(Previamente presentado en StardustCF del 28/12/2015)
Es comprensible que un escritor de ciencia ficción de vez en cuando quiera ahorrarse el trabajito de explicar el fundamento científico de todas las cosas espectaculares y llenas de sentido de maravilla que suceden en su narración y escriba una novela de fantasía. También lo es que de vez en cuando coquetee con el terror y pasen cosas que dan susto y resultan desagradables en sus novelas. Hay gente que lo lamenta (por ejemplo, Miquel Tarragó, al que le molesta mucho que George R R Martin se esté forrando con esa especie de Falcon Crest con dragones que tiene montado) pero en general se acepta sin problemas que a Fulanito se le publique un relato en una antología de miedo como es "Calabazas en el Brasero" y luego salga finalista en el premio de Ciencia Ficción de la Policlínica de Cataluña. A fin de cuentas, los tres géneros son hermanos ... o primos ... o siameses.
Sin embargo, otra cosa es que un autor quiera incursionar en otros géneros ... ajenos. Si los géneros también tienen un pasado "pulp" hasta se puede tolerar: Una historia de detectives contemporánea y tirando a "near future" ... se puede tolerar, que a William Gibson, por ejemplo, se le tolera.
Lo que ya empieza a encender los ánimos del más templado es cuando alguien se pasa de pretencioso y quiere escribir un novelón de esos "respetables" de género histórico. En ese caso ya se empieza a hablar de él con el mismo tono que se reserva para esa prima ligera de cascos o para ese "compañero" de trabajo que es tirando a trepa. Y, cuando se le considera directamente un traidor y un snob, es cuando pretende ser un miembro más del mainstream cual si fuera un Felipe G. Palmerín con sus mapas del tiempo, del caos y de isobaras, o cuando quiere presentarse como un "escritor total", lo cual nunca ha conducido a nada bueno y es lo que llevó por donde llevó al pobre Philip K Dick.
Pero, como todo lo que sube tiene que bajar, a menudo el escritor que se había elevado desde los calcañares de la literatura hasta lo que es LITERATURA DE VERDAD se la pega (en cuanto a ventas, se entiende) y decide volver con el rabo entre los piernas hacia ese género tan poco considerado socialmente del que siente que nunca debió salir porque echa de menos la gente que le saluda en las Hispacones y las preguntas en las mesas redondas y las nominaciones a los Premios Ignotus (ay, las nominaciones a los premios Ignotus, qué actos más innombrables no se habrán cometido en su nombre).
Se ha sabido por casualidad (unos investigadores especializados en el Club Bilderberg se encontraron un memorándum al respecto en uno de los hoteles que acogen las reuniones de este exclusivo club) que una vez al año (usualmente el fin de semana de la Hispacon), hay una cena secreta a la que acuden los principales editores del mundillo y en la que se tratan estos casos (eso explica que en una Hispacon el editor de Digamesh, Alejandro Corbacho, nunca esté cuando se le busca). Si el autor, que se presenta compungido y con un hábito de penitente, al menos les hizo ganar dinero en su momento se le vuelve a dar una oportunidad pero se le hace saber bien claro que es una oveja descarriada que ha vuelto al redil y que tiene que volver a ganarse un lugar en el corazón de los fans.
- ¿Sabes que eres una oveja descarriada que se tiene que volver a ganar un lugar en el corazón de los aficionados?, le dice Lucio G Pardo, de Calamut.
- Sí, si, lo sé.
- ¿Y que no nos gustan nada los listillos que se dan aires de literarios?, prosigue Alejandro Corbacho.
- Sí, sí, dice el infeliz, con voz temblorosa.
- ¿Te acordarás de lo que te estamos diciendo?, sigue Miquel Tarragó.
- Siiii, quiero que en las Hispacones me sigan saludando y votándome para los Ingotus.
- Pues ya se encargará Igor de que te acuerdes. ¡Adelante, Igor!, termina Paco Garrido Arequipa.
Es entonces cuando entra Igor en la estancia, equipado con una fusta, unas tenazas y un braserillo alimentado con carbones al rojo vivo, para asegurarse de que a la oveja descarriada le queda claro cuál es su lugar.
Es comprensible que un escritor de ciencia ficción de vez en cuando quiera ahorrarse el trabajito de explicar el fundamento científico de todas las cosas espectaculares y llenas de sentido de maravilla que suceden en su narración y escriba una novela de fantasía. También lo es que de vez en cuando coquetee con el terror y pasen cosas que dan susto y resultan desagradables en sus novelas. Hay gente que lo lamenta (por ejemplo, Miquel Tarragó, al que le molesta mucho que George R R Martin se esté forrando con esa especie de Falcon Crest con dragones que tiene montado) pero en general se acepta sin problemas que a Fulanito se le publique un relato en una antología de miedo como es "Calabazas en el Brasero" y luego salga finalista en el premio de Ciencia Ficción de la Policlínica de Cataluña. A fin de cuentas, los tres géneros son hermanos ... o primos ... o siameses.
Sin embargo, otra cosa es que un autor quiera incursionar en otros géneros ... ajenos. Si los géneros también tienen un pasado "pulp" hasta se puede tolerar: Una historia de detectives contemporánea y tirando a "near future" ... se puede tolerar, que a William Gibson, por ejemplo, se le tolera.
Lo que ya empieza a encender los ánimos del más templado es cuando alguien se pasa de pretencioso y quiere escribir un novelón de esos "respetables" de género histórico. En ese caso ya se empieza a hablar de él con el mismo tono que se reserva para esa prima ligera de cascos o para ese "compañero" de trabajo que es tirando a trepa. Y, cuando se le considera directamente un traidor y un snob, es cuando pretende ser un miembro más del mainstream cual si fuera un Felipe G. Palmerín con sus mapas del tiempo, del caos y de isobaras, o cuando quiere presentarse como un "escritor total", lo cual nunca ha conducido a nada bueno y es lo que llevó por donde llevó al pobre Philip K Dick.
Pero, como todo lo que sube tiene que bajar, a menudo el escritor que se había elevado desde los calcañares de la literatura hasta lo que es LITERATURA DE VERDAD se la pega (en cuanto a ventas, se entiende) y decide volver con el rabo entre los piernas hacia ese género tan poco considerado socialmente del que siente que nunca debió salir porque echa de menos la gente que le saluda en las Hispacones y las preguntas en las mesas redondas y las nominaciones a los Premios Ignotus (ay, las nominaciones a los premios Ignotus, qué actos más innombrables no se habrán cometido en su nombre).
Se ha sabido por casualidad (unos investigadores especializados en el Club Bilderberg se encontraron un memorándum al respecto en uno de los hoteles que acogen las reuniones de este exclusivo club) que una vez al año (usualmente el fin de semana de la Hispacon), hay una cena secreta a la que acuden los principales editores del mundillo y en la que se tratan estos casos (eso explica que en una Hispacon el editor de Digamesh, Alejandro Corbacho, nunca esté cuando se le busca). Si el autor, que se presenta compungido y con un hábito de penitente, al menos les hizo ganar dinero en su momento se le vuelve a dar una oportunidad pero se le hace saber bien claro que es una oveja descarriada que ha vuelto al redil y que tiene que volver a ganarse un lugar en el corazón de los fans.
- ¿Sabes que eres una oveja descarriada que se tiene que volver a ganar un lugar en el corazón de los aficionados?, le dice Lucio G Pardo, de Calamut.
- Sí, si, lo sé.
- ¿Y que no nos gustan nada los listillos que se dan aires de literarios?, prosigue Alejandro Corbacho.
- Sí, sí, dice el infeliz, con voz temblorosa.
- ¿Te acordarás de lo que te estamos diciendo?, sigue Miquel Tarragó.
- Siiii, quiero que en las Hispacones me sigan saludando y votándome para los Ingotus.
- Pues ya se encargará Igor de que te acuerdes. ¡Adelante, Igor!, termina Paco Garrido Arequipa.
Es entonces cuando entra Igor en la estancia, equipado con una fusta, unas tenazas y un braserillo alimentado con carbones al rojo vivo, para asegurarse de que a la oveja descarriada le queda claro cuál es su lugar.