La introducción general al argumento
que en el capítulo primero de El Doncel
de don Enrique el Doliente ofrece Larra al lector muestra la versión verosímil
de una época. En consecuencia uno (o una para ser políticamente correcto)
intuye que va a leer una novela histórica a pesar de:
Con respecto a la veracidad de nuestro
relato, debemos confesar que no hay crónica ni leyenda antigua de donde le
hayamos trabajosamente desenterrado; así que el lector perdiera su tiempo si
tratase de irle a buscar comprobantes en ningún libro antiguo ni moderno…
A mi juicio y por poco que conozcamos
de Larra, a la intuición histórica se asoma la razonable duda de rasgos
autobiográficos que deja a lo histórico un tanto apagado y algo artificial por
la insistente referencia a hechos conocidos por el lector, por la abundante presentación
de clima histórico, por el tono de
misterio…
Muchos achacaron la ausencia del
doncel a alguna hechicería de don Enrique de Villena y del judío, pero desde
sospecharlo a saberlo había tanta distancia como hay de la mentira a la verdad.
y
recursos de folletín romántico para que la atención del lector no decaiga:
—Soltad mi mano.
—No, sois mía y lo
seréis.
—
¿Y ese amor es tan grande? ¿Me amáis vos, y me amáis comprometiendo mi honor y
mi existencia?
—Sí, porque tú y yo no somos ya más
que uno. Los dos felices, o desgraciados ambos. Uniónos el amor: la muerte sola
nos separará
Históricamente Larra, quizá por admiración a
Enrique de Villena no quiere condenarlo. Enrique III que estaba muy interesado
en doña María de Albornoz buscó una forma “digna” de deshacer el matrimonio
haciendo a su esposo Gran Maestre de Calatrava. El matrimonio y su anulación
tras declararse Enrique de Villena impotente fueron, evidentemente, fruto de la
conveniencia.
Tal ocurre con un Macías amante cerril
e insistente que no alcanza la verdadera dimensión de su pasión amorosa y
una Elvira poco congruente que ama a su
esposo y se desvive por un amante a quién revela su pasión solo en el último
momento. El comportamiento de Macías bien podría tener un paralelismo con la
testarudez de Larra en su amor, posiblemente insoportable, hacia Dolores Armijo que explicaría la conducta
de ella. Comparemos expresiones de Macías con las de Larra
cuando la crisis con su amante es ya completa e insuperable:
Macías,
El Doncel
¿Juzgáis, señora, por ventura, que es
lícito mirar a un hombre y elegirle con los ojos entre la multitud para
abrasarle impunemente?
[…]
Yo os di a elegir, señora. Nuestra
felicidad, y el secreto y cuanto vos exigieseis, o el escándalo y mi muerte.
Vos elegisteis lo peor. Escrito estaba así. ¡Muerte y fatalidad!
Larra, Fígaro en el cementerio (El Español,
nº 368, 2 de noviembre de 1836).
Una nube sombría lo envolvió todo. Era
la noche. El frío de la noche helaba mis venas. Quise salir violentamente del
horrible cementerio. Quise refugiarme en mi propio corazón, lleno no ha mucho
de vida, de ilusiones, de deseos.
¡Santo cielo! También otro cementerio.
Mi corazón no es más que otro sepulcro. ¿Qué dice? Leamos. ¿Quién ha muerto en
él? ¡Espantoso letrero! ¡Aquí yace la
esperanza!
¡Silencio, silencio!
Larra, artista de la narración breve,
captador del momento; del quehacer humano en cuya representación refleja la su
protesta; de la sátira; del humor, es hombre de su tiempo y El Doncel ambientada en la época de don
Enrique el Doliente, hace continuas alusiones a su presente en clave crítica
que incita a releerla en busca del interés que encierra lo irreal de sus
situaciones, el drama del hombre.