sábado, 27 de octubre de 2012

La verdad sobre Homero, un poema de Lêdo Ivo














No es cierto que Homero haya existido 
y escrito la Ilíada y la Odisea. 
Hubo en Grecia numerosos Homeros 
y muchos de ellos se aventuraron en el mar, sufrieron naufragios, conocieron la experiencia del exilio y combatieron en la guerra de Troya. 

Otros bebieron vino en las mesas de piedra y bailaron en las playas, soñaron y olvidaron sus sueños, escucharon en verano el zumbido de las cigarras posadas en los pinos, asistieron al romper de la aurora, interrogaron a las estrellas y acabaron por morir. 

Hubo incluso varios Homeros que oyeron el canto de las sirenas que emergían de las olas, 
y algunos se masturbaron al ver cuerpos tan bellos. 
Y hubo aún aquel Homero que dijo haber visto cómo el marinero Elpenor caía del techo del palacio de Circe, 
pero éste es quizás el más mentiroso de todos, pues en aquel momento Elpenor no estaba en el Palacio. 

De modo que ninguno de estos poetas fue el verdadero Homero, 
que es una invención de los profesores de Literatura 
y de los libreros ávidos que reunieron los cantos de sus Homeros parciales y sucesivos 
y a los que atribuyeron una única autoría. 
De hecho, si ese Homero único y verdadero hubiera existido, 
no hubiera sido ciego, pues la poesía es el arte de ver. 

Y ¿por qué hablar de verdad a propósito de Homero 
si la poesía no existe, es una invención perversa de los filósofos? 

Aunque tenemos que agradecer a los dioses griegos la creación de la mitología 
que, compuesta de historias estrafalarias, de castigos y metamorfosis, 
encanta sobre todo a los niños, a los onanistas y a los ancianos jubilados 
que toman baños de sol y se rascan en los bancos de los parques de Nueva York. 

Iguales a Homero, los dioses son fruto de la mentira que asola el mundo 
desde que Ulises partió en un barco mar adentro 
y dejó a la fiel Penélope entregada a la saña erótica de sus pretendientes. 
En todos estos mitos y leyendas sólo un episodio, por su evidencia incontestable, merece crédito. 
Trata de Argos, el perro de Ulises, que fue el primero en reconocerlo 
a su regreso a Ítaca. 
Ese perro realmente existió. Y eso es tan verdad 
que sus ladridos aún hoy resuenan en nuestros oídos.

Traducción de Martín López Vega

miércoles, 24 de octubre de 2012

Fuente

Fuente, 
caño la vida 

horas que hurtamos 
al avaro absoluto 
de los mares 
en vasijas de azar

barros de fácil quiebra, 
laberintos que tienen sed y nombres. 

Como en la arcilla 
de cántaros el agua, 
así me anuncia el tiempo 
su plenitud.

domingo, 21 de octubre de 2012

Por fin es sábado



Juana Vázque y Javier Jover
Y lo que entristece a la redacción de Mientras la luz es saber que Juana Vázquez tiene el brazo roto. Y que le cuesta escribir. Se lo trizó al intentar salir, emocionada, del Círculo de Bellas Artes, tras presentar su Tiempo de caramelos que le editó Calima. Poemas que cuentan una infancia no feliz, por exigida: sus padres la creían superdotada. Pobres. Aquí lo cuenta. La presentaron Soledad Puértolas y David Felipe Arranz, que leyó un texto de Juan Cruz. Estuvieron, en plan grupo, sus compañeros contertulios de Radio Intereconomía. Un alumno de Juana intervino agradeciéndole sus enseñanzas. En fin, todo feliz, la Sala Valle Inclán llena. Por eso nos duele lo del brazo y su forzada inactividad. La redacción sabe todo esto por feisbuc, ya que tras saludar a Julio Santiago –que prepara una entrevista, con público y con Juana- tuvo que abandonar por anterior compromiso adquirido con el Teatro de la Zarzuela. (Teatro, no Palacio). 17 y miércoles.

Rafael Soler, Antonio Daganzo y Pablo Méndez
Y lo que alegra a la redacción de Mientras la luz fue el lleno –este sí disfrutado- absoluto en el Café Comercial para la presentación de Llamarse por encima de la noche, cuarto poemario de Antonio Daganzo, poeta de presente y de futuro. Está editado en Chile, por Ril Editores y fue lanzado allá durante el pasado agosto. Entre quienes llenaban, Carmina Casala, Aurora Aunón, Alberto Infante, José Luis Nieto, Raúl Nieto de la Torre, Eduardo Merino, Sebastián Galán, Jesús Arroyo, Pepe Elgarresta, Lola de la Serna, Rafa González SerranoPablo Méndez habló desde la fraternidad, Rafael Soler desde el rigor del análisis. (Aquí) En el centro de ambos Antonio Daganzo. Compromiso, orgullo y humildad en el poeta, que defiende su obra con una dicción interpretativa e impecable. Causó impresión la lectura de los poemas que componen el apartado Vuelo en la noche; para este blogero, núcleo central de la metáfora continuada  -viaje hacia el encuentro- que sostiene el libro. Carolina Paz Barreira lo sabe. 18 y jueves. Hubo final prolongado, con Fernando, Rafa, Alberto, Carmen, Carmen y Lucía. Fernando sabe como hacer vivir un lugar como el Comercial. Y lo merece.

Manuel Laespada Vizcaíno
Si hay poetas de honrada lluvia y calma, Manuel Laespada Vizcaíno es uno de ellos. Vive en Manzanares (Ciudad Real) y estuvo leyendo, 16 y martes, en la Casa de La Mancha. Con el infortunio de la ausencia de Manolo Cortijo, su anfitrión. Leyó franciscanamente una veintena de poemas mientras la luz se aquietaba. Hay veces en que la poesía es lluvia imperceptible. Y nos ahonda. Manuel Laespada lo consiguió. La verdad es que deberían venir más poetas manchegos a esta tertulia. A Mientras la luz le gustaría que lo hiciera otro albaceteño Rubén Martín Díaz para presentar el próximo libro-visor El mirador de piedra. Rubén es dueño de una poesía de claridades.

Zhivka Baltadzhieva
 Dicen que Miguel Ángel de Rus es experto en misoginia, cuyas perlas recoge. Algunas de ellas soltó en la presentación de Enésima hoja. Provocador o no, algunas mujeres entendieron, otras contestaron y/o se fueron. Yo lo hice con la primera que enprendió la huida. Ana Montojo, que declara haberse quedado, lo cuenta con justeza en El humo ciega mis ojos, su blog. El libro es una antología poética de mujeres que publica Cuadernos del Laberinto. Y las hay buenísimas, la murciana Virgina Cantó p.e. La huida me llevó hasta Libertad8 a tiempo de embarcar en el periplo odiseico que tripula Alfredo Piquer. Cuatro leyeron poemas. En esta ocasión el blogero se dejó arrastrar por algunos elegíacos de Aureliano Cañadas y por varios látigo de la búlgara Zhivka Baltadzhieva, contemporánea. 19 y viernes. Fin de la semana. Mañana es sábado y es posible que los poetas callen.

__________________________________________________________
Poema X 

Se quiebra el aire negro 
porque una vez que será siempre busqué el sol. 
Y ahora al cabo qué júbilo, 
la gloria del hallazgo entre las nubes 
y suave piel por llama. 
El día que despunta 
quizás se vista aún con el lenguaje de la tierra. 
Pero tú y yo sabemos, 
mi fe amada, 
que el lenguaje del árbol ha crecido, 
que somos sus humildes temerarios. 
Pues me he llamado por encima de la noche, 
yo digo cordillera 
y ahora te nombro palabra de futuro.

                   Antonio Daganzo (De Llamarse por encima de la noche)
_________________________________________________________

Te recuerdo padre-madre…

Os acuné tanto…
Y erais tan pequeñines en mis nueve diez once años
que me acostumbré a llevaros sobre la espalda.
Luego vino la vida.
Y me dijo que era al revés que debíais de acunarme vosotros.
Pero mi pequeño cuerpo estaba tan acostumbrado…
Y además vosotros estabais rotos por
los disparos de la guerra:
Que si un hombro de menos,
que si una mano,
que si una pierna…
Luego os robaron las sonrisas,
todas las caricias de caramelo,
el amor de los geranios,
la suavidad de los ositos,
los besos de las películas infantiles…
Yo que sé cuántas cosas más.
Según la gente del pueblo,
mi pueblo pequeñito y quieto,
iban camiones a por ellas
y salían repletos hasta los topes.
Si es que no teníais nada para dar.
Maldita guerra que os cogió inocentes
con coronas de rosas juveniles
y os dejó en cueros.


            Juana Vázquez (De Tiempo de caramelos)


lunes, 15 de octubre de 2012

¿Ya es otoño?




Almudena Guzmás firma un ejemplar
a José Luis Nieto
Elegante siempre. Siempre cercano. LA de Cuenca presentó la poesía reunida de Almudena Guzmán que ha editado Visor sin abusar de la palabra. Como siempre, acompañando. Sencillamente estando. Este blogero estuvo junto al poeta José Luis Nieto en la presentación. La poeta de Usted y de Zonas comunes leyó poemas de cada uno de sus libros. Lo hizo entre dudas y convicciones. Ocurrió en la Residencia de Estudiantes el jueves 5. El viernes 6, en la librería Arrebato de la calle La Palma, los asistentes permanecían en pie o sentados en el suelo. Apenas existen sillas. Viktor Gómez, director de una de las colecciones de Amargord hacía triple presentación. Dos asturianos: Julio Obeso y Ricardo Pochtar y un valenciano Pepe Máiquez. Todo con cierto aire alternativo. Buscadamente alternativo. El blogero estuvo con Antonio Crespo Massieu.  Y escuchó con deleite a Cecilia Quilez, exquisita cuando hablaba del libro de Obeso.

Antonio Daganzo
La semana de la Fiesta Nacional trajo a esta redacción noticias de amigos. Antonio Daganzo, el poeta de Arganda, presenta en Madrid el libro Llamarse por encima de la noche. Un poemario en que el autor se asoma al borde del pretil que supone el compromiso y decide aceptarlo. El libro ha sido presentado durante reciente el invierno austral, en Chile, editado por Ril. Es poemario de madurez y riesgo, de alegría aceptada, de viajes físicos e interiores en donde la belleza es una provocación. Como lo es el desconsuelo y el ansia de vivir –y no hay contradicción- en la antología que Alacena Roja presenta de Elvira Daudet, cuya lectura recomendamos (pinchad aquí) tanto para sus admiradores como para quienes no conozcan las maneras de decirse, tan contundentes como insobornables, tan de recia verdad, como son las que usa esta experiodista conquense, ganada definitiva y afortunadamente para la poesía.


Pedro A. González Moreno, José Luis Cabezas, Nicolás del Hierro
y  Manuel Juliá en el acto de Piedrabuena
Semana que continuó con la presentación en Piedrabuena, su pueblo y el mío, de “El color de la tinta. Poesía 1962-2012”, la obra reunida y seleccionada de Nicolás del Hierro, editada por Vitruvio, que ha estudiado y prologado Pedro A. González Moreno. El salón estuvo lleno hasta las cachas. Al citado Pedro A. se unieron los poetas manchegos Manuel Juliá, Natividad Cepeda, José María González Ortega, Juana Pinés, Elisabeth Porrero y Davina Pazos, que leyeron poemas del libro.  También Mari Carmen Matute, Presen Pérez y Esteban Rodríguez Ruiz. El acto estuvo conducido por Félix Ortega. Todo ello la tarde del 12. La tarde el 14, el blogero asistió a la entrega del premio de poesía mística en honor a Santa Teresa. Dos poetas, amigos de este blog, fueron premiados: Jorge de Arco y Cristina Cocca, ambos leyeron espléndidamente sus trabajos dedicados a la santa abulense, con seriedad, con clase. Alzándose sobre un acto propio de juegos flores años 40. Antes que ellos hablaron dos obispos. Tres pendones cubrían el fondo de escenario. Todo en Malagón, lugar en donde fundó Teresa. Cosas.

Cristina Cocca y Jorge de Arco en el acto de Malagón (Ciudad Real)

viernes, 12 de octubre de 2012

El color de la tinta: 50 años de la poesía en Nicolás del Hierro


Hay veces que las semillas llegan para quedarse, también la poesía. Es preciso que encuentren un suelo húmedo y fértil, un pecho y una voz abiertos al asombro. Hay veces en que el tiempo hace posible el milagro de la encina, de la obra bien hecha. Tal es el caso de Nicolás del Hierro, poeta que presenta en estos días su obra, su poesía reunida y seleccionada, justo a los 50 años de la aparición de su primer libro, “Profecías de la guerra”. Será en Piedrabuena, su pueblo natal, hoy, viernes, 12 de octubre y posteriormente en Toledo, en la Biblioteca Regional, el lunes día 22.

Hay veces en que la poesía se siente habitada cuando habita y es entonces cuando el poeta necesita contar el diálogo que se establece, la convivencia del autor con su obra. Tal es el argumento, tan rotundo como sencillo, que el lector puede encontrar a lo largo de las 600 páginas que componen El color de la tinta (Vitruvio, 2012), y que ya nutre nuestras librerías. Ha querido el poeta mostrar en él las líneas argumentales de su hacer, lo que le importa que permanezca.  A los libros ya publicados que recoge, se añaden dos nuevas entregas, “Desde mis soledades” y la que da título al conjunto, “El color de la tinta”.

Escribir es siempre una confrontación dialéctica, tras la cual el creador se trasforma en conductor de intenciones contrapuestas. Fue Cernuda quien habló del deseo y la realidad. A lo largo del camino poético de Nicolás del Hierro es posible encontrar múltiples provocaciones, intereses que han ido necesariamente variando, pero también una línea argumental que ha sostenido y sostiene su obra. Tal línea no es otra que su compromiso con el hombre, con los hombres, con el nunca resuelto problema del hombre entre los hombres. Ese concilio casi imposible de intereses, esa amalgama de solidaridad y egoísmo que es el hombre, tanto si lo tomamos como individuo o como cuerpo social, ha impregnado el diálogo poético del autor con su obra. Lo que la llena de coherencia y solidez.

En El color de la tinta es posible observar las diversas etapas de su escritura, sus instantes de fiebre. Pedro A. González Moreno, en un estudio primoroso que sirve de prólogo, las explicita y analiza con la exquisitez que suele, lo que nos libra a los demás de tal labor. Pero es preciso decir que este libro era necesario, muy necesario. Hay una generación poética manchega, de enorme valía para la poesía española, que surgida alrededor de los años sesenta ha desarrollado una obra de valor considerable: Mena Cantero, Valentín Arteaga, Beño Galiana… son otros nombres, generación que precisa de estas ediciones para poder ser conocidos y estudiados en profundidad. Nicolás del Hierro, aún en plena vigencia creativa, ha tenido el tiempo, la paciencia generosa y la voluntad de reunir aquí, para la luz, y en muy cuidada edición, sus 14 poemarios.
 
Por los primeros libros recogidos en “El color de la tinta” desfilan ansiedades, susurros y gritos, demandas de paz y justicia, también el rumor de la desolación frente a la imposibilidad de la utopía. Luego se hará patente su preocupación por el lenguaje como núcleo esencial de su hacer y el latigazo del amor como estímulo creativo, de ahí surgirán Lejana presencia y Muchacha del sur, dos de sus mejores entregas. En los tres poemarios que aparecen al filo del cambio de siglo, el poeta se verá provocado por el paisaje de su tierra y de su infancia, por la pureza del origen, por el decir de las pequeñas cosas. También por el sosiego en la mirada. Pero será en los dos nuevos poemarios, testigos del tiempo último, donde la dialéctica entre obra y autor, entre poesía y poeta, alcance la altura del interrogatorio, de la duda, de la tiniebla de las preguntas, de los laberintos de las respuestas, de los enigmas como futuro.

Hay veces que las semillas llegan para quedarse, para fructificar, para levantar el árbol de nubes que habrá de alimentarnos. Y hay veces que al aventar la poesía, la poesía  encuentra entre el azul un pecho y una voz insobornables, como los de Nicolás del Hierro. Y se queda, voluntariosa y tenaz. Y dialoga a lo largo de 50 años. Sin deserciones. Y crece. Y produce frutos hermosos, como este libro.