Salinas de Añana, donde se produce sal de manera tradicional que luego se puede comprar a precio de oro blanco. Visita muy recomendada. |
Genial para ellos, claro, porque a mí me ha entrado un agobio del quince. No puedo evitar comparar lo que han hecho en el campamento con lo que hacemos en clase, y me apena decir que no hay ni el más mínimo parecido. Intento trabajar canciones con ellos y ellas, hacer algún teatro, dar plástica en inglés, pero al final la mayor parte del tiempo están sentados/as delante del libro y haciendo ejercicios siempre fuera de contexto. Sé que cada año mejoro un poco y les doy más contextos comunicativos, más excusas para hablar en inglés, pero es difícil cuando las notas están basadas en contenidos lingüísticos, sobre todo en sexto, cuando empieza mi canguelo personal por mandarlos con un nivel decente al instituto. ¿Entiende el texto? ¿Ha sabido elegir las respuestas correctas en el "listening"? ¿Les ha puesto la "-s" a todos los verbos de la tercera persona? ¿Sabe describir correctamente la ropa que lleva su compañera? Pues igual no, pero entiende todo lo que le digo en clase, trata de comunicarse conmigo en inglés aunque a veces suene a telegrama codificado y le encanta venir a clase. Incluso ha empezado a ver los dibujos animados en inglés en casa, lo que me deja de piedra. Se supone que los idiomas están para comunicarse, pero cuando la prisa aprieta y los resultados se miden cuantitativamente, nos lanzamos al libro y a repetir como loritos. Y no seré yo la que se queje de los temas que trabajan los libros (cómo han cambiado y qué amenos son ahora), pero de vez en cuando no estaría mal preguntarles qué necesitan decir y cómo les puedo ayudar yo a aprenderlo.
Yo doy inglés y me doy cuenta de las lagunas que hay en mi clase, pero supongo que todo esto es extrapolable a cualquier asignatura. Me muero por una escuela en la que no se trabaje por asignaturas, sino simplemente por objetivos y competencias, pero sin clasificar. Construir un barco a escala leyendo las instrucciones en inglés; intentar adivinar el tiempo de la semana que viene basándose en pronósticos antiguos; organizar una recogida de fondos para cualquier grupo que necesite ayuda en su ciudad; crear un libro de recetas en los tres idiomas que ya hablan. Hay tantas, tantísimas cosas que se pueden llevar a cabo sin necesidad de tenerlos sentados con la mirada fija en la pizarra que me pongo a escribirlas y me emociono. Pero seguir un libro de texto es más fácil, y lo que es peor, es lo que van a seguir haciendo cuando pasen al instituto. Con un poco de suerte, las cosas cambiaran para los y las que lleguen a la universidad, pero para muchos y muchas será ya demasiado tarde y se habrán quedado por el camino por el simple hecho de que nunca aprendieron a ponerle la "-s" a la tercera persona del inglés. Al menos recordarán el día que plantaron lechugas en una botella y aprendieron a hacer fuego sin cerillas. O esa esperanza me queda.