Escribiendo

A pesar de que escribir es una de las cosas que más me gustan en el mundo (junto con comer y dormir, y... bueno, dejémoslo ahí), es increíble lo mucho que me cuesta ponerme a hacerlo. Creo que es, como ya he dicho alguna vez antes, por mi terrible inseguridad y el completo convencimiento de que no lo hago bien, de que debería dedicarme a otras cosas y dejar a aquellos que "saben" que lo hagan. Pero es inútil: por más que intente alejarme de ello, siempre termino poniendo boli sobre papel para tratar de plasmar algo que me haya llamado la atención. Es como una droga, y yo soy una adicta reincidente que, lo sé, nunca va a desengancharse del todo.

Así que, como considero que no lo hago bien, trato de aprender. Cuando llegué a Estados Unidos, descubrí que allí todo el mundo parece querer ser escritor y los libros sobre escritura creativa abundan como perretxikos tras una tormenta. Entrar en una librería se convirtió entonces en un duro trago y tarea de varias horas: ya no solo había que revisar la sección de novela negra, de nuevos lanzamientos, del club de lectura de Oprah, también había que pasarse por la sección de escritura, que siempre estaba llena de "new and improved editions" de libros que habían sido éxitos en su tiempo (o quizá no tanto, y por eso tenían que ser "improved"). No había día que no saliera con dos o tres libros bajo el brazo, por no hablar de las mil y una revistas sobre escritura. Como en el pueblo donde yo vivía no había librería y la revista que a mí me gustaba no la vendían junto al People Magazine, tuve que suscribirme, porque meterme una hora y media de coche sólo para comprarla me parecía excesivo. Una revista al mes durante tres años, ejemplares de los que no he tirado ni uno solo y que llenan la cesta de la fotografía.
Pero luego llegué a Vitoria y, oh disgusto, aquí parece que eso de escribir no es tan guay como lo es en los States. Aún así, yo no me rendía y, en lugar de escribir y pulir mi propio estilo, buscaba entre los manuales de gramática a alguien en forma de libro que lo hiciera por mí.
Y así, un día, de refilón y por pura casualidad, encontré por fin un manual de técnicas narrativas en castellano, que los de inglés están muy bien pero hay cosas que no se transfieren bien a otros idiomas. No lo abrí nada más llegar a casa porque, para variar, no tenía tiempo, y se quedó cogiendo polvo en una balda hasta que, casualidades de la vida, un bloguero llamado Enrique Paez pasó por esta casa y me di cuenta de que era el autor del libro que me había comprado. Me hizo una ilusión terrible conocer a un escritor de verdad, aunque sólo fuera a través del ordenador, y me prometí que, cuando tuviera tiempo, me sentaría y me tomaría en serio sus enseñanzas, ya que era el primer autor de un manual de escritura que, estaba segura, sabía de lo que se hablaba.
Ya lo creo que lo sabe.

Llevo toda la semana pegada a su libro, devorando cada comentario, cada pie de página, cada consejo. Cada vez que leo la sección de "Ponte a escribir" me digo que ya lo haré cuando termine con el proyecto grande que tengo entre manos, que si me entretengo con pequeños ejercicios no voy a terminar nunca. Pero hoy he tenido la lucidez de aplicar unos consejos sobre creatividad en los personajes con los que estoy trabajando y todavía estoy alucinando por lo que ha ocurrido. No he hecho más que una tormenta de ideas, uno de esos globos expansibles que el doctor House suele marcarse en su pizarra, y ha cambiado toda mi historia. He conocido detalles de los personajes en los que no había pensado hasta ahora. He entendido por qué actúan de una determinada manera, por qué se han rebelado mis dedos y me han impedido escribir ciertas frases en un diálogo, por qué la víctima (es una novela negra, mala hasta decir basta, pero me lo estoy pasando pipa) es doblemente víctima, por qué me tiene que dar pena el asesino. La he gozado, sobre todo, porque no había forma de meter la pata, porque todo lo que he escrito me ha llevado a otra conclusión. Me lo he pasado bien escribiendo, y ahora quiero seguir haciéndolo.
Así que me voy a ello, que aún me queda mucho por definir y mucho libro que leer.
Gracias, Enrique.

3 comentarios:

jose.etxeberria dijo...

Me alegro por ti. Yo calculo que me centraré en el 2015 y también volveré a escribir.
Un abrazo.

Fernando Alcalá dijo...

Yo también encontré el libro de Enrique hace ya unos cuantos años y me lo bebí enterito. Y como en Espala no había mucho más, tiré de mi amiga Amazon y me los compro en inglés. Te recomendaría tres: How to write a Damn Good novel I y II de James N Frey y The Idiot's guide to writing a novel (que es mi favoritísimo) de Tom MOnteleone.

Lo que me gusta de estos autores es que se dejan de esos culteranismos estúpidos y prepotentes que hay aquí en España y que convierten al escritor en algo así como una figura a la que hay que rendir pleitesía porque, oh, dios mío, es muy culto y yada yadayada y van al grano. me encantan.

Y ESCRIBE!!

Enrique Páez dijo...

Hay que ver, Ruth, con lectoras así a uno se le hincha el pecho hasta la inflamación hemorrágica. Muchas gracias por la lectura y el comentario. Espero que nos dejes leer la novela cuando acabes. Un beso.