Ante todo quiere ser gracioso, pero no lo consigue: "estás
más perdido que un pulpo en un desierto"; "poner la cara que pones cuando estás
estreñido y sonríes porque te tienen que hacer una foto"; "debo de parecer un
psicópata a punto de desenfundar una Colt 45 y cargarme a medio bar"; dice algo
así como que era vendedor de Canal+ cuando había internet en todas las casas y
la pornografía ya era gratuita, etc. Quizás ese humor no va conmigo. También suelta cosas que no hay por dónde cogerlas: encuentra dinero en los bolsillos y
se convierte "a la fe de los duendes justicieros que te salvan por la noche
mientras duermes la mona", lo siento, mí no entender. De las que no se comprenden
hay varias, como si estuviera encerrado en su propio mundo. Luego está la
pésima calidad de las imágenes, véanse las citas anteriores, o una cogida al
azar: "colocado como un chamán loco". Seguramente no encontró nada mejor. No hay imaginación. Sí hay algún destello negro en la prosa: "que se elevan como
helados de colores flúor", pero reconozco que aquí estoy siendo algo tiquis-Miqui. Todo esto son
meros detalles negativos al lado del gran problema: no hay dirección, todo resulta muy
gratuito, salta de una cosa a otra aleatoriamente. ¿Por qué?, porque
el texto está al servicio del humor (malo de cojones) y éste actúa como vehículo de la narración, cada chiste una gasolinera. Y subrayo: el autor se ha concentrado en hacer gracia y ha descuidado mucho la consistencia
del texto, requisito mínimo para construir un buen libro.
e-book 169. Nacidos para la batalla. Nevada, Claire Vaye Watkins
Hace 31 minutos