Eros y Psique. Antonio Canova
El lector sigue confuso: la poesía es manifestación de belleza dicen unos, sentimiento estético dicen otros, ¡ritmo! ¡ritmo!, ¡sobre todo es ritmo! sentencian los más, Veinte poemas es la tipificación de la melancolía, el tránsito hacia la angustia que aparece en la poesía inmediatamente posterior [sic]. El lector abandona por un momento la bibliografía y se adentra en el espacio multimedia a la caza de podcast poéticos en busca del ritmo; la poesía ha de ser escuchada, fue la última recomendación. Pinganillo, habitación en penumbra, los Veinte poemas y “play”.
La magia de la flauta
travesera en el Bolero de Ravel, disuelve la ironía de los tres primeros versos
del poema 20:
Puedo escribir los versos más tristes esta noche
Escribir por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros a lo lejos"
El lector
está llegando al final, las diferentes
visiones de análisis consultados quedan atrás archivadas en la memoria. En los foros de discusión (Club de lectura) la
pregunta en el aire es con seguridad quien es la mujer de los Veinte poemas: ¿todas? ¿ninguna? El joven que en Chile se encontró con la vida, el amor y la
poesía escribió cartas de amor que han sido publicadas, en ellas, hay algunas claves que ayudan con el
poemario. Pero no hemos de buscar una amante particular, sino la expresión poética del amor reflejada en
paisajes naturales habitados por seres posiblemente solo perceptibles por el poeta. Marisol
y Marisombra bien podrían ser otras mujeres. O metáforas paisajísticas.
El
lector-escuchante encontró por fin una manera -otra- de acercamiento a poeta y poesía,
posiblemente no la políticamente más correcta, pero sí válida para crear
proximidad. Como dice nuestro profesor Ojeda no todas las personas saben métrica. Yo añadiría que tampoco todas entonamos con la debida musicalidad.
Por la
misma razón que en el arte de vanguardia hay que buscar particularmente el color, en poesía hay que captar el ritmo,
y en ello nos afanamos.