Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

miércoles, 1 de febrero de 2017

REVIVIENDO EL PASADO. Patria de Fernando Aramburu


Con Patria, Fernando Aramburu cumple con la conveniencia/necesidad que todo escritor tiene/debía tener (utilizaré aquí este modo de expresión complementaria remedando a Aramburu) de escribir por y para la sociedad de su tiempo. Tiempo. Hoy parece lejana la fecha, pero ya/solo hace poco más de cinco años que los medios de comunicación anunciaban el «cese definitivo». Quienes geográfica, laboral, o socialmente estaban más próximos al entorno en que se desarrolla Patria, leerán esta –como  ya ocurriera con la trilogía dantesca de Oscar Esquivias– con otro afán. Los más distantes, podrán asomarse a una sociedad cerrada, recelosa y sujeta a la ley del silencio que durante 43 años fue, para propios y extraños, un mundo diferente y convivir con dos familias enfrentadas por «el conflicto» en las que se dan parte de todas las circunstancias posibles:

  • -      Dos amas de casa (etxekoandreak).
  • -      Sus maridos (uno víctima).
  • -      Tres hijos: médico, escritor, terrorista.
  • -      Dos hijas: una vive alejada con buena suerte, otra atada a tierra y familia por un ictus traicionero.

Cuando se visita un lugar por segunda o más veces se hace este más de uno más familiar, tras reconocer espacios que, motu proprio, hacemos nuestros y depositarios de nuestras experiencias. El entorno espacial de Patria bien pudiera ser: Rentería, Oyarzun, Azpeitia, Azkoitia, Llodio…, Aramburu lo silencia como los apellidos de los protagonistas. Yo lo he situado en tiempo y espacio conocidos pero, de cuyo nombre no debo acordarme:

Mientras que Olatz, la amatxo de Jose Mary preparaba la comida, este, antes cazador que amigo –y de esto lo era y mucho– me hacía conocer el pueblo en su esencia. Llegados a un bar que bien pudiera, pero no era el Pagoeta, cambió Jose Mary la sonrisa habitual por un gesto de silencio:
-Aquí –dijo– hablar solo del tiempo, ni de futbol por si acaso.
Así lo hice.
-Es un amigo, maqueto pero legal.
Sentenció presentándome a la cuadrilla de la que desde aquel momento formaba parte, cuidando siempre el consejo inicial.

La situación, de allá por los años 70 es real, los nombres supuestos, el lugar permanece en los tenebrosos rincones de mi cerebro.
Todos vamos a entender Patria, a vivirla. Algunos a revivirla.
Hasta aquí, la anécdota y el recuerdo, aun toca hablar de Patria en su faceta de construcción literaria.