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martes, 5 de julio de 2016

Como ayer



HACE TRES MESES que su padre murió, y recién ahora ha conseguido reunir fuerzas para volver a la que por casi treinta años también fuera su casa. Tras abrir de par en par las ventanas del living y del comedor, se queda de pie en el umbral de la cocina. Sobre la mesa parece aguardarlo la vetusta radio de su padre. Al arrimarse a ella, le crece el recuerdo de su viejo tomando mate y canturreando los tangos que todas las mañanas escuchaba religiosamente por Radio Splendid; mientras él, apenas un purrete, lo acompañaba tomando la leche. Entonces enciende la radio. Y los acordes de «La cumparsita», el tango preferido de su padre, colman, como ayer, cada rincón de la cocina. Poco importa que el cable de la radio esté desconectado.
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Como ayer, leído por Juan Morán, durante la emisión del programa Wonderland (a partir del minuto 33) del pasado 20 de febrero.


Como ayer, leído por Ana Vidal, durante la emisión del programa número 20 de Soles en el ocaso (a partir del minuto 51) del pasado 16 de marzo.

Gracias a ambos por sus lecturas.
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viernes, 20 de junio de 2014

Sentirse a gusto



ESTA MAÑANA el espejo del baño me informó que, pegadita a la mía, sobre la mejilla derecha, se me había instalado una segunda nariz. Como si aquel espejo estuviese descompuesto, apelé al resto de los que había en casa para que lo refutasen. Ninguno lo hizo. Furioso me sujeté la nueva nariz y tiré con todas mis fuerzas. No pude contener el grito. «¿Cómo se había incrustado tan firmemente en mi rostro?; ¿de dónde había venido?; ¿por qué tuvo que meterse conmigo?», me acosaban éstas y otras inquisiciones cuando vi que, empujada por la otra, mi nariz se desplazaba hacia la izquierda. A poco revalidé que, en efecto, la nariz foránea estaba desalojando impunemente de su lugar a la mía. Media hora le bastó para conseguirlo; al cabo de la cual la que fuese mi nariz se desprendió como una hoja. Alcancé a manotearla en el aire y, pese a lo vergonzante de su resistencia, la envolví amorosamente en un paño. En ese instante llamaron a la puerta.
La mirilla me reveló a una mujer que cubría su cara con un velo. Sin abrir, le pregunté qué deseaba.
—Vengo para hablar con mi nariz —dijo.
—No sé a qué se refiere —respondí.
—¡Por favor, no mienta; sé que está aquí! Mire —extrajo un papel de su cartera—, me dejó una carta en la que dice que ha hallado un rostro donde sentirse realmente a gusto y que, en caso de ponerme nostálgica, podía visitarla en esta dirección.
Me quedé mudo.
—¿No me diga que no llegó? ¿Y si le pasó algo? La calle es tan insegura para una nariz sola... ¡Ay, Dios mío, me muero!
—No, no se muera frente a mi puerta —dije mientras abría.
Al verme, vociferó:
—¡Ésa es mi nariz!
—Era —repliqué.
Cuando dejó de insultarme, le exigió a su nariz que volviese con ella, pero la susodicha se negó enfáticamente. Tuve miedo de que la mujer se decidiese por métodos violentos. Entonces me acordé de la nariz en el paño y le sugerí que se la probase.
—Siempre me habían dicho que mi exnariz era algo masculina —dijo mientras se estudiaba en el espejo.
—Siempre me habían dicho que mi exnariz era algo femenina —dije casi al mismo tiempo.
Nos reímos largamente y, aunque parezca mentira, en aquel momento recién comenzaba para nosotros la parte más importante de esta historia.
Safe Creative #1406201284307
Lectura en La Voz Silenciosa:

 

 En Google Books como parte de la antología Con un par de narices (edición de La Esfera Cultural).
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jueves, 1 de agosto de 2013

«Cucharas», en la voz de Verónica A. Ruscio



Hace unas semanas, la escritora Verónica Ruscio asistió al programa de radio «El Living sin Tiempo», que conduce Martín Gardella, para charlar sobre la reciente publicación de «Cuarto Oscuro», su primer poemario. En dicha ocasión, en el denominado «Carrusel de minificciones», Verónica tuvo la amabilidad de prestarle su encantadora voz a «Cucharas».


¡Gracias, Vero!


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miércoles, 17 de julio de 2013

«Sin vacante», en la voz de Mar G. Mena




¡Gracias Puck por engalanar los microrrelatos de «De antología» con tu bella voz!
Sin vacante
REFLEXIONABA sobre dejarlo todo cuando hallé a un tipo pendiendo de la rama de un árbol. Se veía tan sereno y hermoso que le solicité permiso para ocupar un sitio a su lado. «Como guste», dijo, y no tardamos en hacernos amigos. Lo único que me molestaba era su extrema generosidad: con el devenir de los días el árbol se pobló de tanta gente que ya no pudimos compartir soledades. Decidí marcharme en busca de mi propio árbol, con la idea de admitir como máximo, y sólo para evitar que me tilden de egoísta, a uno o dos huéspedes. Pero pronto descubrí que ya no quedaban en el mundo árboles sin ahorcados.
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sábado, 7 de enero de 2012

De esferas, trincheras, navidades y vaya uno a saber qué más


El pasado 30 de diciembre se leyó en el programa La Voz Silenciosa el microcuento, de un servidor, En una maldita trinchera. El mismo había sido publicado en su día tanto en el blog como en la revista de La Esfera Cultural. Seguidamente les dejo dicha lectura.
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Por otra parte, aprovecho la ocasión para comentarles que mi texto El tío Iván que participo en la convocatoria La otra Navidad, propuesta también por La Esfera Cultural, ha resultado finalista. Vaya desde aquí mi agradecimiento a los que le dieron su votito, espero que convencidos de la valía del microcuento, y a los miembros de La Esfera, por la labor desplegada.
Recibieron mención especial, entre otros, Mar Horno y Sara Lew, por lo que compartiremos publicación; desde ya, un placer. Además, Laura Garrido quedó tercera en el concurso para ilustrar el libro por lo que probablemente su obra aparezca en las páginas interiores, al menos así lo deseamos desde El elefante. ¡Felicitaciones chicas!
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