Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

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martes, 12 de julio de 2016

VOLVER A LEER EL DONCEL DE DON ENRIQUE EL DOLIENTE de Mariano José de Larra


La introducción general al argumento que en el capítulo primero de El Doncel de don Enrique el Doliente ofrece Larra al lector muestra la versión verosímil de una época. En consecuencia uno (o una para ser políticamente correcto) intuye que va a leer una novela histórica a pesar de:

Con respecto a la veracidad de nuestro relato, debemos confesar que no hay crónica ni leyenda antigua de donde le hayamos trabajosamente desenterrado; así que el lector perdiera su tiempo si tratase de irle a buscar comprobantes en ningún libro antiguo ni moderno…

A mi juicio y por poco que conozcamos de Larra, a la intuición histórica se asoma la razonable duda de rasgos autobiográficos que deja a lo histórico un tanto apagado y algo artificial por la insistente referencia a hechos conocidos por el lector, por la abundante presentación de clima histórico, por el  tono de misterio…

Muchos achacaron la ausencia del doncel a alguna hechicería de don Enrique de Villena y del judío, pero desde sospecharlo a saberlo había tanta distancia como hay de la mentira a la verdad.

y recursos de folletín romántico para que la atención del lector no decaiga:

—Soltad mi mano.
—No, sois mía y lo seréis.
— ¿Y ese amor es tan grande? ¿Me amáis vos, y me amáis comprometiendo mi honor y mi existencia?
—Sí, porque tú y yo no somos ya más que uno. Los dos felices, o desgraciados ambos. Uniónos el amor: la muerte sola nos separará

 Históricamente Larra, quizá por admiración a Enrique de Villena no quiere condenarlo. Enrique III que estaba muy interesado en doña María de Albornoz buscó una forma “digna” de deshacer el matrimonio haciendo a su esposo Gran Maestre de Calatrava. El matrimonio y su anulación tras declararse Enrique de Villena impotente fueron, evidentemente, fruto de la conveniencia.

Tal ocurre con un Macías amante cerril e insistente que no alcanza la verdadera dimensión de su pasión amorosa y una  Elvira poco congruente que ama a su esposo y se desvive por un amante a quién revela su pasión solo en el último momento. El comportamiento de Macías bien podría tener un paralelismo con la testarudez de Larra en su amor, posiblemente insoportable,  hacia Dolores Armijo que explicaría la conducta de ella. Comparemos expresiones de Macías con las de Larra cuando la crisis con su amante es ya completa e insuperable:

Macías, El Doncel

¿Juzgáis, señora, por ventura, que es lícito mirar a un hombre y elegirle con los ojos entre la multitud para abrasarle impunemente?
[…]
Yo os di a elegir, señora. Nuestra felicidad, y el secreto y cuanto vos exigieseis, o el escándalo y mi muerte. Vos elegisteis lo peor. Escrito estaba así. ¡Muerte y fatalidad!

Larra, Fígaro en el cementerio (El Español, nº 368, 2 de noviembre de 1836).

Una nube sombría lo envolvió todo. Era la noche. El frío de la noche helaba mis venas. Quise salir violentamente del horrible cementerio. Quise refugiarme en mi propio corazón, lleno no ha mucho de vida, de ilusiones, de deseos.
¡Santo cielo! También otro cementerio. Mi corazón no es más que otro sepulcro. ¿Qué dice? Leamos. ¿Quién ha muerto en él? ¡Espantoso letrero!  ¡Aquí yace la esperanza!
¡Silencio, silencio!

Larra, artista de la narración breve, captador del momento; del quehacer humano en cuya representación refleja la su protesta; de la sátira; del humor, es hombre de su tiempo y El Doncel ambientada en la época de don Enrique el Doliente, hace continuas alusiones a su presente en clave crítica que incita a releerla en busca del interés que encierra lo irreal de sus situaciones, el drama del hombre.