En lo social, los autores de la
Generación del 98 tienen puntos en común: distinguen entre la España real,
miserable e inculta y la oficial, artificial y falsa. Muestran preocupación por
la identidad nacional (tan de actualidad hoy día). Sienten interés por Castilla
y sus pueblos marginados por los gobiernos (otra actualidad: la “España
vaciada”). Sobre el grupo incide: la Revolución de 1868, la Restauración de 1874,
el desastre de 1898, el republicanismo en auge y el enfrentamiento con la
Iglesia.
Machado, republicano militante de la
revolución no agresiva, ve en la República la confirmación a los valores en los
que siempre ha creído y los defiende con su arma: la pluma. En consecuencia, no
duda en colaborar con sus medios en la labor del Gobierno.
Tras las elecciones de 1931, llegan
las de 1933 con un cambio sustancial: en tanto que republicanos e izquierdas se
atomizan en grupos, las derechas se unen en coalición lo que tensa el ambiente.
Desde 1932, Machado que había conseguido una cátedra de francés en Madrid vive
en la capital con su familia; disminuye su creación poética, aumenta su obra en
prosa y junto con su hermano Manuel estrena algunas comedias. En 1936 tras una
nueva consulta, los republicanos toman de nuevo el poder, las derechas, como es
sabido se revuelven hasta desembocar en la sublevación militar de julio. Madrid
es ahora terreno abonado para la persecución de intelectuales afines a la
República.
En la Guerra Civil la cultura juega un
papel de gran importancia, Machado ve como los sublevados persiguen el arte y el
pensamiento para destruir el razonamiento, la cultura y la libertad de pensar
de otro modo. En este contexto el sueño de Machado se viene abajo especialmente
tras el asesinato de Lorca.
«En
1916 cuando un profesor de la Universidad de Granada llevó a sus alumnos en
viaje de estudios a Baeza, coincidieron los miembros de dos generaciones
literarias diferentes: 98 y 27, Machado y un muchacho inquieto y hablador que
lo llamó la atención. Machado leyó a este un poema de Rubén Darío, Lorca, que
no era otro el muchacho, interpretó una obra al piano».
Desde entonces, la admiración entre
ambos era mutua, cuando a Machado le llega la noticia de la muerte escribe: «[…]
un pelotón de fieras lo acribillo a balazos, no sabemos en qué rincón de la
vieja ciudad del Genil […]», de esta nota nació una reseña impactante y
estremecedora sobre la muerte de Lorca, publicada en «El Liberal de Murcia»; el
poema: El crimen fue en Granada.
Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas, de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
-sangre en la frente y plomo en las entrañas-.
...Que fue en Granada el crimen sabed - ¡pobre Granada-,
en su Granada...
Machado, testigo de la persecución a
los intelectuales, las letras y las ciencias, sabe que no es posible ganar la guerra,
pero no quiere exiliarse y así lo manifiesta a un periodista, «no podría vivir
separado de mi tierra». No obstante, tendrá que salir de España. Debió pensar:
si han matado a Federico, nos matarán a todos.
Marcharemos con Machado camino del
exilio.