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miércoles, 6 de mayo de 2020

Yaribel


Soliloquios—4
Por José R. Bourget Tactuk





Nada ni nadie puede decirnos “no” cuando todas las fuerzas de nuestro ser interior quieren decirnos “sí”.          

Yaribel no podía creer que en esos mismos momentos estaba al frente de una de las más grandes decisiones de su vida, pero es difícil soltarse de brazos que aprisionan y más difícil aún es decirle que no a esa pasión interior cuya curiosidad supera en creces a la razón, a los consejos, a la iglesia, a los maestros y a las experiencias de otros.  Mil veces se había dicho que no le sucedería a ella pero ahora, en sus brazos, se dió cuenta de que todo había sido un engaño y que ahora ella sería una más, una adolescente más cargada con la obligación de un embarazo para el cual estaba pobremente preparada.

No podía ser tan malo, razonaba dentro de sí, después de todo su mamá la tuvo a ella a los 17 años y su abuela tuvo a su mamá a los 15.  Parecería que para la gran mayoría de las mujeres en este pueblo el quedar embarazada siendo una adolescente era lo más normal del mundo, es como si fuera casi una obligación, un premio a ser normal, la medalla que te dice que eres como todas las demás.  No importa si afecta la escuela, no importa si crea severos problemas económicos, lo que importa es cargar a ese paquetico de carne y hueso en los brazos, sentir como el muñeco de plástico se convierte ahora en un ser vivo de verdad lleno de mocos, orina, pupú, gripe, diarrea y noches enteras gritando y molestando.  

Ninguna de esas molestias importan cuando se les compara al peso de la realidad de Luchi, Mencía, Yessica, Milagritos, Yenni, Luz, Pili, Mina, Yanni, Esther, Rubia, Tomasa, Carmen, Rodriga y Francisca quienes habían pasado por lo mismo y ahora ella sería una más en la lista.  “Claro que sí, soy una más, soy como las demás, quiero ser como las demás.”

Para qué castigarse con la culpa y las preocupaciones cuando lo que importa ahora es este momento, este encuentro, este espacio de tiempo en que te sientes deseada, valorada, no escuchando más las voces que te dicen que no sirves para nada sino la voz interior que te produce cosquillas en tus partes íntimas y que a gritos exclama que eres mujer y que para el que te abraza eres lo más importante ahora.  

Tu escuchas sus gemidos, su deseo animal, su fuerza y sus movimientos, ves sus ojos cerrados, ves la expresión en su rostro y cada una de esas cosas te hace sentir deseada, profundamente deseada, algo que ninguna amiga, amigo o familiar te ha hecho sentir.

Ay, si las adolescentes en brazos de otros adolescentes pudieran comprender que en ese preciso momento hay una sola cosa que le importa a ese muchachón y esa sola cosa ya está dentro de ella y una vez termine su trabajo ahi se acabó y que ese trabajo dura unos solos minutos comparado a los años que dura criar o mal-criar a un muchacho desde el vientre hasta que se despega de uno.

Pero la vida es dura y las lecciones se aprenden después que nos pasan las cosas.  Alguien me decía que la experiencia era lo más inútil en la vida, que cuando no la tenemos de nada nos sirve y que cuando finalmente la obtenemos ya es demasiado tarde.  Yo hubiera deseado algo mucho mejor para Yaribel.

martes, 20 de noviembre de 2007

ORGASMICO

A juzgar por lo que se ve en Las Terrenas, los dominicanos somos tremendas maquinarias sexuales al punto de que podemos seducir, conquistar y satisfacer a todos los gustos, personas y deseos. Como me decía una amiga extranjera, parece que los dominicanos (hombres y mujeres) todavía "cuelgan de los árboles" por su aparente animalismo—esa mezcla imperfecta de sexualidad primitiva y avasalladora, lo cual nos trae al tema del orgasmo.

Pues bien, todo hombre sabe—o se imagina—que el orgasmo es lo máximo, la cumbre del encuentro sexual, lo que más anhela, lo que más busca y también la medida de su hombría, de su valor social ante los demás hombres y de su valor propio (¡Dios mío, cuán engañados estamos!). Muchos miden su hombría por el nivel de placer y cantidad de orgasmos recibidos y cuando buscan a una mujer para obtener placer sexual juzgan el valor de la misma en base a su capacidad para proporcionales un orgasmo, u orgasmos, realmente extraordinario.

Las mujeres…bueno, eso es diferente. Como lo sabe toda mujer no siempre se llega al orgasmo y hay muchas que nunca lo han experimentado. Algunas esposas ven el orgasmo de su esposo como una obligación que hay que proporcionar, pero no necesariamente como algo para ellas. Muchas mujeres, al entrar en relación física con un hombre, también buscan recibir el mismo placer, sobretodo si ese hombre cumple con la imagen de ser alguien prodigioso, físicamente generoso y bien dotado y cumple con su función de proveedor sexual temporal (como en el caso de algunas de nuestras visitantes extranjeras al requerir los servicios de algunos sankipankis locales).

Pero la sexualidad en las mujeres es algo más compleja porque, como lo sabe toda mujer, en la mayoría de los casos el placer sexual—y sensual—no es siempre tener un orgasmo y ese mismo placer no siempre tiene que estar ligado a lo físico sino al entorno general de la relación con su pareja. Una cosa es tener una "sesión" o dos en que se quitan todos los tapujos y frenos y otra es la relación sexual y sensual a largo plazo. Además, las mujeres se someten (¡involuntariamente!) a un proceso de socialización que menosprecia su sexualidad, poniéndola por debajo de la del hombre y al servicio de ellos. Una mujer "buena" no puede ser "sensual" porque lo sensual y lo sexual son generalmente calificados como "malo", "sucio" e "impropio." Muchas veces al tener una relación íntima con el hombre la mujer tiene que tratar de poner a un lado todas esas imágenes negativas en su cabeza. A veces lo logra, a veces no. Además, para muchas mujeres el placer sexual se limita a actividades juzgadas "aceptables" dejando poco espacio para la variedad, la improvisación o la creatividad de ambas partes.

Yo pienso que a muchas mujeres les agradará saber que hay lugares en el mundo donde no todo se somete a la descripción varon-céntrica descrita al inicio. Un caso bien notable es el de la isla Mangaya, en la Polinesia (Pacífico Sur) donde las mujeres alcanzan dos y tres orgasmos ¡por coito! ¡Válgame Dios! ¿Cómo es posible? Bueno, en esa sociedad, a diferencia de la nuestra en que el placer del hombre es el centro, el satisfacer sexualmente a la mujer es la principal responsabilidad del hombre. Al llegar a la pubertad, los 12 o 13 años, los varones mangayos deben pasar por ciertos ritos de iniciación que les va a permitir aprender cómo complacer a las mujeres. Ciertas mujeres adultas se prestan para enseñarles sobre la anatomía femenina y también sobre la manera de provocar el mayor nivel de excitación y placer en la mujer. Es tanto así que en base a ese entrenamiento se espera que cada mujer mangaya obtenga por lo menos un orgasmo durante las relaciones sexuales y el varón que sea incapaz de dárselo es desterrado socialmente de la comunidad. ¡Imagínese eso!

Eso nos presenta con ciertas implicaciones. Primero, que no es que las mujeres mangayas están mejor dotadas en sus clítoris o úteros, ni que los hombres están mejor dotados en su penes. Es realmente un asunto de técnica. Segundo, que en cuanto al entrenamiento sexual del varón si los hombres se encargan del mismo terminarán machistas, egoístas y—principalmente—inadecuados para garantizar el placer sexual en sus hembras. Tercero, los hombres son, por regla natural, no sólo malos maestros sino también malos practicantes, con la única bendición de que sus hembras, con el fin de preservar el frágil ego masculino, no les dicen la verdad sino que los hacen que se sientan machos, complacientes y complacidos.

Después de las dos o tres semanas de entrenamiento a manos de mujeres que saben más de la anatomía y sicología femenina que cualquier médico especialista occidental, los varones mangayos también aprenden que el proporcionar placer a la mujer no es por simple gratificación de la misma, sino que es una necesidad en la mujer (¡ofrézcome!). Claro está, nosotros en el Occidente estamos desprovistos de una vision sagrada y sensualmente erotica de la sexualidad, limitándonos mayormente a lo físico y a lo mecánico. Pensar diferente sobre la sexualidad implicaría tener que aprender todo de manera diferente. La ausencia de un kamasutra, o de un tantra, en nuestro medio socio-cultural nos impide ver al orgasmo más allá del coito y por eso no aprendemos más sobre lo sagrado y lo creativo en la función sexual, a diferencia de otras culturas, incluyendo muchas culturas indígenas como la mangaya, en que lo sexual es una celebración abierta, natural y constante de lo físico, lo emocional, lo espiritual, lo anatómico, lo social y lo cultural.

Nótese que el tener muchos orgasmos no es necesariamente la medida de una sexualidad satisfactoria y creativa. Lo que realmente importa es la manera en que se visualiza la sexualidad. Visualizar nuestra sexualidad nos presenta con ciertos problemas. Por ejemplo, una dominicana recientemente me dijo que su hombre tiene que complacerla dos o tres veces al día (¡diache!) y que por eso ella nunca se aparearía con un extranjero "flojo." Me alegró mucho oir a otras dominicanas que inmediatamente revelaron que esa chica estaba un poco "chiflada" o se trataba de una ninfómana. Al mismo tiempo revelaron que a veces no es tanto experimentar el orgasmo sino el estar con su pareja, comfortablemente satisfechos, los que le proporciona ese sentido de franco placer. Aunque por dentro revelaron tener un "algito" de que sí, caramba, por lo menos un orgasmo cada vez sería maravilloso aunque no tendría que ser necesariamente uterino o clitorino (donde se concentran, lamentablemente, muchos médicos, sexólogos y terapeutas occidentals).

El orgasmo es bueno, justo y necesario, pero para llegar ahi y para llegar ahi asiduamente hace falta una concepción diferente de la sexualidad, una en la que tanto hombres como mujeres reaprenden ciertas cosas indispensables.

Mujeres, la próxima vez que su amante le pregunte "¿cómo estuve querida?" Respóndale, "bueno, amor, ¿sabes que hay una islita en el pacífico sur donde…?"

Carta Abierta Para los Concejales

  Carta abierta a los concejales de Las Terrenas CONCEJALES PARA UN FUTURO MÁS CERTERO Por José Bourget, comunitario Querid@s Concejales: Si...