Yo, como trabajo con criaturitas de cuatro a doce años, he aprendido de todos ellos y he creado mi propia escalera de color a lo que a cansancio se refiere. Tengo dos extremos: o arranco la cabeza al primero que se me cruza, o encuentro graciosísimo tonterías que otras veces no me arrancarían una sonrisa y acabo llorando y con dolor de tripa. Hoy me he levantado más cansada de lo que me acosté; lo primero que he hecho al salir de la cama ha sido contar las horas que me quedaban para volver a acostarme, para que os hagáis una idea. He encendido el teléfono y me he encontrado un vídeo que me han mandado a las doce de la noche, cuando yo ya llevaba dos horas durmiendo. Ha sido verlo y empezar con la risa floja, y tal ha sido la gracia que me ha hecho que he terminado enseñándoselo a mis alumnos. Mañana, o cuando se me pase el cansancio, analizaré el hecho de que un entrenador de fútbol puede trabajar en Australia con ese nivel de inglés pero al resto de los mortales nos piden un B2 hasta para comprar el pan en Londres, pero hoy me he reído a gusto.
Después de dejar reír a la clase de sexto un rato, uno de ellos me ha pedido que les pusiera otro vídeo. Tal era mi agotamiento mental y físico que, aunque en otras circunstancias me habría hasta enfadado porque a alguien le hiciera gracia este vídeo, hoy he terminado literalmente doblada y llorando apoyada en una mesa mientras la clase se tiraba por el suelo. Menos mal que no ha pasado la inspectora por allí en ese momento. Vamos, menos mal que no ha pasado nadie, porque me quitan la plaza "en el ipso-facto", que diría alguno.
Y es que, cuando la semana se te echa encima con la rabia y las ganas con las que se me ha echado esta, no puedes luchar contra ella. Solo te queda rendirte ante el hecho de que no puedes con todo y reírte, que es la mejor medicina. Y si encima con eso consigues ser la profa guay por un día, pues mejor que mejor, ¿no?