasiado.
-– La pradera se rifa,
jefe, se ven coloridos y astutos animales: gacelas de aire, ñúes entre las
altas hierbas, jirafas editoras, cebras festivas… Madrid es una fiesta o casi
–se atreve el becario.
-– Bien, bien,
escribidlo –ordena– pero andad
atentos al peligro de los que muerden o los que aplastan.
Antes de despedir, uno de los inexistentes redactores de
número plantea
-– Ante la abundancia actual
de pastos en recortes, los de la conciencia crítica florecen. Setenta y nueve, a
diez minutos cada uno, inundarán el Ateneo este fin de semana. Y no hay plata
en caja para dietas de finde. No
podremos anotar en directo sus 790 minutos de voces en grito.
El jefe es pronto, claro.
-– Así, no. No
asistiremos, no quiero indigestiones auto o retroalimentadas –resuelve el
mandamás– poquito a poco los iremos
atendiendo, y si alguien os pregunta, remitidle a la tesis doctoral de García-Teresa.
Él ya lo cuenta todo.
-– Es un libro muy
gordo –cierra el becario por lo bajini– casi
estoy por ir sin que se enteren, en casa tengo telas tricolores, igual las
llevo.
Nadie le oye. Si va, será por libre.
Ateneo dos
Fernando Fiestas y Ana Garrido Foto MCBarri |
Hubo viernes de Ateneo. 25. A las siete y media de la tarde,
Fernando Fiestas, pintor, poeta y miembro de Verbo Azul, presentó A veces lo visible.
Su primer poemario, que introducido con soltura por Ana Garrido, ha editado
Poeta de Cabra, la voluntariosa editorial de José María Herranz. Dijo el editor
que su diseño se basa en la mítica Poket Poets Series que editó Aullido. La
poesía de Fernando Fiestas tiende al silencio, es sólida, concentrada,
conceptual en la descripción de las emociones. Dijo que su obsesión es la luz,
y el libro habla de diálogo con la luz recordada. También con las casas
vividas. Lugares de la excitación y del refugio. Leyó algunos de los poemas,
pero también invitó a otros poetas a que colaborasen en la lectura: Cristina
Cocca, Ana Garrido, Isidro Sánchez Brun, Hortensia Higuero y Juanjo Alcolea
entro otros. Buen libro, eso sí, todavía de poesía vigilada, por lo que oímos
en el diálogo final.
Antonio Daganzo Foto: MCBarri |
Solo un vino. Uno. Esperaba Antonio Daganzo en Los Viernes de la Cacharrería. Llegamos tarde, aunque a tiempo de los últimos escaños y de las palabras terminales de Jorge de Arco que
enmarcaron al poeta. Antonio es poeta casi mediático. Y cálido. Sus lazos con
Chile continúan estrechándose. La embajada andina debería pensar en sus
capacidades para ayudar en la labor inmensa que comenzó Sergio Macías. Veremos.
Hubo una lectura limpia, organizada, completa. Un repaso sobre la obra pasada,
sobre todo desde el poema final de Mientras
viva el doliente, aplaudidísimo, y que pasando por los fundamentos de Llamarse por encima de la noche reclinó en inéditos. Es un poeta potente en voz y creación, que con gestos físicos
serenos y expresivo subraya los momentos álgidos en intención de los poemas. Me
gustó en especial el último de ellos, en donde combina rigor constructivo con
voluntad narrativa y territorios de emoción. Se lo dije mientras las cañas
finales en el bar socorrido de la calle León. Davina Pazos, Aarón Garcia Peña y
José Cereijo fueron testigos.
Hazversos uno
Jaime Alejandre culpó a Enrique Gracia Trinidad de que
Enrique Valle. Sí, de que Enrique Valle leyera en el ciclo Hazversidades poéticas
de El Comercial. Lo dijo, lo dijo (que diría Jordi Hurtado). Mientras tanto
Enrique Gracia Trinidad se abrochaba un chocolate con churros, una vez
dispuesta su cámara para grabarlo todo. Subió a leer Enrique Valle. Comenzó a
grabar (aquí) Gracia Trinidad. Es un buen poeta Valle. Comenzó con un poema neutral
para recalar pronto en sus hits. Un señor que pasaba por la calle os manda este
mensaje, es un poema famoso que trata sobre las palabras flatulentas y hueras
con que se visten los que escriben versos para que estos parezcan poesía. Es un
poema que Enrique Gracia, con enorme generosidad, ha ido incorporando a sus
recitales. Siguió Valle con Los pájaros son gilipollas. Solo en el escenario frente a un velador, leyendo de
Meningelia, el poemario que editó con Prometeo en 2013. Entrega que parece que anduvo
rozando las cotas del malditismo cheli. Hay un discurso que enfrenta al individuo con
la masa organizada, o viceversa. Usa el poeta el reto, la labor de zapa y la
mirada resistente, como respuestas. Antes de terminar su lectura, creo que
breve, con el Poema cero, advirtió que hace diez año que no escribe poesía, ni
deseos que tiene, que todo lo leído viene desde esa distancia. Digamos que no
parecía venir de tan lejos. Montse Cano y Ana Montojo lo oyeron cerca de donde
nosotros. Carmina Casala, ya era hora, muy al lado. Eso ayudó. Hubo tiempo de
felicitar a Pepe Elgarresta por su Cazzoas, por ser topten de ventas en Amazon. Él tampoco se
lo cree. El neobautizado hazverso, sin halo aún, nos dijo, a este lado de la
barra, que ha recuperado la tertulia del café La Manuela. Cada miércoles por la
tarde, que invita, que es foro abierto y sin normas. La buena culpa fue de Enrique GT.
Lo dijimos. Desde hoy esperamos nuevos descubrimientos para la próxima
temporada. Son necesarios.
(Nota: los libritos se venden a 4 euros, las cañas a 3,20. De buena calidad los dos).