Habida cuenta de que para la lectura de Rimas y Leyendas no se ha establecido una secuencia previa, éste lector, sugestionado quizá por la imagen de los esculturales cuerpos que en éstas fechas ponen una nota de frescura y color en nuestras playas, ha escogido como tema para el comentario: La mujer.
La ajorca de oro.
La mujer ya no es como Siannah en El caudillo de las manos rojas el ideal sublime, sino una mujer caprichosa, con hermosura casi de vértigo capaz de hacer que su enamorado cometa cualquier clase de locura; en este caso un robo sacrílego abortado mediante un recurso utilizado por Bécquer en otras partes de la obra y muy frecuente en la tradición popular (recordemos también la Trilogía de Esquivias) como es la animación de las estatuas que, impiden la consumación del robo, reteniendo al ladrón de la catedral.
“¡Suya, suya!”
“El desdichado amante enloqueció”.
El monte de las ánimas.
La protagonista, queda definida como mujer fría, coqueta, indiferente, dichosa por ridiculizar a su enamorado hiriéndole en su orgullo de cazador. No hay incitación al robo como en la leyenda anterior; el amante es empujado sibilinamente a recobrar la prenda azul (color que en el amor cortes, simboliza los celos) que para él suponía “la divisa de su alma”.
La prosa de Bécquer crea un ambiente tétrico, terrorífico, que retrata a la perfección el miedo de, Alonso al verse empujado hacia el monte maldito en el que las ánimas de caballeros castellanos y clérigos con espuelas vagaban en esa noche helando la sangre del más valiente, y la angustia de Beatriz que al amanecer encuentra la fatídica banda azul ensangrentada que el espectro de su amante muerto por los lobos ha depositado en su aposento.
Al amanecer sus servidores la encontraron…
“Entreabierta la boca, blancos los labios, rígidos los miembros, muerta, muerta de miedo”.
El Cristo de la calavera.
Inés de Tordesillas, de gran belleza, carácter altivo y desdeñoso, podía presumir, y presumía de concentrar en su persona el mayor número de presuntos galanes de la corte suspirando sin desmayo por una sonrisa suya.
Asistimos en esta ocasión a un relato con cierto tinte de humor no exento de sátira en el tema de la mujer. Dos amigos Alonso y Lope rivalizan por el amor de la dama, llegando a retarse en duelo
Llevados de un absurdo orgullo varonil, y considerándola propiedad, se la ceden mutuamente tras la intervención del Cristo. El guiño cómico viene al descubrir que un tercer caballero se desliza del balcón mediante la consabida cuerda con la complacencia de la disputada dama.
Llevados de un absurdo orgullo varonil, y considerándola propiedad, se la ceden mutuamente tras la intervención del Cristo. El guiño cómico viene al descubrir que un tercer caballero se desliza del balcón mediante la consabida cuerda con la complacencia de la disputada dama.
Al día siguiente Inés sintió sobre sí, como siempre todas las miradas pero… esbozando un sonrisa burlona.
“Todo lo adivinó y la púrpura de la vergüenza enrojeció su frente y brilló en sus ojos una lágrima de despecho”.
No es mi deseo realizar ningún juicio de valor sobre la mujer, (sabéis que os quiero mucho) y mucho menos en sentido peyorativo,. Simplemente, apuntar que quizá Bécquer tenía alguna razón no confesada para ofrecer una imagen de mujer que pierde a los hombres sirviéndose de la orgullosa y vieja masculinidad de estos.
Imagen: Trucos PC
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