Mostrando entradas con la etiqueta Ríos. Julián. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Ríos. Julián. Mostrar todas las entradas

30 de enero de 2014

El escritor probeta y su beta alfabética

Larva de Julián Ríos.

Insostenible. 150 páginas y hartito. Ejemplo: "Tus cartas no cortas! Así de largas..., y abrió los brazos en cruz. Quieres seguir dándome largas? Qué corte, gran granuja cortejador, hacías trampas jugando conmigo a las cartas... Con trucos a mí! Birlador, por arte de birlibirloque". Muchas veces resulta infantil y ridículo. No hay gran prosa, simplemente juegos de palabras constantes incluyendo diferentes idiomas (de ahí el subtítulo "Babel de una noche de San Juan"), inventando palabras y conectándolas por campos semánticos, sonidos, ideas cercanas, etc. Estructura: se lee la página derecha y ésta, mediante números, te dirige a la página izquierda que a su vez, si tienes mala suerte, te dirige al final del libro donde hay más notas. ¿Por qué esto? En las páginas 118-119 aparece el símbolo del infinito (o de la cinta de Moebius, ya que el autor hace referencia a ambos) dibujado de un solo trazo, pero dividido en dos páginas, ocupando cada círculo del símbolo una página. Supongo que el autor quiere decir que el movimiento de derecha a izquierda pronuncia el infinito lingüístico que ya de por sí encontramos en cada página, al mismo tiempo que funciona como una cinta de Moebius donde todo es la misma cara (lenguaje) y no hay posibilidad de orientarse. Aceptemos que la estructura es un arma y no una mera pose. Bien, si analizamos la forma en relación con el contenido, el gesto es interesante. "Larva" porque es algo que todavía no ha cogido forma y no presenta la organización de un organismo adulto. Julián Ríos nos dice que ésta es la novela que escribiría un autor sin poner orden al lenguaje. Está claro que otro de los objetivos principales consiste en tirar del lenguaje todo lo que se pueda, cubriendo el máximo número posible de palabras y de relaciones entre ellas para mostrar la maleabilidad lingüística y la vastedad de relaciones posibles. Problemón: la idea es buena y original, pero el lector no disfruta el proceso. La novela responde satisfactoriamente como artefacto artístico que transmite una idea, pero se agota rápidamente porque no brinda una experiencia gratificante de lectura. Podríamos decir que es una obra más conceptual que literaria, como el váter de Duchamp, es un gesto interesante pero no hay disfrute estético, no permite una contemplación prolongada. Creo que para evitar ese agotamiento se debería haber reducido la extensión del texto (más de 500 páginas). También es criticable el uso de mecanismos que generan interferencias e intentan barnizar de profundidad el texto cuando en realidad son elementos ambiguos, véase la frase "Nudo gordiano? Infinito?/ Sólo cuando se abre el libro. En el fin de la escritura, empieza el infinito de la lectura". La amante de Wittgenstein de David Markson es un ejercicio narrativo similar pero mucho más elegante y efectivo. No hay desplazamientos de lado a lado, no resulta infantil, hay cierta coherencia, se puede leer el texto sin molestias, la extensión es moderada... Creo que la vida se convierte en arte cuando alguien pone unos límites que la trascienden y Larva no lo consigue porque es un intento de limitar sin límites.